El Agua Milagrosa
De La Homeopatía (y 2)
Javier Armentia
Publicado en Territorios,
EL CORREO, miércoles 18 de diciembre de
2002
Nos referíamos en el artículo
pasado a la imposibilidad física de entender
cómo funcionan las extremas diluciones de los
medicamentos homeopáticos. Nacida a comienzos
del XIX, esta práctica pseudomédica
sufrió precisamente de este problema, llevando
desde entonces un desarrollo paralelo y aparte del
resto de las prácticas médicas que poco
a poco irían configurando la medicina científica:
la mejor comprensión del origen (o etiología)
de las enfermedades, el descubrimiento de microorganismos
y agentes patógenos, el desarrollo de una farmacopea
basada en el efecto que ciertas sustancias tienen
en el organismo chocan frontalmente con los postulados
más bien filosóficos de Hahnemann. Por
ejemplo, en homeopatía realmente síntomas
y enfermedad son la misma cosa, y se llega al extremo
de afirmar que "no hay enfermedades, sino enfermos":
son los síntomas de una persona concreta los
que se estudian para buscar un remedio que, sin diluir,
provoca el mismo cuadro. Algunas veces se ha comentado
que este proceso es la base de las vacunas, pero realmente
no es así: las vacunas utilizan la capacidad
inmune del organismo para "aprender" a atacar
una versión débil de un patógeno.
No se trata por lo tanto de una curación, sino
de medicina preventiva. Por otro lado, a ningún
médico se le ocurriría tratar una meningitis
meningocócica, ocasionada por una bacteria,
con una disolución de un preparado de las bacterias.
Los homeópatas, afortunadamente, tampoco lo
hacen, y normalmente recurren a la medicina alopática
(como ellos la llaman) cuando se presenta una enfermedad
seria en la que la ciencia puede proporcionar una
respuesta adecuada.
Éste es un factor muy importante que a menudo
se soslaya: la homeopatía se autolimita a un
tipo de dolencias normalmente inespecífico
o mal definido, a menudo dolores con cierta tendencia
crónica o de remisión espontánea,
que en la medicina convencional no disponen de una
cura completa, sino de paliativos farmacológicos
principalmente de tipo analgésico. Su propia
vocación complementaria le ha permitido permanecer
frente al avance imparable de la ciencia médica.
De esta manera, es fácil comprender que cualquier
proceso que permita al paciente sentirse mejor será
contado como un éxito por los homeópatas.
El otro factor que permite entender por qué
los pacientes (y los practicantes) de la homeopatía
-y de muchas otras medicinas llamadas alternativas-
tienen la impresión de que se curan con estas
terapias es conocido en medicina con el nombre de
efecto placebo. Placebo es cualquier sustancia
que, sin contener principio activo, se suministra
a un paciente con el "engaño" de
que es un fármaco capaz de curarle. Usados
desde antiguo para complacer a los pacientes que querían
una solución a problemas que el médico
no podía realmente solucionar, el término
(que viene del latín, "te complaceré")
tuvo durante mucho tiempo una connotación negativa.
Sin embargo, comenzó a valorarse en medicina
especialmente a partir de los trabajos de H.K. Beecher
en 1955, quien comprobó que cerca de una tercera
parte de las personas que tomaban un placebo realmente
acababan curándose. Una primera interpretación
sería de índole psicosomática,
como si la mente fuera capaz de, esperando curarse,
llegar realmente a la curación. Beecher es
también responsable de que los ensayos clínicos
de cualquier fármaco se hagan con técnicas
estadísticas "de doble ciego", es
decir, que ni los pacientes ni los médicos
involucrados en la prueba sepan a priori si el sujeto
está tomando la medicina que se quiere analizar
o un placebo. Beecher comprobó que en muchas
ocasiones la existencia de un grupo de control (que
no toma la medicina) no era suficiente para comprobar
si un medicamento era efectivo: a menudo actuaban
las expectativas del paciente, en otras procesos como
la regresión o curación espontánea
durante el tratamiento. Para complicar aún
más las cosas, si no se tenía cuidado
de que tampoco los médicos conocieran si una
persona estaba tomando la medicina o un placebo, como
se comprobó, los resultados resultaban dudosos:
los propios investigadores son humanos y, por ello,
sujetos también a los mismos efectos de querer
que algo funcione o de interesarse por el trabajo.
Los trabajos de Beecher y muchos otros análisis
realizados en los últimos cincuenta años
han permitido entender mejor el mecanismo por el cual
un placebo (una simple píldora azucarada, por
ejemplo) puede funcionar como una medicina. Por un
lado está el hecho de que muchas enfermedades,
incluso graves, tienen una evolución que de
forma espontánea llega a la completa remisión
o, al menos, a la mejoría. Una persona que
está tomando un fármaco interpretará
esa mejoría de su condición como efecto
de la sustancia. Por otro lado, hay factores estadísticos,
como la regresión a la media, que en muchos
casos funcionan (sobre todo cuando se realizan ensayos
clínicos en los que seleccionan enfermos por
una determinada característica: por ejemplo,
si se eligen pacientes que tengan la tensión
alta de entre una población más amplia,
existe un sesgo estadístico que, de forma matemática,
conducirá a que un porcentaje de ellos disminuya
su tensión incluso sin terapia alguna). Pero
también hay que tener en cuenta efectos psicológicos:
el paciente tiene una "creencia" en que
la enfermedad será curada; además está
el fenómeno de la sugestión, algo fundamental
en la relación entre médico y paciente.
Muchas terapias, no sólo la medicina homeopática,
tienen en el efecto placebo la más probable
explicación de su funcionamiento.
¿Placebo Homeopático?
En el caso de la homeopatía, los análisis
clínicos que se han realizado en los últimos
cincuenta años no consigue poner en claro si
aparte del efecto placebo hay algo más. Cierto
es que se han publicado muchos trabajos apoyando la
acción de medicamentos homeopáticos
extremadamente diluídos, pero en revisiones
y meta-análisis realizados, donde se valora
tanto el resultado como la corrección metodológica,
el efecto homeopático casi desaparece. Por
no decir que desaparece por completo. En uno de estos
estudios, publicado en 1999 en "Cartas Médicas
sobre Fármacos y Terapias" (The Medical
Letter on Drugs and Therapeutics, una de las publicaciones
más importantes del mundo sobre el tema) se
concluía que "el contenido químico
de los productos homeopáticos está a
menudo indefinido, y algunos están tan diluidos
que es improbable encontrar en ellos nada del material
original. No se han probado que estos productos sean
efectivos en condiciones clínicas. No hay buenas
razones para usarlos".