Ni crucifijos en las escuelas, ni homeopatía en los hospitales
Se acaba de hacer público un proyecto de orden ministerial que posibilitará el ahorro de millones de euros a distintas multinacionales, cuyo negocio es lucrarse con la falta de información de la ciudadanía mediante vacíos legales. Si uno cuenta esto así, acuden dos pensamientos: primero, que ya está el gobierno haciendo de las suyas, gobernando para los más ricos; segundo, que menuda desvergüenza permitir que haya empresas que se lucren con desgracias ajenas a través de resquicios legales.
Sin embargo, no se trata de Bayer, Bankia, Nestlé, Capio o Monsanto, sino de multinacionales homeopáticas que venden pastillas de azúcar, esto es: placebo. No lo digo yo: lo dice el propio ministerio de Sanidad y todos –absolutamente todos- los artículos científicos y estudios rigurosos publicados sobre el tema. Repito: todos. Repito una vez más: t-o-d-o-s. Hace unas semanas equiparaba la evidencia científica que poseemos sobre la existencia de un cambio climático de origen humano con la de la seguridad de los transgénicos: en el caso de la homeopatía, la evidencia de que disponemos para afirmar que su efecto no difiere del de un placebo es comparable a la que tenemos de que las especies evolucionen, o de que la Tierra gire alrededor del Sol. No sé si me explico.
Pero a ese conocimiento no se llega por ciencia infusa, ni mucho menos. Hace tan sólo un par de años yo pensaba que eso de la homeopatía era algo “natural”, remedios a base de hierbas. Lo leía en rótulos de farmacias y algunos amigos la tomaban, y, en cierta medida, lo asumía como algo normalizado. Desterremos la creencia de que todos deberíamos saberlo, y que quien desconoce la realidad de las pseudociencias es un magufo y un paleto. En su gran mayoría, no lo son; tan sólo están equivocados y creen que la homeopatía funciona. Pero no: como explica James Randi en este desternillante vídeo, sus principios son un festival de lo absurdo, una carrera alocada por ver qué parte de la doctrina homeopática contradice en más puntos al conocimiento científico actual. La homeopatía es agua y azúcar, y punto. Y, repito, no lo digo yo: lo dice cualquier estudio serio, cualquier espectrógrafo de masas y, lo que es más importante, la propia etiqueta de los preparados homeopáticos. Que haya un premio de un millón de dólares para quien demuestre que la homeopatía funciona y nadie lo haya ganado es quizás la mejor prueba de su ineficacia.