Edición 2012 - Número 259
Ricardo Campo Pérez
(Una versión de este artículo fue publicada originalmente en el Diario de Avisos. La presente es publicada aquí por cortesía del autor).
A las universidades españolas les ha dado en los últimos años por empezar a tirar piedras contra su propio tejado acogiendo todo tipo de jornadas, cursos y actos en pro de casi todas las creencias irracionales y supersticiones imaginables. El sector más favorecido es el de las pseudomedicinas “alternativas”, pero no falta la astrología y el espiritismo, y un montón de técnicas, curanderismos y brujerías muy variado.
En este panorama de charlatanerías alternativas tenemos, por ejemplo, a la Universidad de Sevilla y las “terapias naturales” para el tratamiento específico de patologías del pie, y para todo el cuerpo se puede acudir a las de Santiago de Compostela y Málaga. La Universidad sevillana ha llegado a dar espacio a quienes niegan la existencia del virus del SIDA. La de Lérida y la de Alicante le han pegado a la astrología como si fuese algo con valor práctico; y la de Jaén acoge charlas sobre espiritismo y estados modificados de conciencia. Las reflexologías, el reiki y otros cuentos orientales también se venden en los campus nacionales. En muchas ocasiones los organizadores de estas movidas pseudocientíficas se la cuelan a la universidad de turno, que no se entera porque está a otras cosas más importantes; pero otras veces parecen contar, incomprensiblemente, con el consentimiento de los responsables académicos. De todo ello pueden obtener más detalles en La lista de vergüenza http://www.listadelaverguenza.es, blog que recoge de manera crítica y continua esta moda funesta. Allí, de la mano de Fernando Frías y otros, aparecen puntualmente todos los actos de promoción de los alternativos ansiosos por ser reconocidos como científicos y por sacar tajada de forma paralela vendiendo disidencia y buen rollo de saldo a precio de oro.
La mercancía estrella es la homeopatía, que campa a sus anchas por muchas universidades (Sevilla, Zaragoza -ésta también imparte grafología-, Murcia, León y un largo etcétera) y colegios médicos. Se comprende que esos médicos y farmacéuticos se saltaron la clase en la que explicaban el número de Avogadro y se fueron a escuchar a algún discípulo lejano de Hahnemann, un señor olvidado con razón por la historia de la ciencia.
Si usted quiere ganar un dinero vendiendo patrañas e histerias variadas emplee con frecuencia las palabras “natural”, “holístico” y “complementario”. Puede no tener ni la menor idea de lo que es la ciencia, de cómo funciona y de lo que es la auténtica terapéutica científica, pero le servirá igual. Basta que usted le eche cara al asunto por medio de formas suaves y retórica para que los ilusos o los necesitados piquen el anzuelo y suelten la pasta. Pero, por favor, hágalo fuera de la universidad. El ámbito académico es lugar para el pensamiento científico y racional, no para que las supersticiones y desechos del conocimiento se disfracen de ciencia; si acaso, pueden ser abordados por los historiadores como ejemplo de lo que nunca funcionó. Los responsables académicos deben tener claro que estas creencias no pueden formar parte de los programas de estudio por mucho público ignorante que atraigan, por mucho que abran la institución al público en general y por mucho que ciertas empresas privadas patrocinen los actos, porque lo importante es que este público tiene derecho a no ser engañado, a que no abusen de su confianza y a ser bien formado. Una parte de los profesores e investigadores de la Universidad de La Laguna anda muy pendiente de que estas cosas no se cuelen en sus aulas y salones, como ustedes seguramente saben, aunque a veces ocurre: vea “Comunicado: Homeopatía en la ULL” en http://www.divulgacioncientifica.org.