el escéptico (Invierno 1998-99)
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E
rase una vez un profesor
de Física de la Universidad
de Nueva York que se lla-
maba Alan Sokal y que estaba
un poco harto de que algunos de
sus colegas de letras, especial-
mente los conversos del posmo-
dernismo, usaran y abusaran de
términos y conceptos científicos
en sus publicaciones literarias y
de otras disciplinas de las llama-
das humanidades, con olímpico
desconocimiento, o más llana-
mente, sin ton ni son, y con el fin
aparente de mostrar erudición
enciclopédica y de ocultar en la
bruma de lo más arcano de la
ciencia la ininteligibilidad y va-
cuidad de sus textos.
Lastrado por su concepción
científica y racionalista del sa-
ber, pensó que para comprender
este fenómeno tenía que estu-
diar los discursos y técnicas de
análisis posmodernas, compro-
bando con asombro que al cabo
de tres meses, y casi sin despei-
narse, era todo un experto en la
materia. Y, como era estudiante
libre de posmodernismo y relati-
vismo cultural, debió de pensar
que, a manera de doctorado, ha-
bría de preparar un artículo den-
tro de la mayor ortodoxia posmo-
derna y mandarlo para su pu-
blicación a alguna prestigiosa
revista de letras y humanidades
para ver si se lo aceptaban.
Acertó a la primera, ya que So-
cial Text, una tan minoritaria co-
mo elitista publicación dirigida
por intelectuales universitarios
afines al posmodernismo y si-
milares, publicó su artículo
Transgressing the boundaries:
toward a transformative herme-
neutics of quantum gravity, en
un número especial que llevaba
el extraño título de La guerra de
las ciencias.
1
Hasta aquí, casi la verdad y
gran parte de la verdad, pero no
toda la verdad, ya que me he
permitido un poco de fabulación.
Y es que Sokal, al enviar su artí-
culo a Social Text no tenía en
mente doctorado alguno, sino
una especie de experimento des-
tinado a comprobar la falta de
control y rigurosidad de muchas
de las revistas literarias y de te-
mas sociales a la hora de aceptar
los originales que se les presen-
tan. Según dijo después, su tra-
bajo se aceptó ya que tenía las
credenciales necesarias
−
era un
profesor de Física de una pres-
tigiosa universidad
−
, se expre-
saba correctamente y a la moda
en los términos posmodernos
que eran del agrado de los edito-
res, Y, para colmo, era un miem-
bro del otro bando
−
el de los
científicos
−
que apoyaba a los
literatos posmodernos en su
particular guerra de las ciencias.
El artículo de Sokal era, ade-
más, un cebo envenenado, una
carga de profundidad dispuesta
a estallar en las narices a los
editores de Social Text, encabe-
zados por Andrew Ross y Stanley
Aronowitz, dos conocidos potmo-
dernos en el ambiente universi-
tario americano. En efecto, So-
kal confeccionó un centón con
extensas citas textuales de auto-
res posmodernos franceses y
americanos, con 109 notas a pie
de página
2
, también plagadas de
citas a estos mismos célebres in-
telectuales
3
, además de a otros
provenientes del relativismo cul-
tural, el ultrafeminismo y otros
ismos cuyo común denomina-
dor, en opinión del autor, es una
actitud hostil al método científi-
co y racional como fuente del sa-
ber y una cierta fobia por la rea-
lidad objetiva, hilvanadas dichas
citas mediante un texto de So-
kal
4
llenó de absurdos, falto de
lógica y trufado con las mayores
y más disparatadas burradas
científicas que pudo imaginar.
Ahora, eso sí, con un lenguaje
políticamente correcto desde el
punto de vista de los editores,
con el que expresaba ideas del
relativismo cognitivo más des-
bordante, florido y extremo, a la
vez que mostraba sus simpatías
hacia todos los llamados nuevos
movimientos sociales: antirracis-
tas, homosexuales, feministas,
pacifistas, tercermundistas, et-
cétera, considerados de izquier-
das y progresistas.
El segundo acto de esta co-
media se abría con un nuevo ar-
tículo de Sokal, enviado a Social
Text, en el que explicaba las ra-
zones de su acción, un experi-
mento, según él, a la vez que po-
nía de manifiesto las herejías
científicas propias y ajenas. Este
segundo trabajo fue olímpica-
mente rechazado, por lo que lo
remitió a la revista Lingua Fran-
ca
5
, que lo publicó de inmediato.
Y lo que empezó como una paro-
dia de unos malos hábitos de
ciertos intelectuales de letras,
resultó uno de los episodios más
hilarantes de ese toma y daca in-
cruento, disimulado y pertinaz
entre los dos bandos de lo que
C.P. Snow llamó las dos culturas
y que Andrew Ross rebautizó co-
mo guerra de las ciencias, que es
característica de nuestra cultura
actual.
L'affaire Sokal, como lo llama-
ron los franceses, saltó de los co-
rrillos universitarios a las revis-
tas científicas, tanto profesiona-
desde el sillón
Y la parodia se hizo libro
Sokal, Alan; y Bricmont Jean
[1997]: Impostures intellectue-
lles. Editions Odile Jacob. París.
276 páginas.
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(Invierno 1998-99)
el escéptico
les como de divulgación, y exten-
diéndose cual mancha de aceite,
se asentó en diversos sitios de
Internet tras haber sido noticia,
incluso de primera página, en
algunos de los grandes periódi-
cos americanos y europeos
6
. El
espaldarazo que dio a la broma
de Sokal las credenciales que
posiblemente no necesitara, pero
que se exigen en el mundo aca-
démico y periodístico para en-
tender y conceder relevancia a
un asunto, se lo dio Steven
Weinberg en un artículo publica-
do en la influyente revista The
New York Review of Books (8 de
agosto de 1996), de forma que se
llegó a proponer como definición
de posmoderno aquel intelectual
de letras incluido en la lista
negra de Sokal y Weinberg.
Tenía pensado en un princi-
pio, a estas alturas de mi discur-
so, ilustrar este comentario so-
bre la parodia de Sokal e Impos-
tures intellectuelles, con ejem-
plos tomados de ambos textos.
Algunos de estos ejemplos se
han convertido en clásicos de la
sinrazón y el disparate científico,
como la pregunta de Luce Iri-
garay sobre el carácter sexual de
la ecuación E=mc², verdadera
actualización ultrafeminista y
posmoderna de la vieja disputa
sobre el sexo de los ángeles. Pero
se corre el riesgo de que los ár-
boles no dejen ver el bosque, es-
to es, que la atención se fije en el
ridículo en el que se puede caer
cuando se habla de conceptos
matemáticos y científicos sin ve-
nir a cuento y por personas que
tienen un conocimiento superfi-
cial de la materia, y no en la ver-
dadera razón que hace criticable
la actitud ante la ciencia de las
corrientes intelectuales que pro-
pician esos latinajos científicos.
Actitud que se basa fundamen-
talmente en la negación de la
realidad objetiva o, en el caso
menos drástico, en negar la na-
turaleza objetiva del saber cien-
tífico, y que, como fuente de co-
nocimiento, dicho saber no debe
tener privilegio alguno, ni siquie-
ra en materias que pueden y de-
ben contrastarse empíricamente
con la realidad objetiva y exter-
na, y debe ponerse en pie de
igualdad con los mitos y las na-
rraciones culturales, ya que todo
es relativo y depende del punto
de vista adoptado.
7
En el debate que siguió en di-
versos medios de comunicación,
tanto especializados como gene-
rales, a la publicación de la pa-
rodia, debate intenso, muchas
veces apasionado, casi siempre
fresco e intelectualmente gratifi-
cador, Sokal volvía una y otra
vez sobre lo básico: que la acti-
tud y el método científico no di-
fieren mucho de lo que hacemos
cada día cuando aplicamos el
sentido común y la racionalidad
para conocer y entender, a fin de
no engañarnos, las cosas de la
vida. La diferencia, según Sokal
y Bricmont, estriba en que los
métodos científicos son mucho
más precisos que las observacio-
nes cotidianas, permitiendo des-
cubrir fenómenos hasta enton-
ces desconocidos y que a veces
entran en conflicto con el senti-
do común. Pero el conflicto está
en las conclusiones, no en el ca-
mino seguido.
La cita anterior proviene de
Impostures intellectuelles, el libro
que publicaron en otoño de 1997
Sokal y su socio europeo y fran-
cófono Jean Bricmont, y que, co-
mo se ha dicho más arriba, sur-
gió como consecuencia del affai-
re Sokal. Y, de nuevo, las aguas
de la polémica original, que pa-
recían haber vuelto a su cauce,
se desbordaron otra vez y el libro
se discutió y se está discutiendo
en diarios y revistas de informa-
ción general, amén de en los si-
tios pro y antisokalianos de la
red y en las publicaciones espe-
cializadas. Sirva como ejemplo
de estas últimas Nature
8
, que ha
publicado una encomiástica re-
censión de la traducción inglesa
firmada por Richard Dawkins
9
.
El rey desnudo
A la hora de hablar del libro, me
viene de nuevo a la memoria el
refrán sobre árboles y bosque.
Pues resulta obvio que, en una
lectura superficial, el enfoque se
centrará en las citas y en los co-
mentarios que de ellas hacen los
autores, mostrando que, como
en el cuento infantil, el rey está
desnudo; esto es, que, detrás de
tanta verborrea pseudocientífica
y tanta oscuridad conceptual, de
tanta ambigüedad, los textos
que se exponen a escarnio pú-
blico están huecos, desnudos de
todo contenido. En consecuen-
cia, puede quedar en segundo
plano lo que para mí constituye
el valor principal del libro, que es
su naturaleza de espléndido in-
tento de divulgación, seria, pre-
cisa y clara, de la epistemología,
del método científico y racional
como fuente del saber sobre la
naturaleza y, en general, sobre
la realidad objetiva en la que es-
tamos inmersos, haciendo de
paso una crítica demoledora del
relativismo cognitivo y de otras
corrientes intelectuales hostiles
a la ciencia. Es más, Sokal y
Bricmont recomiendan, en lo
que no puedo sino aplaudir en-
tusiásticamente, acercarse con
mentalidad científica a los estu-
dios de muchas de las materias
sociales y de letras. Así, cree-
mos que la actitud científica, en-
tendida en un sentido muy am-
plio
−
un respeto por la claridad y
la coherencia lógica de las teo-
rías y por la confrontación de és-
tas con los hechos
−
es tan perti-
nente en ciencias humanas co-
mo en ciencias exactas. Y no só-
lo en el aspecto académico de las
humanidades, sino también en
el análisis de las ideas y prácti-
cas de los movimientos políticos,
asunto al que los autores dedi-
can varias páginas, tratándolo
con gran lucidez y ecuanimidad.
En particular, Sokal y Bric-
mont, que se declaran ideológi-
camente de izquierdas
−
Sokal
dio clases de Matemáticas en la
Nicaragua sandinista
−
, reflexio-
nan sobre la pérdida de identi-
dad y rumbo de casi toda la iz-
quierda, que ha pasado de creer
en el progreso científico y tecno-
lógico como el mejor medio para
la liberación de la humanidad, y
que incluso presumió de tener
una teoría científica de la histo-
ria, al más estéril de los relati-
vismos cognitivos y a apoyar teo-
rías pseudocientíficas, cuando
no claramente anticientíficas, a
fin de atraer hacia su órbita a los
marginados que ven en el relati-
vismo cultural, incluyendo el
puramente cognitivo, una filoso-
desde el sillón
Detrás de tanta
verborrea
pseudocientífica y tanta
oscuridad conceptual,
los textos que los
autores exponen a
escarnio público están
huecos, desnudos
de todo contenido
el escéptico (Invierno 1998-99)
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fía adecuada para sus aspiracio-
nes de luchar contra la opresión
de lo establecido.
Se ha acusado a Bricmont y a
Sokal de ultracientificistas, de te-
ner una fe candorosamente in-
fantil en la ciencia como fuente
del saber y del conocer; de meter
en un mismo corral a churras y
merinas
−
Prigogine junto a La-
can, Deleuze, Latour, etcétera
−
;
de francófobos; de analfabetos
en filosofía, sociología y demás
asignaturas de letras; de ridicu-
lizar a intelectuales de renombre
por culpa de unas inocentes me-
teduras de pata, que no son sig-
nificativas ni mucho menos en
su producción literaria... Frente
a estas acusaciones, injustas o
exageradas la mayoría de las
veces, los autores no necesitan
de mis servicios como abogado
defensor: se han defendido ellos
solos tanto en su libro como en
los foros en los que han tenido
necesidad y ocasión de hacerlo.
¿Qué enseñanzas, qué prove-
cho cabe sacar de la parodia de
Sokal y de Impostures intellec-
tualles? Muchas y muy impor-
tantes. Pero si tuviese que desta-
car tan sólo una, señalaría la de
que nunca debemos abdicar del
pensamiento crítico y racional,
del escepticismo, que es la base
de todo método científico de ac-
ceder al conocimiento y de cues-
tionarlo cuando sea necesario, a
fin de que nuestro saber sea ca-
da día más completo y verdade-
ro. A fin de cuentas, y citando a
Einstein, lo que siempre da un
cierto tono, nuestra ciencia,
comparada con la realidad de la
naturaleza, es incompleta y un
tanto infantil; ahora bien, es, sin
duda y de lejos, el mejor, el más
preciado conocimiento que tene-
mos.
FERNANDO PEREGRÍN
1
Sokal, Alan: Transgressing the
boundaries: toward a transfor-
mative hermeneutics of quantum
gravity. Social Text. Nº 46-47
(primavera). El texto completo de
la parodia, así como los comenta-
rios explicativos, figuran como
apéndices en el libro.
2
Además de una impresionante bi-
bliografía de varias páginas.
3
Gilles Deleuze, Jacques Derrida,
Félix Guattari, Luce Irigaray,
Jacques Lacan, Bruno Latour,
Jean-François Lyotard, Michel
Serres y Paul Virilio, entre otros.
4
Sokal ha reconocido lo difícil que le
fue mantenerse a la altura de los
textos parodiados, por mucha
imaginación que le echó.
5
Sokal, Alan [1996]: A physicist ex-
periments with cultural estu-
dies. Lingua Franca. Nº 6(4) (ma-
yo-junio).
6
En Internet, el sitio más completo
es: http://www.physics.nyu.edu
/faculty/sokal/.
7
No seamos modestos ni juguetes de
las modas: la ciencia es la única
y, por lo tanto, la mejor forma de
conocer las materias que le son
propias. ¿O es que hay otra for-
ma de saber más y mejor
−
que no
digo todo
−
sobre la materia y sus
interacciones, el cosmos o los se-
res vivos? Sin embargo, a la hora
de tratar de entender el amor, la
belleza, la vida, los recuerdos,
prefiero a Borges, Proust o Mo-
zart antes que un tratado de psi-
cología científica.
8
Dawkins, Richard [1998]: Postmo-
dernism disrobeb. Nature. Vol.
394-Nº 6.689 (9 de julio), 141-
143.
9
En España está prevista su publi-
cación, por Ediciones Paidós, pa-
ra la primavera de este año.
desde el sillón
L
os temas más actuales en
las ciencias biológicas des-
de una doble perspectiva:
la de dar respuesta, aunque sea
parcial, a algunas de las pregun-
tas que se hacen las personas
informadas de nuestro entorno
cultural; y la de procurar funda-
mentar esas respuestas en todas
las teorías científicas pertinen-
tes. De eso trata Hijos de las es-
trellas, el último libro de Manuel
Toharia en el género de la divul-
gación científica, de cuyas pági-
nas se desprende que, por estar
hechos de materia, nos debemos
preguntar por su origen y, para
eso, es preciso saber cómo es el
universo. Y, también, por ser se-
res complejos, debemos saber el
origen de esa complejidad y en
qué consiste y, para eso, es pre-
ciso saber de lo microscópico.
Es un libro interesante, de
lectura fácil y amena, recomen-
dable para todo lector curioso.
No es necesario un gran nivel
científico, aunque sí cierta cul-
tura y buena información, ya
que, si bien no hay un exceso de
datos, el autor no los escatima y
las referencias a temas de actua-
lidad científica abundan. Por eso
es de alabar que se incluya al
final un glosario para facilitar la
lectura. En cualquier caso, To-
haria no descuida al lector con
preparación científica, ya que en
el libro se consideran los límites
que la ciencia tiene por mor de
su método y, recíprocamente, se
detallan muchos casos en los
que es la ciencia la que marca
los límites de otros saberes. Es
decir, se procura hacer una re-
flexión más que meramente téc-
nica del resultado científico con-
creto y se busca mostrar las im-
plicaciones que tiene la aventura
humana de la ciencia en otros
ámbitos más inmediatos a noso-
tros. En concreto, el autor nos
expone su pensamiento sobre al-
gún punto de conflicto que hay
entre ciencia y religión, sobre las
posturas ecológicas más radica-
les contrapuestas al necesario
compromiso de la sociedad con
el valiosísimo patrimonio que es
el ambiente natural de la biosfe-
ra, etcétera. Las secciones que
hay al final de cada capítulo es-
tán dedicadas a esta tarea de
apertura de horizontes.
Hijos de las estrellas es un
recorrido por las disciplinas fun-
damentales, primero, de arriba
abajo, de lo complejo a lo básico,
siguiendo el proceso natural de
las preguntas tal como se nos
presentan, y, luego, de abajo
arriba, en una suerte de paseo
por el tiempo y la complejidad
para así completar la infinidad
de detalles y nuevas preguntas
que nos dejamos por el camino
de descenso. Por último, presen-
ta algunas de las expectativas
Una visión ‘transversal’ de la ciencia