El Escéptico Digital - Edición 2013 - Número 272
Ricardo Campo Pérez
(Artículo publicado originalmente en La Provincia-Diario de Las Palmas).
Una de las más famosas "videntes" del mundo, Sylvia Browne, falleció el mes pasado en California. En 2003 había pronosticado que fallecería con 88; murió con 77. Fue una más de sus muchas predicciones fallidas, pero jamás, que se sepa, le dio vergüenza. James Randi, el famoso mago y cazador de charlatanes, la había retado años atrás a demostrar sus supuestos poderes predictivos presentándose al reto del millón de dólares (http://www.randi.org/site/index.php/1m-challenge.html), consistente en entregar tal cantidad a quien demuestre poseer alguna capacidad paranormal o "misteriosa". Aceptó de palabra, pero nunca se presentó a las pruebas. Ese premio del millón de dólares de Randi sigue desierto, como es de imaginar, a pesar de la existencia de infinidad de programas de radio sobre misterios, ciencias y charlatanerías "de frontera" y mucha publicidad acrítica cuyos contenidos desafían los cimientos de la ciencia moderna cada cinco minutos y cinco minutos más tarde son olvidados como un desperdicio cualquiera. Ni siquiera un famoso doblador de cucharas ha tenido la decencia de presentarse, ganarlo y convertirse, a continuación, en el personaje más relevante de la historia de la ciencia, que no es poco.
La videncia, ya sea en un piso particular o por la tele en vomitivos programas de echadoras de cartas, es puro teatro. Nadie puede prever el futuro, más allá de una prognosis basada en la experiencia y en la información de calidad, que nada tiene que ver con una supuesta capacidad psíquica para entrever acontecimientos no ocurridos por alguna vía sobrenatural. No dudo que haya gente que crea que tiene tal capacidad y otros que creen que tal cosa existe, pero todos se engañan. Pasa lo mismo con esos despiadados buitres que dicen contactar con los muertos, de los que solo saben transmitir una sarta de lugares comunes y estupideces inventadas por el tipo -o la tipa- sobre la marcha Y siempre en el idioma que conoce el médium, no en el que conocía el fallecido, cosa que da que pensar a cualquiera, creo. Y estos sujetos ganan dinero con ello. Y tienen los mismos escrúpulos con sus semejantes que una argiope cuando inyecta veneno a un saltamontes despistado que ha caído en su tela. Cosas de la evolución de la conciencia, que venden los pijos de la "nueva era".
La recientemente fallecida Browne contaba con una legión de admiradoras, vivía opulentamente y organizaba cruceros en los que decía sentirse especialmente motivada y sensible a la magia. ¡Toma, y yo!, que soy un descreído de todas las gilipolleces que nos vende la industria cultural de los misterios, los enigmas y la basurilla alternativa casi a diario. El personaje en cuestión, después de una carrera radiofónica desde los años 80, se había especializado en casos criminales, pero, como recordó Luis Alfonso Gámez en el blog Magonia, Ryan Shaffer y Agatha Jadwiszczok se tomaron en 2010 la molestia de revisar 115 casos criminales sobre los que Browne había hecho predicciones y descubrieron que no había acertado ni una. A pesar de ello, se forró vendiendo libros, aunque, como es lógico, fuera un cero a la izquierda como ayudante policial (como todos los psíquicos que se presentan como tales).
La videncia se basa en la habilidad psicológica aprendida, consciente o inconscientemente, por parte de la dotada o el dotado (con perdón), ya vista abrigo de visón y viva en un palacete de lujo o sea un personaje chungo y basto de una televisión local. La gente, con una ingenuidad asombrosa, pregunta siempre por lo mismo: salud, dinero, trabajo, amores? Ahí entra en acción el personaje, que inventará un par de generalidades sobre la marcha válidas para cualquiera mientras el teléfono corre. Si la cosa es cara a cara es más interesante: el/la vidente mirará cómo va vestido el cliente, qué tipo de preguntas hace, cómo se expresa, cómo reacciona emocionalmente a los cebos que se le muestran, etc. Todo ello le proporciona información valiosa al pretendido vidente. El propio cliente le entrega en bandeja al vidente detalles sobre su vida y sus esperanzas, aunque no se de cuenta. A partir de esta información, el vidente elaborará sus respuestas. El carisma del psíquico, su simpatía, unos pocos halagos y la predisposición del cliente son suficientes para que cualquier barrera crítica caiga y los incautos salgan desplumados por oír cuatro majaderías. El escenario es importante: una decoración adecuada del local y una pose de experto en el "más allá" contribuyen a que se establezca una relación psicológica de sumisión y dominio apoyada en preguntas del experto que en realidad son cañas de pescar. Este escenario es válido para lectores de tarot, astrólogos, médiums y otras gentes que se relacionan con el mundo de los "espíritus" pero hacen caja aquí, en el mundo corriente de su cuenta corriente.
URL: http://www.laprovincia.es/opinion/2013/12/09/teatro-videncia/576672.html
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