El
30 de Junio de 1988 apareció publicado en la
prestigiosa revista científica Nature
un artículo firmado por el equipo de Jacques
Benveniste, exponiendo una serie de experimentos
sobre degranulación de basófilos disparada
por anticuerpos muy diluidos.
Los
anticuerpos responsables de la hipersensibilidad inmediata
en el hombre pertenecen al grupo de la inmunoglobulina
E, IgE. Estos anticuerpos tienen una gran capacidad
para adherirse a la membrana de los basófilos
polimorfonucleares -un tipo concreto de glóbulos
blancos-. Cuando estas células se exponen a
determinado tipo de alergenos, éstos pueden
disparar una serie de señales intracelulares
en los basófilos, seguidas de una exocitosis
de sus gránulos, con la consiguiente liberación
de histamina. Éste es un proceso típico
en una reacción alérgica. Pero conviene
aclarar que el experimento de Benveniste (sería
un modelo in vitro para la hipersensibilidad inmediata)
los alergenos (antígenos) se sustituyen por
anticuerpos anti-IgE (habitualmente del tipo IgG),
que son los que se van a someter al proceso de
dilución característica de la Homeopatía.
Dicho
más sencillo, aunque quizá menos preciso,
los basófilos son células responsables
de dar la señal de alerta en caso de infección,
o al ponerse en contacto con alguna sustancia a la
que se sea alérgico, y esto lo hacen liberando
histamina. Mediante técnicas adecuadas de tinción,
es posible observar y distinguir claramente en el
laboratorio si un basófilo ha liberado o no
dicha sustancia.
Los
experimentos ideados por Benveniste consistían
básicamente en poner en contacto preparados
de leucocitos con suero de cabra cada vez más
diluido en agua destilada, y comprobar si los leucocitos
(o más concretamente, mastocitos y basófilos)
reaccionaban frente a los anticuerpos anti-IgE presentes
en el suero (antisuero anti-IgE), liberando histamina
y otros mediadores vasoactivos e inflamatorios.
En
unos experimentos preliminares, Benveniste aseguraba
haber apreciado el proceso de degranulación
al exponer una suspensión leucocitaria a disoluciones
de antígenos anti-IgE de hasta una parte en
1018. Ante tal resultado, J. Benveniste diseñó
toda una serie de experimentos en doble ciego mediante
probetas codificadas, y con muestras de control que
contenían concentraciones normales de anticuerpos
anti-IgE, o bien ausencia de los mismos.
Una
vez realizados los experimentos, se obtuvo como resultado
que la respuesta de los basófilos a los anticuerpos
anti-IgE fluctuaba en función de la concentración
de estos. A determinadas concentraciones la actividad
prácticamente desaparecía, reapareciendo
a concentraciones menores. Tal respuesta se daba incluso
en niveles en los que la probabilidad de encontrar
una sola molécula de anticuerpo en la disolución
era poco menos que nula.
La
explicación propuesta por Benveniste en el
mismo artículo es que la información
específica de una sustancia se trasmite en
el proceso de agitado de la disolución al agua.
Ésta actuaría como un molde para la
molécula, bien mediante una red indefinida
de enlaces por puente de hidrógeno, bien mediante
campos eléctricos o magnéticos.
Es
de reseñar que al final de dicho artículo,
Nature incluye una nota en la que señala
como lógico que los lectores compartan la incredulidad
de numerosos referees del artículo ante los
resultados que en él se exponen, y que
Benveniste había aceptado que un equipo de
investigadores independientes pudiera observar la
repetición de los experimentos. No obstante,
eso no impidió que el artículo apareciera
publicado.
No
sólo eso; en el editorial de dicho número,
titulado Cuándo creer lo increíble,
se hace una reflexión al respecto. En él
se comenta que no hay una explicación objetiva
para estas observaciones y que ni siquiera la explicación
ofrecida al final del artículo es suficientemente
convincente para nadie. El motivo de la publicación
del artículo en Nature es permitir que miembros
destacados de la comunidad científica puedan
descubrir fallos o agujeros en el planteamiento,
o sugieran nuevas experiencias que permitan validar
las conclusiones. Añade, con gran perspicacia,
que no puede haber justificación para utilizar
las conclusiones de Benveniste fuera de dicha motivación.
El uso de tales conclusiones por parte de los laboratorios
homeopáticos, que indudablemente recibirían
con agrado el artículo, sería prematuro,
y posiblemente erróneo.
Hay
que hacer notar que, si se aconsejaba suspender temporalmente
cualquier juicio sobre este asunto, no era porque
Benveniste estuviera sugiriendo un fenómeno
nuevo, sino porque sus sugerencias atacaban abiertamente
en su raíz a dos siglos de observación
y racionalización de los fenómenos físicos.
El principio de restricción que se
aplica aquí es simplemente que, cuando una
observación inesperada requiere que una parte
sustancial de nuestra herencia intelectual sea desechada,
es prudente preguntarse con más cuidado que
de costumbre si las observaciones pueden ser incorrectas.
Obviamente,
las contestaciones, réplicas y contra-réplicas
no se hacen esperar. Llueven críticas por
la publicación en sí del artículo;
es decir, por qué se ha aceptado su impresión
cuando los datos y el método no convencían
especialmente, y así lo habían hecho
notar los referees consultados. Por otro lado, existen
dudas sobre las garantías ofrecidas por el
método utilizado por Benveniste. Parece ser
que existen fallos en alguno de los análisis
estadísticos; tampoco están claras las
garantías de pureza de las muestras para impedir
una contaminación ajena al antígeno
de cabra, y que pudiera desencadenar el mismo efecto;
y se cuestiona la utilización del conteo de
basófilos como técnica de medición,
en lugar de una medida directa del índice de
histamina liberada, que podría ser, en principio,
más objetivo.
Pero
la mayor controversia llegará con los resultados
del comité de evaluación. Tal como había
pactado Nature con J.B. una comisión intentaría
repetir en su mismo laboratorio los resultados del
artículo. Dicha comisión estuvo formada
por J. Madox -editor de Nature-, W. Stewart -científico
experto en estudio de errores-, y James Randi, conocido
mago. Sus resultados fueron, básicamente, que
no existía razón para suponer los
efectos pretendidos en el artículo de J. Benveniste.
Este hecho fue respaldado por otros muchos investigadores
independientes que intentaron repetir los experimentos
de Benveniste, sin ningún resultado positivo.
Pero
tampoco faltaron críticas a esta comisión
evaluadora. En primer lugar, la presencia de Randi
en el grupo, al margen de su conocida experiencia
en desenmascarar fraudes científicos, presuponía
una posible mala voluntad en J. Benveniste y su equipo,
actitud seguramente innecesaria en una evaluación
científica, si partimos de la repetibilidad
de los resultados como un punto fundamental dentro
del método científico. Por otro lado,
ninguno de los tres observadores tenía experiencia
previa en el campo concreto del trabajo, con lo que
sus conclusiones se referirían exclusivamente
a cuestiones metodológicas, y no de fondo.
Finalmente, el estudio de muchos meses realizado por
Benveniste, fue evaluado en tan sólo cinco
días, tiempo a todas luces insuficiente para
conseguir resultados concluyentes, salvo que desde
el primer momento se presuponga la falsedad de los
datos iniciales.
Como
ya hicieron notar Madox, Stewart y Randi, dos de
los miembros del equipo de Benveniste eran pagados
directamente por la empresa de productos homeopáticos
Boiron. El mismo Benveniste, ya unos años
antes, había sido miembro del consejo de administración
de otra empresa similar. Según Benveniste,
no se puede prejuzgar que la calidad de una investigación
dependa de quién financia a los investigadores.
Pero creo que a nadie se le escapa el detalle de que
no parece muy digno que una empresa financie investigaciones
destinadas a avalar científicamente su propia
existencia. Eso implica unos intereses económicos
capaces de justificar cualquier falso
resultado. Además, todos los experimentos que
dieron resultados positivos se realizaron por o en
presencia de E. Davenas, una de las doctoras pagadas
directamente por Boiron.
La
existencia de la memoria del agua permitiría
justificar los postulados de la práctica homeopática.
El postulado fundamental de ésta es el principio
de similitud. Merece realmente el título de
postulado, es decir, de afirmación tenida por
cierta, pero no demostrable. Sin embargo, la experiencia
sobre la cual Benveniste quería apoyar su descubrimiento,
no tiene nada que ver con el principio de similitud.
No se trata aquí de curar absolutamente nada,
ni siquiera in vitro. Lo que es nuevo
es que Benveniste pretende haber observado estas reacciones
con disoluciones de anticuerpos de una potencia
tal que, evidentemente, no queda el más mínimo
vestigio de anticuerpo en la disolución. En
esto se basa fundamentalmente Benveniste para afirmar
que el agua mantiene memoria de la sustancia
biológica con la que estuvo en contacto -sin
plantearse ninguna hipótesis alternativa que
justificase el efecto observado-.
Lo
que Benveniste quería confirmar no era el principio
de similitud, sino la idea de que la información
biológica transmitida por los anticuerpos puede
subsistir en una disolución, incluso cuando
esta última no contenga ni una sola molécula
del antígeno.
Así
pues, aun en el caso de haberse verificado la memoria
del agua, no por ello la homeopatía dejaría
de ser una aberración científica.
Pero si la memoria del agua no se valida, lo sería
por partida doble. Científicamente hablando,
no podemos asegurar la no existencia del pretendido
efecto. Pero sí negamos la existencia de pruebas
que lo avalen, y, por tanto, tampoco se justifica
la terapia que de ella se deriva.
Siguiendo
una técnica de desmistificación ideada
hace tiempo por James Randi, la revista Science
& Vie ofrecía un millón de Francos
al equipo de Benveniste si podía reproducir
los resultados de su experimento, en un laboratorio
puesto a su disposición por el profesor Jean
Dry, presidente de la Unión Terapéutica
Internacional. El protocolo, publicado en Science
& Vie retoma el experimento realizado por Benveniste
en su laboratorio del INSERM, y publicado en Nature.
(El INSERM es el Instituto Nacional Francés
de la Salud y la Investigación Médica).
Pero en esta ocasión, el experimento sería
controlado rigurosamente por un jurado presidido por
Dry. La respuesta de Benveniste, publicada el 31 de
Diciembre de 1988 en Le Monde fue que La investigación
médica no se realiza en teatros de feria. Rehúso,
evidentemente, presentarme ante no sé qué
tribunal compuesto por periodistas y científicos,
científicos que no poseen, entre todos, el
nivel suficiente para ser ni siquiera bedeles en el
INSERM.
El
25 de abril de 1989, una comisión científica
especializada del INSERM aprueba las investigaciones
de la unidad 200 referentes a una sustancia relacionada
con los procesos inflamatorios, pero emite un informe
desfavorable a las investigaciones relacionadas con
altas disoluciones. A este respecto, se muestran contrarios
a la renovación del Dr. Benveniste al frente
de la misma, si en ella siguen participando laboratorios
homeopáticos.
Como consecuencia de este informe, Benveniste hizo
saber a Phillippe Lazar, director del INSERM que estaba
dispuesto a detener los trabajos que dirigía
dentro del INSERM sobre altas disoluciones, aun no
estando conforme con la manera en que éstas
habían sido valoradas. Una segunda evaluación
de la unidad 200 se confía a un equipo de cuatro
investigadores, miembros del consejo científico
del INSERM, acompañados de forma totalmente
excepcional por dos investigadores extranjeros, uno
británico y otro americano. El informe que
emite esta comisión, mantenido confidencialmente
en un primer momento, aconseja la No renovación
temporal del Dr. Benveniste en tanto éste no
presente un nuevo programa de investigaciones en el
que no figuren más los pretendidos efectos
biológicos de las altas disoluciones.
Sin
embargo, M. Lazar y el ministro de Investigación
francés decidieron mantener a Benveniste al
frente de su unidad, si bien con ciertas reservas.
En palabras de Lazar, Al margen de la calidad
científica de sus trabajos, la libertad de
los investigadores en la elección de sus hipótesis
y de sus modalidades de trabajo no podrá ser
limitada más que por las reglas del derecho
común y de la ética deontológica.
Pero el director de un equipo de investigación
público tiene una responsabilidad que le compromete
más allá de su papel de investigador.
Así pues, Lazar prosigue diciendo que ...está
claro que las dos comisiones científicas que
han examinado sucesivamente los trabajos de la unidad
200 han emitido una expresa reserva sobre los trabajos
referentes a las altas disoluciones. Estas reservas
se refieren al fondo de sus trabajos, su análisis
insuficientemente crítico de los resultados,
su aventurada interpretación, la manera de
expresarlas públicamente y las consecuencias
preocupantes que la publicidad de las mismas podría
suponer, como refuerzo de la credibilidad de ciertas
prácticas terapéuticas.
Las
condiciones de este contrato tácito para mantener
a Benveniste al frente de la unidad 200 suponía
que Benveniste debía despedir a los investigadores
de su unidad, impuestos de alguna forma por laboratorios
homeopáticos, y renunciaba a dar ningún
tipo de publicidad referente a la memoria del
agua. Pero esto, evidentemente no ocurrió
así.
Aún
hay más. En Octubre de 1989 se celebra en Toulouse
un Foro de las medicinas alternativas y de la
vida natural. En ella tenían sitio propio,
desde la homeopatía y la acupuntura, clásicos
ya de las alternativas a la medicina, hasta terapias
más recientes como la nutriterapia, la macrobiótica,
la aromaterapia o la astrología médica.
En medio de ellas, y muy en su lugar, estaba Jacques
Benveniste presentando una ponencia sobre la memoria
del agua. Seguramente los responsables de la sanidad
y la investigación en Francia se sintieron
muy orgullosos de sí mismos, y de la decisión
tomada unos meses antes de mantener a Benveniste al
frente de su equipo.
Más
aún. A mediados de 1990 aparece una encuesta
sobre OVNIs, realizada por Jean-Pierre Petit.
Esta encuesta se engloba dentro de larguísima
lista de tratados ufológicos en los que el
único tema a defender en los mismos es que
la ciencia oficial y los poderes
fácticos sólo pretenden enterrar
el problema, y que el poder político, el ejército
y el mundo científico han lanzado una campaña
de desinformación por razones de estado.
Curiosamente, el prólogo de esta encuesta,
en el que se reconoce la manía persecutoria
que caracteriza a los ufómanos, y que se observa
igualmente en otros dominios de lo paranormal, está
firmado por Jacques Benveniste. En realidad, el libro
que contiene esta encuesta es el primero de una colección
titulada En los márgenes de la ciencia,
dirigida por Benveniste.
El
INSERM no tuvo más remedio que actuar, cerrando
la unidad 200 a finales de 1993.
El
1 de Marzo de 1994 apareció en el diario Le
Monde la siguiente carta:
La
unidad de investigación 200 del INSERM está
cerrada, y sus medios humanos dispersados a pesar
de su alto nivel, confirmado por las instancias científicas.
Esta desaparición, debida al carácter
declaradamente herético de los trabajos sobre
altas disoluciones, nos lleva a manifestar nuestra
inquietud acerca de ciertas tendencias cuyas consecuencias
van más allá de este asunto. Hacemos
notar que:
-Hasta
este momento, ninguna tentativa de explicación
trivial o investigación de los errores se ha
presentado, cuando han sido publicados los efectos
de altas disoluciones sobre sistemas biológicos
por la unidad 200 y varios otros grupos franceses
y extranjeros. Sin poder juzgar su valor científico,
nos hacemos eco de la existencia de estas publicaciones.
-Los
investigadores de la unidad 200 no niegan el papel
primordial de las moléculas biológicas,
pero proponen que éstas se comunican por frecuencias
específicas. Afirman que estas hipótesis,
basadas en hechos experimentales, no han sido rechazadas
sino porque no son comprensibles dentro del marco
de los conocimientos científicos actuales.
Quienes las rechazan, por una reacción más
teológica que científica, no las han
examinado seriamente jamás. Nos parece necesario
y justo que las instituciones den su soporte crítico
a esta investigación, cuyos beneficios son
tanto médicos como industriales; que se instaure
un debate científico en lugar de anatemas y
amenazas sobre la situación y la dignidad profesional
de los investigadores; que les proporcionen los medios
defender su trabajo. Esperamos de los responsables
científicos que valoren la apertura, la interrogación
permanente, la duda, la discusión libre sin
la cual no habría investigación, ni
en el espíritu ni en la forma. ¿No tiene
el investigador la misión de explorar diferentes
caminos, en ocasiones peligrosos? Ahora bien, la rigidez
estructural, la obediencia a dogmas, la deificación
de la razón frente a la sinrazón empujan
hoy día al conformismo normativo, causa de
retrocesos y abandonos, en ocasiones dramáticos,
y no solamente en el campo científico.
No queremos tomar parte en el debate científico.
Abogamos por la libertad de investigar, es decir,
de pensar, por el derecho a la herejía.
No debe ser en lo sucesivo tan fácil acallar
los hechos, las ideas y a los hombres que molestan.
Ante
esta carta, Michel Rouzé, periodista científico
famoso -entre otros temas- por su crítica a
la homeopatía y la memoria del agua, hizo una
serie de comentarios muy acertados. Para empezar,
los trabajos de Benveniste sobre disoluciones no habían
sido declarados heréticos por nadie.
Ningún responsable de investigación
había utilizado jamás tal palabra, contraria
al espíritu científico tanto como la
deificación de la razón frente
a la sinrazón. El espíritu
científico -dice Rouzé- se opone al
dogmatismo. Ignora la noción de una verdad
absoluta, que no pertenece sino al terreno de la religión.
Todo nuevo resultado, toda teoría presentada
para explicar este resultado exige mayor investigación
y experimentación. Constatar que los resultados
anunciados no son reproducibles no es condenar una
herejía. Contrariamente a lo publicado en Le
Monde -prosigue Rouzé- los experimentos en
los que la memoria del agua ha podido
ser supuestamente observada han sido realizados por
amigos y colaboradores de Benveniste. Los demás
han dado resultados negativos.
Por
otro lado, hay que respetar el derecho y la libertad
de investigación, siempre que los métodos
utilizados entren dentro de lo éticamente aceptable.
Pero si aceptamos acríticamente todos los resultados,
y los publicamos como ciertos antes de haberlos verificado,
cometemos un grave error científico. Como en
el resto de las pseudociencias, ¿quién
es aquí el dogmático? ¿quien
niega que haya pruebas suficientes para demostrar
un fenómeno, e impide la publicación
del mismo por las repercusiones que pueda tener, o
quien se empeña en llamar ayatollah de
la ciencia -como hizo públicamente Benveniste-
a todo aquel que no cree en la memoria
del agua?
El
caso Benveniste fue célebre en su momento,
sigue siendo citado en la literatura, y no deja de
ser un botón de muestra de la forma de actuar
que se tiene en ciertos círculos. Su intento
de justificar teóricamente la homeopatía
quedó en mero intento, y hoy día sus
argumentos no son aceptados por ningún miembro
de la comunidad científica, o al menos por
ninguno que no esté pagado por algún
laboratorio homeopático.