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n 1914, Gustav Holst, autor de la obra musi-
cal Los planetas, escribió lo siguiente: “Tengo
por norma sólo estudiar aquellas materias que
puedan sugerirme una composición musical. (...)
Hace poco comprobé que la definida personalidad
de cada planeta me sugería muchísimas ideas musi-
cales”. Según he leído, se refería al carácter que la
astrología asigna a cada planeta, que tiene cone-
xiones con la mitología a través de la personalidad
de cada uno de los dioses que les dan nombre. Una
alternativa interesante habría sido utilizar la des-
cripción más realista de los planetas dada por la as-
tronomía. ¿Quizá Holst no tenía clara la diferencia
entre astrología y astronomía? ¿O tal vez para ins-
pirarse musicalmente le resultó más atractivo el ca-
rácter mitológico...? No lo sé. En cualquier caso,
quiero aprovechar esta introducción para explicar
la diferencia entre tres términos con la misma raíz
que habitualmente se confunden y malinterpretan:
astro-logía, astro-nomía y astro-física.
Nuestra lengua debe mucho al griego y al latín,
y muchas palabras que dan nombre a ramas de la
ciencia o del saber, en general, terminan en logía
–del griego logos, tratado–. Así, el tratado de la
vida, se llama bio-logía; el de la lengua, filo-logía; el
de la mente –o psique–, psico-logía; el de lo anti-
guo, arqueo-logía, y un largo etcétera. Sin embargo,
hoy la ciencia que se ocupa del estudio de los as-
tros no se llama astrología, ni los que nos dedica-
mos a ella podemos llamarnos astrólogos, como se-
ría lo natural. De eso me quejo. Y de que mucha
gente, cuando se entera de que me dedico a la as-
trofísica, me pregunta inmediatamente por los ho-
róscopos, cosa que me enfada bastante. Voy a tra-
tar de aclarar este lío rápidamente.
E
N LOS DICCIONARIOS
Lo primero que uno puede hacer, si tiene dudas, es
irse a un diccionario. Por ejemplo, el Diccionario de
la Lengua Española de la Real Academia Española
dice en su edición de 1992:
Astrología: estudio de la posición y del movi-
miento de los astros, a través de cuya interpre-
tación y observación se pretende –ojo a la pa-
labra– conocer y predecir el destino de los
hombres y pronosticar los sucesos terrestres,
Astronomía: ciencia –de nuevo, ojo a la pala-
bra– que trata de cuanto se refiere a los astros,
y principalmente a las leyes de sus movimien-
tos –recordemos que el sufijo nomos también
viene del griego y significa leyes–.
El Diccionario de Uso del Español de María Moli-
ner es incluso más conciso y tajante respecto al
primer término:
Astrología: estudio de los astros y su supuesta
–¡atención!– influencia en el destino de los
hombres.
Astronomía: ciencia de los astros.
Es decir: la astronomía es una ciencia, la más
antigua, que se remonta a los albores de la civili-
zación, a la época de los babilonios, quienes más
de 3.000 años antes de Cristo ya habían recono-
cido numerosas constelaciones y establecido un
calendario basado en la regularidad de ciertos fe-
nómenos astronómicos. Por el contrario, la astro-
logía no es una ciencia, sino una actividad prác-
tica que utiliza el estudio de los astros para, pre-
suntamente, conocer y predecir el destino de los
seres humanos. De hecho, la Enciclopaedia Britan-
Astrología ‘versus’
astronomía ‘versus’
astrofísica
Antiguamente, astronomía y astrología significaban lo mismo, pero actualmente
son los términos astronomía y astrofísica los que se utilizan indistintamente o, en
todo caso, el primero con carácter más general que el segundo
INÉS RODRÍGUEZ HIDALGO
s
La primera referencia histórica
que diferencia astronomía de
astrología data del siglo VII y se
encuentra en las ‘Etimologías’ de
Isidoro de Sevilla
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nica menciona que la astrología también ha sido
definida como una pseudociencia y considerada
como diametralmente opuesta a las teorías y ha-
llazgos de la ciencia moderna.
La clave para aclarar la confusión tan generali-
zada entre astronomía y astrología nos la da tam-
bién el diccionario, si miramos con cuidado, ya
que hay una segunda acepción de astrología: “ant.
–es decir, antiguamente– astronomía”. Efectiva-
mente, antes del siglo VII ambos términos signifi-
caban lo mismo, el estudio de los astros, especial-
mente de las leyes que rigen sus movimientos.
Se cree que también la astrología nació en Me-
sopotamia hacia el tercer milenio antes de Cristo,
aunque su máximo desarrollo tuvo lugar en la ci-
vilización griega, extendiéndose más tarde a India,
a la cultura islámica y a Europa occidental. Parece
que también los egipcios contribuyeron a su auge
y que en la China pre-imperial existía la creencia
en un orden cósmico inteligible que permitía en-
contrar influencias de los fenómenos celestes en la
vida de los humanos.
Desde antiguo, el conocimiento del cielo y de
los objetos que lo pueblan fue designado por las
palabras astronomía o astrología como términos in-
tercambiables hasta que la revolución de Copér-
nico en el siglo XVI, con su teoría heliocéntrica,
supuso el nacimiento de la astronomía moderna y
dio la puntilla a la presunta ciencia astrológica,
basada en una visión geocentrica del mundo
1
.
I
SIDORO DE
S
EVILLA
Gracias al trabajo de un colega del Instituto de
Astrofísica de Canarias y de un profesor de la Uni-
versidad de Jaén –los doctores Antonio Aparicio y
Francisco Salvador, respectivamente–, sabemos
que la primera referencia histórica que establece
una diferencia entre astronomía y astrología se en-
cuentra en las Etimologías de Isidoro de Sevilla, fa-
moso enciclopedista que vivió a caballo entre los
siglos VI y VII, y que intentó compendiar todo el
conocimiento de su época en veinte volúmenes.
En el tercero de ellos, desarrolló los conocimien-
tos de aritmética, geometría, música y astronomía,
dedicándole a esta última las dos terceras partes
del libro.
1
¿Me permiten una nota al margen? Muchos antiguos astróno-
mos –no puedo asegurar si convencidos de ello o no– hicieron
uso de su saber para aconsejar a los nobles y gobernantes y pre-
decir acontecimientos de su futuro basándose en las posiciones
de los astros. Me inclino a pensar que esa práctica era una
forma de supervivencia: la ciencia, entonces como ahora, no se
caracterizaba por dar mucho dinero y, de hecho, a veces pienso
que debería dedicarme a hacer cartas astrales con datos, por
ejemplo, de la NASA, que suena muy científico y muy serio,
para sacarme un sobresueldo…
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Para Isidoro de Sevilla, la astronomía se dedica
“al conocimiento de los movimientos y las mutacio-
nes del cielo” –que él explica como la salida, el
ocaso y el movimiento de los astros–. La define, en
el sentido de arte astronómico, como saber abstracto:
“La ley de los astros, que intenta encontrar explica-
ciones razonables sobre el curso de las estrellas”.
Para la astrología, no establece una definición pre-
cisa, sino que diferencia entre astrología natural y as-
trología supersticiosa. La primera se ocupa de “la ob-
servación del camino del Sol y de la Luna, y de de-
terminadas posiciones de las estrellas”. Se trataría de
una serie de conocimientos englobados dentro de la
astronomía, pero con un carácter práctico, en lugar
de abstracto, que para Isidoro de Sevilla no eran
condenables. Éste significado de astrología –como
aplicación del saber astronómico a la vida cotidiana
de la gente, especialmente referido al Sol y a la
Luna– se ha perdido totalmente con el tiempo. La
astrología supersticiosa sería la que se dedica a “pre-
decir el futuro a través de las estrellas, a asignar una
parte del alma y los miembros del cuerpo según los
doce signos del cielo, y a ordenar el nacimiento y las
costumbres de los hombres según ellos”. Y este úl-
timo es el concepto de astrología que ha llegado
hasta nuestra época. Isidoro de Sevilla la define así,
la califica de supersticiosa y no le presta más aten-
ción... probablemente porque algunos decenios an-
tes el priscilianismo, que incluía como dogma la re-
lación de los doce signos zodiacales con las partes del
alma, los miembros del cuerpo y los patriarcas de Is-
rael, había sido condenado como herético por la
Iglesia.
Esta primera distinción de Isidoro de Sevilla en-
tre astrología y astronomía es, pues, la base de la di-
ferenciación semántica adoptada posteriormente
por las lenguas modernas.
Con el tiempo, el concepto original de astrono-
mía –como estudio de las leyes de los astros, espe-
cialmente de sus movimientos– se ha ampliado no-
tablemente. Si consultamos un Diccionario de térmi-
nos científicos y técnicos –por ejemplo, el editado por
Mc Graw-Hill en 1981–, por supuesto, la palabra as-
trología no aparece y encontramos para astronomía
una definición mucho más general que la de un dic-
cionario normal: la ciencia relativa a los cuerpos ce-
lestes y a las observaciones e interpretación de las ra-
diaciones recibidas en la Tierra, procedentes de las
partes componentes del Universo.
L
A ASTROFÍSICA
Una vez presentada la diferencia entre astronomía
y astrología, sólo resta explicar qué significa el tér-
mino astrofísica, que, como la misma palabra in-
dica, es la física de los astros. Así, en diccionarios
generales, en la Enciclopaedia Britannica o en dic-
cionarios de términos científicos, se define la as-
trofísica como la rama de la astronomía que estu-
dia las propiedades y estructura de los cuerpos ce-
lestes –su composición, tamaño, luminosidad,
masa, temperatura–, así como su origen y evolu-
ción, incluyendo al Universo como un todo.
La astrofísica es una ciencia relativamente jo-
ven, nacida hace más o menos siglo y medio
cuando comenzaron a producirse avances impor-
tantes en el estudio de la generación y transporte
de la luz –de la radiación electromagnética en ge-
neral– y en la instrumentación necesaria para ello.
Puede decirse que la astrofísica nació con las ob-
servaciones del espectro del Sol por Joseph von
Fraunhoffer (1814) y los trabajos semiempíricos de
Robert Kirchoff (1859), es decir, con el estudio de
los espectros de los objetos celestes, que proporcio-
nan información sobre su composición y las con-
diciones de presión, temperatura, densidad, movi-
miento, campo magnético... que en ellos prevale-
cen. Con ello, el pesimismo del filósofo francés
Auguste Comte, quien todavía en 1835 afirmaba
que la composición química de los astros perma-
necería desconocida para siempre, quedó afortu-
nadamente superado.
En el sentido más restrictivo mencionado al
principio, la astronomía se estudia en las universi-
dades españolas como una rama de las matemáti-
cas: la descripción de los movimientos de los as-
tros, según las leyes que los rigen, se realiza me-
diante ecuaciones matemáticas. Y éstas y su reso-
lución son suficientemente complejas como para
constituir toda una rama de las ciencias exactas.
Pero el concepto actual de la palabra astronomía es
el más general explicado en segundo lugar. En
nuestras universidades, la astrofísica es una orien-
tación o especialidad dentro de la carrera de cien-
cias físicas.
Actualmente, son los términos astronomía y as-
trofísica los que a veces se utilizan indistintamente
o, en todo caso, el primero con carácter más am-
plio y general que el segundo. Así que yo soy as-
trofísica o astrónoma, como más les guste, lo
mismo que mis colegas investigadores del IAC. Lo
que no somos, seguro, es astrólogos
INÉS RODRÍGUEZ HIDALGO
es doctora en Astrofísica, profesora
del Departamento de Astrofísica de la Universidad de La Laguna,
investigadora del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) den-
tro del área de Física Solar y activa divulgadora científica.
s
La astrofísica es una ciencia
joven nacida hace más o menos
siglo y medio con los primeros
estudios de los espectros de
los objetos celestes