Edición 2010 - Número 2 (236) - 6 de marzo 2010
Eudald Carbonell
(Artículo publicado originalmente en la bitácora Sapiens)
Siempre recordaré mi primera visita a Egipto. Por supuesto, la primera acción qua acometimos fue ir al Museo Egipcio, en El Cairo y visitar la sala donde se encontraba toda la parafernalia que rodeaba la momia de Tutankhamon. Salimos sorprendidos de la riqueza inconmensurable de los restos arqueológicos. Cuando visite en los años 70 esta muestra arqueológica aún se desconocían las técnicas genéticas que ahora mismo se están desarrollando con el fin de averiguar las estructuras biológicas de nuestros antepasados.
Las cosas han cambiado mucho en los últimos treinta años. Cuando di una conferencia en dicho museo, hace ya mucho tiempo, aún no se había empezado esta sistemática de trabajos de paleogénetica para conocer la genealogía de grupos humanos; sin duda, un gran avance y una gran baza para aproximarnos al origen y estructura de civilizaciones extinguidas.
La aparición de un articulo este mes de febrero en el numero 303 del Journal of American Medical Association (JAMA) sobre la muerte de Tuntankamon nos aporta una serie de datos de primer orden para poder conocer con cierta exactitud la genealogía de las familias reales de la XVIII dinastía, en Egipto. El estudio realizado sobre una decena de momias, datadas de entre 3.420-3.310 años antes de ahora, revela que se trata de un grupo familiar con características anatómicas próximas y consanguíneas.
Sabemos que la muerte de Tutankamon, cuyos restos fueron descubiertos por Howard Carter en 1922, en el Valle de los Reyes, le sobrevino a los 19 años, hace ahora exactamente 3.334 años. Murió de la combinación patológica de la enfermedad de Koller II, que deteriora los huesos como consecuencia de la falta de irrigación de la estructura esquelética, y de paludismo, según se ha podido documentar en la momia del faraón.
La salud de este joven espécimen no era muy buena, atendiendo a los resultados de los análisis efectuados, los cuales indican que su alimentación era deficiente y para poder moverse se apoyaba en palos de madera. Quizás por eso se encontraron decenas en su tumba, dado que era algo muy útil para poder tener movilidad.
De los análisis de ADN nuclear se desvela que la abuela de Tutankamon fue la reina Tiye y que su madre fue posiblemente la hermana de su padre. Las relaciones consideradas incestuosas en muchas civilizaciones no lo eran en Egipto; por eso es muy probable que los datos obtenidos se ajusten a esta realidad social. Seguramente, según dicen expertos genetistas, los análisis de ADN mitocondrial serian más eficaces para conocer la descendencia y ramas familiares, puesto que se trasmite por vía materna.
Una vez más se demuestra, pues, que las disciplinas como la medicina, la genética y otras ramas de la biología pueden ser de gran ayuda para el estudio de los registros arqueológicos. La revolución transdisciplinar solo acaba de comenzar. El conocimiento de la historia cambiará.
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