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... que es una barbaridad, ya lo dice la zarzuela. Hace
veinte años los ordenadores aún eran para mucha gente
“cerebros electrónicos”, unos cachivaches que se veían en
las películas, llenos de lucecitas de colores que emitían
unos curiosos pitidos mientras funcionaban.
Todo este progreso científico y tecnológico ha cambia-
do sin duda nuestras vidas. Sin ir más lejos, en lugar de
escribir esta columna en una ruidosa máquina de es-
cribir clásica, lo estoy haciendo en un ordenador, y si
quiero tener un texto listo para hacer fotolitos no tengo
más que mover un dedo y dejar que mi querido LATEX
trabaje, algo que hace treinta años hubiera sido im-
pensable.
¿A qué viene todo esto, en la sección Paranormalia?
Acaba de caer en mis manos un ejemplar de la última
obra perpetrada por uno de los popes de la ufología cel-
tíbera, J. J. Benítez, titulada Mis ovnis favoritos. Se tra-
ta de un libro único, destinado a los niños. Es una co-
lección de preguntas presuntamente formuladas por los
tiernos infantes, seguidas por respuestas no muy inspi-
radas. Además, contiene una enorme colección de imá-
genes de supuestos ovnis, un par de fotos de presuntos
extraterrestres, dibujos, etc.
Llama especialmente la atención el sentimiento de
amor/odio de los paranormales hacia la ciencia oficial.
Recuerdo cuando tenía 9 ó 10 años, y ufólogos como Be-
nítez deslumbraban a la audiencia con “análisis de fo-
tografías por computadora”, “pinturas medievales
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es-
tudiadas por la NASA”, etc.
En esa época dudo mucho que tuviera acceso a un
ordenador con capacidad para analizar imágenes; cos-
taban un buen puñado de millones y quienes tenían uno
no lo dedicaban precisamente a buscar fantasmas, pero
quedaba muy bien en los libros. Estamos hablando de la
época anterior a la llegada del ordenador personal a este
país, y los primeros ordenadores de este tipo no eran por
cierto capaces de analizar ninguna imagen. Era la épo-
ca dorada (que ha terminado hace poco, curiosamente)
durante la cual se puso de moda en los anuncios de de-
tergentes presentar datos obtenidos por ordenador que
demostraban que piticlín lavaba más blanco, etc. Pare-
ce ser que el aparatito con sus gráficas de blancura ro-
deado de actores disfrazados de científicos daba credi-
bilidad al anuncio.
Ahora, gracias al avance de la tecnología, la mayor
parte de la población ha perdido el respeto al ordenador,
y hasta un ufólogo y un psicofonista de base pueden per-
mitirse tener uno o dos en casa, lo que sin duda ha su-
puesto un avance fundamental en sus investigaciones. Y
ha traído, cómo no, una buena sarta de despropósitos.
El nuevo libro de Benítez contiene unos cuantos
ejemplos geniales de lo que se supone es el análisis por
ordenador de una foto. El primero de ellos es algo su-
rrealista: analiza por ordenador una foto movida de una
señal de tráfico, llegando a sorprendentes conclusiones.
Una de ellas es que es “incomprensible para la ciencia”
porque “en una fracción de segundo, el OVNI se ha si-
tuado, al menos, en siete posiciones distintas”.
Yo no veo las posiciones por ninguna parte, ni tan si-
quiera en el efecto llamado “emboss” por mi programa
de visualización de imágenes, que sin duda Benítez ha
confundido con un método de análisis. Es bien cierto
que determinados efectos de programas como PhotoS-
hop, Gimp, Xv o ImageMagick permiten resaltar carac-
terísticas de imágenes y resultan especialmente útiles
para cosas como examinar fotos hechas mediante teles-
copios o satélites meteorológicos, pero de ahí a llamar-
lo análisis hay sin duda un gran trecho.
No contento con esto, algunas de las fotografías es-
tán reproducidas junto a lo que parece ser el nombre del
análisis realizado y aquí si que reconozco que no pude
reprimir una carcajada histérica en plena calle: ¿Quién
puede reprimirse al leer algo como Photronic Digital Se-
cuencial Digitalometría y Densidad del Color? No aca-
bo de entender qué es eso de “photronic”’, y juraría que
secuencial se escribe en inglés “sequential”. Alguien tan
versado en documentos secretos americanos debería te-
ner al menos cierto conocimiento
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de la ortografía in-
glesa.
Es espectacular la capacidad del “System Digital
Controler” (sic, tal como está escrito, con una sola “l” en
“controler”). Es, afirma Benítez, definitivo. En una foto
de una luz, se aprecia la emisión de un halo de una gran
intensidad calorífica. ¿Pero este hombre aún cree en el
poder omnipotente de los malditos ordenadores? Pare-
PARANORMALIA
HOY
LAS CIENCIAS
ADELANTAN...
ce que sí. Según Benítez, ¡son capaces de detectar in-
formación sobre la temperatura de un objeto en una sim-
ple foto!
Es evidente que hay casos en los que un simple vis-
tazo nos puede dar una idea de la temperatura a la que
se tomó una foto. Imaginemos por ejemplo a un esqui-
mal con la barba congelada, abrigado hasta las cejas y
con cara de frío. No hace falta un cachivache de los de
Benítez para darse cuenta de que el esquimal no está en
un sitio caluroso. Pero no veo que el círculo de la foto
tenga hielo en la barba (que tampoco tiene), piel de ga-
llina ni cara de estar tiritando.
El nivel de los despropósitos va, de hecho, in cres-
cendo. La página 109 muestra un análisis sin duda de
una sofisticadísima naturaleza: un “Full Espectrum Zu-
mix”. Como en los anteriores, he tenido especial cuida-
do con no mancillar la peculiar ortografía de Benítez.
Junto a éste, un “Startex Colorimétrico” y un “Espec-
trometer Digital Vortrex”. En este caso se trata de de-
mostrar que una mancha que aparece en una foto es en
realidad un OVNI observando con atención las evolu-
ciones de un ciclista. Hay también en unas cuantas pá-
ginas algo llamado “Explorer”, que parece capaz de de-
terminar si un objeto es sólido, luego supongo que
detectará también si es líquido o gaseoso, o quizás eté-
reo, integrado por luz.
Con el nombre de “Vortrex” solamente encuentro una
marca de tarjetas de sonido de gama alta para ordena-
dores. Como “Startex” encuentro una compañía quími-
ca que desgraciadamente no fabrica instrumentación,
sino disolventes, aceite, combustible para barbacoas,
etc. Como “espectrum”, nada. Parece una nueva mues-
tra de su férrea determinación por ignorar la ortografía
inglesa.
Podría seguir ad infinitum enumerando la sarta de lo-
curas contenidas en el libro, como el microscopio láser
a 30.000 aumentos (yo solamente veo que la imagen está
aumentada unas cuatro veces respecto a la página de la
izquierda), una cosa llamada “luz de punto” que hace
que la foto parezca un trozo de una prenda de lana y que
según el autor permite saber que el ovni estaba succio-
nando el aire a su alrededor, un “complejo sistema de fi-
bra óptica”, etc.
En resumen, el libro resulta ser un excelente ejem-
plo de lo que es capaz de hacer un investigador de lo pa-
ranormal armado de una lista de latinajos técnicos. Nó-
tese que no precisa para nada de un diccionario, porque
el significado le trae sin cuidado. Con juntar unas
cuantas palabras de jerga científica para abrumar al lec-
tor, es suficiente. No sería mala idea publicar un libro
con una lista de palabras para que pudieran servirse a
gusto. Las palabras no tendrían definiciones, claro está.
No se debe desperdiciar una so-
fisticada frase por una nimie-
dad como el significado de un
par de palabrillas. En determi-
nados círculos se convertiría sin
duda en el libro de cabecera de
todo investigador de prestigio.
Bromas aparte, lo que me es-
candaliza de este libro es que
está dirigido a los niños, y ade-
más les trata como idiotas. Los
supuestos tests son burdos hasta
la saciedad. ¿Está ya Benítez
buscando mentes jóvenes que
adoctrinar? No es mala idea,
desde luego. Seguro que se ha enterado por ahí de que
los operadores de telefonía móvil se lanzan a la con-
quista del mercado infantil y juvenil. En su lugar, yo tra-
taría de leer algo más sobre ciencia, aunque sólo sea por
hacer un poco más sofisticado el próximo libro.
Otro de los gremios que ha renacido con la popula-
rización de la informática es el de los psicofonistas. An-
tes de tener acceso a equipos asequibles equipados con
tarjetas de sonido, el oficio del psicofonista era en ver-
dad duro; horas interminables montando curiosos cir-
cuitos para acoplar a los magnetofones y amplificar las
inaudibles voces de los espíritus, para obtener pocos re-
sultados.
La situación ha cambiado radicalmente. De hecho,
hay una nueva disciplina bajo el sol, llamada “transco-
municación instrumental”, nada menos. Consiste en em-
plear cualquier tipo de dispositivo de comunicación para
ponerse en contacto con el más allá. En el monográfico
número 36 de la revista Más Allá (que, sin embargo, no
tiene dirección de correo en el más allá, sino en el más
acá) aparecen unos cuantos artículos sobre este tema.
El grado de rigor es el acostumbrado: en la página 31
vemos una foto en blanco y negro de K. Raudive con un
aparato electrónico de sofisticado aspecto en la mano.
Una análisis ojimétrico nodióptrico de la foto (sin explo-
rer, ni stratrex colorimétrico, ni full espectrum zumix, ni
vortrex ni otras zarandajas) revela algo estremecedor: el
curioso aparato con los circuitos al aire es un receptor
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PARANORMALIA
Con el nombre de “Vortrex” solamente
encuentro una marca de tarjetas de sonido de
gama alta para ordenadores. Como “Startex”
encuentro una compañía química que
desgraciadamente no fabrica instrumentación,
sino disolventes, aceite, combustible para
barbacoas, etc. Como “espectrum”, nada.
Parece una nueva muestra de su férrea
determinación por ignorar la ortografía inglesa
de radio, como delata la enorme bobina con núcleo de
ferrita en el centro, y el condensador variable situado a
la derecha. Aunque ahora que ya no está de moda mon-
tarse la radio de galena en casa, para muchos lectores
la cosa puede colar.
Es especialmente graciosa la foto de Sinesio Darnell
en la página 122, posando en su laboratorio. Imagino
que ha procurado situar todos los aparatos que ha podi-
do en la foto, porque cuento una ampliadora de fotos, dos
radios viejas, un osciloscopio de los tiempos del homo
antecessor, tres televisores muy comunes y un magnetó-
fono. En otra foto que aparece en un artículo de Enig-
mas, se ve su sofisticado equipo algo más ordenado. In-
cluye la luz roja de seguridad para positivar fotografías,
una mini estación meteorológica y una calculadora.
En este artículo de Enigmas (año 5, nº 7) vuelve a de-
satarse la locura. El investigador recomienda utilizar un
receptor multibanda de calidad, “de lámparas” o digital.
¡No hay diferencia entre ambas, desde luego! Simple-
mente hay que situar el micrófono de la grabadora cer-
ca del altavoz de la radio, sintonizar y grabar. De vez en
cuando, parece ser que hay que dar a la tecla de rebo-
binado durante un instante, sin dejar de grabar, aunque
espero que no sea para que la voz del investigador cuan-
do hace una pregunta se mezcle con el ruido, claro.
Finalmente nos habla del análisis que determina la
autenticidad de la voz. Y aquí volvemos a encontrarnos
con la palabrería. Se puede emplear la “medición de los
Hetzios” (me pregunto si mide su longitud o su peso), el
“espectro fónico”, u “otras constantes”. Como de cos-
tumbre, a la hora de la verdad, cuando se supone que
vendrá alguna descripción del proceso de análisis, los
palabros de turno cierran la boca al lector curioso.
Y no acaba aquí la cosa, claro está. Ya hablan de
transcomunicación por teléfono y ¡cómo no! por ordena-
dor. Hay quien dice que de repente ha visto cómo apa-
recían en su ordenador textos sin ningún significado pro-
cedentes de ninguna parte. ¿Se habrán recibido también
transmensajes de correo electrónico? ¿Habrá aparecido
algún espíritu en los chat de Internet? Seguramente den-
tro de no mucho tiempo veremos alguna locura de este
estilo publicada en las revistas paranormales.
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Julio Arrieta y Borja Marcos
Notas:
1.- Por supuesto, Benítez no las llamaba así
2.- Sin embargo, su página web se llama “only eyes”, y
no “eyes only” que se supone es la máxima clasifi-
cación de secreto en Estados Unidos. Otro ejemplo
de su familiaridad con los servicios secretos. Por
cierto, esto es fácil de comprobar, hay cientos de do-
cumentos desclasificados en el web de la CIA.
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