Edición 2012 - Número 256
El verano ha llegado entre noticias cuasi-apocalípticas sobre el feroz ataque al que los mercados someten al estado de bienestar. En el campo que aquí se trata ello se traduce en menos dinero para la educación, la investigación y la divulgación, amén de en la proliferación de prácticas, recomendaciones y oportunismos pseudocientíficos. La desesperación es mala consejera y en épocas como ésta abundan los remedios irracionales. No parece interesar la existencia de una sociedad formada, cultivada y sobre todo, crítica, sino un colectivo que acepte sin rechistar la pérdida progresiva de derechos que costó mucho conquistar. En tiempos de crisis la superstición parece hacerse más poderosa y sus adalides más osados, como demuestra el asalto que sufren las universidades tunecinas por parte de fanáticos religiosos que han aprovechado la exigencia de cambios para intentar imponer a la población un credo retrógrado y enemigo de cualquier razón. La mejor vacuna para erradicar este tipo de males sigue siendo la divulgación del pensamiento crítico.