Edición 2012 - Número 258
Aula Cultural de Divulgación Científica de la Universidad de La Laguna
Desde su fundación, en el año 2003, el Aula Cultural de Divulgación Científica de la Universidad de La Laguna ha asumido como tareas principales de su existencia la divulgación del conocimiento científico, del pensamiento crítico y de la identificación de las pseudociencias. Uno de los aspectos concretos de esta labor ha sido el periódico recordatorio que sus integrantes se han visto obligados a hacer, ante la participación de instituciones públicas en eventos dirigidos a sembrar la confusión en el seno de la sociedad, dando marchamo científico a unas prácticas que carecen de tal condición. Son ya múltiples las ocasiones en las que el Aula ha plantado cara ante la presencia de las prácticas pseudocientíficas, pudiendo encontrarse registro de las mismas en la página www.divulgacioncientifica.org.
A lo largo de estos años, hemos contemplado con estupor y con temor creciente que instituciones de gobiernos, parlamentos y universidades manifiestan en no pocas ocasiones una actitud claramente acogedora de prácticas que, como la homeopatía, carecen por completo de base científica alguna. Un completo listado de ejemplos concretos se encuentra en la iniciativa “La lista de la vergüenza” (http://listadelaverguenza.blogspot.com/) de la asociación “Círculo Escéptico”. Como científicos, como docentes y como miembros de una sociedad que debe ser informada de forma veraz, nos vemos en la obligación moral de recordar constantemente que, por citar uno de los ejemplos más preocupantes y peligrosos, la homeopatía es una pseudomedicina donde las pruebas tangibles y contrastadas de su eficacia terapéutica brillan por su ausencia. Sobre esta práctica en particular se adjunta información en el anexo que acompaña a esta misiva.
Otra pseudociencia, pseudopsicología en este caso, es la programación neurolingüística (PNL), cada vez más popular. Este caso es especialmente delicado desde nuestro punto de vista ya que su nombre suena a disciplina científica: igual que la neuropsicología es una disciplina científica que estudia el sustrato biológico o neurológico de las capacidades mentales, se podría pensar que la PNL tiene algo que ver con la neurolingüística, que estudia las bases biológicas del lenguaje. Nada más lejos de la realidad. La PNL surge en los años setenta de la mano de un profesor de lingüística, John Grinder y de un estudiante de psicología, Richard Bandler. En algunas webs se afirma que es un modelo de cómo funciona la mente y la percepción, justo lo que investigan la Psicología y las Neurociencias. La diferencia es que ese modelo no tiene base científica alguna. Además, la PNL está actualmente muy unida al éxito personal (empresarial, etc.) y a la noción de coaching o asesoramiento de índole psicológico y emocional, impartido por personas que, normalmente, nada tienen que ver con la Psicología. Uno de sus postulados fundamentales es que los movimientos del cuerpo y la manera de respirar son indicadores claros de cómo las personas piensan. Por ejemplo, un pensador visual (signifique eso lo que signifique) respira a la altura del pecho, mientras que uno auditivo lo hace entre el pecho y el abdomen. La forma en que miramos también refleja lo que pensamos. Otra premisa básica de la PNL es que las palabras que usamos reflejan la percepción interna e inconsciente de nuestros problemas. Si estas palabras y percepciones son inadecuadas y las seguimos utilizando, los problemas persistirán. Si elimináramos lo referente a lo inconsciente y a las palabras, esta premisa no sería descabellada, y de hecho es la base de las terapias conductual-cognitivas, que emplean tratamientos empíricamente validados y que constituyen la orientación mayoritaria en psicología clínica. El problema es que enseguida comprobamos cómo se mezclan procesos mentales que son psicológicamente distintos y que la PNL utiliza de forma indiscriminada: hablan de aptitudes, de percepciones, de palabras y frases, de imágenes mentales, de procesos cerebrales, etc. como si todo fuera lo mismo. Pero lo que termina de ubicar a la PNL es el empleo de conceptos y términos nuevaerenses como cómo ser felices, desarrollo personal, la magia del cambio, despertando el poder, etc. Sus conexiones con las orientaciones “holísticas” son explícitas, como puede verse en sus links con parapsicología, medicinas alternativas, reiki, shiatsu y todo el entramado genuinamente New Age. Algunos psicólogos científicos, como Cross y colaboradores, sometieron algunos de los postulados fundamentales de la PNL a comprobación empírica. Los resultados de uno de los experimentos no mostraron ninguna correlación significativa entre movimientos de los ojos y verbalizaciones, una predicción de la PNL. En un segundo experimento, llegan a la conclusión de que no existe la más mínima evidencia de que pueda predecirse el sistema de representación preferido por un sujeto a partir de la observación de sus gestos y movimientos.
Desde el Aula Cultural de Divulgación Científica de la Universidad de La Laguna queremos, en definitiva, manifestar una vez más la existencia del peligro que supone la cobertura institucional y académica a prácticas carentes de rigor y, en no pocas ocasiones, potencialmente dañinas. Por todo ello, solicitamos que no se dé pábulo, financiación o apoyo –económico, personal o institucional- a prácticas que no sigan las reglas de todo aquello que, probadamente, ha recibido la calificación de Ciencia. Específicamente, solicitamos de las Universidades que no unan sus nombres a jornadas, cursos y similares donde se plantee la enseñanza de prácticas pseudocientíficas, y a las entidades gubernativas europeas, estatales, regionales, insulares y locales que no financien con el dinero de todos los que no es más que el negocio de unos pocos.
Al presente texto se adjunta copia de una de las primeras actividades en este sentido del Aula, al entender que sus planteamientos siguen tan vigentes ahora como en el momento de su redacción y al estimar que sus argumentos son aplicables a cualquier otra práctica pseudocientífica.
ANEXO
CARTA ABIERTA A LAS INSTITUCIONES PÚBLICAS, EN DEFENSA DE UNA MEDICINA DE CALIDAD, CON TERAPIAS CIENTÍFICAMENTE PROBADAS
El próximo lunes, 23 de julio de 2007, arrancará en La Laguna el Primer Congreso de Medicina y Salud Natural, organizado bajo los auspicios de diversas instituciones públicas, entre las que destacan el Cabildo Insular de Tenerife y la Universidad de La Laguna. Su objetivo, según destacan en la página oficial, no es otro que tratar sobre las principales terapias complementarias, desde terapias occidentales como la Homeopatía y la Osteopatía, a medicinas ancestrales como Ayurveda de la India, Medicina Tradicional China y Shiatsu desde Japón, con los objetivos de favorecer la adquisición de una visión general en las diferentes terapias médicas no convencionales, su evolución histórica, estado actual y perspectivas de futuro; obtener conocimientos en aspectos científicos y socioculturales relacionados con la salud y las terapias; promover un espíritu de colaboración entre profesionales e investigadores, con el objetivo de mejorar la salud de la población.
El congreso, por lo que parece, intenta establecer nexos de unión y colaboración entre una serie de terapias alternativas, englobadas todas ellas bajo el siempre socorrido cuño del carácter “natural”. Entre el grupo de ponentes hay destacados nombres vinculados a la investigación y a la docencia en la Universidad de La Laguna, con una trayectoria intachable. Precisamente por esto, y por contar con la bendición de una de las dos instituciones académicas superiores del archipiélago, es por lo que resulta preocupante que, bajo el paraguas que dan éstas y aquéllos, se sitúen una serie de pretendidas terapias que sólo pueden ser etiquetadas como pseudomedicinas.
El congreso pretende facilitar la obtención de conocimientos científicos vinculados a la salud, pero se da la paradoja de que ninguna de las terapias mentadas ha conseguido aportar pruebas fiables de su eficacia mediante el empleo del método científico.
En el caso de la terapia occidental más popular, la homeopatía, en agosto de 2005, la revista médica The Lancet publicó un profundo metaestudio de numerosas pruebas clínicas a las que se han sometido las terapias homeopáticas, determinando de manera clara que la homeopatía no tiene una eficacia superior a la de cualquier placebo. Los practicantes de esta terapia no han aportado investigaciones, hallazgos, descubrimientos ni terapias originales, niegan de forma dogmática la existencia de organismos patógenos microscópicos, como serían las bacterias y virus, además de realizar afirmaciones sobre el "espíritu curativo" de ciertas sustancias que no han conseguido probar. Igualmente, niegan los conocimientos que tenemos sobre la química al enseñar que los efectos de una sustancia son mayores cuanto menor sea su cantidad, cuando es fácilmente demostrable que en el mundo real sucede exactamente lo contrario. La doctrina homeopática contradice buena parte de los conocimientos que nos han aportado disciplinas como la física, la química, la biología o la medicina (la medicina real), conocimientos que han supuesto una gran mejora de la salud y el bienestar de los ciudadanos. Lo que acontece con esta pseudoterapia puede hacerse extensivo a cualquiera de las mencionadas en el programa del congreso.
Más allá de la tradicional (y falaz) distinción entre medicina “oficial” y medicinas “alternativas”, la filosofía del evento parece incidir en el ámbito de la complementariedad, sobre la base de que las segundas son una buena herramienta para afianzar la eficacia de la primera, idea ésta que choca con el problema ya citado: no han logrado demostrar su eficacia en condiciones objetivas. Como se preguntara Alfonso López Borgoñoz, (miembro de ARP-Sociedad para el avance del pensamiento crítico y artífice del manifiesto por una sanidad que proteja nuestra salud sólo mediante terapias de eficacia comprobada) respecto del polémico decreto catalán sobre medicinas alternativas, ¿cómo puede ser beneficioso para las instituciones sanitarias acoger bajo su manto unas prácticas ineficaces? ¿No será más bien un grave riesgo para la salud pública el proporcionar autoridad a una serie de personas poco preparadas que usan una serie de técnicas terapéuticas que jamás han demostrado que sirvan para nada?
Lo que importa a la salud pública, en realidad, es que hay terapias que curan y terapias que no curan. No hay terapias oficiales y alternativas. Y todas las que se demuestra que curan son siempre incorporadas por la medicina que se ha dado en llamar oficial. Y sólo se sabe si unas curan de verdad o no lo hacen, exigiendo a las mismas que cumplan una serie de protocolos y comprobando su eficacia mediante una serie de ensayos clínicos controlados lo más objetivos posibles. Lo que será del mayor interés social no será tanto el defender un tipo de medicina en sí u otra, o situarlas –como se plantea en el congreso- en una armónica relación colaboradora, sino potenciar tan sólo aquellas terapias que hayan podido demostrar de forma clara que realmente proporcionan beneficios para la salud pública, más allá de la fe de los que las ejercen o de los que las reciben, o de sus comentarios particulares, sin relevancia estadística. No podemos olvidar que los recursos públicos son limitados, por lo que no entendemos lógico que se malgasten financiando terapias de eficacia no contrastada.
No nos negamos a las novedades. La ciencia es eso, novedad continua. No nos negamos a nuevas terapias curativas, la medicina basada en la ciencia es precisamente eso. No se trata de defender privilegios ni de defender ningún tipo de medicina en concreto, sino sólo aquella cuya aplicación esté acreditado que cura, y por acreditado nos referimos a estudios realizados en las condiciones debidas y que sean contrastables por otros equipos de investigación. De hecho, como ya hemos dicho, se debe pensar que la medicina actual ‘oficial’, se basa en la búsqueda y demostración continua de mejores terapias, de fármacos con más posibilidades de actuación. No es un conocimiento estancado, fosilizado, como el de las terapias alternativas que se enumeran en el programa del congreso. Criterios como la antigüedad de una terapia o la autoridad moral de quien primero la hizo servir, han sido felizmente retirados de la praxis médica en muchos países desde hace mucho tiempo, lo cual ha significado un notable crecimiento en la mejora de la calidad de vida de miles de millones de personas de forma objetiva y demostrable, así como un incremento notable en la esperanza de vida de la población de la mayor parte de países.
Por todo ello, manifestamos nuestra sincera preocupación por el hecho de que, bajo el paraguas institucional y junto a los representantes de la ciencia, se sitúen actividades que contradicen formalmente los principios que rigen lo primero (destacando sobremanera el interés social) y frontalmente los métodos y resultados propios de la segunda. No existen medicinas oficiales y alternativas, sólo una, la que cura. Y, como se ha dicho tantas veces, su única alternativa es una medicina mejor.”