EL ESCÉPTICO DIGITAL
Edición 2009 - Número 8 (234) - 7 de noviembrede 2009
Alberto Marín Sanguino
Ahora que la crisis nos esta pegando mas fuerte que a nadie, los canarios empezamos a plantearnos la importancia de modernizar nuestra economía. La necesidad de crear un nuevo marco en el que ser competitivo no signifique vender mas barato sino ofrecer mejor calidad, adelantarse a la competencia y sobre todo, innovar. En esta situación, como investigador canario que vive en el extranjero, suelo plantearme si debería volver "a arrimar el hombro". Al fin y al cabo, las universidades españolas están subsidiadas por el Estado y la formación que los contribuyentes me han pagado está rindiendo beneficios para otro país. Probablemente, hay tantas variantes de este dilema como canarios en el "exilio". Algunos somos felices en el extranjero y queremos quedarnos unos años más para redondear nuestra formación. Otros están desesperados por volver pero no encuentran oportunidad. Pero de una forma o de otra, todos comparamos Canarias con nuestros países de residencia y vemos con preocupación que queda mucho por hacer.
Y es que en Canarias se hace muy buena investigación en campos concretos como Astrofísica o Química Orgánica, pero la investigación nunca ha sido una prioridad. La única ocasión en que la Ciencia ha sido noticia fue el triste asunto del Dr. Meléndez. Pocos lectores habrá que no conozcan la historia del catedrático de bioquímica que dijo haber descubierto la cura de casi todo. Durante más de un año, Meléndez se convirtió en el fenómeno mediático local, haciendo declaraciones explosivas un día si y otro también. Le oímos decir que su producto frenaba el avance de las células cancerosas y curaba la impotencia, que no había efectos secundarios y que iba a patentar su producto en los Estados Unidos porque aquí no sabíamos valorarlo. Después de patentar la glicina y el aspartato, nos decía, publicaría sus descubrimientos en una de las grandes revistas científicas... Han pasado cinco años y los americanos le han denegado las patentes. Sus supuestos descubrimientos se han publicado en forma de artículo teórico en una revista poco conocida donde presenta una serie de especulaciones que, siendo interesantes, no aportan ni una prueba ni se relacionan directamente con sus tratamientos. Al final Meléndez decidió poner fin a su perpetua huída hacia adelante y cerrar el chiringuito.
Preocupado por esta situación tan poco prometedora, he seguido con cierto interés la convocatoria de proyectos de investigación, desarrollo e innovación que tiene objetivos tan loables como incentivar las empresas innovadoras o aumentar la colaboración entre universidades y empresas. Leyendo el texto de las bases, da la sensación de que por fin empezamos a movernos en la dirección correcta y a primar una economía del conocimiento basada en empresas dinámicas que invierten en innovación. Leyendo la relación de proyectos concedidos pude ver que se otorgaban entre 40.000 y 70.000 euros a la mayoría de proyectos y hasta 200.000 a algunos de claro valor estratégico sobre temas como energías renovables, medio ambiente y ... la periodontitis? No cabe duda de que la periodontitis es algo serio pero me costaba ver el valor estratégico que llevo a los evaluadores a conceder 192.000 euros, uno de los proyectos más caros, a la lucha contra esta dolencia. No me malinterpreten. No quiero trivializar el drama que padecen los enfermos ni el sufrimiento de las familias golpeadas por la tragedia de esta enfermedad. Solo me permito sugerir que podría haber elecciones más convenientes que tratar de situarnos a la vanguardia de la investigación periodontal.
Y sin embargo allí estaba: "Desarrollo de un nuevo método para la identificación molecular de bacterias periodontopatógenas, y diseño de nuevas estrategias para el tratamiento de periodontitis". Pasada mi sorpresa inicial, recordé que el valor estratégico solo es uno de los criterios que se consideran en una evaluación de proyectos científicos. Los otros criterios más comunes son la calidad del proyecto, la solvencia científica del grupo que lo propone y su experiencia previa en este campo concreto. Porque aún cuando el proyecto es excelente, es de la mayor importancia constatar que los autores pueden realmente llevarlo a cabo. La sorpresa definitiva me llegó al leer que el proyecto había sido propuesto por el Instituto del Metabolismo Celular (IMC) del Dr. Meléndez. No sé como valoraron la solvencia del grupo del Dr. Meléndez en esta convocatoria pero desde luego no debieron seguir el método convencional, que es comprobar el número de publicaciones recientes. Desde su creación hace cinco años, el IMC del Dr. Meléndez figura en tres publicaciones. Este nivel de productividad, que sería mediocre para un solo investigador, resulta ridículo para un "instituto de investigación" por muchas comillas que le pongamos. Ya puestos, el Dr. Meléndez, que ha publicado muchos y buenos trabajos científicos a lo largo de su carrera, solo lleva cuatro publicaciones en esta década que está a punto de acabar. Si encima nos ponemos a comprobar qué experiencia tiene el instituto en cuestión en identificación de bacterias o periodontitis, la cosa pinta aún peor. El IMC solo aparece ligado a esta enfermedad en las patentes que fueron denegadas y puede que en alguna sentencia. Triste bagaje.
Es triste comprobar que las inversiones que deberían impulsarnos hacia un futuro mejor se orientan en esta dirección. ¿Que sentido tiene volver si vamos a encontrarnos con este panorama deprimente? Como diría Cho Jamlet: "Estar o no estar. ¡Chiquito dilema!"
Alberto Marín Sanguino es Doctor en Biología Molecular y Celular por la Universidad de La Laguna y actualmente realiza una estancia postdoctoral en el Instituto Max Planck de Bioquímica en Martinsried, Alemania.