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N
o existe tópico en la parapsicología
en el que la posibilidad del fraude
haya estado ausente. En gran medi-
da, este estigma ha colaborado a que la co-
munidad científica se muestre escéptica
ante las afirmaciones de lo paranormal.
Una visión optimista tal vez hubiera espe-
rado que ésta fuera una etapa ya superada,
pero aún hoy su vigencia es indeclinable.
Una buena dosis de creencia, ingenuidad y
desconocimiento de ciertas técnicas
de engaño son el cóctel necesario
para que una travesura, a veces
ocasional y otras no, haga
caer en la trampa al más
académico investigador de
lo paranormal. Basta un
breve recorrido histórico
por la abundante litera-
tura parapsicológica pa-
ra que se ponga en evi-
dencia la inquietante
regularidad del frau-
de, que ha tenido
como víctimas a nu-
merosos investigado-
res.
Nunca está de más
recordar uno de los
casos más notables
de la historia de los
fenómenos psíquicos,
que no sólo dio origen
a lo que hoy se conoce
como parapsicología,
sino que reúne las ca-
racterísticas óptimas de
desarrollo y desenlace de
una lección nunca apren-
dida por los parapsicólogos.
A la importancia de este his-
torial, hay que sumar el pro-
tagonismo infantil del cual tanto
han abusado los parapsicólogos.
La fascinación por la picardía fue el
trampolín fenomenológico que ni al propio
doctor Charles Richet hizo dudar en a-
firmar: “En general, los movimientos de ob-
jetos no revelan mucha inteligencia. Parece
que todo el esfuerzo de la energía que actúa
consiste en una acción mecánica, tan in-
tensa y asombrosa como sea posible. Pero
es otra cosa para los ligeros ruidos produ-
cidos en las mesas o en los objetos conti-
guos, que escucharon por primera vez las
hermanas Fox y que han sido el punto de
partida de toda la metapsíquica” [Richet,
1922].
A fines de 1847, la familia Fox se insta-
laba en una casa situada en Hydesville, un
pequeño pueblo del estado de Nueva York
(EE UU). El matrimonio tenía cuatro hijos,
aunque sólo vivían con ellos las dos más
pequeñas: Margaret y Kate, de 8 y 6 años,
respectivamente.
1
A los pocos meses de la
mudanza, comenzaron a oírse en la vivien-
da extraños ruidos que sólo se mani-
festaban cuando las niñas esta-
ban en la casa. El 31 de marzo
de 1848, los golpes
que luego
se denominarían raps
adoptaron un vocabulario
propio. Fue la noche en
que la temerosa señora
Fox participó, con sus
hijas, en el comienzo de
lo que luego sería un
gran fraude.
Alarmada por los
ruidos, la madre fue
testigo de cómo su pe-
queña Kate conseguía
a voluntad que los
golpes se repitieran.
No tuvo mejor idea
que poner a prueba la
inteligencia de los rui-
dos. Pidió que le dije-
ran la edad de sus hi-
jas: los ruidos con-
testaron correcta y rá-
pidamente. Sólo faltaba
identificar al autor. Qué
mejor pregunta que la
elegida por la señora Fox:
“¿Eres un espíritu?... Si es
así, da dos golpes”. Con dos
fuertes raps, se hizo presente
el alma en pena. Así de simple y
sencillo
para utilizar los califica-
tivos de Richet
−,
nació “el más her-
moso fenómeno de la metapsíquica” [Ri-
chet, 1922].
A partir de ahí, comunicarse con los es-
píritus ya no sería problema. Con un códi-
go preestablecido, estaba garantizado un
Un juego de niñas
Las travesuras de dos hermanas dieron lugar hace 110 años
al nacimiento del espiritismo, una creencia que goza de
millones de adeptos en todo el mundo
LADISLAO ENRIQUE MÁRQUEZ
el escéptico (Invierno 1998-99) 55
1
Considerando que no existe un consenso entre
los diversos autores acerca de la edad de las
niñas, adopto como dato de referencia el propio
testimonio de Margaret Fox en 1888.
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fluido diálogo. En dicha ocasión, el espíritu
golpeador se identificó como el señor Ros-
ma, quien habría sido asesinado y enterra-
do en el sótano por un anterior habitante
de la casa, un tal Bell. Como no podía ser
de otra manera, esto atrajo la curiosidad
del vecindario de inmediato. Y comenzó un
incesante desfile de curiosos que querían
comprobar con sus propios oídos los mara-
villosos raps de las Fox. Al poco tiempo, y
por sugerencia de su hermano David, las
niñas mejoraron su comunicación espírita
con un código alfabético.
Fraternal empresa
Katie y Maggie tenían una hermana mayor,
casada, de nombre Leah, quien vivía en la
localidad de Rochester. Al enterarse de los
acontecimientos, viajó a Hydesville. Una
vez que confirmó los prodigios, trasladó a
sus hermanas a Rochester para que mos-
traran sus habilidades. Al igual que en los
de poltergeist, en los que
según los parap-
sicólogos
los fenómenos se trasladan jun-
to al potencial agente, en este caso el pre-
sunto espíritu de Rosma viajó a Rochester
con las niñas y, en poco tiempo, la popula-
ridad de las Fox creció vertiginosamente.
Leah, con una muy buena visión comer-
cial, consideró que ésta era una magnífica
oportunidad para revertir este proceso espi-
ritual en una buena fuente de ingresos ma-
teriales. Comenzó a congregar a fervientes
espiritistas y puso precio a las sesiones, de
tal modo que la recaudación oscilaba entre
los 100 y los 180 dólares por noche. La
difusión periodística fue una excelente alia-
da que no sólo sirvió para aumentar los in-
gresos, sino también para engrosar el nú-
mero de creyentes de lo que pronto sería
un movimiento religioso organizado.
2
En
este aspecto, el mayor impulso provino, sin
duda, de Horace Greeley, dueño de uno de
los más prestigiosos periódicos de la época:
el The New York Weekly Tribune. Las críti-
cas locales no hicieron mella en el informe
favorable que publicó Greeley. Su creduli-
dad lo hizo un convencido de la “perfecta
integridad y buena fe” de las hermanas Fox
[Kurtz, 1985].
No sólo el dinero se multiplica
Las célebres hermanas eran solicitadas en
diferentes puntos del país. Sus viajes su-
maron numerosas adhesiones de persona-
lidades públicas
jueces, poetas, historia-
dores, políticos, etcétera
; la fama las llevó
incluso a hacer representaciones en la Ca-
sa Blanca y para la reina Victoria en Lon-
dres. Pero lo que parecía ser patrimonio ex-
clusivo de las Fox pronto se extendió a
otras personas. Y a todos aquéllos que es-
taban en condiciones de entablar una co-
municación con los espíritus se los deno-
minó mediums. Según algunas estimacio-
nes, en 1852 había dos mil mediums en EE
UU y en 1854 la cifra ascendía a cuarenta
mil (Rodríguez Soler, 1984).
Los fenómenos también se multiplica-
ron: “Con el tiempo, los espíritus se dedica-
ron a anunciar su presencia con hechos
aún más prodigiosos. Movimientos de me-
sas, levitaciones de objetos, voces y soplos
de origen desconocido e incluso mediante
la aparición de imágenes fantasmagóricas o
materializaciones de una sustancia miste-
riosa llamada ectoplasma, que tomaba la
forma de miembros humanos”. [Fantoni,
1974]. Las Fox no fueron ajenas a la moda
e incorporaron algunas de estas modalida-
des, aunque los raps fueron siempre su
carta de presentación.
Apenas habían transcurrido dos años y
el doctor E.P. Langworthy, un médico de
Rochester, informaba, en The New York Ex-
celsior (2 de febrero de 1850), que su inves-
tigación indicaba que los pies de las niñas,
en contacto con ciertos objetos, eran los
responsables de los ruidos. El mismo año,
mientras el reverendo John M. Austin lle-
gaba a similar conclusión en The New York
Tribune y el también reverendo Potts dupli-
caba los raps en una demostración pública
en el Corinthian Hall, el reverendo Charles
Chauncey Burr y su hermano publicaban
el primer libro desenmascarador, Knocks
for the knocking, donde describían diecisie-
te formas diferentes de reproducir los raps,
incluyendo el crujido de los dedos del pie
(Kurtz, 1985).
En 1851, se publicó una investigación
llevada a cabo por tres médicos de la Uni-
versidad de Buffalo, los doctores Austin
Flint, Charles A. Lee y C.B. Coventry. El in-
forme original apareció el 17 de febrero en
The Buffalo Commercial Advertiser y, en
marzo, con algunas modificaciones en The
Buffalo Medical Journal. Después de varias
pruebas con Leah y Margaret, y tras haber
eliminado otras hipótesis
mecanismos
ocultos, ruidos vocales, cómplices, etcéte-
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(Invierno 1998-99)
el escéptico
La casa de la familia Fox en Hydesville, reproducida en una
postal en 1900.
2
En 1858, en EE UU, el número de adeptos se
estimaba en dos millones sobre una población
de veinticinco millones [Nelson, 1969].
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ra
, el equipo académico llegó a la conclu-
sión de que los raps provenían de las arti-
culaciones de las rodillas. Sumaron a la
evidencia otros casos de individuos que, sin
pretensiones espíritas, lograban el mismo
efecto mediante técnicas similares. Tras es-
te informe nada favorable para las herma-
nas Fox, éstas no permitieron más experi-
mentos hasta el final de sus carreras
[Bullough, 1985].
Algunas otras
voces en discordia
alertaron sobre lo
e v i d e n t e . P e r o ,
como casi siempre
ocurre, las minori-
tarias voces en di-
senso fueron rápi-
damente acalladas
o ignoradas por
esa gran mayoría
de fanáticos cuyas
anteojeras les impiden ver la realidad. Así
que hubo que esperar hasta 1888 para el
derrumbe final, no quizá del espiritismo,
pero sí del gran fraude de las hermanas
Fox.
Culpa y confesión
“Estoy aquí esta noche, como una de las
fundadoras del espiritismo, para denun-
ciarlo como un absoluto fraude del princi-
pio al fin, como la más enfermiza de las
supersticiones y la blasfemia más malvada
que ha conocido el mundo. Os suplico que
me prestéis atención y me perdonéis, si
puedo hacerme digna, con el paso que voy
a dar. Os suplico también que extendáis la
mano y me ayudéis para seguir en el buen
camino por el que he comenzado a andar”.
Éstas son tan sólo algunas de las conmo-
vedoras palabras que pronunció Margaret
Fox en la noche del 21 de octubre de 1888
ante una nutrida audiencia en la Academia
de Música de Nueva York.
Si bien el 15 de octubre Margaret y Kate
ya habían firmado la autorización a Reuben
Davenport para revelar la verdadera histo-
ria del origen del espiritismo, Maggie no lo
consideró suficiente y decidió dar lo que
hoy denominaríamos una conferencia de
prensa, haciendo un detallado relato de
todo lo acontecido y con un espectáculo fi-
nal del que sólo un sordo podía dudar. Aun
cuando el comienzo había sido otro, en el
incorruptible silencio que adornaba la sala,
Maggie Fox desnudó su pie derecho y, con
la sola ayuda de una pequeña banqueta de
madera a modo de amplificador de sonidos,
hizo crujir las falanges de su dedo gordo,
reproduciendo los cautivantes raps que ha-
bían llenado los bolsillos de innumerables
embaucadores y vaciado los de tantas po-
bres víctimas.
Para algunos, tal vez resulte ridículo, o a
lo sumo divertido, pensar que una travesu-
ra de niñas se pueda transformar en un
capítulo de la historia. Pero basta con
hacer un breve recorrido bibliográfico y se
verá cómo muchos casos perduran y otros
nuevos se siguen sumando frente a la ino-
cencia de los adultos. Según el propio tes-
timonio de las Fox, el ingenuo juego de
hacer rodar y golpear una manzana contra
el piso tirando de un hilo fue lo que al prin-
cipio fascinó y atemorizó a su madre, cre-
ando el clima adecuado para una posterior
relación con los espíritus. Cuando vieron
que obtenían el mismo éxito reproduciendo
un sonido similar
con el crujido de
los nudillos de los
dedos de la mano,
comenzaron a in-
tentarlo con los
pies, utilizando co-
mo apoyo y caja de
resonancia el res-
paldo de la cama.
Y así nacieron los
raps. La práctica
constante las llevó
a la perfección y, en algunas ocasiones, a
recurrir a sus tobillos y rodillas.
La principal acusada fue su hermana
mayor, Leah, quien desde el principio supo
cómo perpetraban la trampa y, sin embar-
go, decidió transformar el fraude en un pin-
güe negocio [Fox, 1888]. Finalmente, lo que
para muchos terminó siendo una desilu-
sión, devino para otros en una religión, y
un tercer grupo lo hizo su objeto de estu-
dio.
Referencias
Bullough, V.L. [1985]: “Spirit rapping unmas-
ked: An 1851 investigation and its after-
math”. The Skeptical Inquirer, Vol. 10, 60-67.
Fantoni, B.A.L. [1974]: Magia y parapsicología.
Editorial Troquel. Buenos Aires.
Fox, Margaret [1888]: “Spiritualism exposed:
Margaret Fox Kane confesses to fraud”. En
Kurtz, Paul (Ed.: A skeptic’s handboook of
parapsychology. Prometheus Books, Buffalo.
225-233.
Kurtz, P. [1985]: “Spiritualists, mediums, and
psychics: some evidence of fraud”. En Kurtz,
Paul (Ed.): A skeptic’s handboook of paraps-
ychology. Prometheus Books, Buffalo. 177-
223.
Nelson, G.K. [1969]: Spiritualism and society.
Schoken Books. Nueva York. [Citado por
Fantoni, 1974].
Richet, C. [1922]: Traité de metapsychique. Edi-
torial Alcan, París. (Versión en castellano:
Tratado de metapsíquica. Editorial Araluce,
Barcelona 1925.)
Rodríguez Soler, M. [1934]: El espiritismo y los
fenómenos psíquicos. Biblioteca de Doctrina
Católica. Vol. IX. Buenos Aires.
Ladislao Enrique Márquez
, ilusionista, autor e
investigador de los presuntos fenómenos para-
normales, es fundador y ex presidente de la
Fundación Centro Argentino para la Investiga-
ción y Refutación de la Pseudociencia (CAIRP).
© Ladislao Enrique Márquez, 1999.
el escéptico (Invierno 1998-99) 57
“Estoy aquí esta noche, como
una de las fundadoras del
espiritismo, para denunciarlo
como un absoluto fraude”,
confesó Margaret Fox
el 21 de octubre de 1888