background image
En 1.707 el buque mercante “Buena Esperanza” al man-
do del capitán William Robinson fue atacado por barcos
piratas japoneses a 46º N y 183º E. El médico del navío
inglés es abandonado en un bote a la deriva. La corrien-
te le arrastra a unos islotes cercanos que, por carecer de
recursos, hubieran debido ser su tumba. Sin embargo, es
salvado de su destino por los habitantes de la isla vola-
dora de Laputa que, casualmente, pasaban por allí. La
descripción de este prodigioso lugar y de sus pobladores
podrá encontrarla el lector interesado en Viajes de Gulli-
ver
justo después de su aventura en Brobdingnac, el país
de los gigantes.
Pese a las palabras de su supuesto autor, el propio
doctor Gulliver: “Te he dado, gentil lector, un fiel relato
de mis viajes durante dieciséis años y unos once meses,
y en él no he sido tan cuidadoso con la galanura como de
la verdad”
1
y a la abundancia de detalles precisos tales
como los nombres de los barcos, los de sus capitanes, la-
titudes y longitudes de sus naufragios... nadie concede
crédito a su narración que hoy sabemos es fruto de la plu-
ma de Jonathan Swift.
Su propósito fue publicar una sátira corrosiva sobre la
sociedad de su época aunque, para evitarse posibles com-
plicaciones, optó por el anonimato (en la primera edición
no figuraba el nombre de su autor) y por camuflarla bajo
la apariencia de un libro de viajes fantásticos. No fue la
única vez que nuestro escritor empleó subterfugios para
esconder su verdadero propósito. Es muy conocido el li-
bro que escribió proponiendo una solución tajante al “pro-
blema irlandés”, comerse a los niños pobres. Por su-
puesto, la intención de Swift (nacido en la, entonces
colonia, en una familia nada acomodada) era arrojar a la
cara de los ingleses su despótica actuación en esta isla.
Por todo ello, es lógico que no exista ningún laputó-
filo (que nosotros sepamos) empeñado en descubrir el pa-
radero actual de la imposible isla voladora. La única re-
percusión de Viajes de Gulliver en la vida real ha sido la
de proporcionar nombre a uno de los más conocidos bus-
cadores de Internet.
A fin de cuentas, nadie en su sano juicio se pondría
a buscar una tierra que sólo existió en la imaginación de
un escritor por muy genial que éste fuera ¿o quizá sí?
Según los cálculos de Ceram y Braghine a mediados
del siglo pasado se habían publicado no menos de
25.000 libros sobre la Atlántida, continente del que te-
nemos tantos motivos para creer en su existencia como
los que podemos encontrar para la isla de Laputa, abso-
lutamente ninguno.
¿Cómo se explica entonces esta abundancia de libros
alguno de ellos escritos por personas de notable inteli-
gencia como los arqueólogos Schulten (que propuso su
identificación con Tartessos) y Marinatos (que la relacio-
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La
Atlántida
y
Laputa
JOSÉ AURELIO BAY
“Yo sé de un laberinto griego que es una línea
única, recta. En esa línea se han perdido tan-
tos filósofos que bien puede perderse un mero
detective.”
Jorge Luis Borges
COR
TESÍA DEL
AUTOR
La Atlántida. Pintura de Monsu´ Desiderio.
background image
nó con la isla de Thera, actualmente Santorini)?
¿Hay razones para estimar alguna de las más de cua-
renta localizaciones de la Atlántida que se han publica-
do y que cubren todo el mundo desde Heligoland en el
Mar del Norte a Brasil pasando por la ya clásica de las Is-
las Canarias y a las que se añade alguna tan peregrina
como la provincia de Burgos?
En el presente artículo intentaremos responder a
estas preguntas. Comenzaremos por analizar el relato
platónico para ver si es una fuente histórica válida. A
continuación evaluaremos la teoría actualmente más de
moda (la de Marinatos) para comprobar si tiene visos de
verosimilitud y concluiremos con una explicación del
porqué la Atlántida continúa siendo objeto del interés de
muchos.
LAS INEXISTENTES FUENTES HISTÓRICAS
Hasta los atlantófilos más entusiastas tienen que reco-
nocer que esta historia se basa, única y exclusivamente,
en el testimonio platónico contenido en dos de sus Diá-
logos
: Timeo y Critias. Para saber hasta que punto poseen
veracidad histórica o carecen de ella es obvio que hay que
prestar atención al conjunto de la obra filosófica del ate-
niense.
Timeo se presenta como una continuación de Repú-
blica y, simultáneamente, es un antecedente de Critias.
Tanto Timeo como Critias son, cronológicamente, obras
del período de vejez de su autor que comprende del año
369 al 347 a. de C. Su vinculación con República (Timeo
comienza con un resumen de los mismos temas tratados
en este diálogo) y el hecho de que Platón en esta etapa
presta gran atención a la política (escribe también Polí-
tico
y Leyes) nos proporciona un marco general que no
debemos perder de vista en momento alguno salvo que
queramos repetir los errores de los que sólo atienden al
fragmento de Timeo que habla de la Atlántida y a Critias
(y, a veces, ni siquiera eso).
Comencemos pues por República (o Politeia que es su
título original). ¿Qué es? Es una plasmación del estado
ideal soñado por Platón, una sociedad regida por la aris-
tocracia (en su sentido etimológico de gobierno de los
mejores, que, para Platón, son los filósofos), con clases
bien marcadas, agricultores, comerciantes... y con una
casta aparte que es la de los soldados que sólo deben
atender a la protección de los demás y a la que éstos, a
cambio, tienen que mantener. Una sociedad en la que na-
die es demasiado rico ni excesivamente pobre, austera y
religiosa que practica la virtud como norma suprema de
vida. Éste es el ideal, pero el método deductivo socráti-
co-platónico exige pasar de lo universal a lo concreto, del
mundo de las ideas al de la existencia.
Timeo es ese paso. En él, aparte del relato sobre la
Atlántida que sólo supone una pequeña parte del total, se
expresa la cosmogonía platónica. Aquí nos encontramos
con un dilema que durante mucho tiempo suscitó la aten-
ción de los filósofos. Si Dios es la suma de todas las per-
fecciones y Él crea el Universo ¿por qué éste es imper-
fecto? La explicación de Platón es el Demiurgo que crea
todo teniendo por modelo las ideas universales, pero que
al plasmarlas en materia pierden necesariamente su per-
fección. Los primeros hombres al estar más cercanos a la
creación eran más perfectos pero al irse reproduciendo
entre sí, los elementos materiales terminan primando en
ellos sobre los divinos. Se van haciendo, por tanto, más
y más imperfectos.
Tenemos la Idea y su transición (que implica su co-
rrupción) al mundo real. Critias será pues el siguiente
paso, el ejemplo concreto. Si en República expresa su
ideal en forma de gobierno aristocrático, en la práctica
existen cuatro formas de gobiernos (Timocracia, Oligar-
quía, Democracia y Tiranía que para Platón surgen cada
una de ellas como una forma corrupta de la anterior).
¿Por qué se degradan? Porque son sociedades humanas
y éstas, como hemos visto, con el transcurso del tiempo
se van alejando de lo divino, de la perfección.
Así pues, esta decadencia de las formas de
gobierno está ligada al paso del tiempo: Más
o menos de esta manera: es difícil que un Es-
tado así constituido sea perturbado; pero dado
que todo lo generado es corruptible, esta cons-
titución no durará la totalidad del tiempo, sino
que se disolverá. Y la disolución se producirá
de esta forma: no sólo en el caso de las plan-
tas que viven de tierra, sino también en el de
los seres vivos que se mueven sobre la tierra,
hay fecundidad e infecundidad de almas y de
cuerpos, cuando las rotaciones completan los
movimientos circulares para cada una de las
especies
2
.
Esas rotaciones se refieren a las órbitas cir-
culares de los astros que se producen dentro
de lo que denomina año perfecto: “Sin embargo, es po-
sible comprender que, cuando las velocidades relativas de
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COR
TESÍA DEL
AUTOR
La Escuela de Atenas. En el centro, las figuras de Platón y
Aristóteles. Fresco de Rafael.
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las ocho órbitas, medidas por el círculo de lo mismo en
progresión uniforme, se completan simultáneamente y al-
canzan el punto inicial, entonces el número perfecto de
tiempo culmina el año perfecto.”
3
.
También nos informa de cuál es ese número perfecto:
“La base mínima de estos números proporcionales es la
relación del cuatro al tres, conjugada con el cinco, la cuál
tras haber crecido tres veces...”
2
.
Es decir 4 x 3 x 5 = 60 x 60 x 60 x 60 x 60 =
12.960.000, que es el número perfecto. El año
perfecto será el que contenga el número perfec-
to de días. Como para Platón el año solar tiene
360 días, la equivalencia del año perfecto en
años solares es de 36.000 (12.960.000:360 =
36.000).
Si en cada año perfecto se dan cuatro formas
de gobierno la duración de cada una de ellas se-
ría de 9.000 años que, curiosamente, es el tiem-
po en que Platón data la guerra entre atenienses
y atlantes. Si esto ya nos hace pensar que la
Atlántida se parece excesivamente a una confir-
mación de las teorías políticas de Platón, una
comparación entre las características de la sociedad ate-
niense vencedora contra todo pronóstico en su guerra con-
tra el imperio atlante y las de la sociedad ideal plasma-
da en República disipará cualquier duda: En cuanto a
las leyes, observa las nuestras, pues descubrirás ahora
aquí muchos ejemplos de las que existían entonces en-
tre vosotros. En primer lugar, el que la casta de los sa-
cerdotes esté separada de las otras: después, lo de los ar-
tesanos, el que cada oficio trabaje individualmente sin
mezclarse con el otro, ni tampoco los pastores, los caza-
dores ni los agricultores. En particular supongo que ha-
brás notado que aquí el estamento de los guerreros se en-
cuentra separado de los restantes y que sólo tiene las
ocupaciones guerreras que la ley le ordena. [...] Vivíais,
pues, bajo estas leyes y, lo que es más importante aún,
las respetabais y superabais en virtud a todos los hom-
bres, como es lógico, ya que erais hijos y alumnos de dio-
ses
3
.
Por supuesto, en la guerra los escasos en número
(20.000) pero austeros y virtuosos atenienses derrotan a
los numerosísimos, ricos y, por tanto, corruptos atlantes
respondiendo a la pregunta retórica de Platón: “¿No cre-
es que un solo púgil que esté capacitado y preparado lo
mejor posible luchará fácilmente contra dos hombres ri-
cos y gordos que no saben boxear?”
2
.
La Atlántida se nos revela como un mito didáctico, un
recurso para ejemplificar la bondad del ideal platónico
4
.
Su insistencia en su veracidad (que vimos que también
se da en Swift) supone añadir un argumento de autoridad.
Ya no se trata sólo de un “Yo creo que esta organización
política es la mejor” sino de un “Esta historia demuestra
la superioridad de mi sistema de organización política”.
Todo en ella confirma de manera tan oportuna la teoría de
República que no puede ser considerada de otra mane-
ra, como reconoce el propio Platón por boca de su ma-
estro: “(Sócrates) Lo mismo me sucede respecto de la
ciudad que hemos delineado. Pues con placer escucha-
ría de alguien el relato de las batallas en las que suele
participar una ciudad que las combate contra otras ciu-
dades...”[...]”(Critias) Escucha, entonces, Sócrates, un re-
lato muy extraño pero absolutamente verdadero, tal
como en una ocasión lo relataba Solón...” [...]”(Sócrates)
El que no sea una fábula ficticia, sino una historia ver-
dadera es algo muy importante creo. Pues ¿cómo y de
dónde podríamos descubrir otros ciudadanos, si abando-
namos a éstos? Imposible”
3
.
Ello nos plantea un problema. Platón en varios luga-
res de su obra hace afirmaciones de la importancia de la
verdad, por tanto ¿es admisible que mintiera de forma
consciente? La respuesta nos la da él mismo: “¿Cómo po-
dríamos inventar, entre esas mentiras que se hacen ne-
cesarias, a las que no hemos referido antes, una menti-
ra noble, con la que mejor persuadiríamos a los
gobernantes mismos y, si no, a los demás ciudadanos?”
2
(el subrayado es nuestro).
Vemos que Platón sí admite la mentira e incluso la ca-
lifica como “noble” si se dirige a persuadir a los demás
de la bondad de su teoría política.
¿No hay pues ningún elemento histórico real en la na-
rración? No nos atreveríamos a afirmar tanto puesto que
esa victoria militar contra todo pronóstico ¿no recuerda a
las derrotas persas en Marathon y Salamina? ¿Por qué en-
tonces no usó ese ejemplo real? Nuestra explicación es
que no podía emplearlo. La Atenas victoriosa era una de-
mocracia y, por tanto, para Platón un régimen corrupto
que, entre otras cosas, había ejecutado a su maestro Só-
crates. Proponerla como arquetipo habría supuesto más
una refutación que una confirmación de su teoría. Sin
embargo existen otras explicaciones plausibles que de-
bemos consignar:
Para Jean-Pierre Adam, Platón no empleó la compa-
ración con las guerras persas porque ya había sido trata-
da hasta la saciedad. Evitó así las comparaciones con
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La Atlántida se nos revela como
un mito didáctico, un recurso para
ejemplificar la bondad del ideal
platónico. Ya no se trata sólo de un
“Yo creo que esta organización política
es la mejor” sino de un “Esta historia
demuestra la superioridad de
mi sistema de organización política”.
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obras literarias muy conocidas y ser considerado un es-
critor poco original
5
.
Para Ángel Montenegro, la razón es que en esta época
comenzó la Historia (Herodoto) que si bien admitía la mez-
cla de las leyendas en lo referente a la antigüedad en los
acontecimientos contemporáneos, era mucho más crítica
6
.
Hay otro acontecimiento real que creemos influyó so-
bremanera en los aspectos formales del mito de la
Atlántida, la destrucción en 373 a. de C. de la ciudad de
Heliké o Helice. Conservamos al menos dos narraciones
de este hecho debidas a Diodoro y Pausanias. Ambos
coinciden en que una noche se produjo un terremoto se-
guido de un maremoto que sepultó la ciudad en el mar
(elementos que aparecen en Platón). Pausanias nos
dice que en Helice existía un templo y un bosque sagra-
do dedicado a Poseidón (también figuran en Critias) así
como que la causa fue una maldición divina motivada por
el hecho de que sus habitantes habían asesinado a unos
suplicantes en dicho templo (otra coincidencia en lo que
respecta al castigo divino).
¿Supone esto que el mito sea histórico? No. En la no-
vela de Swift también hay elementos reales mezclados en
la trama ficticia (¿cómo si no podría haber escrito una sá-
tira política reconocible como tal?) y la isla de Laputa con
sus habitantes perpetuamente ensimismados en sus ca-
vilaciones astronómicas y matemáticas puede recordar a
la Royal Society y a los científicos de su propia época;
pero eso no supone que podamos considerarla como una
fuente histórica válida.
Sin embargo, todo ello no bastará para convencer a los
atlantófilos, así que permítansenos algunas observaciones
más. El relato de la Atlántida está inconcluso, ¿por qué?
Si la narración contenida en Timeo y Critias fuera verídi-
ca no tendría ningún sentido. Critias hubiera continuado
con la historia de aquel continente y, después, continuaría
el diálogo mediante el acostumbrado sistema de pre-
guntas y respuestas.
Sin embargo, no es así. Se han buscado explicaciones
que, hoy en día, debemos rechazar. Critias no es el últi-
mo diálogo de Platón y, por tanto, la muerte no le impi-
dió terminarlo (su obra póstuma es Leyes), tampoco lo
abandonó para trabajar en éste puesto que literariamen-
te, está acabado. No estamos ante un borrador ni una
obra que no haya sido revisada. Así la única respuesta co-
herente es que Critias está inconcluso porque Platón así
lo dispuso, lo que implica que la parte conservada es la
que tiene importancia para la filosofía de nuestro autor
(como hemos sostenido anteriormente).
Además, su continuación habría dejado a Platón
ante una contradicción flagrante. En Timeo ya anuncia
que tanto los atlantes como los atenienses fueron des-
truidos por un mismo cataclismo aunque en el caso de
éstos algunos pudieron sobrevivir. La razón es doble, los
atenienses tenían que morir también para justificar por-
qué no había ningún recuerdo de aquella guerra y por la
teoría de los ciclos que se trata en Timeo y en su ante-
cedente República.
Si éstos están regidos por el tiempo, los humanos no
pueden influir en ellos, son sus víctimas independiente-
mente de sus comportamientos morales. En Critias está
enfrentado el modo de vida virtuoso de los atenienses a
la corrupción atlante que es sancionada por los dioses.
Justo cuando se reúne la asamblea divina se interrumpe
el diálogo. La causa es clara, si los dioses hubieran to-
mado la decisión de castigar a los atlantes ¿por qué iban
a condenar también a los virtuosos atenienses? Sería con-
trario a la Idea de justicia que es el fundamento del es-
tado platónico; pero si no castigaba a los atlantes habría
contradicho las afirmaciones de Timeo, además de que su
fábula moral habría perdido su significado. Es un dilema
sin solución.
No es la única contradicción interna que presenta esta
historia. En Timeo se nos cuenta como Solón en uno de
sus viajes a Egipto, escuchó esta narración de labios de
un sacerdote en Sais. Solón se la contó a Cri-
tias el Viejo y, cuando éste contaba 90 años, se
la narró a su vez a Critias el Joven que tenía en-
tonces 10. Cuando Critias el Joven escuchó el
tema que trataba Sócrates recordó la historia e
incluso tuvo que repetírsela a sí mismo varias
veces para asegurarse que no había olvidado
nada de importancia. Sin embargo en Critias
(113 a y b) nos asegura que conservaba en su
casa los estudios realizados por Solón sobre
este tema y que procedían de la casa de Critias
el Viejo.
Por si fuera poco, Aristóteles, su discípulo
más famoso, que le conocía perfectamente por
haber estudiado en su Academia durante años,
aseguró que Platón había elevado a la Atlántida del mar
y que él mismo la había vuelto a sepultar bajo las aguas.
EN EL FONDO DEL MAR, MATARILE, RILE, RILE...
Ajenos a estas cuestiones (cuya respuesta tendría que ser
la piedra angular de su trabajo), los atlantófilos continúan
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Aristóteles, su discípulo más famoso,
que le conocía perfectamente
por haber estudiado en su Academia
durante años, aseguró que
Platón había elevado a la Atlántida
del mar y que él mismo la había
vuelto a sepultar bajo las aguas.
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buscando nuevas localizaciones para el continente hun-
dido. Si el uno se la lleva a la Antártida, el otro se la trae
al corazón de Castilla. Para unos está en el Índico, para
otros en el Caribe y no falta quien la suponga existiendo
en otra dimensión. Al lado de estos auténticos disparates
no faltan opiniones más aceptables a priori. Nos centra-
remos en la teoría minoica de Marinatos, por ser la más
de moda en este momento, pero el procedimiento que va-
mos a seguir, la comparación entre las afirmaciones pla-
tónicas y los hallazgos arqueológicos es la “prueba del
nueve” aplicable a todas ellas.
¿Qué afirma Platón de la Atlántida? Pues muchas co-
sas. Veamos el listado de ellas y si son erróneas o acer-
tadas según el conocimiento arqueológico actual
7
:
Afirmaciones en el Timeo
1)
9.000 años antes de Solón (es decir unos de 9.600
años a. de C.) los atenienses derrotaron al imperio atlan-
te (24a)
La fecha de población más antigua para Creta se do-
cumenta en Cnosos y es aproximadamente de 6.100 a.
de C. Tampoco existían atenienses. Por tanto, debemos
considerar la afirmación como errónea.
2) El gran imperio atlante procedía del océano Atlán-
tico y se estaba extendiendo por Europa y Asia. (24d)
La civilización cretense no procedía del Atlántico ni
nunca formó un imperio. Aún cuando consideráramos la
zona de influencia comercial como colonias, incluso en su
momento de mayor expansión estaría muy lejos de la im-
portancia que afirma Platón. Aunque algunos arqueólogos
interpretan los restos de edificios de tipo minoico en is-
las egeas como Melos como expresión de un colonialismo,
los demás restos materiales muestran grandes diferencias
entre esos enclaves tanto entre sí como con Creta, lo que
no nos permite compartir sus afirmaciones. Afirmación
errónea.
3) La Atlántida era una isla gigantesca situada fren-
te a las Columnas de Hércules y era mayor que Libia y
Asia juntas. (24d y 25a)
En realidad Creta tiene una extensión de 8.330 km
cuadrados. Sea lo que queramos entender por Asia (si se
refiere a todo el continente conocido o sólo a Asia Menor)
y Libia (si se refiere a la costa mediterránea de África o
a toda la superficie conocida), la extensión real resulta
mucho más reducida de lo afirmado por Platón. Tampo-
co la situación frente a las Columnas de Hércules es co-
rrecta. Afirmación errónea.
4) La Atlántida estaba regida por una confederación
de reyes y formaba un gran imperio que comprendía va-
rias islas y parte de los continentes asiático (hasta Egip-
to) y Europa (hasta Italia). (25a y b)
Ignoramos completamente la forma política minoica.
La existencia de los palacios y algunas tumbas comuni-
tarias con ajuares de extraordinaria riqueza, nos hacen
aceptar la existencia de una clase dirigente, pero desco-
nocemos su organización interna. También ignoramos si
ese poder se ejercía en solitario o si era compartido por
varias personas. No obstante, dado que se les da con fre-
cuencia los títulos de reyes y príncipes (aunque quizás
fuesen sacerdotes) podemos aceptarla como correcta.
5) Los atlantes atacaron simultáneamente Egipto y
Grecia, y fueron derrotados por los atenienses. (25b y c)
Los minoicos no tenían una gran capacidad militar. No
estaban capacitados para emprender una guerra de con-
quista a gran escala. Aunque se han encontrado armas en
las sepulturas como espadas y lanzas, el análisis de las
primeras ha demostrado puntos débiles en la unión de la
hoja y la empuñadura. Si se emplearan en una batalla
real posiblemente se quebrarían dejando a su poseedor en
una situación de indefensión. En las numerosas repre-
sentaciones minoicas conservadas en frescos y cerámica
hay muy pocas de soldados. No parece que éstos fueran
especialmente numerosos ni importantes dentro de su so-
ciedad. Afirmación errónea.
6) Esto permitió la liberación de todos los pueblos que
habitan dentro de las Columnas de Hércules (25c)
Puesto que no existió la conquista, tampoco puede
existir la liberación de los pueblos. Afirmación errónea.
7) Tras un violento terremoto y un gran diluvio, no sólo
se hundió la Atlántida en el mar, sino que también mu-
rieron los atenienses. (25d)
En lo que se refiere a Creta no hubo tal hundimiento
por causa de un terremoto y un diluvio, como puede ates-
tiguar cualquiera de los numerosos turistas que la visitan.
La hipótesis de Marinatos era que la explosión de tipo vol-
cánico en Thera provocó un maremoto que destruyó la flo-
ta minoica lo que conduciría irremediablemente a su de-
cadencia (puesto que su economía se basaba en el
comercio marítimo) y que esta erupción se produjo de for-
ma simultánea a la destrucción de los palacios que su-
ponen el final del periodo llamado Minoico Medio (M.M.)
circa 1.450 a. de C. Sin embargo, en Timeo y en Critias
no se menciona para nada una erupción volcánica. Ade-
más, y esto resulta mucho más perjudicial para la hipó-
tesis del arqueólogo griego, las dataciones por C
14
de
Thera dan fechas para la erupción de en torno al 1.600
a. de C.. Por otra parte, una erupción tan extraordinaria
hubiera supuesto el lanzamiento de una gran cantidad de
ceniza y polvo a la atmósfera lo que habría provocado un
“invierno nuclear” a escala reducida. Esto se reflejaría en
un crecimiento diferencial en los anillos de los árboles.
Se ha buscado esa anomalía y se ha encontrado en el
1.628 a. de C. fecha confirmada por la diferencia de aci-
dez en hielo glacial. Hoy en día y gracias a estas formas
de datación, podemos situar la explosión de Thera con
casi total seguridad en 1.630-1.620 a. de C.
8
. Por tan-
to, la erupción en Santoríni no tuvo nada que ver con el
final del M. M. que creemos se debió a una serie de re-
vueltas internas. La teoría que la atribuía a una invasión
micénica tampoco parece ser correcta puesto que la des-
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trucción es demasiado selectiva (se incendian los palacios
y las villas pero no las viviendas próximas a éstas). Afir-
mación errónea.
8) A resultas del hundimiento de la Atlántida a muy
poca profundidad, las aguas no son navegables por cau-
sa de la arcilla procedente de la isla hundida (25d)
Ni las aguas de Thera ni las de Creta se convirtieron
en peligrosas para la navegación. Afirmación errónea.
Afirmaciones en Critias
1)
La Atlántida le había correspondido por sorteo al
dios Poseidón que pobló dicha tierra con sus descen-
dientes nacidos de una mortal. (113c)
Aunque lo que ignoramos de la religión cretense es
más de lo que sabemos e incluso se han desechado al-
gunas hipótesis que gozaron de gran predicamento como
la de un culto masivo a la Diosa Madre, no parece haber
existido una relación especial con ninguna divinidad ma-
rina. Puede ser que el ídolo de Monte Morrone cuya de-
dicatoria escrita en sistema lineal A y, por tanto fechable
antes del final del M. M., pueda leerse como Ya-mu (po-
siblemente un préstamo ugarítico de la divinidad maríti-
ma Ym), pero si como pensamos actualmente los frescos
minoicos tenían una finalidad ritual, su panteón sería
muy extenso. En cualquier caso, sería muy arriesgado pro-
nunciarnos sobre esta afirmación.
2) El centro de la isla era una llanura en cuyo centro
había una montaña que distaba 50 estadios del mar
(unos 10 Km) y en la montaña el palacio real (véase C12)
(113d)
En Creta hay cuatro macizos montañosos. Los Montes
Blancos, los Montes Ida, los Montes Dikte y los Montes
Asterousi. En ninguno de ellos se han encontrado restos
de los denominados palacios que, por el contrario, se
asientan en llanuras y valles. Afirmación errónea.
3) Poseidón cerca dicha montaña con tres anillos
equidistantes de mar y dos de tierra que llegan hasta el
mar. (113e)
Tales anillos son inexistentes.
Afirmación errónea.
4) En la montaña hay dos fuen-
tes, una de agua caliente y otra
fría. (113e)
No tenemos noticia de tales
fuentes. No nos pronunciaremos
sobre dicha afirmación.
5) Poseidón reparte la isla en
diez partes y sitúa al frente de
cada una a uno de sus hijos. La
montaña fortificada y la parte de
isla que la rodea se la entrega a su
primogénito, Atlante (considerando
que los diez hijos eran 5 parejas
de gemelos varones determinó que
el nacido en primer lugar era su
primogénito). (114a y b)
Como dijimos en el comentario a T4 ni siquiera esta-
mos seguros de que podamos hablar de reyes. En cual-
quier caso y dada la existencia de varios palacios simul-
táneos (Cnosos, Malia, Zakro...) podemos darla como
correcta.
6) Al segundo de los dos primeros le entregó la región
adyacente a las Columnas de Hércules que en la actua-
lidad (de Platón) se llama Gadírica. (114b)
Esta afirmación supone la negación de la suposición
de que las Columnas de Hércules pudieran tener alguna
localización distinta a la del Estrecho de Gibraltar como
pretenden muchos atlantófilos. Afirmación errónea.
7) La transmisión de la corona se hacía por primoge-
nitura. (114d)
Ignoramos los mecanismos de transmisión de la co-
rona si es que existía, por tanto no podemos pronunciar-
nos sobre este punto.
8) La isla era muy rica en minería, incluso poseía el
oricalco, el metal más precioso después del oro. (114e)
Los yacimientos mineros de Creta se reducen a hierro
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COR
TESÍA DEL
AUTOR
Yacimiento de Akrotiri en Thera (Santoríni).
COR
TESÍA DEL
AUTOR
El salto del toro.
Fresco minoico procedente del Palacio de Cnosos.
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(sin uso en esta época), cobre y algo de plomo. Los aná-
lisis de la composición metálica de algunos objetos cre-
tenses han demostrado que tenían que proveerse de ma-
terias primas en otras islas y en la Grecia continental, en
especial en las minas de Laurion. Afirmación errónea.
9) Había gran abundancia de animales domésticos y
salvajes, empezando por el elefante. En la isla había pan-
tanos, lagunas y ríos (114e)
Aunque Creta mantenía una ganadería floreciente, no
existía una fauna salvaje destacable y la escasez de pre-
cipitaciones hace que haya pocos ríos. Afirmación errónea.
10) También existía toda clase de flora y plantas co-
mestibles. (115a, b y c)
Las llanuras son bastante fértiles y propicias para la
agricultura mediterránea. Afirmación correcta.
11) Había templos, palacios reales, puertos y astille-
ros. (115c)
Sí en lo que respecta a los palacios (ignoramos sí eran
reales), puertos y astilleros (éstos últimos por pura lógi-
ca, puesto que no se han encontrado). Dudoso en lo con-
cerniente a los templos aunque depende de lo que en-
tendamos por tales. Afirmación correcta.
12) Construyeron puentes sobre los anillos de mar y
edificaron el palacio real en la montaña (115d)
Véase C2 y C3. Afirmación errónea.
13) Construyeron canales navegables que unían los
anillos de mar. (115e)
Por C3, afirmación errónea.
14) Construyeron una triple muralla que recubrieron
con hierro, casiterita y oricalco. (116c)
Los cretenses no fortificaron nunca los palacios ni co-
nocían el uso del hierro para que la muralla recubierta de
este metal fuera posible. Afirmación errónea.
15) En el interior del palacio real había un templo ro-
deado por una valla de oro dedicado a Poseidón de un es-
tadio de largo (unos 200 metros) por 300 pies de ancho
(unos 100 metros) recubierto de plata excepto las bóve-
das que estaban cubiertas por oro. (116d y e)
Si bien es cierto que en el interior de algunos palacios
existen santuarios, éstos están construidos con materia-
les pobres. La arquitectura era arquitrabada así que nada
de bóvedas. Afirmación errónea.
16) Canalizaron las aguas procedentes de las fuentes.
(117a)
Los palacios poseían canalizaciones hidráulicas y
desagües. Afirmación correcta.
17) Existía un bosque sagrado dedicado a Poseidón.
(117b)
Tenemos noticias de varios lugares de culto, los san-
tuarios de los palacios, cuevas naturales y santuarios en
las montañas, pero ninguno de ellos se vincula de manera
clara con los bosques. Afirmación posiblemente errónea.
18) Existían templos dedicados a muchos dioses, jar-
dines, gimnasios (tanto para hombres como para caba-
llos). (117c)
Como ya hemos dicho, la denominación de templo
puede ser correcta según lo que entendamos por ella, si
se refiere a santuarios es válida, pero siempre debemos
tener en cuenta que no son templos a la manera griega.
No parece que los minoicos sintieran un gran aprecio por
la jardinería aunque sí por la agricultura. La llegada a Cre-
ta de caballos u asnos es algo que no está claro en cuan-
to a la fecha de su aparición. Aunque pudieran haber lle-
gado antes del final del M. M. su expansión sólo tiene
lugar en Minoico Reciente (M. R.). Lo que sí está claro es
que no hay tales gimnasios para caballos. Afirmación co-
rrecta con matices.
19) En el centro de la isla había un hipódromo.
(117c)
No lo había. Afirmación errónea.
20) Alrededor de esta zona se extendía una gran lla-
nura oblonga de 3.000 estadios (unos 600 km) de largo
por 2.000 estadios en el centro (unos 400 km) (118b)
Tal llanura no cabría en la isla entera. Afirmación erró-
nea.
21) El ejército estaba formado por carros de guerra,
hoplitas (infantes), arqueros y honderos. (119a y b)
Nuevamente nos encontramos con el problema ex-
presado en el comentario a C18. En el M. R. sí hay cons-
tancia documental de carros de guerra pero en el M. M.
es mucho más dudoso y nunca con la importancia que les
da Platón. En las escasas representaciones de soldados
micénicos que conservamos éstos parecen haber sido fun-
damentalmente hoplitas (infantería pesada con escudo,
lanza y espada) aunque dado el gran número de puntas
de flecha encontradas podemos suponer que también
existieron arqueros aunque no conocemos ninguna noti-
cia de honderos cretenses. Afirmación correcta con las re-
servas expresadas.
22) Los diez reyes tenían poder de vida y muerte.
(119c)
Lo ignoramos. No sabemos qué poderes tenían los re-
yes (si es que eran tales) minoicos aunque algún arque-
ólogo como Effenterre opina que existió incluso una
asamblea popular basándose en la existencia de un edi-
ficio conocido como el “Ágora” en Mallia. Es una afir-
mación muy arriesgada. En cualquier caso, no podemos
pronunciarnos sobre dicha aseveración.
23) Existía una columna con leyes escritas que se
conservaba en el templo de Poseidón. (119c)
Por lo que sabemos de la escritura lineal A y de la es-
critura jeroglífica (posiblemente derivada de los jeroglífi-
cos luwitas), los textos que nos han llegado tienen un ca-
rácter administrativo o religioso. No parece haber textos
legales. Afirmación errónea.
24) Cuando iban a juzgar un delito sacrificaban un
toro en honor de Poseidón y vertían su sangre sobre la co-
lumna. (119e y 120a y b).
Sobre la relación con el toro, más bien parece haber-
se tratado de unas ceremonias religiosas que de tipo le-
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gal. Según los murales, se trataba más bien de una serie
de ejercicios gimnásticos sobre ese animal que de un sa-
crificio sangriento. Afirmación errónea.
25) Cuando se mantuvieron en la obediencia a las le-
yes divinas prosperaron, pero al apartarse de ellas se per-
dieron (121a)
Dado que es un juicio moral, no podemos pronun-
ciarnos sobre él.
RESULTADO DEL ANÁLISIS
De las treinta y tres afirmaciones platónicas, la admisión
de la hipótesis micénica arrojaría un resultado de 21 ase-
veraciones erróneas, 5 sobre las que no podemos pro-
nunciarnos y 7 correctas. Considerando que los errores
suponen el triple de los aciertos, dicha teoría es inadmi-
sible.
Si en vez de atender a la cantidad de afirmaciones
atendemos a su calidad el resultado es aún peor.
Resultan erróneas todas las relacionadas con la cronolo-
gía, la ubicación geográfica, riquezas naturales (excepto
la agricultura) y su final. En el lado contrario figuran la
existencia de varios reyes (probable, aunque no seguro),
el que tenían un ejército, una agricultura rica, poseían
templos y los palacios disponían de canalizaciones. En
el caso de que una identificación se considerara válida
con tan escasos elementos, no habría una Atlántida sino
cientos.
¿Por qué entonces se sigue
proponiendo? Sin entrar en los
aspectos culturales del mito que
ocuparán el siguiente epígrafe,
los atlantófilos cometen el error
metodológico de considerar las
aseveraciones con correspon-
dencia real como las únicas ve-
rídicas mientras que los errores
corresponderían al componente
mítico de la narración. Por su-
puesto, dado que esa delimita-
ción entre componentes reales y
míticos se hace a posteriori, esta actitud oculta, en rea-
lidad, una acomodación de los hechos a la teoría.
Al mismo género pertenecen las excusas del tipo de
que los 9.000 años deben entenderse como meses lu-
nares (pese a que los egipcios también empleaban el ca-
lendario solar), que las Columnas de Hércules son cual-
quier otro sitio que resulte conveniente (pese a la
afirmación de que la comarca adyacente se llamaba Ga-
dira), que Solón confundió el signo 1.000 con el signo
100 y por tanto las medidas tienen que dividirse por 10...
Prescindiendo de estas triquiñuelas ¿es posible dife-
renciar a priori los componentes míticos y los posibles
componentes reales de la narración? Procedamos a una
purga de los elementos claramente míticos para ver que
resultado obtenemos: la cronología, como ya dijimos an-
teriormente, se acomoda a las teorías platónicas así que
podemos suprimirla, la localización más allá de las Co-
lumnas de Hércules también tiene claros componentes le-
gendarios (para los griegos, era la Terra Incognita, el Océ-
ano desconocido), las riquezas de la Atlántida, su gran
tamaño, su imperio, su ejército... en una lectura atenta de
Critias vemos que se contraponen a la vida de trabajo vir-
tuoso y pacífico de la Atenas ideal, las referencias a Po-
seidón se explican porque Pallas Atenea era protectora de
los atenienses y Pallas y Poseidón habían competido por
la Hélade, el gran diluvio que acaba con la Atlántida y
Atenas se relaciona expresamente en Timeo con el mito
de Deucalión... una vez suprimidos los elementos míticos
no queda nada que pueda servir para una identificación.
EL LABERINTO MÍTICO
Creemos haber demostrado la inutilidad de considerar a
la Atlántida como algo distinto a un mito, todo lo hermoso
y evocador que se quiera, pero fundado, en el mejor de
los casos, en sucesos contemporáneos de su autor. Nada
de ello explica las razones de su pervivencia. Una senci-
lla búsqueda en Internet proporcionará decenas de miles
de páginas que demuestran que sigue siendo un tema de
gran actualidad.
Sería muy sencillo (y completamente falso) conside-
rar a esa multitud de atlantófilos como un conjunto de pi-
rados o de aprovechados que intentan explotar en su pro-
pio beneficio un misterio inexistente. Si bien en algunos
casos la historia de la atlantofilia presenta fraudes ma-
nifiestos y errores inconcebibles (como el confundir una
formación rocosa natural con una calzada sumergida),
ésta resultaría una explicación insu-
ficiente.
En lo que parece una perogrulla-
da podríamos decir que el mito de la
Atlántida es un mito. En ello reside
precisamente su fuerza. Para com-
prenderlo, debemos entender el po-
der de los mitos que reside en que
son verdaderos
9
.
Entiéndase esta afirmación en
su justo término, que no es, por su-
puesto, el que los mitos sean reales
en sí mismos sino que hacen atractivas las respuestas a
inquietudes o esperanzas auténticas aunque sean intan-
gibles. En este sentido, poco importa que la Atlántida
haya sido o no. Lo trascendente es que responde a te-
mores y creencias que existen hoy igual que cuando Pla-
tón explicaba sus lecciones en la Academia.
Si decimos: “No existe ningún beso como el primero”
o “No hay amor como el primer amor”, sin ser conscien-
tes de ello estamos activando el mismo registro intelec-
tual que permite la pervivencia de este mito. Considere-
mos el relato de la Atlántida como una matriochka. Una
vez suprimidas las capas externas ¿qué encontramos en
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COR
TESÍA DEL
AUTOR
Cabeza de toro.
Escultura minoica.
COR
TESÍA DEL
AUTOR
La diosa de las
serpientes.
Escultura minoica.
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el corazón de la muñeca? La creencia universal en la
Edad de Oro, ese periodo en que el hombre recién crea-
do estaba próximo a los dioses (o dios) y era más feliz que
en la actualidad. Detrás de ese mito subyace la conside-
ración del futuro como algo amenazador y, por contraste,
una visión idealizada del pasado. No hay diferencias apre-
ciables a nivel de mecanismos intelectuales entre un
atlantófilo, un ecologista radical o una persona que siem-
pre mire el pasado con añoranza.
El futuro es un gran desconocido que ni los supues-
tos videntes, ni los científicos pueden desentrañar. Sen-
timos temor ante lo que ignoramos (lo que, por supues-
to, es un mecanismo muy útil en términos evolutivos ya
que nos mantiene alejados de posibles peligros) y, por el
contrario, nos sentimos cómodos ante lo pretérito porque
nos resulta familiar tanto más cuanto que somos procli-
ves a olvidar nuestros errores y los ajenos con lo que el
pasado siempre se nos presenta más atractivo de lo que
realmente fue.
Soñamos con un mundo como el de antaño, sin con-
taminación ambiental, sin crisis alimentarias, sin la es-
pada de Damocles de la destrucción nuclear sobre nues-
tras cabezas, con una romántica vida sencilla... aunque
en el fondo sepamos que nunca existió realmente.
En palabras de Gould: “De hecho, yo mismo partici-
pé de todos esos encantadores anacronismos el año pa-
sado, tras una conferencia en el pueblo victoriano de
Chautauqua, intelectualmente dinámico, pero arquitec-
tónicamente congelado. Caí de lleno bajo su hechizo, has-
ta que recordé que, en la época real cuyo espíritu reme-
mora el estilo Rockwell, mis antepa-
sados eran explotados en las fábricas
y vivían en cuchitriles, mientras pro-
bablemente todos los negros de la
ciudad se hacinaban en chabolas si-
tuadas, literalmente, al otro lado de
la vía del tren”
10
.
El antídoto de Gould contra la añoranza es de efectos
seguros, acudir a un cementerio antiguo y leer las lápidas
de los niños. En su caso, Middle Amana y las sepulturas
de las dos parejas de gemelas Neckwinder, Emil fallecida
al día de nacer, Emma a las tres semanas, Evaline antes
de cumplir su primera semana y Eve a los cuatro meses.
La ciencia gracias a los avances en medicina y en la
tan denostada tecnología alimentaria ha sido capaz de rom-
per (al menos en los países desarrollados) en poco más de
un siglo esa espiral de muerte y dolor. Hoy ningún Mah-
ler tiene que componer Kindertotenlieder y, sin embargo,
el mito sigue vigente entre nosotros, perpetuándose a sí
mismo bajo la forma de pensamiento acrítico de la que es,
simultáneamente, causa y consecuencia.
En ese laberinto circular y eterno, la Ciencia no es el
monstruoso Minotauro, es el hilo de Ariadna.
El autor desea expresar su más sincera gratitud a Fé-
lix Ares por su magnífica labor de documentalista. Sin
ella, este artículo no se hubiera escrito.
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BIBLIOGRAFÍA
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Juan G. de Luaces. Biblioteca Básica Salvat nº 12.
Madrid, 1.969
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Lan. Los Clásicos de Grecia y Roma nº 26. Editorial
Planeta DeAgostini. Madrid, 1.995
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sicos de Grecia y Roma nº 68. Editorial Planeta De-
Agostini. Madrid, 1.996
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vista de Occidente nº 105. Febrero, 1.990
5.- Adam, Jean-Pierre. Le passé recomposé. Croniques
d´archeologie fantastique. Ed. Seuil. París, 1.988
6.- Montenegro Duque, Ángel. Mito y Realidad en el pro-
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Reyes Católicos nº 10. Universidad de Valladolid,
1.961
7.- Dickinson, Oliver. La Edad del Bronce Egea. Tra-
ducción de Pedro López Barja de Quiroga. Akal Uni-
versitaria nº 206. Madrid, 2.000
8.- Bahn, Paul & Renfrew, Colin. Arqueología. Teorías,
Métodos y Prácticas. Traducción de María Jesús Mos-
quera Rial. Editorial Akal. Madrid, 1.998
9.- Eliade, Mircea. Mito y Realidad. Traducción de Luis
Gil. Editorial Kairós. Barcelona, 1.999
10.- Gould, Stephen Jay. Ocho Cerditos. Traducción de
Oriol Canals. Colección Drakontos. Editorial Crítica.
Barcelona, 1.994
La ciencia con los avances en medicina
y en la tecnología alimentaria ha sido
capaz de romper en poco más de un siglo
esa espiral de muerte y dolor.
COR
TESÍA DEL
AUTOR
La Edad de Oro. Pintura de Lucas Cranach.