Homeopatía
hoy
En la actualidad existe
una fuerte presión por parte de laboratorios
y médicos homeopáticos, tanto en
nuestro país como a en el resto de Europa,
por obtener el reconocimiento del sistema desarrollado
por Hahnemann en el siglo XIX para el tratamiento
de la enfermedad. Las presiones del lobby homeopático
son, curiosamente, a nivel político tratando
de saltarse los controles de calidad científicos
(Wim Betz, 1995, comunicación privada). Hay
que señalar que los medicamentos homeopáticos
no cumplen los mismos controles que los fármacos
-aunque se distribuyan como tales-, siendo este doble
rasero lo que permite la aparición de engaños
y fraudes como los denunciados por el National Council
Against Health Fraud (William Jarvis, 1995). Así,
la FDA norteamericana no exige a los productos homeopáticos
la eficacia comprobada que se exige a otras drogas.
El creciente poder que va adquiriendo la industria
homeopática -cuyos productos son bastante
caros, lo que reporta pingües beneficios-
permite que se evite la discusión científica
y se pase directamente a la busca de un reconocimiento
legislativo -que se viene observando desde hace algunos
años en la Unión Europea-.
La razón a tal
comportamiento estriba en los principios cardinales
en que se asienta, y que incluyen que (1) la
mayoría de las enfermedades son causadas por
un desorden infeccioso llamado psora; (2) la
vida es debida a una fuerza espiritual que directamente
determina la salud del cuerpo; (3) toda sustancia
capaz de provocar ciertos síntomas en el hombre
sano es capaz de curarlos en el hombre enfermo, y
viceversa, para curar una enfermedad cualquiera es
necesario utilizar una sustancia medicinal capaz de
originar sus mismos síntomas (Ley de la Analogía);
(4) las sustancias curativas son tanto más
efectivas cuanto más diluidas se encuentran,
dilución que no puede realizarse de cualquier
manera sino de una forma muy particular -potenciación-
(Ley de las Diluciones Infinitesimales). Estos principios,
establecidos por Hahnemann y que son aceptados como
dogmas por los homeópatas, contradicen abiertamente
los principios de la física, la química,
la farmacología y la patología. La
homeopatía tiene todas las características
de una secta -según el DRAE conjunto
de seguidores de una parcialidad religiosa o ideo
lógica- y de un culto -honor
que se tributa a lo que se considera divino o sagrado-.
En ningún momento los homeópatas han
planteado una revisión de los principios establecidos
por su fundador, a quien profesan un fervor casi religioso.
La homeopatía, fundada cuando la práctica
médica consistía en sangrías,
purgas, vómitos y la administración
de drogas altamente tóxicas, no ha evolucionado.
Las ideas básicas de Hahnemann no han sido
analizadas, revisadas o expurgadas a la luz de los
nuevos descubrimientos que se han ido realizando en
el campo de la biología, la bioquímica,
la patología o la química. Atendiendo
a la historia de la medicina, es muy sospechoso
que los principios homeopáticos no hayan sido
puestos en tela de juicio y se los considere casi
como leyes fundamentales de la naturaleza.
El
componente mágico de la homeopatía
El problema de fondo
es que se confunde la Medicina Clínica con
el conjunto de la Medicina. La Medicina Clínica
es puramente práctica; no es una ciencia sino
una serie de técnicas destinadas a tratar la
enfermedad que se encuentran subordinadas a la Patología
y otras ciencias básicas. Por eso el médico
clínico no necesita conocer ni la estructura
ni el mecanismo de acción de los diferentes
fármacos para administrarlos. Esto lo convierte
en un blanco perfecto para terapias que no poseen
un sustrato teórico bien fundamentado o, simplemente,
que carecen de él, como es el caso de la homeopatía.
Su comportamiento puede resumirse en la frase lo
uso porque funciona. Por eso, los éxitos
de la homeopatía son clínicos, no patológicos.
Su anatomía,
fisiología y patología son divagaciones
de carácter mágico. Su eficacia
se reduce a casos muy concretos donde las causas de
tal éxito no han sido claramente dilucidadas.
Uno de los argumentos utilizados es que si un determinado
experimento da resultados positivos, entonces la homeopatía
en su conjunto es cierta y, por ende, también
su causa explicativa. Pero no puede darse este discurso
lógico y el experimento no dejará de
ser un mero dato empírico hasta que no se haya
desarrollado una explicación del mecanismo
que lo ha provocado. Y es aquí donde entra
en juego la energía vital de Hahnemann que
los homeópatas modernos han rebautizado con
el nombre de potencial reactivo del organismo.
El vitalismo era,
en el siglo XVIII, una de las maneras de entender
la enfermedad. La otra era el descriptivismo. El debate
del vitalismo ha sido una constante en la historia
de la biología y es el fundamento último
de muchas de las nuevas terapias que han ido surgiendo
a la luz de ideologías tales como la Nueva
Era. Para Hahnemann, la fuerza vital sostiene
todas la partes del organismo en una admirable armonía
vital (Organon, nº 9) y desde
el momento en que le falta la fuerza vital, no puede
sentir, ni obrar, ni hacer cosa alguna para su propia
conservación (Organon, nº 10).
Sólo la fuerza vital desarmonizada
es la que produce las enfermedades... Por lo mismo,
la curación... tiene por condición y
supone necesariamente que la fuerza vital esté
restablecida en su integridad y que el organismo entero
haya vuelto al estado de salud (Organon,
nº 12). Los homeópatas modernos no
pueden presentar este discurso de su reverenciado
maestro, por lo que trastocan los términos
y los rebautizan con palabras asépticas
semánticamente pero que poseen la misma carga
ideológica. Pues el resultado es claro: sin
estos principios la homeopatía se esfuma. Así
explica un homeópata británico el vitalismo
de su disciplina: Hahnemann... es... un niño
en la era moderna de la ciencia natural, un adepto
en la química de su época... Pero todavía
puede mantener la firme convicción de que una
entidad vital inmaterial anima nuestro organismo hasta
la muerte cuando puras fuerzas químicas prevalecen
y lo descomponen... Esta entidad vital que él
caracteriza como inmaterial, espiritual, y que mantiene
sana la armoniosa totalidad del organismo, puede ser
influenciada por causas dinámicas. ¿Cómo
intenta Hahnemann clarificar esta idea? Llama la atención
sobre fenómenos como las influencias magnéticas,
la luna y las mareas, las enfermedades infecciosas
y quizá la más importante influencia
de las emociones e impulsos de los deseos en nuestro
organismo (Twentyman, 1982) Un texto
muy poético pero totalmente absurdo.