¿QUÉ
SON LAS SEUDOCIENCIAS?
Por: Mario Bunge - Montreal
Una seudociencia es un montón
de macanas que se vende como ciencia.
Ejemplos: alquimia, astrología, caracterología,
comunismo científico, creacionismo científico,
grafología, ovnilogía, parapsicología
y psicoanálisis.
Una seudociencia se reconoce
por poseer al menos un par de las
características siguientes:
- Invoca entes inmateriales
o sobrenaturales inaccesibles al examen empírico,
tales como fuerza vital, alma, superego, creación
divina, destino, memoria colectiva y necesidad histórica.
- Es crédula:
no somete sus especulaciones a prueba alguna. Por ejemplo,
no hay laboratorios homeopáticos ni psicoanalíticos.
Corrección: en la Universidad Duke existió
en un tiempo el laboratorio parapsicológico de
J. B. Rhine; y en la de París existió
el
laboratorio homeopático del doctor Benveniste.
Pero ambos fueron
clausurados cuando se descubrió que habían
cometido fraudes.
- Es dogmática:
no cambia sus principios cuando fallan ni como
resultado de nuevos hallazgos. No busca novedades, sino
que queda atada
a un cuerpo de creencias. Cuando cambia lo hace solo
en
detalles y como resultado de disensiones dentro de la
grey.
- Rechaza la crítica,
matayuyos normal en la actividad científica,
alegando que es ella motivada por dogmatismo o por resistencia
psicológica. Recurre pues al argumento ad hominem
en lugar del
argumento honesto.
- No encuentra ni utiliza
leyes generales. Los científicos, en cambio,
buscan o usan leyes generales.
- Sus principios son
incompatibles con algunos de los principios más
seguros de la ciencia. Por ejemplo, la telequinesis
contradice el principio de conservación de la
energía. Y el concepto de memoria colectiva contradice
la perogrullada de que solo un cerebro individual pueden
recordar.
- No interactúa
con ninguna ciencia propiamente dicha. En particular,
ni psicoanalistas ni parapsicólogos tienen tratos
con la psicología experimental o con la neurociencia.
A primera vista, la astrología es la excepción,
ya que emplea datos astronómicos para confeccionar
horóscopos. Pero toma sin dar nada a cambio.
Las ciencias propiamente dichas forman un sistema de
componentes interdependientes.
- Es fácil: no
requiere un largo aprendizaje. El motivo es que
no se funda sobre un cuerpo de conocimientos auténticos.
Por ejemplo, quien pretenda investigar los mecanismos
neurales del olvido o del placer tendrá que empezar
por estudiar neurobiología y psicología,
dedicando varios años a trabajos de laboratorio.
En cambio, cualquiera puede recitar el dogma de que
el olvido es efecto de la represión, o de que
la búsqueda del placer obedece al "principio
del placer". Buscar conocimiento nuevo no es lo mismo
que repetir o siquiera inventar fórmulas huecas.
- Sólo le interesa
lo que pueda tener uso práctico: no busca la
verdad desinteresada. Ni admite ignorar algo: tiene
explicaciones para todo. Pero sus procedimientos y recetas
son ineficaces por no fundarse sobre conocimientos auténticos.
Al igual que la magia, tiene aspiraciones técnicas
infundadas.
- Se mantiene al margen
de la comunidad científica. Es decir, sus
cultores no publican en revistas científicas
ni participan de seminarios ni de congresos abiertos
a la comunidad científica. Los
científicos, en cambio, someten sus ideas a la
crítica de sus pares:
someten sus artículos a publicaciones científicas
y presentan sus
resultados en seminarios, conferencias y congresos.
Aprendizaje emocional
Veamos en un ejemplo cómo
obran los científicos cuando abordan problemas
que también interesan a los seudocientíficos.
En 1998 los psicobiólogos J. S. Morris, A. Ohman
y R. J. Dolan publicaron en la célebre revista
Nature un trabajo sobre aprendizaje emocional consciente
e inconsciente en la amígdala humana. Ya que
este artículo trata de emociones conscientes
e inconscientes, parecería que debiera interesar
a los psicoanalistas. Pero no les interesa porque los
autores estudiaron el cerebro, mientras que los analistas
se ocupan del alma: no sabrían qué hacer
con cerebros, ajenos o propios, en un laboratorio de
psicobiología.
Pues bien, la amígdala
cerebral es un órgano diminuto pero
evolutivamente muy antiguo, que siente emociones básicas
tales como el miedo y la furia. Dada la importancia
de estas emociones en la vida social, es fácil
imaginar los trastornos de conducta que sufre una persona
con una amígdala anormal, ya sea atrofiada o
hipertrófica. Si lo primero, no reconocerá
signos peligrosos. Si lo
segundo, será propensa a la violencia.
La actividad de la amígdala
cerebral puede registrarse mediante un escáner
PET. Este aparato permite detectar objetivamente las
emociones de un sujeto en cada lado de su amígdala.
Sin embargo, tal actividad emocional puede no aflorar
a la conciencia. O sea, una persona puede estar asustada
o enojada sin advertirlo. ¿Cómo se sabe?
Agregando un test psicológico a la observación
neurobiológica. Por ejemplo, si a un sujeto normal
se le muestra brevemente una cara enojada y enseguida
después una cara sin expresión, informará
que vio la segunda pero no la
primera. ¿Represión? Los científicos
citados no se contentaron con
bautizar el fenómeno. Repitieron el experimento,
pero ahora asociaron la cara enojada con un estímulo
negativo: un intenso y molesto ruido "blanco", es decir,
no significativo. En este caso, la amígdala fue
activada por la imagen visual, aun cuando el sujeto
no recordara haberla visto. O sea que la amígdala
cerebral "sabe" algo que ignora el órgano de
la conciencia (cualquiera que este sea).
En principio, con el método
que acabo de describir escuetamente se podría
medir la intensidad de una emoción. Por ejemplo,
se podría medir la intensidad del odio que, según
Freud, un varón siente por su padre. Sin embargo,
antes de proceder a tal medición habría
que establecer la existencia del complejo de Edipo.
Pero este no existe, como lo mostraron las extensas
investigaciones de campo del profesor Arthur P. Wolf
condensadas en su grueso tomo Sexual Attraction and
Childhood Association (Stanford University Press, 1995).
Las seudociencias son como
las pesadillas: se desvanecen cuando se las examina
a la luz de la ciencia. Pero mientras tanto infectan
la cultura y algunas de ellas son de gran provecho pecuniario
para sus cultores. Por ejemplo, un psicoanalista latinoamericano
puede ganar en un día lo que su compatriota científico
gana en un mes. Lo que refuta el refrán "no es
oro todo lo que reluce".
Artículo publicado
en el periódico argentino La
Razón. Ha sido recogido recogido en El
Escéptico Digital (boletín electrónico
de Ciencia y pseudociencia). Boletín de acceso
gratuito a través de: http://www.elistas.net/foro/el_esceptico/alta
[Nota] * Mario Bunge, pensador
argentino radicado en Canadá, es Doctor en Ciencias
Fisicomatemáticas y uno de los principales filósofos
contemporáneos. Posee diez doctorados honoris
causa y tres profesorados honorarios, siendo miembro
del Institut International de Philosophie, de la Académie
Internationale de Philosophie des Sciences y de la Academy
of Humanism. Su último libro es “Las ciencias
sociales en discusión” (Ed. Sudamericana).
Mario Bunge es así mismo miembro de ARP-Sociedad
para el Avance del Pensamiento Crítico.
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