Del 5G propagador del virus al pinchazo de grafeno magnético

Enviado por admindrupal el Mié, 16/11/2022 - 12:33
Sección
ESPECIAL CONSPIRACIONES
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Del 5G propagador del virus al pinchazo magnético de grafeno Alberto Nájera López Profesor del Área de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Castilla-La Mancha. Vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud Mensajes apocalípticos, llenos de mentiras, de insultos y de mucha verborrea pseudocientífica que mezcla toda clase de barbaridades P robablemente ya lo sabes. Vivimos una «pLandemia». Un plan para acabar con gran parte de la población del planeta y establecer un nuevo orden mundial en el que unos pocos dominarán el mundo. Vaya, dicho así, estoy describiendo la realidad del mundo que venimos viviendo desde hace unas décadas. Pero no, este nuevo plan consiste en exterminar a la población gracias a la mentira de la covid-19. Excusa por la que realizar vacunaciones masivas con nanotecnología de grafeno que permitirá el control de las personas a través de la quinta generación de telefonía móvil, o 5G. Así, esos líderes podrán controlarnos como zombis o asesinarnos mediante la generación de trombos. No, no es el guion de una película, sino que es el resumen de uno de tantos vídeos que un conocido negacionista que se dice «bioestadístico» sigue subiendo a las redes y cuyo canal de Telegram cuenta ya con cerca de 200 mil suscriptores. Este tipo de vídeos acumulan decenas de miles de visualizaciones. Mensajes apocalípticos, llenos de mentiras, de insultos y de mucha verborrea pseudocientífica que mezcla toda clase de barbaridades. En algunos casos se dicen expertos, algunos hasta parecen ser médicos, otros claramente demuestran una falta de formación que roza el no haber sacado ni el graduado escolar. Pero da igual, la legión de seguidores acude cada noche a unos directos que se alargan durante horas. Pero pensemos un poco. Primero, este «plan», ¿sería posible? Y segundo, ¿qué hago yo hablando de covid, virus, antenas y 5G? Soy físico y profesor del área el escéptico 44 de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Castilla-La Mancha, no soy experto ni en vacunas ni en virus. Llevo años midiendo exposición personal a campos electromagnéticos de radiofrecuencia. Veamos. El 25 de marzo, unos pocos días después del comienzo del confinamiento, recibí un mensaje por WhatsApp (que ya explicó Javier Santaolalla1). Era un video que me enviaba un compañero de la Facultad de Farmacia en el que aparecía un señor, un supuesto doctor en un congreso que podría ser cualquier cosa menos científico, aunque se definía como tal. Pues bien, en los primeros cinco minutos le pegaba una patada a todo el conocimiento de la física, la biología y la medicina de los últimos siglos. Y es que vinculaba la enfermedad provocada por el SARS-CoV-2 a las redes 5G de telefonía, a las radiaciones de los teléfonos móviles. Este vídeo se hizo viral, pero no fue el único. En otro vídeo, también al principio del confinamiento, finalmente retirado por YouTube, otro señor que se definía como biólogo especialista en microbiología — aunque lo único que he encontrado es que era profesor de dibujo en un instituto— llegaba a la conclusión de que allí donde había más antenas había más casos de covid-19. Esa era la conclusión, según él, tras un intenso estudio «científico» en el que asumía que aquellas antenas eran 5G y, por tanto, esa tecnología era la culpable de todo lo que nos estaba ocurriendo. Obviaba varias cosas extremadamente básicas, fallos impropios de un científico de tal magnitud. La primera, que la correlación no implica causalidad. La segunda, anuario 2021 que allí donde había más contagios generalmente hay más gente y donde hay más gente también, generalmente, suele haber más antenas. La tercera es que las redes 5G se habían empezado a desplegar de forma muy limitada en grandes ciudades y no en todos los países. En el caso de Albacete, por ejemplo, donde yo vivo, no contábamos con ninguna antena 5G y fue duramente golpeada por la primera ola. Y así pasaba en otros muchos países donde no contaban con ninguna antena 5G y el número de casos y fallecidos también era igualmente terrible. Pero daba igual, la semilla había arraigado en el mundo y no fueron los únicos que encontraron rápidamente este vínculo entre el 5G y la covid-19. Fueron muchas las publicaciones virales que añadían más «evidencias» a este vínculo imposible. Desde febrero de 2020 he desmentido para plataformas de verificación como Maldita Ciencia, Associated France Press, Newtral o EFE verifica más de ochenta bulos que relacionaban estas radiaciones 5G con la pandemia. Pero daba igual, porque la gente se lo creía, se lo había creído. En países como Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Bélgica o Reino Unido se organizaban generalmente en grupos de Facebook para salir por las noches a quemar antenas. Daba igual qué tipo de antena, 4G, 3G, etc. Recordemos que en muchos sitios no había ninguna 5G y estos exaltados no distinguían. Dejaron a miles de personas sin conexión en un momento muy delicado. Tal fue el impacto que hasta la Organización Mundial de la Salud tuvo que desmentir la posibilidad de que los virus «viajaran» anuario 2021 en estas radiaciones. Pero también me pregunto: ¿por qué? ¿Por qué la 5G? Debemos recordar que con cada lanzamiento de una nueva generación de telefonía móvil, desde el año 1990, que es cuando empiezan los movimientos antiantenas, se han ido lanzando numerosos mensajes catastrofistas hasta el punto de decir que habrá millones de hipersensibles o que moriremos de cáncer millones de personas. Treinta años después, estos augurios no se han cumplido. Y la evidencia científica nos permite afirmar que con un uso normal, y a los niveles de exposición habituales, no existe razón para vincular las radiaciones de teléfonos móviles o de antenas con la salud. Así que en el año 2020 comenzó el despliegue de las antenas 5G. Un poco antes de la pandemia, por lo que alguno lo vio blanco y en botella: «bueno, pues serán las 5G las culpables del coronavirus». Y lo que era hasta ese momento el 4G, poco menos que el demonio, pasaba a ser lo mejor, lo seguro y lo que deberíamos utilizar y, en cambio, había que limitar el despliegue del 5G asesino. Pero, ¿es tan diferente el 5G? Aunque tiene claros avances, desde un punto de vista de radiaciones, por ahora no presenta grandes diferencias con respecto a tecnologías anteriores, ya que lo que hacemos es proporcionar nuevas bandas de frecuencia, como si de carriles de autopista se trataran. Así, ya se ha desplegado la banda de 3,5 GHz, y la de 700 MHz se acaba de subastar. Banda, por otro lado, que venimos usando desde hace años para la TDT. La última banda 45 el escéptico de frecuencia, que sería la de 26 GHz, todavía no está ni subastada ni se sabe cuándo va a estar disponible. Por tanto, en el momento de la pandemia la única frecuencia diferente que estaba funcionando era la de 3,5 GHz, y no en todas partes. Así, pensar en esa vinculación con el 5G es un poco menos que descabellado. Y a partir de 10 GHz, estamos hablando de longitudes de onda de en torno a milímetros, de ahí lo de ondas milimétricas. Además, por encima de 10 GHz la capacidad de penetración pasa de unos centímetros a unos pocos, muy pocos milímetros. Dos limitacio- nes más que nos responden a la siguiente pregunta: ¿por qué no podemos ver virus con un microscopio óptico? Porque es una cuestión de tamaño. ¿Qué podemos ver con un microscopio óptico normal? Pues células, bacterias... porque la longitud de onda a esa frecuencia, la parte de espectro óptico, está en torno al tamaño de las células, en torno a unas micras. Pero, ¿qué pasa con los virus? Los virus son mucho más pequeños y, por tanto, necesitamos longitudes de onda más pequeñas. Es como si intentáramos hacer un retrato de una persona en un folio y, en vez de utilizar un lapicero, utilizáramos un rodillo de pintor. Estamos utilizando luz de longitud de onda mucho más grande que el objeto que tenemos. Por tanto, no es posible ver esos virus y tenemos que recurrir a microscopios electrónicos que nos van a permitir esa resolución. En conclusión, como he indicado, las longitudes de onda de las radiaciones que se utilizan en telefonía son extremadamente grandes. Además, tienen muy poca capacidad de penetración. Continuemos con el posible microchip. ¿Qué tamaño debería tener? Pues para emitir o recibir radiación del orden de la telefonía móvil 5G, debería tener en torno a milímetros, porque tiene que llevar una antena; en torno a medio milímetro, como poco. Si pensamos en los chips que se ponen a las mascotas, son visibles y de varios milímetros. Y estos chips no llevan batería ni antena. Podemos pensar, pues, que para controlarnos a distancia como zombis, además de ser invisibles, deberían llevar batería, un espacio para fármacos, la antena… Luego el tamaño sería mucho mayor y lo podemos comparar con el tamaño de las agujas que se utilizan para la vacuna. ¿Cómo solucionaron estos conspiranoicos el problema? Con las vacunas magnéticas. Se viralizaron entonces cientos de vídeos de supuestos vacunados magnetizados que atraían toda clase de metales. Nadie pensó que la mejor manera de detectar un campo magnético no es con una cuchara que no sé si será atraída por este, dependiendo de su aleación, sino que lo más sencillo es una brújula. Ningún vídeo ha mostrado a un supuesto magnetizado moviendo una brújula o pegándose una cuchara interponiendo un papel Con un uso normal, y a los niveles de exposición habituales, no existe razón para vincular las radiaciones de teléfonos móviles o de antenas con la salud el escéptico 46 anuario 2021 entre su piel y este objeto. Una vez más, daba igual que los supuestos magnetizados solo debían lavarse o poner polvos de talco para perder sus poderes. Así que el siguiente paso fue afirmar que las vacunas tenían grafeno. Hasta un profesor, Pablo Campra, de la Universidad de Almería, elaboró un documento con unos fallos metodológicos horrorosos que le han retratado y han puesto en un aprieto a su universidad, al usar el logo de su institución en un supuesto informe que puede ser cualquier cosa menos serio. A mí me supone cierta vergüenza el poder contar con un compañero de la universidad pública que es capaz de prestarse a este tipo de cosas. Ni siquiera se controló, si quieres hacer algo científico, algo tan sencillo como garantizar que el vial que te están dando no se haya visto contaminado. La propia universidad tuvo que hacer un comunicado sobre las falsas informaciones e incluso cuestionaba la calidad del documento. A pesar de que el comunicado se lanzó en la cuenta de Twitter oficial de la Universidad de Almería, los negacionistas decían que, como no iba firmado por nadie, era falso. En fin, que un comunicado oficial no te desmonte una pLandemia o una conspiración. En conclusión, da igual la fuente, da igual el mensaje, da igual la formación del interlocutor. No se cuestiona, no se aprende, no se confía en los verdaderos expertos y así creeremos que nos controlarán con las vacunas o que la Tierra es plana. Solo hace falta un mesías con mucha labia y un número de cuenta, ¡claro! Nota: 1 https://youtu.be/P_DNEBI4Phw Ningún vídeo ha mostrado a un supuesto magnetizado moviendo una brújula o pegándose una cuchara interponiendo un papel entre su piel y este objeto anuario 2021 47 el escéptico

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