Círculos de misterio
'Señales', la nueva
película del director de 'El sexto sentido', se adentra
en el enigma de los dibujos que desde 1980 aparecen de la noche
a la mañana en los sembrados ingleses
Luis Alfonso Gámez
2001 fue el año del contacto.
El primer mensaje alienígena se hizo cereal el 21 de
agosto. Ocurrió en el Reino Unido, cerca de la estación
meteorológica de Chibolton. En un sembrado colindante
con el observatorio, aparecieron un rostro y una especie de
réplica de la señal que en 1974 se emitió
desde el radiotelescopio de Arecibo (Puerto
Rico) hacia M13, un cúmulo de estrellas situado a 25.000
años luz. «Creo que es una respuesta al mensaje
de Arecibo», dijo Palden Jenkins, un estudioso de los
círculos. Era el broche de oro de una temporada que había
empezado con bastante retraso sobre el calendario habitual.
«Los extraterrestres parecen
estar al tanto de las leyes británicas, porque ningún
ovni ni ningún orbitrón de plasma se ha dejado
caer por la campiña inglesa durante el brote de fiebre
aftosa», ironizaba Michael Wright el 17 de junio de 2001,
en 'The Sunday Times'. Una vez levantada la prohibición
de acceso a carreteras y caminos rurales impuesta para evitar
la difusión del mal, los pictogramas florecieron. A mediados
de agosto, Tim Carson, un granjero de Wiltshire, descubrió
una figura en su propiedad y tuvo claro, desde el primer momento,
que no era cosa de marcianos. «Recibí una llamada
en la que me preguntaron si los caminos estaban ya abiertos
al público. Dije que sí y aquella noche apareció
un círculo de los sembrados», declaró a
la BBC.
Los artistas del cereal
El
condado de Wiltshire -en el que se levantan los monumentos megalíticos
de Stonehenge y Avebury- es la Disneylandia de la cerealogía,
que debe su nombre a Ceres, la diosa romana de la agricultura.
Allí comenzó todo a mediados de la década
de 1970 y allí se encontró la otra formación
que, junto a las de Chibolton, causó sensación
el año pasado: una espiral de seis brazos, compuesta
por 409 círculos y que ocupaba 45.000 metros cuadrados
de un trigal de Milk Hill. John Lundberg, un diseñador
gráfico londinense de 33 años, calcula que el
complejo pictograma pudo exigir de sus creadores unas tres horas
de intenso trabajo nocturno. Lo dice con conocimiento de causa:
forma parte de uno de los grupos que, desde hace años,
reivindican la paternidad de los círculos.
Frente a los ufólogos que
atribuyen los dibujos a platillos volantes, los meteorólogos
excéntricos que hablan de nuevos fenómenos atmosféricos
y los místicos de la Nueva Era que argumentan que es
la propia Tierra la que quiere así llamar la atención
sobre la degradación medioambiental, Lundberg y sus colegas
dicen que se trata de obras de arte. Efímero, porque
la siega destruye los pictogramas; pero arte, al fin y al cabo.
Su equipo responde al nombre de los Circlemakers (fabricantes
de círculos). Son tres, empezaron a actuar en Wiltshire
hace más de diez años y, desde 1995, disponen
de una web (www.circlemakers.org)
en la que informan de sus proyectos y mantienen al día
un censo de este tipo de creaciones.
«Cuando, en 1991, Doug Bower
y Dave Chorley confesaron que habían estado haciendo
círculos durante quince años, el interés
popular cayó en picado. Entonces -recuerda Lundberg-,
nos propusimos elevarlo otra vez haciendo formaciones tan grandes
y complejas que la gente volviera a preguntarse: '¿Es
posible que estas cosas sean obra humana?'». El trío
hace entre veinticinco y treinta dibujos cada temporada, entre
abril y septiembre. No son los únicos. Hay, en el Reino
Unido, otros tres o cuatro grupos igual de activos, además
de muchos que realizan una o dos obras al año.
Desde que el diario 'The Wiltshire
Times' se hizo eco del primer pictograma hace veintidós
años, la complejidad de las formaciones ha ido en aumento.
Las primeras llevaban a Bower y Chorley pocos minutos. Eran
fáciles de hacer: uno de ellos se plantaba sobre el terreno,
a modo de poste, con una cuerda o cinta de agrimensor a cuyo
otro extremo estaba su cómplice. Este último caminaba
entonces alrededor de su compañero, cual brazo móvil
de un compás humano, dibujando un círculo de plantas
tumbadas. Aplastaba el cereal con los pies, apoyándolos
en un tablón que sujetaba con las manos, gracias a sendas
cuerdas. Los dibujos de ahora son bastante más complicados,
pero la técnica es la misma.
Bromistas impenitentes
Los dos vecinos de Southampton se
lo pasaron en grande durante tres
lustros. Diseñaban figuras cada vez más llamativas
no sólo para superarse en su arte, sino también
para entusiasmar o crear dolores de cabeza a los cereálogos,
una peculiar tribu que recorría la campiña a la
caza de dibujos. Bower llegó a acompañar a los
expertos en sus visitas a los pictogramas y tomar nota de sus
teorías para hacerlas realidad o ponerlas en entredicho.
Así, cuando un cereálogo achacaba que las plantas
aparecieran tumbadas siempre en un mismo sentido a la acción
de tornados o vórtices de plasma, la pareja creaba una
figura con el cereal aplastado en sentido contrario o con círculos
satélites.
Dentro
de la comunidad cerealógica destacaron pronto tres personajes
por su capacidad de rentabilizar el fenómeno: los ingenieros
Colin Andrews y Pat Delgado, y el meteorólogo Terence
Meaden. Las continuas bromas de Bower y Chorley les volvieron
locos. Al final, en septiembre de 1991, todo se fue abajo. Unos
periodistas del diario 'Today' enseñaron a Delgado una
figura y éste se deshizo en elogios. «¡Es
fantástico!», dijo antes de añadir que no
podía ser obra humana. Cuando los reporteros le presentaron
a los dos artistas, dos sesentones, la tierra se abrió
bajo los pies del cereálogo. «La gran broma ha
terminado. Dos espabilados nos han engañado», concluyó.
Pero la broma no había hecho nada más que comenzar.
Bower y Chorley se habían
dado cuenta años antes de que había otros artistas
del cereal. 'We are not alone' (No estamos solos), escribieron
en letras de doce metros en un sembrado en 1986, en reconocimiento
a sus colegas. A partir de ese momento, firmaron sus trabajos
con dos des mayúsculas. «Incluso eso se atribuyó
a un misterioso propósito extraterrestre», recuerda
el fallecido astrofísico Carl Sagan en su libro El
mundo y sus demonios (1996). Fueron los herederos intelectuales
de los artistas de Southampton los que revitalizaron el fenómeno
con increíbles dibujos como el de un gris -un alienígena
típico de 'Expediente X'- con un disco que apareció
el pasado 15 de agosto en Hampshire. Para los cereálogos,
el disco contiene un mensaje de otro mundo.
«Lo que me fascina son los
mitos y el folclore que han surgido alrededor de los círculos»,
afirma John Lundberg, quien no se considera un bromista, sino
un artista. Los sucesores de Bower y Chorley utilizan ordenadores
para sus diseños, pero los trasladan al campo con los
mismos útiles que sus maestros: cinta de agrimensor,
tablones, cuerdas, brújulas, linternas... Este verano,
siguiendo la estela de Señales,
la última película de M. Night Shyamalan, miles
de turistas han invadido los campos de Wiltshire y Hampshire
para admirar sus obras de arte. El taquillazo de Hollywood ha
llenado los bolsillos de los agricultores -cobran por entrar
a sus propiedades-, las agencias de viajes y los cereálogos
que tan mal lo pasaron hace diez años. El negocio de
los círculos vuelve a ser redondo.
Los círculos
de los sembrados
Autor: Luis Alfonso Gámez
© Copyright de los textos Luis Alfonso Gámez, 2002.
© Copyright de las imágenes Touchstone, 2002.
'Círculos de misterio' y 'Un arte y un negocio típicamente
británicos'se publicaron originalmente en el diario bilbaíno
'El Correo' el 13 de septiembre de 2002.
Prohibida la reproducción.