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i. Que “Cualquier Dios que juegue un papel importante en el
universo debería producir efectos observables” no es una propo-
sición biológica, supongo, pues no trata de organismos biológi-
cos, sino de Dios. Así que debe de tratarse de una proposición
teológica (al menos, de teología filosófica). Que “eso caería en
el dominio de la ciencia” tampoco es una proposición científica
(de “ciencia natural”, entiendo), pues sería autoreferencial. Así
que debe de ser una proposición epistemológica. Ambas unidas
representan aquella postura denominada comúnmente positivis-
mo, de la que existen numerosas variantes en la historia de la
filosofía, todas caracterizadas por llevar a conclusiones absurdas
(de tal modo que ya no profesa el positivismo ningún epistemó-
logo; sólo algunos científicos y no pocos diletantes, que no están
muy informados de la cuestión). Refutar el teísmo con argumen-
tos biológicos es como refutar el último teorema de Fermat con
argumentos psicológicos. Se precisan argumentos filosóficos.
j. Quizá el teísmo es lógicamente insostenible. Pero si se quie-
re refutar, ruego téngase la cortesía de hacerlo reduciendo al
absurdo sus verdaderos argumentos, no argumentos que se le
atribuyen y que el teísmo no profesa (salvo raras y excéntricas
excepciones), y que sólo sirven para que el ateísmo dé la impre-
sión de haber obtenido no sé qué ilusoria
victoria dialéctica.
Juan Enrique de la Rica
IGGDRASIL@terra.es
Nota de redacción
Nos ha llegado este nuevo escrito, sobre el tema de
Panespermia, en respuesta a un escrito anterior publicado en un
número anterior, dado el interés del texto, creemos de interés su
publicación íntegra.
DINOSAURIOS DE VENUS Y MICROBIOS DE MARTE
Jordi L. Gutiérrez
Departament d’Astronomia i Meteorologia, Universidad de
Barcelona y Departament de Física Aplicada, Universidad
Politécnica de Cataluña
A vueltas con la panspermia.
Ante todo, deseo agradecer el implícito cumplido del Sr.
Richfield sobre mi aparente preeminencia en los estándares de
discusión sobre la plausibilidad de la panspermia1. Y también
debo señalar que se trata de una deferencia poco merecida: exis-
ten personas mucho más capaces que yo para entablar una
correspondencia estimulante sobre la panspermia. Igualmente,
le agradezco todos esos puntos en los que estamos de acuerdo.
Creo, de todas formas, que no deberíamos dirimir nuestras dife-
rencias en las páginas de El Escéptico; después de todo, sus lec-
tores probablemente no estén interesados en nuestras lides dia-
lécticas
1,2,3
. De manera que ésta es mi última respuesta en la
revista al Sr. Richfield, y no pretendo ser exhaustivo, sino sólo
responder a sus afirmaciones más importantes (de todos modos,
muchos de sus asertos se basan en una lectura poco atenta, o ses-
gada, de mi primera réplica).
Le concedo completamente el punto sobre “los hechos que son
ciertos”; debería haber sido más cuidadoso y hablar de hechos
objetivos, que son, efectivamente, aquellos de los que se ocupa
la ciencia. No me creo capacitado para discutir si la ciencia es
una argumentación por analogía o se trata de un razonamiento
por substitución simbólica. Mis conocimientos de filosofía de la
ciencia son descorazonadoramente escasos.
En lo que discrepo es en su analogía sobre los —ya manidos—
monos escritores. Sin duda, el Sr. Richfield sabrá que la esencia
de la vida es la evolución (asociada a la selección), e indudable-
mente esta evolución se remonta a sus más remotos orígenes,
cuando incluso las moléculas entablaron una sutil competencia
en la que acabaron preponderando las que mejor se replicaban.
Por el contrario, uno de sus monos mecanógrafos podría teclear
una versión completa de las obras de Shakespeare —e incluso
mejorarlas—; no obstante, al volver a cargar su máquina de
escribir, proseguiría su perpetuo y ciego teclear sin sentido
(¡aunque podría engendrar la portentosa Biblioteca de Babel
imaginada por nuestro admirado Jorge Luís Borges!). A pesar de
la ceguera de las reacciones químicas, el origen y desarrollo de
la vida tienen mucho que ver con la evolución, la competición y,
quién sabe, con la simbiosis. Tal vez, como en Borges, la cegue-
ra ocultaba un insondable trasfondo.
El Sr. Richfield está conmigo en que las teorías de Hoyle y
Wickramasinghe son poco realistas, por razones que apunta y
que comparten todos los especialistas: ni la distribución de las
epidemias, ni la delicada sintonía entre virus y patógenos micro-
bianos con la bioquímica terrestre sugieren un origen extrate-
rrestre. Por ello me hace una cierta gracia que me recuerde que
la inmensa mayoría de los patógenos son mesófilos, como si yo
suscribiera otra hipótesis.
De todos modos, y a riesgo de reiterarme en algo que ya afirmé
en mi respuesta original, sí disponemos de muestras de polvo
interestelar: son, entre otros compuestos, pequeños diamantes y
gránulos de carbono hallados en el interior de meteoritos indife-
renciados —condritas carbonáceas— que los geoquímicos lle-
van estudiando ya algunas décadas (unos pocos trabajos clásicos
se listan en la bibliografía
4,5,6
). Cuando menos, ponen una cota
superior a la abundancia de los microorganismos interestelares
de Hoyle y Wickramasinghe; y si los supuestos microorganis-
mos son tan escasos, las características del polvo interestelar no
deberían manifestar sus peculiaridades, como afirman dichos
autores. Las pruebas científicas rara vez son inmediatas, pero en
este caso su dificultad no es insuperable como parece asumir el
Sr. Richfield. Por otra parte, la sonda Stardust enviará a la Tierra
muestras de polvo cometario e interestelar en una fecha tan cer-
cana como el 2006; la nave ya está en plena recolección de
muestras. En otro frente, la recolección de polvo en la estratos-
fera terrestre ha proporcionado abundantes muestras de polvo
interplanetario y, tal vez, interestelar.
La astrobiología es una ciencia todavía en construcción. Nadie
puede demostrar, que yo sepa, que la vida es imposible en la
superficie de estrellas de neutrones, en el núcleo de planetas de
tipo terrestre, o como formas organizadas de ondas de plasma.
Claro, que lo que da para un entretenido cuento de
ciencia-ficción sólo aporta una cantidad muy limitada de cien-
cia. En consecuencia, los astrobiólogos han optado por una
apuesta segura: estudiar la capacidad de la vida terrestre para
adaptarse a entornos distintos a los conocidos. Aquí los
mosas del mundo. Por primera
vez, una de estas naves era captada
con toda nitidez, a corta distan-
cia..., ¡y en color!”.
Por una vez, y sin que sirva de pre-
cedente, estoy de acuerdo con él.
Tal como Benítez la contaba, la
historia parecía plausible: “El ciu-
dadano Paul Vila, que viajaba en
su camioneta, se vio sorprendido
el 16 de junio de 1963 cerca de
Albuquerque (Nuevo México) por
un objeto claramente metálico y
discoidal, que brillaba al sol. Tomó
una cámara Kodak –tipo cajón- y
comenzó a disparar frenéticamen-
te, hasta seis veces (...) Según los
expertos en fotografía, el trucaje
parece descartado”.
Años después, pude enterarme de
la verdadera historia
2
. En ella,
Apolinar A. Vila Jr. era efectiva-
mente un mecánico de
Albuquerque, pero esos son los
únicos datos ciertos de toda la ver-
sión de Benítez. En realidad, Vila
aseguraba que desde los cinco
años de edad había estado en con-
tacto telepático con inteligencias
extraterrestres, y aunque nunca
completó sus estudios se le daba
muy bien la mecánica. Para esta
primera serie de fotografías (a la
que siguieron otras), sus amigos
del espacio le comunicaron telepá-
ticamente que se dirigiese solo al
lugar de encuentro. Allí vio aterri-
zar un platillo volante de unos
veinte metros de diámetro del que
desembarcaron cuatro hombres y
cinco mujeres. De más de dos
metros de altura, todos eran bien
proporcionados, algunos rubios,
otros pelirrojos y también de pelo
negro. Le contaron que procedían
de la galaxia de Coma Berenices y
le permitieron tomar diversas fotos
de su nave. Para ello empleó una
cámara japonesa Rokuoh-Sha con
una lente de 75 mm y cargada con
película Kodak 120. Dos de las
fotos muestran la nave en posición
vertical, para indicar cómo nues-
tros Hermanos del Espacio son
capaces de generar una gravedad
artificial a bordo.
Es decir, se trata de un contactado
americano tardío, pero que al
menos sabía trabajar sus modelos.
Incluso sospecho que pudo servir
de inspiración a Jordán Peña para
su serie de fotos de una nave
ummita sobre San José de
Valderas en 1967, pues Peña no
olvidó incluir una instantánea con
la nave en posición vertical.
NOTAS
1.-“How Children Portray UFOs”,
Journal of UFO Studies New
Series, Vol. 4, 1992)
2.-http://home.earthlink.net/
~dexxxaa/_wsn/page2.html
Luis R. González Manso
UN MARCIANO EN MI BUZÓN
Sr. Director:
Solamente quería felicitar a la revista y a
Jesús Cancillo por su artículo “Algunos
aún siguen en la luna” publicado en el
número 16 de El Escéptico.
Ojalá se pudieran rebatir siempre de
forma tan contundente, exhaustiva, inape-
lable y clara, todas las majaderías con que
nos bombardean continuamente.
Enhorabuena y un cordial saludo.
Enrique Fernández
Murcia (España)
eferal@ono.com
Sr. Director:
Como creo que su página [www.arp-
sapc.org] está guiada por un sincero
deseo de llevar a cabo un diálogo racio-
nal, y no de combatir fantasmas, me per-
mito hacerle las siguientes observaciones,
para que las tenga en cuenta en el futuro:
a. Yo soy teísta.
b. Yo jamás he sostenido ni sostendría ni
uno sólo de los argumentos que usted
pone en boca de los que llama “teístas”.
c. Yo sostengo la mayor parte de las obje-
ciones que usted pone en boca del “ateo”;
sólo no acepto algunas, sobre todo la últi-
ma, en la que bajo el nombre de “teolo-
gía” se colocan tesis que, salvo algunos
integristas, preferentemente americanos,
los teólogos católicos no sostienen en
absoluto desde, al menos, hace 50 años (y
tampoco antes estaban generalizadas).
d. La mayoría de los teístas que conozco
suscribirían b y c; el porcentaje aumenta
cuanto mayor es su conocimiento de la
teología y de la doctrina oficial de la
Iglesia.
e. Me consta que en las clases de las
facultades de teología católicas se sostie-
ne lo mismo que yo expongo en b y c.
f. Dejando aparte cuestiones teológicas o
religiosas, el concepto filosófico de fina-
lidad que se usa en el texto es bastante
tosco, e indica que el autor no se ha toma-
do la molestia de reflexionar detenida-
mente sobre el tema.
h. Dígase lo mismo sobre el concepto de
“intervención divina”. Que Dios haya
intervenido directamente, digamos, en la
creación del hombre es, en realidad, lo
que sería más difícil de compatibilizar
con el teísmo. Y esto no es una idea
nueva, sino que puede encontrarse perfec-
tamente formulada en Leibniz, e incluso
en Tomás de Aquino o en Aristóteles. Un
poco de erudición filosófica no hace daño
a nadie.
El autor desea agradecer la colaboración de Giancarlo D'Alessandro, ufólogo italia-
no editor del “PHILCAT. Catalogo di UFOfilatelia” disponible en la red:
http://web.tiscalinet.it/Giada/
Asimismo, agradecería la colaboración de los lectores, para ampliar la casuística
filatélico-ufológica.
AGRADECIMIENTOS
PRIMER CONTACTO
CARTAS AL DIRECTOR