background image
el escéptico

ÉTICA, ECOLOGÍA, DERECHOS HUMANOS
Y CULTURA EN RED
Miquel Osset Hernández
El paradigma en red
Frank T. Ventosick, en su excelente libro publicado en
2002 The genius within (“El genio del interior”) plan-
teaba al lector una inteligente pregunta capaz de suscitar
una reflexión más que notable. Decía Ventosick: “Take
my body and separate it into individual cells (…) Now
place each cell into a separate test tube filled with life-
sustaining nutrients. Am I still alive?”*
Es evidente que no. Aunque ni una sola de las células
de mi cuerpo hubiera dejado de existir en ese hipotético
proceso, sí habríamos dejado de existir como ser vivo.
Lo que entendemos por “vida” no está definido por las
células en sí, sino por la manera en que las células están
conectadas entre sí. Entender esto supone no sólo enten-
der mucho mejor alguno de los principios fundamenta-
les en el estudio de las Ciencias de la Vida, sino adoptar
una perspectiva ante el hecho de la Vida radicalmente
diferente a la adoptada por el fundamentalismo religio-
so: la vida no es un ente a salvaguardar, sino un pro-
ceso a salvaguardar. Un proceso en el que la conexión
de sus elementos es la clave de su
persistencia, añadiría seguramente
Ventosick. La materialidad de los
elementos que entran en juego en
este proceso es mucho menos importante que la forma
en que los elementos se relacionan entre sí y constituyen
una red capaz, además, de “aprender”.
milar al modo en que opera nuestro cerebro: haciendo
“camino al andar”…..
El paradigma en red ha sido empleado para comprender
mejor el funcionamiento de una amplia variedad de sis-
temas: desde el sistema inmunológico hasta, por ejem-
plo, los ecosistemas naturales o las fluctuaciones de los
mercados de valores. Es capaz de interpretar sistemas
complejos a partir del análisis de las interacciones de sus
miembros, ya sean éstas señales bioquímicas, impulsos
eléctricos u órdenes de compra y venta de acciones. No
hay incompatibilidad a priori que descarte un enfoque
así para el campo de la sociología o de la cultura. De
hecho, ya desde el siglo XIX y, muy en particular, desde
los escritos de Herbert Spencer, ha existido una fuerte
corriente favorable a sustentar técnicamente los funda-
mentos éticos del comportamiento humano en la biolo-
gía. La aparición entonces de los escritos de Darwin (The
Origin of Species y The Descent of Man) alimentó una
visión de la ética muy condicionada por el paradigma
darviniano de la lucha por la existencia. La sociobiolo-
gía resultante (también llamada en
ocasiones “ética evolutiva”) es con-
tinuación de este paradigma y ha te-
nido en nómina a ilustres represen-
tantes (Huxley, Dobzhansky, etc…) y a neo-darvinistas
sociales influyentes. Ha permitido, además, en ocasiones
“proteger” un cierto discurso eugenésico muy estimado
en ambientes políticos “comprensivos” con interpreta-
ciones políticas simpatizantes de tesis racistas.
La vida no es un ente a salvaguardar,
sino un proceso a salvaguardar.
*“Tome mi cuerpo y sepárelo en sus células individuales (...), ahora ponga cada célula en un tubo de ensayo diferente, relleno con nutrientes que las son-
tengan con vida. ¿Aún estoy vivo?”
El paradigma en red es fundamental en las Ciencias de la
Vida. Lo es por oposición al paradigma digital. En éste,
cualquier mecanismo (u organismo) requiere de un con-
junto de normas específicas y precisas para actuar de for-
ma secuencial. Las normas vienen dictadas al mecanismo
desde el exterior y basta con disponer de sistemas de pro-
cesamiento suficientemente rápidos de información para
ejecutar las normas. Por el contrario, en el paradigma en
red (o “red neuronal”) no existe un conjunto predefinido
de normas específicas y precisas procedentes del exterior
que planifique el comportamiento del mecanismo. Éste
define sus propias normas de actuación a medida que sus
elementos interaccionan, aprenden de esa interacción y,
en última instancia, “decide” qué hacer de un modo si-
Lo cierto es que una lectura atenta de las fuentes, tanto
de Darwin como de Spencer, matiza o incluso corrige
esa interpretación estrictamente individualista que los
sociobiólogos más influyentes han abonado a lo largo de
los siglos. Tanto Darwin como Spencer señalaron en sus
obras respectivas la importancia de los comportamientos
cooperativos (incluido el altruismo…) en la evolución,
ya fuera como estrategia adaptativa o como fruto resul-
tante de la selección. El comportamiento social, intrínse-
co a la condición humana, permite a la luz de los propios
paradigmas de Darwin y Spencer, defender el concepto
de “selección de grupo” mediante estrategias cooperati-
Artículo
background image
el escéptico

vas. Incluso el neo-darvinista Richard Dawkins, después
de crear el paradigma del “gen egoísta” y de con ello
pasar a ser adscrito a las filas de los neo-darvinistas, ha
sido el principal divulgador, por analogía con el concep-
to de “gen”, del concepto de “meme”: unidad mínima
de transmisión de información cultural a través de las
generaciones. Éste concepto es sumamente discutible y
ha sido ampliamente discutido en amplios sectores de la
comunidad científica, pero, reconocida o no su validez,
engarza con lo aquí expuesto: es un ejemplo de que pue-
den existir modelos de evolución sociológica o cultural
que se basen en el paradigma de cooperación en red para
interpretar su comportamiento.
Derechos humanos: naturaleza y cultura
en red
El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de Na-
ciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los
Derechos Humanos a partir de un amplio consenso inter-
nacional. El texto final de la Declaración fue el fruto de
intensos trabajos previos, prolongados a lo largo de más
de dos años, y de duras negociaciones entre las partes.
Además de las contribuciones significativas de diversas
Organizaciones No Gubernamentales, de la UNESCO,
de especialistas diversos en Filosofía, Derecho y otras
disciplinas, el redactado definitivo fue resultante tam-
bién de dos factores fundamentales:
a) La cosmovisión imperante en 1948, poco después
del final de la II Guerra Mundial
b) La correlación geoestratégica de fuerzas políticas
propia de la incipiente Guerra Fría
Ello explica, por ejemplo, la inclu-
sión en el redactado final del de-
recho fundamental a la Seguridad
Social y a la educación universal,
gratuita y obligatoria, pero también
a la propiedad (en cualquiera de sus
formas) y que, en cambio, quedaran
excluidos el derecho a huelga o el
derecho al uso de una lengua propia.
correlación de fuerzas políticas subyacente sería de este
modo el único motor capaz de modificar el Derecho en
un sentido u otro.
Afirma Derrida: “cada avance de la politización obliga
a reconsiderar, es decir, a reinterpretar los fundamentos
mismos del derecho tal y como habían sido calculados o
delimitados previamente”, y añade: “Esto fue cierto en la
Declaración de los Derechos del Hombre, en la abolición
de la esclavitud, en todas las luchas emancipatorias que
están y deberán estar en curso, en todo el mundo, para los
hombres y para las mujeres”.
Ahora bien, ¿cuál es la “sustancia” de la politización a la
que Derrida atribuye esa capacidad transformadora del
Derecho? ¿Se trata de la lucha de clases? ¿de una nueva
forma de oposición socioeconómica en clave de reelabo-
ración neomarxista? Las tomas de posición pública de
Derrida en sus últimos años así lo parecen atestiguar. Mi
intuición, no obstante, me indica que, por el contrario,
se puede formular una línea de reflexión e interpretación
que remita a fuentes y referencias totalmente diferentes,
y que hallen en el conocimiento científico de las Cien-
cias de la Vida un marco de sustentación teórica. No se
trataría en este caso de fundamentar la Ética según un
supuesto orden geométrico, tal y como pensaba Spinoza,
sino de rastrear en las pautas del comportamiento de los
sistemas complejos según el paradigma en red cuáles son
los condicionantes que permiten a éstos consolidarse y
evolucionar.
Las Ciencias de la Vida permiten acometer el estudio de
sistemas complejos a nivel puramente bioquímico (como
es, por ejemplo, el caso del sistema inmunológico), ce-
lular (como es, por ejemplo, el caso
de la capacidad adaptativa de las
poblaciones bacterianas) o ecológi-
co (como es, por ejemplo, el caso
del estudio de los ecosistemas).
Existen pautas comunes que nos
permiten interpretar por qué ciertos
sistemas proliferan y otros no, por
qué unos “mejoran” y otros no, por qué unos “evolucio-
nan” y otros no. Sería extremadamente simplista trazar
una línea recta que dedujera pautas éticas directamente
a partir de estos aprendizajes. El filtro cultural y políti-
co es, en todo caso, imprescindible. A fin de cuentas, la
Tanto Darwin como Spencer señala-
ron en sus obras respectivas la im-
portancia de los comportamientos
cooperativos (incluido el altruismo)
en la evolución..
La interpretación según la cual existe una derivación
sustancial de los Derechos Humanos a partir de la
existencia de un supuesto Derecho Natural deja de lado
los condicionantes del momento como factor a tener
en cuenta en su consideración. Si, por contra, dotamos
a éstos de una significación preponderante, podríamos
inscribirnos en las tesis de Jacques Derrida en su
crítica a Walter Benjamín, según las cuales es siempre
la violencia fundadora el factor legitimante de toda
Ley; una violencia que puede ser física o simbólica. La
preocupación por la Ética es una cuestión circunscrita al
género humano, pero trazar líneas de aproximación entre
el conocimiento científico de las Ciencias de la Vida y la
Ética no es una quimera. Así, por ejemplo, para Platón
conducirse bien (es decir, “éticamente”) respecto a algo
era hacerlo de acuerdo con la naturaleza del asunto…
background image
el escéptico

El paradigma evolutivo preponderante a lo largo de los
últimos dos siglos ha sido el darvinista, el que ha visto
en la lucha por la supervivencia de las especies el motor
de consolidación de los cambios evolutivos. Se trataba
de una lectura simplista y unilateral de Darwin. La in-
vestigación al respecto en el último tercio del siglo XX
ha mostrado, no obstante, cómo factores no valorados
suficientemente por Darwin en su momento sí tienen
importancia a la hora de explicar
ciertos fenómenos evolutivos. Las
mutaciones neutras o las estrate-
gias cooperativas entre especies y
entre genes son ejemplos que elu-
den el paradigma. Un paradigma,
por otra parte, que no ha sido nada
ajeno a la cosmovisión del mo-
mento en el que fue formulado: el
duro capitalismo industrial inglés del siglo XIX. Hoy en
día sabemos que en la capacidad de auto-organización
de los sistemas complejos (ya sean éstos ecosistemas
o maquinarias bioquímicas), la sinergia desempeña un
papel muy significativo, hasta el punto de que algunas
de las ventajas selectivas más relevantes en la evolución
pueden explicarse a partir de procesos simbióticos o si-
nérgicos.
prender las complejas interacciones entre la sociedad y
la naturaleza”.
Conclusiones
Es cada vez más obvia la interrelación existente entre el
ser humano y su entorno, y cómo las influencias mutuas
pueden ejercerse a favor o en contra de la sustentabilidad
global del planeta. Las interacciones que entran en juego
a la hora de definir un sistema (tal
como, por ejemplo, un ecosiste-
ma), nos permiten deducir con más
nitidez a escala celular o molecular
cuáles son las pautas que consoli-
dan y mejoran el conjunto o cuá-
les, por el contrario, amenazan su
existencia. Son más visibles por
su cercanía con nuestra experien-
cia inmediata. Esas pautas de interrelación viable con el
entorno son las que permiten formular conceptos como,
por ejemplo, el de “ciudadanía ecológica”. Son una mo-
dalidad posible de paradigma en red.
¿Es mucho suponer que la ética fundamentadora de la
viabilidad de poblaciones humanas que se dota en el
tiempo y en el espacio de instrumentos concretos a tal fin
como la Declaración Universal de los Derechos Huma-
nos pueda ser también una modalidad de paradigma, de
cultura en red?
El ecologismo, en una de sus varian-
tes, ha intentado formular una ética a
partir de los aprendizajes acumulados
a lo largo del último siglo y formular a
continuación una “ética de la susten-
tabilidad” al más alto nivel.
Conferencia dictada por el Dr. Osset en las jornadas ‘El progreso científico y sus amenazas’ , organiza-
das por la Agrupación Astronómica de Castelldefels y el Centro de Actividades Ambientales Cal Ganxo
(con la colaboración de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico y con el apoyo del Ayun-
tamiento de Castelldefels, de la Escola Politècnica Superior de Castelldefels —Universitat Politècnica
de Catalunya
— y de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología —FECYT—) en Castelldefels,
el 10 y 11 de noviembre de 2006. Publicado con todos los permisos.
Así, por ejemplo, la presencia de mitocondrias en la ma-
quinaria celular eucariota (tal y como ha sido formulado
por Lynn Margulis) pertenece a ese conjunto de ventajas
adaptativas en la evolución que se han adquirido a par-
tir de procesos cooperativos. La cooperación existente
entre las moléculas de ARN, ADN y proteínas, refinada
a lo largo de miles de millones de años de evolución, el
armazón mismo del edificio sobre el que se construye el
propio concepto de Vida
La escala, no obstante, en la que nos resulta más cómodo
ubicarnos en ese intento de fundamentación científica de
comportamientos éticos a partir del estudio de sistemas
complejos es la escala ecológica. El ecologismo, en una
de sus muchas variantes, ha intentado formular una ética
a partir de los aprendizajes acumulados a lo largo del
último siglo y formular a continuación una “ética de la
sustentabilidad” al más alto nivel. Ésta ética de nuevo
cuño, se afirma, “entraña un nuevo saber capaz de com-
Yo pienso que no es mucho suponer, que un paradigma
de esta naturaleza es factible, pero precisa ser formula-
do con nitidez. Existen modelos de organización social
“preferibles” en el sentido de que aseguran mejor que
otros su propia pervivencia y que no amenazan al entor-
no en el que se desarrollan, sino que, por el contrario,
crecen en retroalimentación positiva con él.
No es excesivamente aventurado asignar a esos modelos
una carga ética superior a la de otros modelos que ponen
en peligro su propia pervivencia y que degradan el en-
torno en el que se desarrollan. La ética así formulada se
halla en íntima conexión con la viabilidad del sistema en
cuestión y con la cultura que emana de un paradigma de
cooperación en red capaz de garantizar la sustentabilidad
global del planeta.