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Introducción
Escribir sobre la obra de Mario Bunge con motivo
de su centenario plantea una difícil decisión sobre los
temas a abordar, dado su amplio y profundo análisis
de todas las cuestiones de filosofía de la ciencia que
ha tratado a lo largo del siglo
xx. Pero si hay una lí
-
nea que recorre toda su obra es su perspectiva racional
para abordar los problemas. En este sentido, no cabe
duda de su empeño en cuestionar tanto el escepticis-
mo como el relativismo. El objetivo de esta colabo
-
ración en el homenaje a Mario Bunge es reflexionar
sobre el papel del escepticismo y el relativismo en la
gestión de la ignorancia.
Como diría mi amigo y colega Toni Domènech
(1952-2017), filósofo de las ciencias sociales, igno
-
ramos más de lo que conocemos, la cuestión es cómo
gestionamos la ignorancia. Considero que el escepti
-
cismo y el relativismo es la peor forma de gestionar-
la. Aunque pueda parecer una perogrullada, hay que
decir que no somos dioses, una cuestión no baladí y a
tener en cuenta al abordar las posibilidades y límites
de la naturaleza humana. Hay una gran variedad de si
-
tuaciones en las que dichas posibilidades y límites se
hacen evidentes, pero también hay infinidad de recur
-
sos para superarlas. Como humanos ansiamos saber,
lo cual conseguimos a través de nuestras capacidades
cognitivas y así superamos algunas de estas limita-
ciones para conocer el mundo que nos rodea y hacer
posible la supervivencia.
Escepticismo
El escepticismo como actitud filosófica cuestiona
la fiabilidad del conocimiento, pero el simple cuestio
-
namiento no es suficiente para calibrar una corriente
filosófica como escéptica. En este sentido, habría que
distinguir entre cuestiones que expresan dudas acerca
de nuestras creencias y sistemas, cuyo objetivo es de
-
mostrar que no hay fundamento para dichas creencias.
Así por ejemplo, no es lo mismo las dudas planteadas
por Descartes al principio de su sistema filosófico que
el escepticismo de Hume.
En realidad, el pensamiento escéptico ha estado
siempre presente en la filosofía y podemos rastrearlo
a través de su historia. Vamos a indicar algunos ejem
-
plos de dicho pensamiento. La teoría metafísica de
Heráclito de que todo se mueve y que no podemos
bañarnos dos veces en el mismo río es una muestra
de una tendencia escéptica, en el sentido de que no
es posible descubrir ninguna verdad inmutable sobre
la realidad. También la máxima del sofista Protágoras
«el hombre es la medida de todas las cosas» es una
muestra de la vena escéptica en tanto en cuanto signi-
fica que no hay criterios transubjetivos.
Durante los siglos
iv
y
iii a.C., Pirrón de Elis (360-
270 a.C.) es el más fiel representante de la doctrina es
-
céptica. Respecto a Pirrón de Elis, P.P. Hallie (1985),
en una introducción a la obra de Sextus Empiricus,
considera dos posibles interpretaciones: una que le ve
como totalmente despreocupado por las cosas de la
vida cotidiana, llevando a sus últimas consecuencias
sus ideas escépticas, y otra que le ve como una perso-
na que, aunque está convencida de que no puede saber
cómo es la naturaleza última de las cosas, admite, por
una cuestión práctica, que las cosas son como parecen
que son.
En la Edad Media, san Agustín cree que el escepti
-
cismo solo puede superarse a través de la revelación,
con lo cual la fe pasa a ocupar el lugar de la razón
en la búsqueda de un fundamento del conocimiento.
Parece que todo el escepticismo de la Edad Media,
Renacimiento y el siglo
xvi
es parcial, ya que, en úl-
timo término, hay razones para pensar que tenemos
conocimiento aunque la fundamentación esté en la
revelación, en Dios y en la gracia divina.
Es a partir de 1620 que empiezan a surgir traba-
jos que mantienen una cierta ambigüedad respecto
al escepticismo. Tal es el caso de las respuestas a los
escépticos presentadas por Hobbes, Pascal, Spinoza
y Leibniz. Ninguno de estos filósofos pueden enmar
-
carse en la corriente escéptica, aunque difieran en lo
Escepticismo y relativismo
en la gestión de la ignorancia
Anna Estany
Departamento de Filosofía (Universidad Autónoma Barcelona)
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que constituye el fundamento de nuestras creencias.
La figura de David Hume (1711-1776) no puede
quedar al margen de la perspectiva escéptica de la fi
-
losofía. Hume es uno de los filósofos que más peso
han tenido en el pensamiento occidental, y uno de los
que plantearon cuestiones sobre la fundamentación
del conocimiento que han hecho correr mucha tinta
ofreciendo propuestas, aunque no respuestas definiti
-
vas. El aspecto escéptico del pensamiento humeniano
tiene que ver, fundamentalmente, con el problema de
la inducción y la uniformidad de la naturaleza.
Al hacer un balance del escepticismo tenemos, por
un lado, el escepticismo pirrónico, que si recurrimos a
su más estricta etiología significa indagación e inves
-
tigación más que imposibilidad de conocer. Por otro,
el de muchos pensadores escépticos que lo son solo
en virtud de alguno de los criterios, por lo que parece
más bien una estrategia para sentar las bases de un
nuevo sistema epistemológico que suplante a aquel
sobre el que recaen las dudas escépticas. Vista así, la
historia del escepticismo parece más bien la historia
de la búsqueda de fundamentos para el conocimiento,
una perspectiva que puede considerarse estrictamente
pirrónica. Esta es a su vez su fuerza y su debilidad.
Su fuerza porque, ¿quién se atreve a decir que cono
-
cemos todo lo que podemos conocer, o que incluso el
conocimiento que tenemos de las cosas no va a variar
jamás? Pero aquí reside su debilidad, porque el error
y la ignorancia forman parte de la naturaleza humana.
Por tanto, si lo único que afirma el escepticismo es
nuestra posibilidad de equivocarnos, entonces es una
cuestión trivial.
Dando un salto en la historia de la filosofía, pode
-
mos decir que Immanuel Kant culmina el objetivo
de los filósofos de la segunda mitad del siglo xviii
en Alemania, en el sentido de refutar los argumentos
escépticos de Hume, porque piensa que socavan los
logros intelectuales de los humanos. Kant asume que
el conocimiento es posible y que, por tanto, el escep-
ticismo total es falso.
Relativismo
La revolución científica de los siglos xvi
y
xvii
puso en tela de juicio las doctrinas escépticas, quizás
no en una interpretación pirrónica pero sí del escep-
ticismo como la doctrina que cuestiona de forma ra-
dical la capacidad de los humanos de conocer. Así, la
Ilustración se caracterizó por un rechazo de cualquier
línea de pensamiento anclada en el escepticismo. Esto
trajo como consecuencia que la ciencia pasó a ser
la fuente más importante de adquisición del conoci-
miento y una garantía para la justificación de nuestras
creencias. Esto hace que todo cuestionamiento del
conocimiento en el siglo
xx tenga como objetivo la
ciencia, dado que constituye su base más sólida. El re
-
lativismo, sobre el conocimiento en general y sobre el
conocimiento científico en particular, defiende la tesis
de que el mundo natural y la evidencia que tenemos
de dicho mundo no constituyen ningún límite para
nuestras creencias, o dicho en otras palabras, nuestras
creencias sobre cómo son las cosas son prácticamente
independientes de como realmente son.
El relativismo, al igual que el escepticismo, no
constituye un sistema filosófico compacto, sino más
bien un marco teórico con muchos matices, que pode-
mos concretar en el rechazo de cualquier base definiti
-
va e inamovible de la que pueda derivarse el resto del
conocimiento, de cualquier recomendación para in-
crementar el conocimiento y de criterios epistémicos
de elección entre creencias. Esto implica el abandono
de la epistemología y, por tanto, de todos los valores
epistémicos que la ciencia toma como guías para la
elección de teorías, tales como la base empírica, la
simplicidad, la potencia explicativa de los fenómenos,
etc.
Una de las propuestas que ha tenido especial im-
pacto en la segunda mitad del siglo
xx es el Progra
-
ma Radical en Sociología del Conocimiento (
Strong
Programm in Sociology of Knowledge
, SPSK). Uno
de sus fundadores es David Bloor, cuyo pensamien-
to expone en su libro
Knowledge and Social Imagery
(1976). Los cuatro principios sobre los que Bloor
asienta la sociología del conocimiento son: i) buscar
las causas que producen las creencias y los estados de
conocimiento; ii) buscar explicaciones tanto de la ver-
dad, la racionalidad y el éxito como de la falsedad, la
irracionalidad y el fracaso; iii) el mismo tipo de causa
puede explicar las creencias verdaderas que las falsas;
y iv) las tesis de la sociología del conocimiento son
reflexivas en el sentido de que los mismos patrones
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de explicación deben poder aplicarse a la propia so-
ciología.
La idea central del Programa Radical es que las
ciencias, incluidas las llamadas «ciencias duras»
como la física y la matemática, dependen tanto de fac-
tores sociales y de intereses económicos, tradiciones y
prestigio como de la observación y la lógica. Desde el
punto de vista epistemológico estamos en el más puro
relativismo, y la epistemología pierde toda autonomía
al quedar reducida —si no eliminada— a la sociología
del conocimiento. El conocimiento científico no tiene
ningún rango privilegiado respecto a cualquier otra
fuente de adquisición de conocimiento.
¿Tienen alguna razón de ser los estudios planteados
por los autores situados en torno al Programa Radical?
En primer lugar, el papel de la ciencia y el desarro-
llo de la tecnología han adquirido tal importancia en
nuestra sociedad que surgieron estudios sobre la cien-
cia desde la sociología, la política, la ética, la antropo-
logía y la psicología. Concretamente, los trabajos de
Merton (1977) sobre sociología de la ciencia son un
ejemplo de este tipo de estudios, pero cuando se habla
de constructivismo social en teoría del conocimiento,
no suele referirse a sociología de la ciencia entendida
como un campo específico de la sociología al igual
que la sociología del trabajo o de la educación, sino
a que la sociología de la ciencia puede dirimir cues-
tiones que hasta el momento eran competencia de la
epistemología. En segundo lugar, la imbricación ac
-
tual entre investigación básica, la aplicación de esta a
la construcción de artefactos tecnológicos y las consi-
guientes repercusiones para la sociedad han creado la
necesidad de los estudios sociopolíticos de la ciencia;
pero el Programa Radical, aun acertando en el diag
-
nóstico, se ha equivocado en la forma de acercarse al
problema.
Modelos racionalistas
La filosofía de la ciencia a lo largo del siglo ha es
-
tado centrada en el análisis de las ciencias puras, cuyo
objetivo es la descripción del mundo natural y social.
Sin embargo, en la actualidad, y muy especialmente
la segunda mitad del siglo
xx
después de la II Guerra
Mundial, la imbricación entre ciencia y tecnología y
la importancia de la ciencia aplicada han ocasionado
una serie de campos disciplinares en los que los fac-
tores sociales, políticos, económicos y éticos confor-
man sus decisiones y sus valores epistémicos. Todo
ello nos lleva a considerar la necesidad de modelos
para abordar la complejidad de los fenómenos actua
-
les, tanto de la ciencia pura como de la aplicada, desde
una perspectiva racionalista. En este sentido, las cien
-
cias de diseño y la praxiología pueden jugar un papel
muy importante para este abordaje racional.
Las ciencias de diseño son el resultado de un pro-
ceso de cientifización y mecanización de las artes en el
sentido de habilidades y de las actividades prácticas.
H. Simon, en
The science of the artificial
(1969), se-
ñala que el modelo tradicional de ciencia ofrece una
imagen engañosa de campos como la ingeniería, me-
dicina, arquitectura, economía, educación, etc. que es-
tán interesadas en el diseño en el sentido de objetivo,
propósito, meta a conseguir, es decir, no tienen como
objetivo saber cómo son las cosas sino cómo tienen
que ser para conseguir determinados fines.
La tesis de Simon es que una ciencia del diseño no
solo es posible, sino que ha emergido desde la mitad
de los setenta. El resultado es que existe hoy en día un
cuerpo sustancial de conocimiento, teórico y empíri-
co, que trata de los componentes y de su interrelación,
de la teoría del diseño. La propuesta de Simon a la
creación de una ciencia de diseño no cayó en el vacío.
En la década de los setenta ya encontramos aporta-
ciones a la metodología del diseño (Nadle, McCro
-
ty, Hall, Asimov) que intentan reformular el método
científico estándar a las necesidades de las ciencias
de diseño.
Desde la filosofía de la ciencia uno de los pione
-
ros en tratar la filosofía de la ciencia aplicada es Ilka
Niiniluoto que en 1993 publica un artículo en
Erken-
niss
, «The aim and structure of applied sciences», que
tuvo repercusiones en la construcción de un enfoque
racionalista que tomara en cuenta la ciencia aplicada.
Dada la estructura de los enunciados de las ciencias
de diseño, Niiniluoto considera que es importante la
contribución de la praxiología, ciencia de la acción
eficiente, tal como la define T. Kotarbinski (1962). La
tarea de la praxiología es investigar las condiciones
de las que depende la maximización de la eficiencia
que, según Kotarbinski, son el contenido teórico, las
El escepticismo como actitud filosófica cuestiona la fiabili-
dad del conocimiento, pero el simple cuestionamiento no es
suficiente para calibrar una corriente filosófica como escéptica
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técnicas utilizadas y las acciones que se llevan a cabo
para conseguir el fin u objetivo propuesto.
Conclusiones
El escepticismo plantea dudas sobre nuestra capa-
cidad cognitiva para fundamentar nuestras creencias,
dudas razonables, dadas nuestras limitaciones como
humanos; sin embargo, la evolución nos ha dado me-
canismos para superarlas y no solo sobrevivir sino ha-
ber sido capaces de construir el acervo cultural de la
humanidad.
Por su parte, el relativismo actual que se desprende
del programa radical y del constructivismo social se
hace eco de la importancia de los factores contextua-
les (sociales, políticos, económicos, éticos, etc.) en la
ciencia, pero la alternativa socava toda posibilidad de
conocimiento. En cambio, los modelos de las ciencias
de diseño y de la praxiología hacen posible aunar el
impacto de los factores contextuales y la perspectiva
racional y, en consecuencia, una buena gestión de la
ignorancia.
Agradecimientos
Este trabajo ha sido financiado por el Ministerio de
Ciencia, Innovación y Universidades dentro del Sub-
programa Estatal de Generación del Conocimiento a
través del proyecto de investigación FFI2017-85711-P
Innovación epistémica: el caso de las ciencias biomé
-
dicas.
Este trabajo forma parte de la red de investiga
-
ción consolidada «Grupo de Estudios Humanísticos
de Ciencia y Tecnología» (GEHUCT), reconocida y
financiada por la Generalitat de Catalunya, referencia
2017 SGR 568.
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Estany, A. (2001)
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Estany, A. (2006)
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