Combustión humana espontánea
Javier Garrido
Una de las anomalías que mayor entusiasmo provocan en los devotos de lo
paranormal es la llamada Combustión Humana Espontánea (frecuentemente citada
por sus siglas en ingles: SHC, Spontaneous Human Combustion). Implica que un
cuerpo humano, por lo usual vivo, comienza a arder de un modo súbito, sin
una fuente de ignición externa conocida; al parecer, el fuego es producido
por calor generado internamente, a través de algún mecanismo oscuro e
indeterminado (existen varias teorías al respecto, todas igualmente
insatisfactorias). Desde el siglo XVII hasta la actualidad se han
documentado varias decenas de casos de este insólito evento.
En su versión más divulgada, el fenómeno nos es presentado de la siguiente
manera: de forma inesperada, la víctima estalla en llamas; el fuego aparece
bruscamente y sin causa discernible, es muy intenso y extremadamente
localizado; en un lapso de tiempo muy corto, de minutos o aún de segundos,
el cuerpo queda casi completamente destruido y reducido a un pequeño montón
de cenizas grisáceas. La víctima no tiene la más mínima posibilidad de pedir
ayuda o de realizar maniobras salvadoras. Por contraste, los objetos
ubicados en su proximidad quedan relativamente indemnes, incluyendo algunos
tan extremadamente combustibles como una pila de periódicos o una caja de
cerillas; en numerosas ocasiones, las ropas de la víctima resultan
relativamente poco dañadas. Como detalle macabro adicional, algunos
segmentos del cuerpo resultan casi intocados por las llamas, generalmente
las piernas y los pies, en ocasiones los brazos. Cuando no es destruido, el
cráneo queda encogido hasta un tamaño inverosímil. Una capa de hollín
grasiento suele quedar depositada en las paredes y en el techo de la
habitación. En otras ocasiones, pequeños fragmentos del cuerpo quedan
esparcidos por las paredes: es la "Explosión Humana Espontánea", aún más
espectacular pero mucho menos documentada en la literatura.
Por supuesto, todo esto resulta realmente impresionante; de inmediato se
agolpan en la mente imágenes de fuerzas ignotas y terroríficas, de
dimensiones alteradas, de vorágines psíquicas, de poltergeists, y otras por
el mismo estilo. Más terrenalmente, el fenómeno resulta particularmente
insólito porque un cuerpo humano es, en condiciones normales, bastante
difícil de quemar, si la idea es reducirlo a un montón de cenizas. Alrededor
de tres cuartas partes del peso de un cuerpo humano son simplemente agua, lo
que lo hace un pésimo substrato para la combustión. En un horno crematorio,
se requieren temperaturas entre 760 y 1100 °C durante dos a tres horas para
destruir un cadáver (el tiempo varía de acuerdo al peso y la talla del
mismo), dejando un remanente de 1800 a 3600 gramos de residuos sólidos. Y ni
siquiera en estas condiciones los huesos son reducidos a polvo: quedan en
forma de fragmentos de tamaños diversos, que deben ser sometidos
posteriormente a un procesamiento mecánico.
Por lo visto, nos encontramos ante un fenómeno inexplicable desde el punto
de vista de la llamada "ciencia oficial". ¿O quizás no? Pero, antes de sacar
conclusiones, tengamos en cuenta dos puntos de cierta importancia:
1. La descripción que he dado del fenómeno es más o menos "standard" entre
los divulgadores de lo paranormal; sigue los hechos a grandes rasgos, pero
se caracteriza por un par de curiosas omisiones (omisiones, por otra parte,
intencionadas; de ellas hablaremos más tarde), y contiene asimismo algunas
falsedades bastante gruesas.
2. La víctima siempre está sola, y en consecuencia no hay testigos. De
hecho, no existe ningún caso verificado en que alguien haya observado una de
esas supuestas "combustiones humanas espontáneas". ¿Ni un testigo? Pues sí,
ningún testigo, en toda la ya larga historia del fenómeno...
A veces, basta un ligero esfuerzo para convertir lo simplemente extraño en
inexplicable. En los párrafos siguientes intentaré dilucidar que hay de mito
y que hay de realidad dentro de este aparente misterio.
Algo de historia y unos pocos casos
La historia no comenzó precisamente ayer. Como se mencionó al principio,
existen varias decenas de casos documentados, nada menos que desde el siglo
XVII. Pero hay que tener cuidado respecto a lo que significa "documentado":
en ocasiones se trata de información de segunda, tercera o cuarta mano, a
veces conocemos solo un nombre, a veces solo una fecha, muchas veces ni eso.
Y en todo caso, "documentado" no significa, de ninguna manera "verificado".
El primer caso con fecha conocida data, según parece, de 1673, cuando un
ciudadano de París, anónimo y según parece alcohólico, "fue reducido a una
pila de cenizas y unos pocos huesos de los dedos, pero la cama de paja en la
que murió quedó intacta" (Garth Haslam: Spontaneous Human Combustion; Brief
Reports in Chronological Order). Al respecto, no conocemos otras
circunstancias. Otros autores citan un caso de 1662, sin proporcionar más
detalles.
Un caso famoso ocurrió alrededor de 1731 (curiosamente, se desconoce la
fecha exacta): el de la condesa Cornelia di Bandi de Cesena, de 62 años de
edad. Los restos de esta noble dama fueron encontrados por su doncella en el
piso de su dormitorio (se presume que al ir a despertarla en la mañana). El
cuerpo de la condesa había quedado reducido a una pila de cenizas "que
dejaban en la mano una humedad grasienta y maloliente", pero las piernas y
los brazos se encontraban relativamente intactos; parte del cráneo y la
quijada se encontraban entre las piernas. Las paredes de la habitación
estaban cubierta de hollín, y el suelo de un liquido pegajoso; de la parte
inferior de la ventana goteaba un extraño líquido amarillo y grasiento; la
cama no había sufrido daños. En el piso se encontró una lámpara de aceite
vacía, cubierta de cenizas. Según parece, la fuente original de esta
descripción es un artículo de 1746; posteriormente, este caso sería citado
nada menos que por Charles Dickens. Es de hacer notar que en este incidente
se encuentran prácticamente todos los hallazgos no míticos que
posteriormente se repetirán una y otra vez en los casos modernos, y que
caracterizan a la llamada "combustión humana espontánea".
La primera investigación sistemática del fenómeno se le debe al francés
Jonas Dupont, quien en 1763 publicó un libro titulado De Incendis Corporis
Humani Spontaneis. Según se cree, Dupont se inspiró en un caso ocurrido en
febrero de 1725 en Rheims, el de una mujer llamada Nicole Miller, encontrada
quemada en el piso de su cocina.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX los casos menudean. Algunos de ellos
resultan verdaderamente espeluznantes, como el de la Sra. Peacock, ocurrido
en algún momento antes de 1809. El cuerpo de la desdichada mujer fue
descubierto cuando a las dos de la madrugada sus restos carbonizados
comenzaron a caer en la habitación de su vecino del piso de abajo, a través
de un hoyo quemado en el suelo de madera. El gran novelista victoriano
Charles Dickens no desdeñó el tema, y en su novela Bleak House, publicada en
1853, hizo morir a uno de sus personajes de esta manera tan dramática,
empleando como recurso literario los detalles del caso de la condesa di
Bandi. A las objeciones de un crítico respecto a que la combustión humana
espontánea era imposible, Dickens respondió en el prefacio de la segunda
edición de su novela invocando los alrededor de treinta casos registrados
hasta entonces. Por lo que se ve, las polémicas al respecto no constituyen
ninguna novedad.
Posteriormente, el interés por la Combustión Humana Espontánea languideció,
hasta que vino a reanimarlo el célebre caso de Mary Reeser, ocurrido el 2 de
julio de 1951 en St. Petersburg, Florida, el cual es considerado como un
"clásico" de la Combustión Humana Espontánea. La Sra. Mary Reeser, una obesa
viuda de 67 años de edad, fue encontrada reducida a cenizas en su
apartamento; el cuerpo había quedado casi totalmente destruido, a excepción
de su pie izquierdo. También se habían quemado el sillón donde se encontraba
sentada, y una mesa y una lampara adyacentes; el resto del departamento
sufrió muy pocos daños. Un detalle: la última vez que fue vista con vida -
por su hijo, la noche anterior - la Sra. Reeser acababa de tomar dos
cápsulas de Seconal, y fumaba un cigarrillo.
Los restos de Mary Reeser, encontrados en su departamento el 2 de julio de
1951. Este caso es considerado como un verdadero clásico de la SHC, y se le
llamó "el misterio de la mujer-ceniza". Al ocurrir la tragedia, la Sra.
Reeser, de 67 años, se encontraba bajo los efectos de los barbitúricos que
había ingerido previamente. El reporte policial concluye que "una vez que el
cuerpo empezó a arder, la casi completa destrucción ocurrió por la
combustión de sus propios tejidos grasos".
Después vendrían otros casos no menos famosos: el de John Irving Bentley, un
cirujano de 92 años de edad, en 1966; en 1980 el de Henry Thomas, de 73
años; en 1986 el de George Mott, un bombero retirado de 58 años que sufría
de una severa enfermedad pulmonar, por citar solo algunos.
Algún investigador acucioso de los fenómenos paranormales ha intentado
establecer un censo de los casos de supuesta Combustión Humana Espontánea
ocurridos en los últimos años. Así, se ha llegado a determinar que en la
década de los 50 ocurrieron once casos, en la de los 60 siete, en la de los
70 trece y en la de los 80 nada menos que veintidós. Estas cifras sin duda
lucen alarmantes, pero hay que mirarlas con desconfianza, por la franca
tendencia de los divulgadores de estos fenómenos a mezclar casos
"comprobados", con otros que no lo son tanto, con meros rumores y con
cuentos que van de boca en boca. Garth Haslam, en su ya mencionada
compilación Spontaneous Human Combustion; Brief Reports in Chronological
Order, describe 53 casos desde el siglo XVII hasta 1982, de los cuales
clasifica a veinte dentro de la categoría de "datos desconocidos o
inseguros". De aquellos que presentan "datos conocidos", quince ocurrieron
a partir de 1951, y de estos, varios resultan muy sospechosos, como el de
cinco hombres encontrados quemados dentro de un automóvil en una carretera
rural de Kentucky en 1960, o el de una mujer anónima que supuestamente fue
vista estallar en llamas "mientras caminaba", en Chicago en octubre de 1982,
y que al final resultó ya estar muerta antes de quemarse, aparte de que se
encontraron trazas de hidrocarburos acelerantes en sus ropas, o el de otra
mujer desconocida encontrada quemada hasta morir "en algún lugar de Londres"
(???) en 1964... ¿Cuantos de estos casos corresponden simplemente a
crímenes y accidentes ordinarios? No hay forma de saberlo, precisamente por
la falta de datos consistentes; pero se transmutan alegremente en SHC y
pasan de inmediato a engrodar las estadísticas del misterio. Por lo visto,
las fuerzas más allá de nuestra comprensión necesitan de cuando en cuando
una pequeña ayuda humana para que resulten convincentes. Exactamente igual
que ocurre con el ya semiolvidado "misterio" del Triángulo de las Bermudas.
Los hallazgos clásicos
La siguiente es la descripción de un caso bastante típico de supuesta
"combustión humana espontánea", tomada y traducida de Tiempos Fortianos:
Un caso de aparente combustión humana espontánea ha ocurrido en el condado
de Kerry, en la República de Irlanda. El 24 de marzo, John O'Connor, de 76
años de edad, fue encontrado muerto en la sala de su casa en Gortaleen,
cerca de Tralee, por la enfermera comunitaria que lo visitaba regularmente.
Ella notificó a las autoridades locales, quienes encontraron los restos
carbonizados en una silla colocada a cierta distancia de la chimenea. El
cuerpo había sido severamente dañado por un fuego intenso y localizado; solo
su cabeza, la parte superior del torso y sus pies permanecieron sin
quemarse. Había pocos daños en la habitación y los muebles.
El párroco de la localidad, Patrick McCarthey, quien asistió a la escena,
dijo que le había parecido "como si alguien hubiera puesto petróleo en una
lámpara". Tanto un teléfono como un aparato de alerta comunitaria se
encontraban al alcance del occiso, lo que sugiere o que el fuego lo envolvió
con gran rapidez, o que O'Connor estaba ya muerto cuando este se inició. Él
había sido visto por última vez en la tarde del 23 de marzo.
Los reportes iniciales sugirieron que las autoridades locales mantenían
la mente abierta a todas las posibilidades. Sin embargo, el superintendente
Tom Conway, de la Estación de Tralee, que cubre el área de Castlemaine, fue
rápido acerca de encontrar una causa. "El Sr. O'Connor era un fumador
empedernido, y sabemos que en el pasado ya había sufrido desvanecimientos.
También sabemos que él se había quemado a sí mismo malamente en el pasado.
Hasta donde nos concierne, él perdió el conocimiento en la silla y se
prendió fuego con un cigarrillo" - dijo a Tiempos Fortianos. Una pesquisa se
encuentra en marcha.
Las similitudes con los casos descritos arriba de la condesa Cornelia di
Bandi y de Mary Reeser saltan a la vista, incluidos un par de detalles que
los divulgadores de lo paranormal optan por ignorar: en primer lugar, la
presencia de una fuente externa de ignición bastante obvia; en segundo
lugar, que la víctima a estado sola durante un período de tiempo más o menos
prolongado. También encontramos una suposición muy valiosa: la de que el
anciano ya estaba muerto cuando el fuego se inició. Nótese que al redactor
del reportaje no parece agradarle mucho que el superintendente sea tan
rápido en encontrar la causa lógica del accidente; por lo visto, hubiera
preferido que mantuviera "abierta la mente a todas las posibilidades"
(¿Cuáles serán esas? ). Esto también resulta bastante típico del tema.
Por lo pronto, vayamos trazando un perfil de estos casos, excluyendo, por
supuesto, los rasgos puramente mitológicos o legendarios de los mismos:
1. El evento siempre ocurre dentro de recintos cerrados, usualmente en el
dormitorio de la víctima.
2. La víctima siempre está sola, y ha permanecido así por un período que
usualmente abarca varias horas; en muchas ocasiones, el cuerpo se descubre
"a la mañana siguiente". Nunca hay testigos, nadie se da cuenta de lo que
está ocurriendo.
3. Las quemaduras generalmente son más severas que las que suele causar un
fuego "normal". En un incendio convencional, el cuerpo casi siempre resulta
carbonizado, pero queda más o menos completo. Además, las quemaduras por
supuesta "Combustión Humana Espontánea" no se distribuyen uniformemente en
el cuerpo: el torso y los muslos por lo general son los más afectados,
quedando en muchas ocasiones destruidos casi por completo y reducidos a
cenizas (incluyendo los huesos), pero las extremidades resultan
relativamente indemnes (un pie, un brazo, a veces el cráneo).
4. La combustión es muy localizada: se quema el cuerpo y los objetos
situados en su proximidad inmediata. Esto incluye las vestimentas de la
víctima, que por lo general resultan completamente destruidas (en contra de
lo que suele afirmar la mitología de la SHC), su asiento, las ropas de cama,
una mesa ubicada junto a ella, el piso de la habitación donde yace, si este
es combustible. Pero fuera de este círculo de destrucción, los objetos
quedan relativamente indemnes.
5. El piso alrededor del cuerpo está casi siempre cubierto por una capa de
sustancia grasienta, amarilla y maloliente; restos de dicha sustancia, o de
"un hollín grasiento", pueden encontrarse también en el techo y en las
paredes.
6. Los objetos que se encuentran por encima más o menos un metro del suelo
muestran signos de daño por calor (por ejemplo, las tapas plásticas de los
interruptores eléctricos, que se funden); los objetos por debajo de esa
línea, no muestran daños.
7. Las víctimas en sí muestran algunas características interesantes: se ha
estimado que el 80 % son mujeres; muchas son obesas o con sobrepeso, una
gran proporción de ellas son alcohólicas o han estado bebiendo antes del
accidente, es frecuente que sean de edad avanzada, otras presentan
enfermedades crónicas. En general, puede decirse que siempre presentan
alguna seria desventaja física que los coloca en gran riesgo de morir (de la
supuesta combustión o de cualquier otra cosa).
8. Siempre existe una fuente externa de ignición en la habitación y cerca
de la víctima. Muchas de las víctimas son fumadoras, y fumadoras de hábitos
desordenados (como el anciano John Bentley, cuyo guardarropa estaba lleno de
quemaduras de las cenizas de su pipa).
Otro clásico de la "Combustión Humana Espontánea". Estos son los restos
del Dr. John Irving Bentley, fallecido en 1966. Este anciano médico de 92
años era un fumador tan empedernido como descuidado; muy probablemente sus
ropas se incendiaron e intentó llegar al baño en un vano intento por
obtener agua para apagarlas. Cuando cayo al suelo el linóleo que lo cubría
actuó como fuente adicional de combustible, al igual que la madera debajo de
este. La pierna quedo relativamente intacta probablemente por no estar
envuelta en la bata de casa que llevaba la víctima.
La mitología de la SHC dice que la víctima estalla en llamas bruscamente y
que es consumida en un lapso de tiempo muy corto (¿minutos? ¿segundos?).
Pero, ¿cómo se puede afirmar esto si nunca hay testigos? Sin duda, los
divulgadores consideran que el hecho de que la víctima no tenga la
oportunidad de solicitar ayuda es una prueba de esto, pero no lo es. Si la
víctima se encuentra alcoholizada, o inconsciente por cualquier otra causa
(Mary Reeser había ingerido dos cápsulas de secobarbital), o incluso muerta
en el momento en que se inicia el fuego, es improbable que pueda pedir
auxilio de modo efectivo. A la inversa, si es capaz de solicitar ayuda, y
esta llega a tiempo, y se descubre que ha estado fumando en la cama (por
ejemplo), nadie pensará en Combustión Humana Espontánea (bueno, casi nadie,
pues no faltará quien enarbole la bandera de la "supervivencia a la SHC",
como veremos más adelante). Recuérdese también que la víctima por lo general
ha permanecido sola durante horas, por lo que el fuego puede haber estado
actuando por un lapso de tiempo considerable. De hecho, es mucho más
compatible con la completa destrucción de las partes óseas una incineración
que actúa a temperaturas relativamente bajas durante horas que uno que se
presenta en forma de "bola de fuego" que fulmina a la víctima. Y
definitivamente, si hay una fuente de ignición externa, conocida y
comprobable, no puede tratarse de una "combustión espontánea". Quizás
deberíamos comenzar a hablar de la "Combustión Humana Provocada". Sonaría
mucho menos sensacional, pero sería más ajustado a la realidad. Lo malo es
que con una denominación así no se venden libros, ni se obtienen buenos
encabezados periodísticos, ni se hace carrera en el mundo de los fenómenos
paranormales.
En buena parte, la leyenda de la Combustión Humana Espontánea está
construida en base exageraciones y omisiones de este tipo. Se omite la
mención de las discapacidades de la víctima, del tiempo que ha permanecido
sola y la presencia de una fuente de ignición; se exagera la velocidad con
que el fuego la ha consumido, y se inventan algunos detalles adicionales y
fantasiosos, como el tan manido de que "yacía dentro de sus ropas intactas".
Si alguien piensa en realidad que las ropas de la víctima no se queman con
ella, solo tiene que echarle un vistazo a las fotografías de esta página
para convencerse de lo contrario
Otras combustiones y más hechos "inexplicables"
Hasta el momento nos hemos referido únicamente a la "forma clásica" de la
Combustión Humana Espontánea; sin embargo, parece ser que existen otras
modalidades no menos inquietantes, extrañas y espectaculares. Garth Haslam,
en su excelente y exhaustiva revisión del tema (véase el enlace
correspondiente al final de la página), ensaya la siguiente sistematización
del fenómeno:
Tipos de Combustión Humana Espontánea
Tipo 1: Casos fatales
Subtipo 1:
Quemaduras clásicas
Subtipo 2:
Combustión con testigos
Subtipo 3:
Quemaduras selectivas
Tipo 2: Casos no fatales
Subtipo 1:
Llamas misteriosas
Subtipo 2:
Quemaduras misteriosas
Subtipo 3:
Humo misterioso
Haslam reconoce que tres cuartas partes de todos los casos corresponden a
los casos fatales, y de estos, la mayoría entran en el Subtipo 1 de la
primera clase, "Quemaduras clásicas", a las que también denomina "Quemaduras
de dormitorio". Caracteriza las "quemaduras clásicas" por algunos hallazgos
que ya nos resultan bastante familiares, como que el cuerpo de la víctima y
sus ropas se encuentran reducidos a cenizas, que pequeñas porciones del
cuerpo permanecen sin quemarse, la ausencia de extensión del fuego a los
objetos que no están en la inmediata proximidad de la víctima, y el depósito
de una sustancia grasosa en las paredes y el techo.
Resaltemos aquí un aspecto: Haslam no incurre aquí en las tradicionales
supercherías, tan comunes, de afirmar que el cuerpo es destruido en "minutos
o segundos" o que "las ropas estaban intactas", lo que resulta bastante
alentador. Más adelante, Haslam nos informa que en la mayoría de los casos
existe evidencia de que la víctima pudo estar incapacitada o muerta antes de
ser quemada, y de que "cuando los hechos completos de los casos son
revisados, en la mayoría se encuentra una fuente de ignición que
tradicionalmente ha sido ignorada por los repetidores de leyendas" (aunque
eso ya lo sabíamos).
Haslam advierte que los casos fatales de esta primera clase "tienden a ser
más fácilmente explicables, haciendo de ellos el foco de atención de los
escépticos". Y considera, muy acertadamente que los del Subtipo 2
(combustión frente a testigos), por otra parte bastante menos comunes, "son
evidentemente de más interés en la argumentación para la combustión humana
espontánea". Esto resulta bastante claro; si una persona se incinerara
espontánea y bruscamente, y sin que medie causa discernible, frente a un
grupo de observadores, constituiría un poderoso argumento a favor de la
Combustión Humana Espontánea. Solo que, como reconoce el mismo Haslam muy
honestamente, "desafortunadamente, muchos de los casos conocidos de este
tipo están pobremente documentados y básicamente inconfirmados". Sería
interesante saber porque piensa que ocurre esto, pero no nos lo informa en
ninguna parte. No debería ser difícil verificar adecuadamente un caso que
ocurre frente a testigos... a menos que tales casos sean simplemente
inexistentes.
Haslam también describe un pequeño Subtipo de quemaduras fatales, a los que
califica de "quemaduras selectivas"; esto significa que mientras la víctima
se ha quemado hasta morir, existen objetos estrechamente asociados al
cuerpo, y que por fuerza debieron quemarse también, que han resultado
prácticamente indemnes. En esto se incluyen "las ropas de la víctima, la
silla donde fue encontrada, etcétera". Demás está decir que "estos casos
son evidentemente prometedores si se confirman; pero, otra vez, ellos
tienden a estar pobremente documentados". Pero aunque estén tan pobremente
documentados, esta clase de quemaduras "selectivas" son indisociables de lo
que la imaginería paranormal considera "combustión humana espontánea";
siempre suele escucharse que "el cuerpo carbonizado fue encontrado yaciendo
dentro de sus ropas indemnes", "el asiento no fue tocado por las llamas",
"la ropa de cama estaba intacta" y cosas por el estilo. Con frecuencia se
asimilan abusivamente hallazgos de esta clase a los casos de "quemaduras
clásicas", en donde simple y llanamente no tiene cabida, quizás para
hacerlos más misteriosos.
Por otra parte, quizás exista una solución de sentido común si alguna vez se
encuentra un cuerpo calcinado yaciendo sobre un sillón o una cama sin signos
de daño por fuego. Simplemente, el cuerpo ardió en otra parte y luego
alguien lo colocó en ese lugar. Pero primero habría que encontrar algún caso
que no tienda a estar "pobremente documentado". Lo que por lo visto resulta
bastante difícil.
Siempre de acuerdo a Haslam, una cuarta parte de los casos de Combustión
Humana Espontánea involucran "casos no fatales". Sin duda, este podría ser
también un filón prometedor. Incluyen las "llamas misteriosas", las
"quemaduras misteriosas" y el "humo misterioso". No nos informa si estos
casos han sido debidamente documentados o no, pero sí nos advierte de que
"infortunadamente, las víctimas de estos eventos generalmente no tienen
mejor idea de lo que ha ocurrido que los investigadores". Curiosamente, en
su recopilación de casos, Haslam solo describe uno de este tipo, el de Jenna
Winchester, fechado en octubre de 1980; pero como la única fuente que cita
es un libro de Colin Wilson (escritor ingles dedicado a los temas
ocultistas, con una credibilidad paralela a la un de un Charles Berlitz, por
ejemplo) no da la impresión de que sea precisamente un caso bien
"documentado", ni mucho menos.
Haslam, muy sabiamente, omite mencionar un caso famoso de "supervivencia" a
la combustión humana espontánea: el de Jack Angel. Y sin embargo, este es
constantemente citado por los devotos de lo paranormal. Veamos una breve
descripción de este turbador caso, tomada de la página "Lo Inexplicable
1999":
En 1974, en Georgia, Estados Unidos, Angel se fue a dormir y despertó
cuatro días mas tarde con unas quemaduras tan horribles que fue necesario
amputarle el antebrazo derecho. Por otra parte, el pijama y las sabanas de
la cama estaban intactos y no sintió ningún dolor hasta varias horas después
de haber recuperado la conciencia. Angel no pudo recordar como se hizo las
lesiones, incluso bajo regresión hipnótica.
Espeluznante ¿verdad? De repente, uno comienza a pensar que echarse a dormir
puede resultar ser una actividad sumamente riesgosa. Pero busquemos más
detalles. Concretamente, el caso ocurrió en Savannah, Georgia, a mediados de
noviembre de 1974, y la víctima se encontraba en una casa rodante. En esta
no había señales de fuego, y "su doctor" le dijo a Angel que "él no se había
quemado externamente, sino más bien internamente". Por lo visto, las
tinieblas se hacen cada vez más impenetrables. Pero he aquí que de pronto
nos enteramos, a través de la pluma de Joe Nickell, uno de los
investigadores que más ha hecho por dilucidar este misterios, que en 1975,
ese mismo Jack Angel intentó una acción civil contra el fabricante de la
casa rodante, por supuesta negligencia. ¿Por no diseñarla a prueba de
combustiones humanas espontáneas? Pues no, nada de eso; por negligencia "en
el diseño del calentador y en la válvula del agua caliente, y por no proveer
una adecuada advertencia de posibles daños". Por lo visto, el señor Angel
había estado inspeccionando el calentador de agua, y repentinamente "la
válvula de presión se liberó, y como resultado el agua hirviente a tremenda
presión fue rociada sobre el demandante". Es claro que si alguien se escalda
con agua hirviente, no tienen porque aparecer "señales de fuego" en ninguna
parte, y que es muy natural que su pijama no este quemado. Según parece, nos
encontramos ya a años luz de distancia de las regresiones hipnóticas. Lo que
no impide que este caso siga siendo mencionado una y otra vez, con monótona
insistencia y ad nauseam.
En resumen, ¿qué nos queda de todo esto? La clasificación que propone Garth
Haslam es, quien lo duda, interesante e ilustrativa, pero presenta el grave
problema de que muchas de sus categorías lucen sospechosamente vacías por
carencia de casos adecuadamente comprobados que incluir en ellas. ¿Dónde
están los casos verificados de "combustión frente testigos"? ¿Y los de los
"humos" y "llamas" misteriosas? Por lo visto, en ninguna parte, al menos si
hablamos de hechos irrebatibles. Sacando fuera los rumores que van de boca
en boca, del tipo leyenda urbana, y los casos que solo son mencionados por
autores tan poco confiables como Charles Berlitz, Vicent Gadis, Colin Wilson
y Larry Arnold, solo se encuentran adecuadamente comprobados los casos de lo
que él llama "Quemaduras Clásicas". De lo que resulta que una clasificación
tan exhaustiva y compleja difícilmente puede considerarse necesaria. Sin
duda, antes de proceder a la clasificación de un fenómeno, es muy
conveniente tener un fenómeno que clasificar. Lo que por lo visto, no es el
caso.
Un caso "documentado" de Combustión Humana Espontánea. En 1964, una mujer
desconocida se quemo misteriosamente hasta morir "en algún lugar " de
Londres. La única evidencia de este misterio es la fotografía adjunta. No
sabemos nada de la mujer, ni de las circunstancias de su muerte, ni siquiera
donde ocurrió con exactitud. La conclusión de que se trata de una SHC solo
puede ser calificada de gratuita.
Varias hipótesis difícilmente necesarias
¿Es el cuerpo humano combustible? ¿Puede encenderse el mismo? Estas son dos
preguntas claves con relación a la supuesta Combustión Humana Espontánea, y
en torno a ellas ha crecido una frondosa selva de pseudorrespuestas y
mistificaciones.
Nadie negará que existe un fenómeno que exige una explicación: como un
cuerpo humano puede quemarse según el patrón que se ha descrito más arriba,
y que se ha repetido en múltiples oportunidades. Como ya se señaló, en
condiciones habituales el cuerpo humano en conjunto es un pésimo
combustible. Pero hay que hacer énfasis en que hablamos de "condiciones
habituales"; en condiciones especiales esto puede ser muy distinto. Y si
bien es cierto que el cuerpo en conjunto es mal substrato para la
combustión, existe una parte de él de la que no se puede decir lo mismo: el
tejido adiposo, compuesto esencialmente de grasa, y con menos de un 10 % de
agua.
Según Garth Haslam, el misterio de la Combustión Humana Espontánea estriba
en "la aparente carencia de causas externas de la combustión; en los
verdaderos casos de SHC, la única fuente de ignición que la lógica puede
dictar es el cuerpo mismo". Pero ya hemos visto que la lógica puede dictar
otras muchas fuentes de ignición antes de apelar a un recurso tan extremo e
innecesario, con lo que los "verdaderos casos de SHC" quedan reducidos a
nada (salvo, por supuesto, aquellos casos que están "pobremente
documentados" y "básicamente inconfirmados").
La mente humana ha sido fértil para encontrarle explicaciones inverosímiles
a un fenómeno que por lo visto es inexistente, o que siendo caritativos no
ha sido nunca comprobado. Las primeras explicaciones eran, como suelen serlo
siempre, de carácter eminentemente religioso. De pensaba que el afectado
había sufrido alguna clase de castigo divino, lo que resultaba bastante
convincente en el siglo XVII. Posteriormente se pensó que la causa de la
"Combustión Humana Espontánea" era la excesiva ingesta de bebidas
alcohólicas, una hipótesis totalmente implausible pero que retuvo su
popularidad durante bastante tiempo. Es indudable que el alcohol si juega un
papel, pero no por algún imaginario incremento de la combustibilidad del
cuerpo: simplemente, incapacita e insensibiliza a la víctima.
Ya en el siglo XX, las "hipótesis" han menudeado; lo curioso es que la
mayoría de ellas son aún más extrañas y menos verosímiles que el supuesto
fenómeno que pretenden explicar. Entre ellas tenemos los "fantasmas de
fuego" (fenómenos poltergeist incendiarios), la "gente eléctrica"
(individuos capaces de generar electricidad estática, y que producirían
chispazos que eventualmente incendiarían materiales combustibles),
cortocircuitos de los campos eléctricos del organismo (por lo visto, esta es
una variante de la anterior), la actividad energética geomagnética, alguna
combinación química explosiva en el tubo digestivo, los llamados "rayos de
bola" (¡nada menos que dentro de habitaciones cerradas!). También han sido
implicados la ansiedad y el stress (???), en combinación con procesos
metabólicos anormales. Larry E. Arnold, quien escribió un libro sobre el
tema, demostró incluso ser más imaginativo: postula nada menos que una nueva
partícula subatómica, el pyrotrón (???).
Es bastante interesante la teoría de que ciertos tipos de dieta puede
producir una "combinación explosiva de químicos en el tubo digestivo". Ésta
fue propuesta por Jenny Randles, y explica, entre otras cosas, porque no
existen casos de combustión espontánea en animales ni en sociedades no
descendientes de europeos. Realmente resulta notable que no se conozcan
casos de "Combustión Bovina Espontánea", ni de "Combustión Canina
Espontánea", ni tampoco de "Combustión Caprina Espontánea" (al parecer, los
caprinos solo son atacados por el famoso "Chupacabras", y las vacas sufren
mutilaciones por los alienígenas, pero no suelen explotar en llamas por sí
solos; por lo visto, cada especie tiene sus problemas paranormales
idiosincrásicos). En lo que respecta a las "sociedades no descendientes de
europeos", es de hacer notar que la dieta de los habitantes de las clases
media y alta de muchas grandes ciudades Latinoamérica no es tan diferente a
la de los europeos y estadounidenses, pero a pesar de eso se oponen
enérgicamente a ir inflamándose por el mundo. Algún factor genético,
quizás...
Como estas explicaciones tan "científicas" no terminan de convencer, hay
quien ha postulado la existencia de una "Combustibilidad Preternatural",
especie de condición misteriosa que hace que ciertas personas sean capaces
de estallar en llamas si se encuentran en las condiciones adecuadas (o más
bien, inadecuadas, diría yo) y se exponen a una chispa. Esta explicación no
es tan torpe como a primera vista pudiera parecer, pues hábilmente desplaza
el foco del problema de la fuente de ignición a la combustibilidad del
cuerpo. Así, de golpe, la combustión humana deja de ser espontánea, pues
existe una fuente externa de calor, pero sigue siendo igual de
indescifrable. Que los escépticos sigan ondeando sus cigarrillos encendidos,
sus pipas, sus hornillos y sus lámparas de aceite: tanto da, pues ya el
problema no es ese. Demás está decir que nadie ha sido capaz de probar que
tal "combustibilidad preternatural" exista, ni dar alguna explicación de los
extraños mecanismos que pudieran producirla, ni describir bajo que
condiciones debería actuar. Por lo demás, el término "preternatural" implica
que "se halla fuera del ser y estado natural de una cosa". ¿Qué puede
significar en este contexto? ¿Otra vez la ira divina? ¿Puentes entre
dimensiones? ¿Las carrozas de los dioses? ¿Alguna fuerza ignota más allá de
nuestra comprensión?
Respecto a todas estas teorías, quizás venga a cuento citar aquí una sensata
opinión de Jorge Luis Borges, que aparece en uno de los ensayos de Otras
Inquisiciones:
Otro demérito de los falsos problemas es el promover soluciones que son
falsas también. A Plinio (Historia Natural, libro octavo) no le basta
observar que los dragones atacan en verano a los elefantes: aventura la
hipótesis de que lo hacen para beberles toda la sangre que, como nadie
ignora, es muy fría.
Otros datos
Antes de seguir adelante, quizás sea conveniente dejar en claro algunos
puntos que suelen prestarse a confusión cuando se habla de este tema.
El cuerpo humano posee, por supuesto, sus propios mecanismos metabólicos
para generar calor, utilizando como substratos lípidos y carbohidratos
básicamente. Esta es una auténtica combustión, en la que dichos substratos
son oxidados, quedando como residuos anhídrido carbónico y agua.
¿Es factible que estos procesos metabólicos lleguen a generar calor
suficiente como para producir que un cuerpo estalle en llamas
espontáneamente? Aquí cabe una sola respuesta: un no absoluto y tajante. Los
procesos metabólicos de transformación de energía dependen de sistemas
enzimáticos muy complejos, ubicados en las mitocondrias. Una enzima es
esencialmente una proteína que actúa como catalizador de una reacción
química. Sin la presencia de estos catalizadores, muchas de las reacciones
químicas del organismo simplemente no se producen, o se producen a un ritmo
muy bajo. Pero las enzimas solo funcionan dentro de unas condiciones muy
definidas, que no pueden variar más allá de ciertos límites. En estas
condiciones se incluyen rangos relativamente estrechos de pH y de
temperatura.
¿Qué temperatura puede alcanzar el organismo humano en condiciones
"normales" y sobre la base de sus propios mecanismos metabólicos? La
temperatura corporal normal oscila aproximadamente entre 35,8 y 37,2°C. Por
encima de los 42,2°C se produce daño cerebral irreversible y 45,6° se
considera incompatible con la vida. Se han llegado a registrar temperaturas
de 44 a 45°C en casos de golpe de calor, pero estas no son causadas por
mecanismos metabólicos y fisiológicos intrínsecos, sino que dependen
principalmente de factores ambientales exógenos, como la temperatura del
medio y el nivel de humedad del aire.
Existen estados patológicos que pueden cursar con importantes incrementos
endógenos de la temperatura corporal. Entre estos encontramos la hipertermia
maligna. Se trata de un grupo de trastornos hereditarios que se caracterizan
por un rápido incremento de la temperatura hasta cifras entre 39 y 42°C,
después de la inhalación de ciertos anestésicos, y que puede ser muy difícil
de tratar. Esta enfermedad ha dado pie a cierto folklore hospitalario que
habla de pacientes que se han "carbonizado" sobre la mesa de operaciones,
cosa que de hecho no ha ocurrido nunca, ni puede ocurrir a esas
temperaturas. No; la hipertermia maligna no es, de ninguna forma, una
"Combustión Humana Espontánea".
Es importante recordar que la homeostasis orgánica se mantiene dentro de
unos límites relativamente estrechos. Por encima de cierto nivel de
temperatura, alrededor de 42°C, los sistemas enzimáticos dejan de funcionar.
Y la producción de calor depende de esos sistemas enzimáticos, por lo que no
es de esperarse mayores aumentos de temperatura, salvo circunstancias
realmente excepcionales (como el ya mencionado golpe de calor). Ninguna
fiebre, por intensa o prolongada que sea, es capaz de incendiar a un
paciente. Cuando la temperatura sube lo suficiente, los sistemas que
originan el incremento simplemente ya no son operativos.
El mito rebatido
Garth Haslam señala que la existencia de la Combustión Humana Espontánea se
basa en tres supuestos principales: que las llamas atrapan a la víctima y la
destruyen con gran rapidez, la ausencia de una fuente de ignición externa, y
que el cuerpo es muy resistente a la combustión, por lo que el fuego debe,
forzosamente, alcanzar temperaturas extremadamente altas para consumirlo;
dichas temperaturas son claramente inalcanzables en condiciones habituales.
Cuando se revisan los hechos, queda claro que los dos primeros supuestos son
claramente erróneos. Como ya se señaló, en todos los casos bien
documentados - subrayo lo de bien documentados - siempre existe una fuente
externa obvia de ignición, aunque los divulgadores de lo paranormal olvidan
decírnoslo con pasmosa frecuencia. En muchos ocasiones las víctimas son
fumadoras, en otras es encontrada cerca del hogar de la chimenea o de un
hornillo; también ocurre que la víctima haya colocado entre las sabanas de
su cama un ladrillo calentado. En aquellos casos procedentes de los siglos
XVII y XVIII, la única fuente de luz disponible para la época era el fuego,
ya fuera en forma de la llama de una vela o de una lámpara de aceite, como
la que se encontró junto a los restos de la condesa Cornelia di Bandi.
La suposición de que el fuego se presenta de un modo tal que la víctima cae
fulminada en el acto se basa en el hecho de que esta no tiene la menor
oportunidad de solicitar ayuda o de efectuar alguna maniobra salvadora
efectiva. Bien, esto resulta bastante misterioso, que duda cabe, pero solo
hasta que se examinan los casos y se observa una curiosa constante: de un
modo u otro, la víctima siempre presenta algún factor que la coloca en
severa minusvalía o las incapacita frente a cualquier situación de
emergencia; en muchas oportunidades, la víctima pudo haber inconsciente o
incluso ya muerta, antes de iniciarse el fuego. En ocasiones ese factor es
la edad (la mayoría son ancianos; el famoso John Bentley tenía nada menos
que 92 años; John O'Connor, 76); en otras, el hábito alcohólico. Muchas de
las víctimas había, efectivamente, estando bebiendo antes de que ocurriera
el evento. También pueden coexistir otras circunstancias: Mary Reeser
acababa de ingerir dos cápsulas de secobarbital la última vez que fue vista
con vida; George Mott tenía una enfermedad pulmonar tan severa que lo
obligaba a tener un equipo de oxígeno en su habitación. Es curioso que el
fenómeno nunca se presente en adultos sanos; semejante selectividad nunca ha
sido explicada satisfactoriamente por los creyentes en la SHC. También
resulta extraño que jamás ocurra el fenómeno cuando hay alguien más presente
en la habitación: nunca nadie ha sido testigo de una Combustión Humana
Espontánea bien verificada. En todos los casos, la víctima se encontraba
sola y no fue vista durante muchas horas antes de ser encontrada incinerada.
Y el fuego pudo actuar durante todas esas horas.
Nos queda el tercer supuesto: como el cuerpo humano es extremadamente
resistente a la combustión, algún factor paranormal debe intervenir para que
esta se produzca. Aquí es donde los creyentes levantan la enseña de la
Combustibilidad Preternatural.
Cierto, un cuerpo humano suele ser muy difícil de quemar, hecho del que
pueden dar fe los expertos de los crematorios. Estos son constantemente
citados por los defensores de la SHC, con declaraciones tales como que ellos
"no pueden duplicar la completa destrucción de los huesos en un corto
período de tiempo". Pero aquí hay que notar que se asume a priori que la
combustión fue muy rápida, cosa de la cual no existe evidencia. Como ya
vimos, el cuerpo puede haber estado ardiendo nada menos que durante horas
antes de ser descubierto. Y si bien es cierto que para lograr una
destrucción completa en un corto lapso se requieren temperaturas muy
elevadas, esto es falso cuando se habla de combustiones prolongadas:
mientras más larga es la combustión, menores son las temperaturas requeridas
para obtener resultados similares.
Veamos como esto es posible.
La teoría de la mecha
La lenta combustión del cuerpo por llamas a baja temperatura usando las
ropas como mecha fue denominada "efecto vela" por D.J.Gee en 1965, y ha
venido ganando adherentes progresivamente. En la literatura figura
indistintamente como "candle effect" o "wick effect". La fuente de ignición
original inicia el fuego en las ropas de la víctima; se quema la piel, y la
grasa subcutánea comienza a derretirse. Esta grasa derretida se embebe en
las ropas, las cuales actúan como una mecha; de esta manera, el mismo cuerpo
proporciona el combustible necesario para mantener un fuego constante
durante horas. La grasa humana fundida arde a una temperatura de 215°C, pero
si se coloca una mecha puede arder a apenas 24°C.
Pero aún hay más.
Joe Nickell y John Fisher, el primero detective privado y el segundo
analista forense, estudiaron los trece casos más significativos de SHC,
encontrando que en aquellos casos en los cuales la destrucción del cuerpo
fue relativamente menor, la única fuente significativa de combustible fueron
las ropas del individuo, pero cuando la destrucción fue masiva, siempre
existían fuentes externas adicionales de combustible, como la cubierta de
una silla, el piso de madera, o la cobertura de éste (por ejemplo, el
linóleo). Estos materiales debajo del cuerpo también contribuyen a retener
la grasa que fluye del cuerpo, que a continuación es volatilizada y quemada,
ocasionando mayor destrucción, que a su vez libera mas grasa, lo que permite
que la combustión prosiga. La fuente de combustible adicional también
permite que se alcancen temperaturas mucho más elevadas que las que serían
de esperarse en condiciones "normales".
En 1998, el Dr. John de Haan, del Instituto Criminalístico de California,
realizó un experimento utilizando un cerdo muerto para demostrar como un
fuego relativamente pequeño puede consumir un cuerpo completamente, con la
ayuda de la grasa corporal. Se eligió como "víctima" al cerdo, pues este
tiene un contenido de grasa que se aproxima a la del cuerpo humano.
El cerdo fue envuelto en una frazada en la que se vertió una pequeña
cantidad de gasolina y luego se le aplicó fuego. Luego de cinco horas de
quemarse continuamente, el cuerpo del animal quedo completamente destruido,
incluyendo los huesos. El tipo de daño fue exactamente igual al que ocasiona
la supuesta "Combustión Humana Espontánea".
Dos fases del experimento del Dr. de Haan; el cuerpo del cerdo
continúa ardiendo 5 horas
El efecto vela explica satisfactoriamente muchas de las peculiaridades
asociadas a la nunca demostrada SHC. En una habitación cerrada, con pobre
ventilación, el suministro de oxígeno es escaso, se consume rápidamente y
mantiene una combustión lenta y humeante. Este humo grasiento asciende y se
deposita en el techo y la parte superior de las paredes, lo que ocasiona los
conocidos depósitos de material graso. La grasa fundida que cae al suelo
pero que no llega a quemarse forma los conocidos depósitos de sustancia
amarillenta y maloliente. El daño suele limitarse al área de la fuente de
material combustible porque la cantidad de oxígeno en la habitación es
insuficiente para iniciar otras combustiones; por otra parte, el fuego se
extiende con más facilidad hacia arriba que lateralmente: la base de una
llama es la parte de esta que tiene la temperatura más baja. La presencia de
daños por calor en objetos por encima de cierto nivel es debida a que el
aire caliente y el humo siempre ascienden.
Significativamente, casi siempre existen muebles, camas o alfombras
involucradas. Estos materiales no solo proveen de una fuente continua de
combustible, sino que promueven una combustión lenta y una capa aislante
alrededor del fuego una vez iniciado.
Las mujeres y los obesos se caracterizan por poseer una gran cantidad de
grasa subcutánea; por ende, le proporcionan al fuego una mayor cantidad de
combustible, lo que garantiza una destrucción mayor. Además, una gran
proporción de la grasa corporal se acumula de preferencia en el torso y los
muslos, que son aquellas en las que justamente se concentran los mayores
daños (y las que, paradójicamente, parecerían ser las más difíciles de
quemar). Las áreas del cuerpo que no están cubiertas por ropas no se
destruyen por completo o resultan menos dañadas pues en ellas el efecto vela
no funciona (ya que no existe la "mecha"). Esa es la razón por la cual
muchas veces quedan restos identificables de la cabeza, o una pierna
fantasmagórica pero más o menos indemne.
Si en cualquiera de los casos citados el fuego se hubiera extendido por la
habitación o al resto del edificio, nadie se hubiera asombrado por ello;
simplemente se hubiera pensado, con toda lógica, que el cigarrillo de la
víctima había incendiado la ropa de cama (por ejemplo), y que esta, por su
edad o por haber ingerido alcohol o somníferos, no había podido escapar a
tiempo o pedir ayuda. Por otra parte, un fuego de grandes proporciones
llamaría muy rápidamente la atención y haría posible una pronta intervención
de los bomberos, con lo que muy probablemente se encontraría un cuerpo
extremadamente quemado, pero no destruido. Y eventos así ocurren con mucha
frecuencia. De todas las muertes que ocurren cada año por incendios, en
unas pocas (muy pocas), se dan las circunstancias adecuadas para que se
presenta el extraño patrón característico que erróneamente se ha
identificado como SHC. Pero ese patrón es explicable por los hallazgos
encontrados dentro de los mismos casos. Lo demás es pura mitología.
Conclusión
¿Trágico? Sin la menor duda. Pero no inexplicable, ni sobrenatural o
paranormal.
La conjunción de una serie de circunstancias desafortunadas ha dado lugar a
esos desusados casos que tan liberalmente han sido interpretados como
"Combustión Humana Espontánea". Pero antes de precipitarnos a imaginar un
fenómeno del que nunca nadie ha sido testigo, y que viola las leyes
conocidas de la física, la química y la biología, es conveniente asegurarse
de que no exista una explicación lógica y natural.
En la exposición que antecede, se ha hecho hincapié en aquellos casos que
pueden llamarse clásicos, y que están adecuadamente documentados. En muchos
otros, la explicación puede ser aún más prosaica, incluyendo la acción de
una mano criminal.
Precipitarse a imaginar fenómenos abstrusos con "explicaciones"
sobrenaturales ante cualquier evento que a primera vista resulta extraño,
equivale a retroceder a la etapa del pensamiento humano en que no se podía
hacer nada mejor que sospechar de la actuación de los dioses y de los
demonios. Pero me parece que algo debe de haber avanzado la humanidad desde
entonces.
El mito de la Combustión Humana Espontánea demuestra el sencillo mecanismo
por el que se crean muchas de las fábulas paranormales: suprimir algunas
informaciones, falsear, exagerar o interpretar sesgadamente otras. Y todo
con la finalidad de crear la impresión de una realidad - ficticia - que
ponga en entredicho los basamentos de la siempre obtusa y dogmática ciencia
"oficial", empeñada, y cuando no, en negar todo lo que no puede comprender
o se sale de su esquema. Definitivamente, la verdad está afuera, pero muchos
no se molestan en buscarla; sin duda, es mucho más cómodo (y remunerativo)
inventarse milagros y fuerzas ignotas.
Fuentes (se marcan los enlaces que apuntan a páginas
que aún existen)
Anomalies -- the Strange & Unexplained
La página de Garth Haslam. Contiene
el más amplio y bien documentado artículo sobre la SHC, del que he extraído
mucha información. Haslam parece pensar que existen algunos casos de SHC
genuinos, pero siempre opta por analizar completamente la información, sin
acudir a ocultamientos ni omisiones.
"Not-So-Spontaneous
Human Combustion" Artículo de Joe Nickell en el
Skeptical Inquirer, en el que analiza y explica algunos de los casos más
famosos de la supuesta SHC.
Spontaneous Human Combustion Breve artículo de Guy Coates en The AFU and
Urban Legend Archive.
New Light on
Human Torch Story Artículo de BBC News sobre el experimento
del Dr. de Haan.
Spontaneous Human Combustion: No Longer a Burning Issue
FORTEAN TIMES ONLINE
Lo Inexplicable 1999
Shadowlands
Nota: Se agradece a Javier Garrido el permiso otorgado para la publicación
de este artículo, que estaba en su página 'Paraciencias al día' (hoy en día,
lamentablemente, esta web ha desaparecido).
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