proceso de demonización de cualquier proceso que sen-
cillamente suponga la intervención humana en los proce-
sos que se consideran naturales (con criterios siempre
difíciles de definir).
En nuestros días, gozamos de una longevidad insos-
pechada pocas décadas antes; hemos reducido la morta-
lidad infantil y muchas enfermedades infecciosas se mani-
fiestan con una incidencia realmente baja. A pesar de la
obviedad de la aportación de la ciencia y la tecnología
aplicadas a los procesos industriales en esos logros, cual-
quier iniciativa que lo recuerde debe ser bienvenida por
ARP-SAPC, especialmente cuando lo único que se pre-
tende es pedir un poco de sensatez en un problema que,
probablemente, aún no ha afectado a ningún ser humano
en nuestro país.
Agradecemos a los autores de este manifiesto, Miguel
Calvo y Josep Català, junto a las decenas de profesiona-
les del sector alimentario que lo firman, su esfuerzo en
evitar que no sólo las vacas, sino todos nosotros, acabe-
mos siendo víctimas de un lento pero inexorable proceso
de deterioro cognitivo. Del texto del largo manifiesto, pode-
mos extraer los siguientes párrafos, que creemos de inte-
rés: “El método científico es la única fuente de conoci-
miento que, mediante la duda sistemática, se basa en
intentar rebatir sus propias hipótesis de trabajo, por lo
cual aquellas que resisten repetidamente la contrastación
experimental (y que, por lo tanto, son capaces de prede-
cir los comportamientos futuros acotando su margen de
error probable) deben considerarse, racionalmente, creí-
bles y sólidas. Éste es el método que, en el campo ali-
mentario, ha permitido establecer sólidos fundamentos
para la seguridad alimentaria, mediante el conocimiento
de la composición de los alimentos, los agentes que los
alteran y los mecanismos para su control, los efectos que
tienen los alimentos sobre la fisiología humana y los ries-
gos asociados a cualquier etapa de su producción.
La ciencia, por lo tanto, está ligada intrínsecamente a
una actitud constructivamente escéptica sobre sus pro-
pios resultados, que la lleva a examinar cualquier detalle
que, por no previsto, pudiera falsear la verificación de las
hipótesis de partida. Este mismo escepticismo es el que
hace que el científico se exprese, incluso en relación a los
asuntos en los cuales debe ser considerado experto (exis-
ten indicadores objetivos en el mundo científico para ello),
con un pudor y una prudencia que desde el universo
mediático, que requiere ‘hechos y declaraciones contun-
dentes’ y no los característicos ‘sí, pero...’ de los científi-
cos, se comprenden mal, y se confunden con frecuencia
con el ocultamiento de la verdad o la sumisión a ‘oscuros’
intereses de gobiernos y corporaciones”.
ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico
ha decidido hacer suyo el Manifiesto por una aproxima-
ción científica a la solución de los problemas alimentarios
y suscribir, mediante su firma como colectivo, los conte-
nidos que en él se recogen. Con tal fin el presidente salien-
te, Javier Armentia, sumó los datos societarios pertinen-
tes a la lista de apoyo al manifiesto, lista que puede ser
consultada a través de un enlace situado en la misma pági-
na en la que figura la declaración, la cual está disposi-
ción de quien desee consultarla vía web en la dirección
de Agrodigital: http://www.agrodigital.com. Allí, igual-
mente, todo aquel que desee adherirse al mismo puede
hacerlo rellenando un sencillo formulario.
(C.L.B.)
COMUNICANDO,
COMUNICANDO,
COMUNICANDO...
Imagínese con los ojos tapados por medias pelotas de ping
pong, bañado su rostro por luz roja y con unos auriculares
encasquetados de los que lo único que sale es ‘ruido blan-
co’. El pasado 7 de diciembre, diez ‘sensitivos’ –personas
que supuestamente están dotadas de percepción extrasen-
sorial– participaron de esta guisa en el mayor experimen-
to telepático hecho en décadas.
En concreto, desde 1971, cuando dos mil personas inten-
taron, sin éxito, transmitir mentalmente una imagen a dos
voluntarios durante un concierto de rock de Grateful Dead
celebrado en Nueva York. La que pasará a la historia de
la parapsicología como la última prueba telepática del
siglo XX tuvo como escenario el londinense Museo de lo
Desconocido, corrió a cargo de Richard Wiseman, psicó-
logo de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido), y
fue patrocinada por Sci-Fi Channel. El experimento fue
sencillo.
Wiseman proyectó una diapositiva ante medio cente-
nar de personas que se concentró en ella durante diez
minutos e intentó transmitirla al ‘receptor’, en otra sala y
aislado sensorialmente. El proceso se repitió diez veces,
con diferentes imágenes y ‘sensitivos’. Pero, en las últi-
mas dos intentonas, de cincuenta ‘emisores’ se pasó a
varios centenares que trataron de hacer llegar a dos ‘dota-
dos’ sendas imágenes proyectadas en un muro en plena
calle. Cuando concluyó cada
una de las diez sesiones, los
experimentadores rompieron el
aislamiento sensorial de cada
‘receptor’ y le presentaron cua-
tro fotografías. Debía elegir cuál
era la que le habían intentado
enviar y se le pedía, además,
que ordenara las otras tres
según la probabilidad de que
fueran la acertada. Los resulta-
dos fueron concluyentes.
Sólo se registraron dos acier-
tos: el de un individuo apelli-
dado Irving, fotógrafo de 43
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ARCHIVO
Richard Wiseman.
años de Bradford-on-Avon, y el de Selva Raselingam, un
actor londinense de 32 años. El primero dijo haber visto
“agua azul, y rayas rojas y blancas”, e identificó la ima-
gen con la de un velero en pleno océano en la que se habí-
an concentrado los ‘emisores’; el segundo aseguró haber
‘recibido’ un rostro humano tallado en una roca y, cuan-
do le dieron a elegir entre las fotos posibles, escogió acer-
tadamente una de la imagen de George Washington. Pero
los otros ocho intentos se saldaron con otros tantos fallos
y dos aciertos de diez posibles no prueban nada. Son pre-
cisamente lo esperable por azar, recordó Wiseman en la
prensa al día siguiente.
El siglo XX, en el que la metapsíquica se transmutó en
parapsicología, ha acabado con el enésimo fracaso a la
hora de probar científicamente la existencia de la telepa-
tía. En Londres, decenas de personas concentradas al uní-
sono han sido incapaces de mandar unas simples imáge-
nes a alguien supuestamente dotado de poderes
paranormales. Algo de lo que las revistas esotéricas espa-
ñolas se han cuidado de no informar a sus lectores.
(L.A.G.)
SHANNON,
EL GRAN
DESCONOCIDO
¿Qué tienen en común Marte y el genoma? Si a alguien le
hicieran esta pregunta en un concurso de televisión, pro-
bablemente contestaría que ambos temas saltan a los titu-
lares de los medios un día sí y otro también, y estaría en lo
cierto. Detalles frívolos aparte, el hecho es que las teleco-
municaciones –y por ello la exploración espacial– y el estu-
dio del genoma, no serían posibles sin la Teoría de la
Información, creada por el recientemente fallecido mate-
mático Claude E. Shannon en 1948. Por aquel entonces,
Shannon trabajaba para los Laboratorios Bell, un centro
privado donde se realiza investigación básica –toda una
rareza– y publicó en la revista de los laboratorios (Bell
Technical Journal) un artículo titulado Teoría matemáti-
ca de la comunicación.
Poca gente podría imaginarse que
un artículo con un título tan poco
llamativo pudiera tener tanta
influencia. Shannon logró cuanti-
ficar algo tan abstracto como la
información, y fue capaz de antici-
par –cuando la tecnología de comu-
nicación estaba casi en la prehis-
toria– cuáles serían los límites de
la capacidad de transmisión de
cualquier medio de comunicación.
Estas leyes son válidas incluso para
medios de transmisión que no ha-
bían sido inventados en aquella
época, como las comunicaciones ópticas, columna verte-
bral de las redes telefónicas y de Internet.
La teoría de la información ha permitido además el
desarrollo de códigos capaces de reconstruir automática-
mente un mensaje dañado. Gracias a uno de ellos, por
ejemplo, un disco compacto puede reproducirse sin erro-
res con un agujero de un milímetro de diámetro y con una
cantidad moderada de polvo. También juegan un papel
fundamental en la exploración espacial; sin ellos, sería
completamente imposible recibir las débiles señales emi-
tidas por las sondas interplanetarias.
Con el estudio del genoma, se han descubierto siste-
mas similares en el ADN. Nuestros genes disponen de
mecanismos de corrección de errores que evitan gran par-
te de los fallos de replicación que darían lugar a muta-
ciones. La teoría de la información es ahora una herra-
mienta de una importancia capital para poder comprender
el funcionamiento de nuestra maquinaria reproductiva.
Basándose en su teoría, en 1949 publicó otro influyente
artículo: La teoría de la comunicación aplicada a los sis-
temas de codificación, que inauguró una nueva era en el
campo de la criptografía. Se transformó de arte en ciencia
y pasó de ser un secreto cuidadosamente custodiado, sola-
mente al alcance de los gobiernos, a convertirse en un
campo más de la investigación científica, que se realiza
de forma pública. El desarrollo del comercio electrónico
o las comunicaciones inalámbricas, por citar dos ejem-
plos, sería inimaginable sin la ayuda de la criptografía.
Conocido por su excentricidad –aún se recuerda su
afición a hacer juegos malabares, montado en un mono-
ciclo, en los laboratorios–, su insaciable curiosidad le lle-
vó a explorar muchos más campos. Fue uno de los pione-
ros de la electrónica digital –que hoy hace funcionar
nuestros ordenadores– y también hizo algunas incursio-
nes en el campo de la inteligencia artificial, diseñando
máquinas que jugaban al ajedrez o trataban de resolver
laberintos.
Shannon era una figura completamente desconocida y
de hecho su fallecimiento, el pasado 26 de febrero, ha
pasado completamente desapercibido. Nada sorprenden-
te, por otra parte, teniendo en cuenta su especialidad y el
hecho de haber llevado una vida tranquila desde 1972,
alejado del mundanal ruido. Sin embargo, sus importan-
tes contribuciones le sitúan sin discusión posible entre
los científicos más influyentes del siglo XX, compartien-
do honores con nombres como Einstein, Schrödinger,
Watson, Crick, o Feynman. Una frase suya describe a la
perfección su carácter inquieto: “Solamente me pregun-
taba cómo encajaban las cosas”.
(B.M.)
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PRIMER CONTACTO
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Sección coordinada por Pedro Luis Gómez Barrondo,
con la colaboración de Carlos J. Álvarez González,
José Luis Calvo Buey, Jorge Javier Frías Perles,
Luis Alfonso Gámez, Sergio López Borgoñoz,
Carlos López Borgoñoz y Borja Marcos.
ARCHIVO
Claude E. Shannon