Edición 2010 - Número 7 (241) - 12 de agosto de 2010
El Museo de las Caras de Bélmez
Por fin en Europa toman en consideración alguno de los valores tradicionales españoles, país de la picaresca por excelencia.
Si, como piensan algunos, la sociedad cada vez va mejor - al menos en los países *desarrollados* - y las personas somos cada día más altas, más cultas y más listas, entonces se sigue que la estupidez, la ignorancia, la superstición y la superchería son elementos atávicos destinados a extinguirse, como el lince ibérico. Y quizás por eso dignos de protección, de conservación como legado a nuestros descendientes.
¿Y qué mejor espécimen de esa mezcla tan española de golfería e incultura, mitad truhán mitad ignaro, de candonga y cancamusa en fin, que el negocio de *los* caras de Bélmez?
Así es, querido lector, en una sana y democrática muestra de preocupación por la menguante población de engañifas chabacanas clásicas, que ceden su puesto a las sofisticadas pulseras power balance y potingues homeopáticos, se destinará casi un millón de euros, de los que más de la mitad proceden de fondos europeos, a preservar el ridículo y la, como dice Carlos Adrián Quintana en su último libro, sinrazón pura que nos caracteriza. En este caso en forma de museo dedicado a las manchas.
Y si consideramos encomiable el reconocimiento con que Europa nos honra, tampoco hay que escatimar elogios a la Diputación de Jaén y al propio Ayuntamiento de Bélmez de la Moraleda, que en un alarde de la hermosa virtud que es saber reírse de uno mismo, ponen el resto del dinero necesario para el museo, 208.000€ y 42.900€ respectivamente.
El prestigioso centro del saber, que comenzará a construirse después del verano, contará con un centro de conferencias, una sala con fotos de manchas, y otra sala con ruidos.