Edición 2010 - Número 8 (242) - 4 de septiembre de 2010
Pedro J. Hernández
(Artículo publicado originalmente en la bitácora Ecos del futuro)
John von Neumann murió joven con 55 años víctima de un cáncer de páncreas. Sus dolores fueron terribles y se cuenta que pasaba las noches gritando amargamente de dolor y pánico. Fue agnóstico toda su vida, pero en sus últimos momento solicitó la visita de un sacerdote. Por supuesto, huelga decir, que un dolor agudo y una situación como esa puede trastornar incluso a uno de los cerebros más preclaros de la historia, pero es un ejemplo que hace aún más admirable la actitud de agnósticos y ateos como Stephen Jay Gould y Christopher Hitchens ante la llegada de Tánatos.
Vale la pena leer completamente ambos textos, pero ahí van dos pequeños extractos de Hitchens que me han llamado la atención y que refleja una actitud tendente a un cierta ironía --según él mismo su especialidad-- sobre su condición.
"Pero la ironía es mi negocio y no puedo ver ninguna aquí: Sería menos conmovedor tener un cáncer el día que mis memorias estaban recien sacadas del horno [se refería a su reciente libro que alcanzaba ese día la lista de bestseller] o mientras estaba dando tumbos en la clase económica de un vuelo esperando para despegar. A la pregunta tonta "¿Por qué a mí?" el cosmos apenas se molesta en devolver una respuesta: ¿Por qué no?".
"Me siento trastornadamente desnaturalizado. Si Penélope Cruz fuese una de mis enfermeras, siquiera me daría cuenta. En la guerra contra Tánatos, si tenemos que denominarlo una guerra, la pérdida inmediata de Eros es un enorme sacrificio inicial".
Y uno de Gould. La actitud de Gould recuerda más a un análisis técnico de la situación y aprovecha para dar una pequeña clase de estadística:
"El problema puede establecerse de manera breve: ¿Qué significa "mortalidad media de ocho meses" en nuestro vernáculo?. Sospecho que la mayoría de gente sin práctica en estadística podría alcanzar una conclusión como "Probablemente estaré muerto en ocho meses" -- la única conclusión que debe evitarse, porque no es así y considerando que la actitud es tan importante..."
Como ironía de las que gustan a Hitchens, Gould vivió 20 años más después de la detección de su cáncer. En una entrevista reciente Hitchens señalaba como respuesta a una pregunta del periodista sobre si en algún momento podía cambiar de opinión sobre su ateísmo, que si oye alguna historia sobre lo que pasa en sus últimos momentos, que no le de crédito. Por supuesto que acepta que podría ocurrir estando tremendamente enfermo y bajo los efectos de las drogas. Pero no sería entonces él.
Y lo más sorprendente de todo es que haya creyentes que afirmen rezar para que Hitchens muera. Hitchens ha mencionado de pasada ese hecho sin darle mayor importancia, pero entiendo que otras personas reaccionen como el corresponsal del Atlantic Jeffrey Goldberg con menos modales (http://www.theatlantic.com/culture/archive/2010/08/a-message-to-those-p…).
Personalmente le deseo a Hitchens que el motor de improbabilidad infinita nos brinde otra prueba más de que rezar es un acto inútil y espero que en unos años pueda echárselo personalmente en cara a todos esos creyentes.