Edición 2010 - Número 7 (241) - 12 de agosto de 2010
Javier Cavanilles
(Artículo publicado originalmente en la bitácora Desde el más allá (más o menos)
Casi un millón de euros. Eso es lo que nos va a costar el Museo de la Estulticia que, bautizado como Centro de Interpretación de las Caras de Bélmez, se empezará a construir después del verano en Bélmez de la Moraleda (Jaén). En concreto, la broma nos saldrá por 858.000 euros (147 millones de las antiguas pesetas, que asusta más). De ellos 587.000 son fondos europeos (no me extraña que nos quieran echar del euro). El resto los aporta la Diputación Provincial de Jaén (208.000) y la alcaldía (42.900). Digo que los aporta pero no que los ponga: son de todos, no de ellos. Mejor dicho, eran de todos y ahora de ellos. Y para añadir insulto a la herida, lo construirán en los terrenos de la antigua escuela. Vaya una metáfora.
Leo el artículo de Ideal que dio la noticia y me huele al mismo timo que hace unos años. La familia Pereira, dueña de la casa de las Caras, no quiere saber nada. Lógico, no son idiotas. Llegarán autobuses llenos de objetores de la inteligencia al pueblo para visitar el Centro. Luego, como les sabrá a poco, irán a la casa donde, donación que no se declara a Hacienda mediante, les enseñarán las famosas ‘teleplastias’ que los propios Pereira dibujaron.
Pero lo más sangrante es que el ‘centro’ tendrá dos plantas y ocupará 350 metros y lo único que albergará será una colección de no más de 20 fotos, que es todo el material que aporta la Asociación de Parasicología de Puerto Real. Bueno, eso escribió Lorena Cádiz en Ideal, aunque el alcalde Pedro Justicia dice que no es verdad. “Ya sabemos cómo funciona la prensa” me dice. “Sí, y cómo funcionan algunos ayuntamientos”, respondo. ¡Pues no va el tío y se me enfada!
Según el alcalde, es sólo una parte de los tesoros que se exhibirán. Yo he tenido la colección en mis manos y no son más que unas fotos en tamaño grande con un marco. No están mal, pero tampoco son de Annie Leibovitz. Dice el primer edil de la localidad que no, que han contratado a una empresa para que busque más fondos. Que no se moleste, se los doy yo.
Yo le puedo dar gratis una copia del informe del CSIC de 1975 que dice que una de las caras es una huella; otra del de 1991 (firmado por Francisco José Valle Fuentes, el hombre que salvó las cuevas de Altamira) en el que se aprecian restos de pintura; o el que encargamos nosotros en 2006 de las nuevas caras y aparecía aceite. ¿Quiere las famosas actas del notario que los misteriodistas sólo publican a trozos para ocultar lo que de verdad dicen? Las tengo ¿También las expondrá para que todo el mundo vea la verdadera dimensión del embuste?
No, no la incluirán. Porque no es un centro de interpretación, es un imán para ignorantes a los que sacar los cuartos y que vamos a pagar entre todos. Además, ni siquiera ayudará al pueblo. Se forrarán los de los bares, el kiosko y la panadería, y poco más. Porque en Bélmez no hay nada que ver ni nada que hacer, y ellos han decidido dilapidar el dinero en una trampa para incautos. El dinero se irá en construir un edificio que, por el precio, parece de Calatrava. Luego vendrán los costes (luz, agua, mantenimiento, el encargado…) pero ¿los beneficios? Nunca los habrá. Les saldría más rentable comprar acciones del Santander que desperdiciar el dinero en ese homenaje al sinsentido.
Pero la cosa no acaba ahí. Otra de las salas, continúa el artículo, será para escuchar psicofonías, que es como los espiritistas tecnológicos llaman a los ruidos raros que, con tanto autoengaño como poca vergüenza, dicen que son voces de los muertos. Si eso fuera así, en los estudios de Imagen y Sonido se aprendería a evitarlas, y alguna empresa habría comercializado un dispositivo para rodar en cementerios y casas deshabitadas sin que la grabación se echase a perder. Parte de los 858.000 euros se irán en esa patraña.
Las Caras de Bélmez no son ningún misterio misterioso ni un desafío a la ciencia. Son un insulto a la inteligencia que no precisan museo alguno. Cuando, en 2004, acusé al insigne presidente de la Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas (Pedro Amorós) de falsificar caras en connivencia con el Ayuntamiento para fomentar el turismo, el consistorio aprobó –por unanimidad, no se vayan a creer- emprender acciones legales contra mí. Aún estoy esperando.
El alcalde me advirtió el jueves de que, si no andaba con cuidado, a lo mejor esta vez sí acababa ante los tribunales. Temblando estoy. Pero lo que más rabia me da es que si me denuncia, defenderá el embuste con dinero público. Si recurre a la justicia, que por favor tenga el detalle de rascarse el bolsillo. Por cierto, Amorós sí me denunció y perdió (incluso le condenaron a pagar las costas), aunque aún tiene que pronunciarse el Supremo.
Sin embargo, sería demagógico acusar únicamente al alcalde ya que toda la corporación ha votado a favor de utilizar las putas manchas para sacar tajada. Y no sólo en el pueblo, sino en toda Sierra Mágina les apoyan. Y la lista no estaría completa sin la legión de periodistas (y no sólo los profesionales del misterio que son una minoría) que cada vez que van concluyen diciendo “El misterio continúa”. Claro, ¡y lo que te rondaré, Morena! Durará mientras dé titulares. En Bélmez de la Moraleda, la verdad ni está ni se le espera.
Pero el corolario de esta historia es que la única persona de Bélmez de la Moraleda que me consta que no me odia –puede que haya más, no todos son unos caras- me dijo que revisara el expediente, que podría encontrar alguna sorpresa. Se lo pedí al acalde, pensando que no tendría nada que ocultar. Me lo ha negado y ya no pienso lo mismo. Sin pruebas no le voy a acusar de nada, pero mejor sería que me lo mandara y así salimos de dudas.
URL: http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/desde_el_mas_alla/2010/06/13/belmez…