EL ESCÉPTICO DIGITAL
Edición 2010 - Número 9 (235) - 14 de febrero de 2010
Antonio Ruiz de Elvira
(Artículo publicado originalmente en la bitácora "Clima")
Antes de Copenhague aparecieron informes sobre ciertas prácticas de mala ciencia realizadas posiblemente por Phil Jones en la Universidad de East Anglia, en el Reino Unido. Ahora aparecen informes sobre otra chapuza considerable, esta vez realizada por el Presidente del IPCC, el panel la ONU responsable de estimar cada 6 años el calentamiento del planeta.
Los escépticos de ese calentamiento están de enhorabuena: si dos figuras punteras de la ciencia del cambio climático han realizado prácticas deshonestas, como corregir unos datos, descartar otros, amplificar los que apoyan sus tesis, ¿Cómo aceptar los resultados de otros miles de científicos que sí trabajan bajo las normas absolutamente estrictas del método científico?
La respuesta es clara. Tengo que hablar en una mesa redonda sobre “Dogma y Ciencia” dentro de 20 días. La ciencia se diferencia del dogma en dos o tres cosas. La primera, la ciencia es universal. Los dogmas son locales, pertenecientes a grupos exclusivos que rechazan a quienes no aceptan el dogma de ese grupo, grande o pequeño, pero grupo exclusivo, en definitiva. La ciencia no rechaza a nadie. Es abierta a todos. La misma física es válida en Madrid, en Los Ángeles, en Karachi, en Ryad, en Delhi y en Pekín.
La segunda, la ciencia puede validarse. De hecho, sólo es ciencia si sus afirmaciones se pueden validar. Así, si yo digo que dos bolas del mismo diámetro y con la misma superficie pulida, una de aluminio y otra de plomo, llegan al suelo al mismo tiempo si las dejo caer en el mismo instante desde una torre, puedo hacer el experimento y aceptar la afirmación si lo compruebo, y rechazarla si llegan en instantes diferentes.
Por otro lado, el dogma cristiano de la trinidad, de la virginidad de Maria, la creencia en una vida futura o las curaciones milagrosas no son validables. Nadie puede comprobar si existe un solo Dios con tres personas, si María era virgen después de nacer Jesús, si hay vida después de la muerte, y nadie ha podido asignar a las plegarias ninguna curación de enfermedad alguna.
La ciencia, pues, ha funcionado en el caso de Pachauri, y veremos que funciona en el caso de Jones cuando se hagan públicas las conclusiones del estudio de sus trabajos sobre clima.
¿Y los escépticos? Sabemos que la concentración de CO2 ha subido y está subiendo de manera acelerada en la atmósfera del planeta. Esto está validado por, al menos, seis institutos independientes, y lo puede validar cualquier persona que decida comprarse un equipo de medida de la concentración de CO2.
Sabemos, positivamente, que si en un globo de cristal cerrado aumentamos la concentración de CO2 bajo la misma emisión de energía desde la parte inferior del globo, la temperatura del gas en el interior es mayor que la del mismo globo con aire sin CO2. El experimento lo he realizado varias veces en dos “Semanas de la Ciencia” de Madrid, delante de muchísimo público.
Medimos la temperatura de la atmósfera lejos de las ciudades, por ejemplo, en Navacerrada. Esa temperatura ha aumentado, en media, en las mínimas y en las máximas, alrededor de 1.5ºC desde 1950 hasta ahora.
Vemos que el Polo Norte se está haciendo navegable de año en año.
Deducimos que el aumento de concentración de CO2 en la atmósfera del planeta está causando una subida de la temperatura de la atmósfera del mismo.
Esto es ciencia. Lo demás, dogma. ¿Pueden probar los escépticos que la temperatura media global del planeta no ha subido desde 1880? ¿Pueden probar que se debe a alguna fluctuación solar? ¿Pueden probar que esa subida de temperatura no es consecuencia de un aumento de la concentración de CO2? No basta con decir: “Es una fluctuación natural”. Hay que probarlo, validarlo.
Si pueden probarlo, que lo publiquen en revistas científicas con el sistema de revisión.
En caso contrario, que callen para siempre.
URL: http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/clima/2010/02/05/el-climagate-y-la-…