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uando el orbitador Viking realizaba
hace veinte años prospecciones fo-
tográficas en busca de un lugar don-
de pudieran posarse los explorado-
res Viking 1 y Viking 2, encontró un montí-
culo en la región de Cydonia que a la postre
se ha convertido en uno de los lugares más
famosos de Marte. Y es que Marte es un
planeta con gancho. Un día de veinticuatro
horas, cuatro estaciones, casquetes pola-
res... ¿no piensan también ustedes que son
muchas coincidencias?
El mito de Marte se remonta en el tiem-
po al siglo XIX, cuando, quizás influida por
el nuevo florecimiento de la ciencia y las
grandes similitudes entre el planeta rojo y
la Tierra, se declaró una fiebre marciana
que aún persiste en la actualidad. Hoy en
día la ciencia sabe que el sistema solar no
está poblado de seres con dos antenas dis-
puestos a dispa-
rarnos con pisto-
las de energía, y
nos hemos resig-
nado a buscar
vida inteligente
más allá de nues-
tra habitación
galáctica. Pero,
hace sólo cien
años, el panora-
ma extraterrestre
era totalmente di-
ferente.
Antes de la in-
vención del tele-
scopio, la huma-
nidad se resigna-
ba a ver el cielo
tal como aparecía
a simple vista. Sin ninguna lente de aumen-
to, los planetas no eran sino estrellas bri-
llantes que se paseaban entre las constela-
ciones de estrellas fijas. Todo cambió cuan-
do Galileo Galilei dirigió su anteojo a las
alturas y descubrió, aún con su rudimen-
tario telescopio, que los planetas no eran
como las estrellas. Y descubrió que Venus
tenía fases, que Saturno era tricorpóreo y
que Júpiter también tenía una cohorte de
satélites. Años después, en 1659, Christian
Huygens identificó la marca más evidente
de la superficie de Marte, Syrtis Major, la
cual cambiaba de apariencia con el trans-
20
(Junio 1998) el escéptico
curso de las estaciones. Gracias a esta mar-
ca pudo calcular la rotación del planeta,
estimada en 24 horas y 36 minutos.
Giovanni Cassini descubrió después los cas-
quetes polares. Así dio comienzo la leyenda
del planeta de los marcianos.
Ya en 1802, el matemático alemán Karl
Friedrich Gauss sugirió mandar una señal
de inteligencia a los marcianos. Quiso, en
concreto, hacer un triángulo gigantesco en
las nieves de Siberia. Tres décadas después,
en 1834, Wilhelm Beer y Johann Heinrich
von Madler dibujaron el primer mapa de la
superficie de Marte a partir de dibujos rea-
lizados en 1830 y 1832. Cuando, en 1877,
Marte y la Tierra tuvieron uno de sus acer-
camientos mutuos bianuales más favora-
bles del siglo, los astrónomos de la época
hicieron mapas detallados de la superficie
del planeta rojo basándose en lo que veían
a través de sus telescopios. Entre estos ob-
servadores, se encontraba el italiano
Giovanni Schiaparelli, quien confeccionó
una concienzuda cartografía de las regio-
nes marcianas y observó una serie de mar-
cas que denominó canali. Ese mismo año,
Asaph Hall descubrió los dos pequeños sa-
télites de Marte, Fobos y Deimos.
Percival Lowell, un joven millonario es-
tadounidense, quedó prendado de los in-
formes de Schiaparelli. ¿Eran los canali ace-
quias artificiales para transportar agua des-
de los polos al ecuador? ¿Era ésa la razón
por la que su aspecto cambiaba por tempo-
radas? Para saciar su curiosidad, poco des-
pués de la muerte de Schiaparelli, no dudó
en construir un observatorio en Arizona, el
observatorio Lowell. Con un buen telesco-
pio, llevó a cabo una gran campaña de ob-
servación de Marte y divulgó la idea de que
en el planeta vecino existía vida inteligen-
te. Esta creencia echó raíces en la incipiente
cultura industrializada de principios de si-
glo, y fue avivada en lo sucesivo por los nue-
vos medios de comunicación masivos como
la radio. Precisamente, uno de los invento-
res de la radio, Guglielmo Marconi, fue de
los primeros investigadores en el campo de
la búsqueda de inteligencia extraterrestre,
seguido de su eterno rival, Nikola Tesla. En
1901, Tesla detectó una serie de señales rít-
micas y, convencido de que provenian de
Marte, anunció su hallazgo al mundo. Un
descubrimiento que pasó al inmediatamen-
‘Marterizados’
El viejo sueño de colonizar el planeta rojo queda aún muy lejos: no se
vislumbra ninguna decisión al respecto ni a corto ni a medio plazo
VÍCTOR R. RUIZ
NASA
C
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el escéptico (Junio 1998)
21
te al anectodario histórico.
La invasión marciana
The Wall Street Journal llegó a decir, en
1907, que el acontecimiento más extraor-
dinario de los últimos años era “la prueba
mediante observaciones astronómicas de la
que se concluye que existe una vida huma-
na inteligente en el planeta Marte”. Ig-
noramos si lo que los agentes de bolsa neo-
yorquinos esperaban eran inversiones mar-
cianas. En general, los más ilustres astró-
nomos de principios del siglo XX eran rea-
cios a aceptar tan
felizmente la exis-
tencia de vida inte-
ligente en las cerca-
nías de la Tierra.
Aunque la astrono-
mía progresó a pa-
sos agigantados du-
rante los primeros
decenios del siglo,
con nuevos, mejores
y mayores teles-
copios, y nuevas
técnicas de observa-
ción, no se hizo nin-
guna revelación notable sobre el vecino pla-
neta. Este estancamiento fue un buen cal-
do de cultivo para el desarrollo de la cien-
cia ficción. En 1912, Edgar Rice Burroughs
comenzó a publicar una serie de once no-
velas sobre el humano John Carter, a quien
situó perdido en la superficie de Marte y
acompañado de hombrecillos verdes. Aun-
que quizás un poco chocante para un pla-
neta rojo, a este escritor le debemos el ho-
nor de haber popularizado tal color de piel
entre los extraterrestres.
La noche de Halloween de 1938, final-
mente, los marcianos llegaron a los hoga-
res estadounidenses a través de la radio.
Orson Welles escenificó una representación
radiofónica de la novela La guerra de los
mundos, de H.G. Wells. Al utilizar un estilo
de crónica en directo, miles de oyentes to-
maron por hechos reales la dramatización
ideada por el que sería uno de los mejores
directores de cine, y creyeron que Estados
Unidos estaba siendo invandido y destrui-
da por crueles extraterrestres que se des-
hacían alegremente de los frágiles seres hu-
manos. Doce años después, Werner von
Braun, el padre de la astronáutica, escribió
Proyecto Marte, un relato en el que descri-
bía el viaje de diez naves y setenta huma-
nos al planeta rojo. En los años subsiguien-
tes, el cine y la televisión extendieron la idea
de las invasiones marcianas.
La invansión terrícola
Aunque las observaciones de Schiaparelli y
Lowell cayeron en el olvido, el enigma de la
existencia de vida en Marte siguió sin
solventarse. El lanzamiento del Sputnik, en
1957, y los primeros pasos del ser humano
hacia la conquista del espacio supusieron
nuevamente un gran empuje para las teo-
rías fantásticas de los viajes interplaneta-
rios.
La exploración de Marte comenzo con la
Mariner 4, una sonda de la NASA que, tras
siete meses de travesía, sobrevoló al pla-
neta rojo el 14 de julio de 1964 y envío a la
Tierra las primeras fotografías cercanas de
Marte. En total, fueron dieciocho imágenes,
que supieron a poco. En 1969, las sondas
Mariner 6 y Mariner 7 partieron de nuestro
planeta con un mes de diferencia para ex-
plorar desde las alturas el polo y el ecuador
marcianos, respectivamente. Estas misio-
nes fueron mucho más productivas que la
anterior. Las naves robot transmitieron 200
fotografías de buena parte del vecino pla-
neta y, además, escudriñaron Fobos me-
diante cámaras de televisión. Pero, aún así,
no se sació la sed de planeta rojo.
Dos años después, la NASA puso en mar-
cha una de sus misiones más ambiciosas:
la Mariner 9 fue el primer ingenio humano
que orbitó alrededor de otro mundo. Pero,
al llegar a Marte, se encontró con una gi-
gantesca tormenta de polvo que ocultaba
la superficie de todo el planeta. Simul-
táneamente, tiempo, llegaban hasta Marte
las sondas soviéticas Mars 2 y Mars 3, cada
una compuesta de un orbitador y un mó-
dulo de aterrizaje. Como la tormenta no re-
mitía y que se les acababa el combustible,
la URSS optó por hacer aterrizar a los explo-
radores. La Mars 2 se estrelló al averiarse
sus cohetes. Pero la Mars 3 se convirtió en
la primera nave humana que se posaba sua-
vemente en suelo marciano... aparentemen-
te. Envió imágenes durante veinte segun-
dos. Los dos orbitadores soviéticos conti-
nuaron, por su parte, enviando imágenes
hasta 1972. En cuanto a la Mariner 9, las
imágenes que mandó a la Tierra una vez
remitió la tormenta sorprendieron a los cien-
Las imágenes de la ‘Mariner 9’
sorprendieron a los científicos de la
NASA... ¡Había canales en Marte!
Paisaje de Utopía desde la ‘Viking 2’.
NASA
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tíficos de la NASA... ¡Había canales en Mar-
te! Aunque no había ni rastro de agua, toda
la superficie estaba marcada por lo que pa-
recían lechos de antiguos ríos ahora secos.
La agencia espacial soviética envió
otras cuatro sondas en 1973: la Mars 4 y
y la Mars 5, orbitadores, y la Mars 6 y la
Mars 7, exploradores terrestres. La Mars
4 perdió el rumbo y no entró en órbita,
aunque pasó cerca del planeta; la Mars 5
alcanzó su objetivo y envió imágenes du-
rante diez días; la Mars 6 no llegó a ate-
rrizar viva, y la Mars 7 se perdió por el
camino. Los soviéticos jamás han tenido
una misión más exitosa al planeta rojo
que la Mars 5.
Después del relativo éxito de las mi-
siones Mari-
ner y el de los
soviéticos al
conseguir po-
sar naves en
la superficie
de Marte, la
NASA ideó un
proyecto más
ambicioso: el
de las sondas
Viking. Éstas
c o n s t a r í a n ,
cada una, de
un orbitador y un explorador, que al des-
cendería hasta la superficie y la analiza-
ría en busca de indicios de vida. Las son-
das emprendieron viaje en 1976. Fueron
dos misiones tremendamente productivas:
generaron una cartografía completa de
buena resolución y aportaron los datos
básicos que han servido a los planetólogos
para estudiar este curioso planeta duran-
te los últimos veinte años. Los explo-
radores Viking enviaron por vez primera
imágenes inéditas de un mundo desérti-
co y, a la vez, helado, con un verano géli-
do
con unos -60° C de temperatura me-
dia
y una atmósfera, en su mayor parte
compuesta de CO
2
, tan ténue que el agua
no puede mantenerse en estado líquido.
Precisamente, la composición atmosféri-
ca permite que los rayos ultravioleta lle-
guen al suelo. No es posible la vida te-
rrestre común en Marte. Los experimen-
tos in situ determinaron que sí existe ac-
tividad química en el suelo de Marte, pero
no permitieron precisar si está relaciona-
da con alguna forma de vida o se debe a
efectos naturales del propio suelo. No re-
velaron ningún indicio de vida, pero tam-
poco arrojaron conclusiones definitivas,
lo que desanimó nuevamente al público y
también a los astrónomos. Parecía que en
cada nueva misión Marte daba una de cal
y otra de arena.
El premio al logro de las Viking fue el
olvido para Marte. Durante una década,
la NASA invirtió sus esfuerzos en sondas
interplanetarias como las Pioneer y las
Voyager, y dejó de lado al planeta rojo.
El imperio contraataca
Pero los soviéticos tenían su cruz parti-
cular. Tras quince años quizá pensando
si valía o no la pena intentarlo de nuevo,
la URSS lanzó en 1988 y 1989 dos son-
das destinadas a realizar un estudio com-
pleto de Fobos, uno de los dos satélites
marcianos. La misión era muy ambiciosa
cámaras, espectrógrafos láser, explo-
radores...
y contaba con el apoyo de ca-
torce países. El nombre de Fobos deriva
de la palabra griega fobia, que significa
terror, y fobia debieron de sentir los téc-
nicos de la agencia espacial soviética
cuando, poco después de recibir las pri-
meras imáge-
nes de la luna
m a r c i a n a ,
perdieron con-
tacto con la
Phobos 1. Me-
ses después,
ocurrió algo
similar con la
Phobos 2. Por
s u p u e s t o ,
hubo escépti-
cos que afir-
maron ver
indicios de una conspiración para ocul-
tar datos relacionados con los extraterres-
tres. En fin, lo de siempre.
La NASA reinició el asalto a Marte a
mediados de los años 90, cuando las Vo-
yager ya habían cumplido su cometido y
se dirigían a los confines de nuestro sis-
tema solar. La Mars Observer, lanzada en
1994, fue la primera misión estadouni-
Los experimentos ‘in situ’ de las
‘Viking’ determinaron que sí existe
actividad química en el suelo de
Marte, pero no permitieron precisar
si está relacionada con alguna
forma de vida o se debe a efectos
naturales del propio suelo
22
(Junio 1998) el escéptico
El Olympus Mons, el gran volcán marciano.
NASA
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el escéptico (Junio 1998)
23
dense con destino al planeta rojo después
de casi veinte años. Con ella, se inició un
proyecto de investigación y estudio con-
tinuado de Marte a largo plazo, encami-
nado a una futura colonización del pla-
neta y en busca, también, de nuevos da-
tos sobre la posibilidad de vida. La Mars
Observer fue la primera nave de un pro-
grama que consistía en el lanzamiento de
una sonda hacia Marte cada dos años,
coincidiendo con las oposiciones del pla-
neta rojo. La sonda tenía que dar como
fruto un mapa más completo y con mejor
resolución que el obtenido gracias a las
Viking; pero, desgraciadamente, los nor-
teamericanos perdieron la comunicación
con la nave robot poco antes de que lle-
gara a su destino.
Heredando el interés soviético por Mar-
te, Rusia volvió a la carga y renovó su em-
peño por finalizar exitosamente una mi-
sión: contaba con el apoyo de otros paí-
ses, incluido su antiguo enemigo y rival
espacial, Estados Unidos. Así que en 1996
lanzó la Mars 96... que, tras un lanza-
miento defectuoso, se estrelló en el Océa-
no Pacífico.
Mercadotecnia al servicio
de la ciencia
La martemanía ha sido aprovechada por Da-
niel Goldin, actual administrador de la
NASA, para vender a la opinión pública la
necesidad de invertir en la investigación del
planeta rojo. En agosto de 1996, el presi-
dente Clinton, Daniel Goldin y un equipo
de científicos anunciaron el descubrimiento
de una roca marciana que probablemente
contenía evidencias de vida. Cual oveja
clonada, el meteorito ALH 84001 saltó a la
fama. El inquilino de la Casa Blanca anun-
ció solemnemente que EE UU iba a impul-
sar la exploración del planeta rojo, así que
todos contentos.
ALH 84001 fue encontrado en la Antár-
tida, donde la mayoría de los meteoritos se
queda atrapada e intacta sobre los glaciares
y los científicos no tienen más que ir a re-
coger tan peculiar siembra. Uno de estos
meteoritos, encontrado en 1984 en la mon-
taña Alan Hills, fue catalogado en un pri-
mer momento como de origen lunar, aun-
que años después pruebas químicas deter-
minaron su verdadero origen: Marte. Exa-
minado con potentes microscopios, un gru-
po de científicos sospechó que la química
interna de la roca podía explicarse mediante
actividad celular y se anunció el hallazgo
de rastros de vida. Sin embargo, en la ac-
tualidad, no existe acuerdo al respecto en
la comunidad internacional.
“Mejor, más rápido y más barato”. Éste
es el lema de Goldin. Ha quedado claro que
corren nuevos aires en la NASA. Las misio-
nes Viking costaron mil millones de dóla-
res de la época, unos siete millardos ac-
tuales. Pero el fracaso parcial de las ante-
nas de alta ganancia de la Galileo, el aguje-
ro económico del Hubble, la pérdida de la
Mars Observer y el desastre del Challenger
han puesto en entredicho el buen hacer de
la agencia aeroespacial más prestigiosa del
mundo y los fondos gubernamentales desti-
nados a la NASA han mermado considera-
blemente desde los años 70. Por tanto, se
impone la planificación y puesta en escena
de misiones buenas, bonitas y baratas. Y
esto fue lo que sucedió con la Mars Path-
finder.
Con un coste de 250 millones de dóla-
res, la Mars Pathfinder
consistente en una
estación meteorológica y de comunicacio-
nes y un explorador teledirigido
ha sido la
misión más seguida desde la época de los
Apollo. No hay que negarles méritos a los
ingenieros que consiguieron que la sonda
amartizara el 4 de julio de 1997 y en horas
de máxima audiencia televisiva, a tiempo
de desplegar los paneles solares y recoger
una panorámica del Ares Vallis. Científica-
mente, no ha sido una misión de gran pro-
vecho, puesto que no ha realizado aporta-
ciones muy diferente a las de las Viking
veintiún años antes. Pero la Mars Pathfinder
ha vuelto a poner al planeta de los
marcianos en el centro del interés del pú-
blico y de los científicos. Al igual que las
sondas Vikings, la Mars Pathfinder, con su
pequeño todoterreno, fotografió un paisaje
que bien podría situarse en Almería, el Sá-
hara o Arizona.
Un sueño lejano
El programa de la NASA para enviar son-
das a Marte cada dos años continúa en mar-
cha. La Mars Global Surveyor, lanzada en
1997, orbita ya el planeta y pronto comen-
zará a dibujar un mapa de gran resolución.
Antes de eso, se pondrán en camino dos
nuevas sondas, englobadas en la misión
Mars Surveyor 98, con un orbitador y un
nuevo teledirigido. El orbitador tiene la nove-
dad de llevar consigo unos penetradores que
se hundirán en la superficie marciana en
busca de vida.
Y habrá otra misiones a Marte en los años
2000, 2002 y 2004. El viejo sueño de colo-
nizar el planeta rojo queda aún muy lejos y
no se vislumbra ninguna decisión al res-
pecto ni a corto ni a medio plazo. Las gran-
des inversiones sólo pueden salir adelante
mediante la cooperación internacional y la
puesta en marcha de la estación orbital Alfa
absorbe en la actualidad gran parte de los
presupuestos de las agencias espaciales.
A lo mejor nos invaden extraterrestres
de verdad antes de que pisemos Marte.
Víctor R. Ruiz es miembro de la Agrupación
Astronómica de Gran Canaria (AAGC) y de la
Sociedad de Meteoros y Cometas de España (So-
myce), y es, además, responsable de la web
Info.astro: http://www.astrored.org/infoastro.