ción se extienden desde unos
1.000 kilómetros hasta más de
65.000 kilómetros de altura sobre
la Tierra, alcanzando el máximo de
radiación en torno a los 3.200 y
20.000 kilómetros.
La NASA conocía perfectamente
los peligros derivados de la exis-
tencia de este cinturón de radia-
ción. De hecho, llevó a
cabo experimentos pre-
vios a las misiones
Apolo para investigar
su naturaleza. Por
ejemplo, los astronau-
tas de la misión Gémini
10 sobrevolaron la zona
conocida como Anomalía Magné-
tica del Atlántico Sur (Southern
Atlantic Magnetic Anomaly,
SAMA), una especie de prolonga-
ción a menor altura y de menor
intensidad que los cinturones de
Van Allen.
Antes de considerar la radiación
absorbida por los
astronautas, es
conveniente adqui-
rir una noción
básica de la radia-
ción y las unida-
des utilizadas para
medirla. La uni-
dad utilizada
actualmente para
cuantificar la
dosis de radiación
absorbida es el
gray. Sin embar-
go, antes se utili-
zaba el rad (radia-
tion absorbed
dose, o dosis de
radiación absorbida). Un gray equi-
vale a 100 rad.
El efecto biológico de la radiación
depende de la región del cuerpo
que haya sido expuesta, así como
del tipo de radiación. Debido a
esto, el gray se modifica mediante
los conceptos llamados factor de
ponderación tisular (w
T)
y factor
de ponderación de la energía (w
R
).
El resultado es una nueva unidad
llamada Sievert (Sv), que equivale
a 100 rem (roentgen equivalent for
man, o equivalente roentgen para
el hombre), unidad equivalente
antiguamente utilizada.
El tiempo de exposición de cada
nave Apolo a la radiación de los
cinturones de Van Allen fue relati-
vamente breve (unas cuatro horas
por misión, aproximadamente), ya
que empezaban a pasar por esta
zona a una velocidad de unos
40.000 km/h. Cada nave Apolo
pasó por ellos dos veces, una de
ida y otra de vuelta. En total, los
astronautas pasaron menos de una
hora en la parte más densa del cin-
turón de radiación, y estaban bien
protegidos en su nave espacial, ya
que el principal peligro de los cin-
turones de Van Allen lo constitu-
yen los protones y electrones de
alta energía, contra los que es rela-
tivamente fácil protegerse (el
casco de la nave y los cristales de
las ventanas son suficientes para
frenarlos). Para ello no se necesita
estar recubierto de varios metros
de metal pesado. El plomo sirve
para frenar la radiación provenien-
te de partículas cargadas (el caso
de los cinturones de
Van Allen), pero no es
el método ideal para
hacerlo. Por ejemplo,
actualmente se usa una
fina capa de polietileno
en las naves espaciales
para realizar esta tarea.
Otro dato a tener en cuenta es que
la trayectoria seguida por las naves
Apolo no atravesaba la peor zona
de los cinturones en ningún
momento. Esto se debía a que,
para alcanzar la Luna, la órbita
debía estar inclinada en torno a 30º
respecto del Ecuador terrestre (la
i n c l i n a c i ó n
exacta variaba
p a r a c a d a
misión), por lo
que la nave
sólo pasaba
por la parte
superior de los
c i n t u r o n e s
(que, como se
puede obser-
var en la ima-
gen, sólo están
presentes unos
40º por encima
y por debajo
del Ecuador).
Esto minimi-
zaba aún más si cabe la dosis reci-
bida en la nave.
En la tabla adjunta podemos ver
los niveles de radiación recibidos
por la tripulación de cada misión,
expresados en rads (como ya
el escéptico
45
el escéptico
44
ARGUMENTO PRIMERO
La temperatura media en la Luna
varía entre los 260 grados Fahren-
heit (F) y los 280 F, demasiado
caliente para que el celuloide de
las fotografías sobreviva. A esas
temperaturas, la película se arru-
ga y se funde, quedando completa-
mente inservible.
R
ESPUESTA
No es lo mismo la temperatura del
aire que la de la superficie. En la
Luna, al no haber aire, sólo nos
podemos referir a la temperatura
de la superfi-
cie lunar. Ésta
puede llegar a
los 280 F
(138 ºC). Sin
embargo, eso
no significa
que los astro-
nautas y sus
instrumentos
se encontra-
sen a esa tem-
peratura, por-
que ésta depende de las propieda-
des de cada objeto. Aquellos obje-
tos que reflejan un mayor porcen-
taje de la luz solar, se encuentran a
menor temperatura, y viceversa.
Por otra parte, esta temperatura
máxima sólo se alcanza durante el
mediodía lunar (el día lunar dura
unos 14 días terrestres). Durante
las misiones Apolo, no se alcanza-
ron temperaturas tan altas, ya que
los vuelos a la Luna se programa-
ron de tal manera que, al realizar
cada alunizaje, el Sol no se encon-
traba muy alto en el horizonte
(aproximadamente un día después
de haber amanecido en la zona del
alunizaje), por lo que las temperatu-
ras eran, en realidad, relativamente
moderadas, incluso después de
haber pasado en la superficie tres
días terrestres (el tiempo máximo
que perma-
n e c i e r o n
las últimas
misiones en
la Luna).
Adicional-
mente, las
c á m a r a s
utilizadas
en la su-
p e r f i c i e
(«Hassel-
blad 500EL Data Cameras») esta-
ban dotadas de finas capas de plata,
tanto en el exterior como en los car-
gadores interiores, que reflejaban
parte de la luz recibida, y el celuloi-
de de las cámaras se mantenía en
cargadores herméticos sin aire,
que permitían un aislamiento casi
total frente al calor y proporciona-
ban protección contra las variacio-
nes de temperatura, permitiendo
una temperatura interna más uni-
forme. Así, la película era protegi-
da eficientemente del calor produ-
cido por la luz solar. De hecho, se
mantenía a una temperatura de
entre 50 y 100 F (entre 10 y 38 ºC).
ARGUMENTO SEGUNDO
Ningún ser humano puede atrave-
sar el cinturón de radiación de
Van Allen, ya que el nivel de radia-
ción presente en esa zona del
espacio es mortal, a no ser que te
proteja una capa de varios metros
de plomo.
R
ESPUESTA
Los cinturones de Van Allen fue-
ron descubiertos por primera vez
por el satélite Explorer 1, el prime-
ro lanzado por Estados Unidos (el
31 de enero de 1958). Este satélite
fue diseñado por un grupo de cien-
tíficos liderados por James Van
Allen, de ahí el nombre. Estas
regiones se crean como conse-
cuencia de la interacción del vien-
to solar (el flujo de protones y elec-
trones proveniente del Sol) con el
campo magnético de la Tierra, que
retiene una gran cantidad de partí-
culas cargadas y radiación en esa
zona. Estos cinturones de radia-
ESPACIO
LA
FARSA
UNA
DE LA
LUNA
E
l siguiente artículo pretende servir de guía a
aquellos lectores interesados en un acer-
camiento sensato y racional al presunto monta-
je de las primeras misiones lunares tripuladas; busca
asimismo ser un complemento de otros trabajos publi-
cados con anterioridad, dedicados a analizar con
detalle los argumentos relacionados con las
fotografías lunares
1
. A lo largo del texto, organizado en
forma de argumentos y respuestas, se discuten las
afirmaciones utilizadas para desacreditar las primeras
exploraciones lunares que no están relacionadas con
fotografías concretas
2
.
En la Luna, al no haber aire,
sólo nos podemos referir a la
temperatura de la superficie
lunar, que puede llegar hasta
los 138 ºC. Sin embargo, la
temperatura de los astronau-
tas y sus instrumentos depen-
dían de sus trajes o de las
propiedades de cada objeto
El tiempo de exposición de cada nave
Apolo a la radiación de los cinturones de
Van Allen fue relativamente breve, de
unas cuatro horas por misión, aproxima-
damente, por lo que no hubo peligro
Diagrama de los cinturones de Van Allen. (NASA, Johnson Space Center)
LA FARSA DE LA LUNA
el escéptico
47
el escéptico
46
el vehículo lunar de uno de los
laterales del módulo. Efectiva-
mente, el rover no cabía entero en
el módulo lunar, pero sí plegado.
El armazón del vehículo eléctrico,
incluyendo las ruedas, los asientos
plegables y los instrumentos prin-
cipales, estaba
almacenado en
uno de los lados
del módulo, y
los astronautas
lo soltaban fácil-
mente mediante
poleas. Una vez
en el suelo, sólo
restaba añadirle
otros instrumentos, alojados a su
vez en otra zona del módulo lunar.
ARGUMENTO QUINTO
El ordenador del módulo lunar no
era mucho más rápido que el pro-
cesador de una calculadora de
bolsillo actual, ¿cómo es posible
que consiguiera hacer aterrizar
una nave en la Luna, cuando ni
siquiera un ordenador personal de
gama baja puede ejecutar rápida-
mente un simulador de vuelo
lunar?
R
ESPUESTA
En realidad, la mayor parte de la
capacidad de procesamiento nece-
saria para ejecutar un simulador de
vuelo lunar se emplea en calcular
las texturas y gráficos de la super-
ficie lunar y de la nave, no los
datos del vuelo en sí.
Afortunadamente, el ordenador
del módulo lunar sólo tenía que
guiar de forma precisa el módulo,
no calcular y mostrar texturas.
Aunque era lento, se trataba de
tecnología punta para la época y
fue uno de los primeros en utilizar
circuitos integrados; disponía de
un sistema operativo muy robusto,
capaz de ejecutar las tareas
imprescindibles para el éxito del
vuelo incluso aunque sucedieran
fallos secundarios
4
.
ARGUMENTO SEXTO
Las imágenes muestran claramen-
te que no hay polvo lunar sobre las
patas del módulo. ¿Cómo puede
ser?
R
ESPUESTA
Este argu-
mento parte
de la idea de
que durante
la operación
de alunizaje
se formaban
grandes nubes de polvo alrededor
del módulo, lo que es completa-
mente incierto. Debido a la ausen-
cia de atmósfera en la Luna, no se
formaba ninguna polvareda, sino
que las finas partículas eyectadas
por los gases del módulo seguían
una trayecto-
ria perfecta-
mente parabó-
lica durante
unos segun-
dos hasta caer
unos metros
más allá. El
m o t o r d e l
m ó d u l o
empujaba al
polvo lunar
circundante
hacia los lados. No puede mante-
nerse flotando ni volver hacia
atrás, como ocurriría en un
ambiente con aire, sino sólo ser
expulsado hacia afuera. Recorde-
mos que el único motivo por el
que existen nubes de polvo en la
Tierra es porque el aire existente
las transporta, contrarrestando
momentáneamente la acción de la
gravedad.
ARGUMENTO SÉPTIMO
¿Por qué el polvo lunar levantado
no permanece flotando más tiem-
po que aquí en la Tierra? Con
toda seguridad, la menor grave-
dad de la Luna hará que flote
durante mucho más tiempo.
R
ESPUESTA
Como ya hemos argumentado, las
partículas de polvo no se compor-
tan en el vacío de la misma mane-
ra que en la Tierra. En la Luna,
debido a la ausencia de atmósfera,
todos los objetos, independiente-
mente de su masa, caen con la
misma aceleración, como se
encargó de demostrar el astronauta
Dave Scott durante el tercer paseo
lunar de la misión Apolo 15 al
dejar caer al mismo tiempo una
pluma (llevada ex profeso) y un
martillo de geólogo. La única
razón por la que, en la Tierra, una
pluma se retrasaría con respecto al
martillo es la resistencia del aire,
q u e a f e c t a
especialmen-
te a los obje-
tos ligeros y
pequeños. Por
ello, y a pesar
de que la gra-
vedad lunar
es seis veces
m e n o r, l a s
partículas de
polvo caen
más rápida-
mente que en la Tierra, debido a
que el efecto de falta de aire es
considerablemente más importante
que la menor gravedad.
ARGUMENTO OCTAVO
Las imágenes son todas perfectas,
ninguna está cortada o borrosa.
Por lo tanto, fueron preparadas en
un estudio.
R
ESPUESTA
Nada más lejos de la realidad. A
pesar de que los astronautas prac-
hemos dicho, la unidad antigua-
mente utilizada para cuantificar las
dosis recibidas en la piel de cada
persona). Estos datos procedían de
los dosímetros para medir la radia-
ción absorbida que todos los astro-
nautas llevaban en su cuerpo
durante el vuelo. Además
de ello, la nave llevaba
sensores en el interior y en
el exterior para medir la
radiación.
Como se puede ver, la
dosis de radiación recibida
por los astronautas durante
cada vuelo no es muy seve-
ra. La exposición más alta
es la del Apolo 14, cuya
dosis es equivalente, para
un viaje de ida y vuelta a la
Luna, a aproximadamente
28,5 mSv (2,85 rem). Los
estándares de seguridad
actuales establecen un
límite de dosis efectiva
para el público de 1 mSv
(0,1 rem) al año; mientras
que para los trabajadores
profesionalmente expues-
tos, el límite de dosis efecti-
va es de 100 mSv (10 rem)
acumulados durante un período de
5 años consecutivos (un promedio
de 20 mSv al año, o bien 2 rem al
año) con una dosis efectiva máxi-
ma de 50 mSv (5 rem) en cual-
quier año oficial. Por otro lado, el
límite de dosis en la piel para los
trabajadores
profesional-
m e n t e
expuestos es
de 500 mSv
(50 rem) al
año, pondera-
dos sobre
cualquier superficie de un centí-
metro cuadrado. La dosis letal
50/60 (aquella dosis que mata al
50% de la población expuesta al
cabo de 60 días de la exposición)
suele estar entre 3 y 5 Sv (de 300 a
500 rem). La muerte a corto plazo
debido a la radiación no se debe a
cánceres, que son efectos a largo
plazo (años) o a alteraciones gené-
ticas (que se transmiten a la des-
cendencia) sino a fallos orgánicos
o sistémicos debidos a muerte
celular y otros fenómenos
3
.
Por último, es imposible dejar de
mencionar que el propio James Van
Allen ha comentado que la idea de
que la radia-
ción de los cin-
turones que
llevan su nom-
bre fuera mor-
tal para los
astronautas de
l o s v u e l o s
lunares Apolo es un ejemplo más
de las tonterías de aquellos que nie-
gan la llegada del ser humano a la
Luna.
ARGUMENTO TERCERO
La propia NASA afirma que una
gran erupción solar, acompañada
de fuerte emisión de radiación, es
el mayor peligro para la salud que
afrontarán los astronautas a la
hora de viajar a Marte. ¿Por qué
no fue también un grave
peligro en las misiones a la
Luna?
R
ESPUESTA
Cada misión a la Luna
duraba poco más de diez
días, y las posibilidades de
coincidir en ese tiempo con
una erupción de este tipo
eran muy remotas. Sin
embargo, una misión tripu-
lada a Marte podría durar
varios años, por lo que tiene
pocas posibilidades de evi-
tarlo. Los astronautas cono-
cían la pequeña posibilidad
de este riesgo y lo asumían
antes de realizar su misión.
Para minimizar en lo posi-
ble el riesgo de coincidencia
con un gran evento solar,
los expertos analizaban
constantemente el estado
del Sol y su superficie, antes
del lanzamiento y durante cada
vuelo, dado que la actividad solar
es hasta cierto punto predecible.
ARGUMENTO CUARTO
Es imposible que el vehículo lunar,
con el que supuestamente pasea-
ban los astronautas por la Luna,
cupiese en el pequeño módulo
lunar.
R
ESPUESTA
Éste es un argumento muy fácil de
rebatir, sobre todo teniendo en
cuenta que cualquiera puede ver,
en el archivo digital de la NASA
dedicado a las misiones Apolo
(http://www.hq.nasa.gov/alsj/),
cómo los astronautas descargaban
Cada misión a la Luna dura-
ba poco más de diez días, y
las posibilidades de coinci-
dir en ese tiempo con una
erupción de este tipo eran
muy remotas
Existe la idea de que
durante la operación de
alunizaje se formaban
grandes nubes de polvo
alrededor del módulo, lo
que es completamente
incierto
A pesar de que la gravedad
lunar es seis veces menor
que la terrestre, las partícu-
las de polvo caen más rápi-
damente que en la Tierra,
debido a que el efecto de
falta de aire es considera-
blemente más importante
que la menor gravedad
Niveles de radiación media de
las misiones Apolo
Dosis recibida
Nº de misión
en la piel (en rads)
7
0.16
8
0.16
9
0.20
10
0.48
11
0.18
12
0.58
13
0.24
14
1.14
15
0.30
16
0.51
17
0.55
Bailey, J. Vernon, "Radiation Protection and Ins-
trumentation", en Biomedical Results of Apollo
(http://history.nasa.gov/SP-368/sp368.htm) John-
son Space Center.
el escéptico
49
el escéptico
48
astronautas. Para demostrar esto se
necesita aplicar un poco de trigo-
nometría básica.
El ancho del módulo de descenso
del LM (que permanecía en la
superficie lunar tras el despegue de
regreso) no supera los 10 metros, y
la distancia mínima entre la Tierra
y la Luna es de unos 356.000 kiló-
metros. Por tanto, el ángulo visual,
θ, que abarca el módulo de descen-
so, visto desde órbita terrestre, es
igual a tan
θ
= 10m / 3’56 x 10
8
m,
por lo que
θ
= 1’61 x 10-
6
grados.
Es decir, unas 6 millonésimas de
segundos de arco (un segundo de
arco es la sexagésima parte de un
minuto, que a su vez es la sexagé-
sima parte de un grado). La cáma-
ra WFPC2 instalada en el Hubble
tiene una resolución de 800 x 800
píxeles con un campo de visión de
35 segundos de arco. Cada uno de
l o s p í x e l e s
tiene un ángu-
lo visual míni-
mo de unas 46
millonésimas
de segundos
de arco. Es
decir, la parte
inferior del
módulo lunar debería ser al menos
diez veces más grande para quedar
reflejada en una imagen del teles-
copio Hubble como un simple
puntito.
¿EXISTEN PRUEBAS DE
LA VERACIDAD DE LAS
MISIONES LUNARES?
R
OCAS LUNARES
Los astronautas trajeron de vuelta
unos 382 kilogramos de rocas
lunares y muestras de la superficie
y del subsuelo. El origen lunar de
esas rocas, en su mayoría basaltos
y anortositas, está fuera de toda
duda, ya que han sido analizadas
por geólogos de sesenta institu-
ciones científicas de todo el
mundo. Las características únicas
de estas rocas son fascinantes, y no
pueden ser reproducidas artificial-
mente en la Tierra, al haber sido
sometidas durante miles de mil-
lones de años al bombardeo
constante de micrometeori-
tos, la falta de atmósfera y el
viento solar, lo que les con-
fiere una composición y
estructura extraordinarias.
Una recolección de rocas sis-
temática difícilmente pudo
haber sido realizada por son-
das no tripuladas, ya que per-
tenecen a seis lugares de la
Luna distintos, y su verdade-
ra recogida fue documentada
por los astronautas. De hecho, las
únicas misiones sin tripulación
que han conseguido realizar esta
tarea han sido las sondas soviéti-
cas Luna 16,
20 y 24 (en
1970, 1972 y
1976, respec-
tivamente).
Entre las tres
naves auto-
máticas sólo
consiguieron
la exigua cantidad de 300 gramos
de polvo lunar, que fueron a parar
a la URSS
5
.
S
EGUIMIENTO TELESCÓPICO DE
LAS MISIONES
A
POLO
Observar satélites a simple vista o
mediante telescopios es un entrete-
nimiento cada vez más popular
entre los aficionados a la astrono-
mía, pero ya lo era en los años
sesenta. Los viajes a la Luna eran,
obviamente, un evento público, y
por tanto era posible observar cada
nave Apolo en su trayectoria de
ida y vuelta a la Luna. Dado que la
órbita de cada nave espacial y su
trayectoria a lo largo del cielo eran
conocidas (fueron publicadas en la
prensa de la época), existe una
gran cantidad de pruebas fotográ-
ficas procedentes de observadores
independientes, que documenta de
forma inequívoca el recorrido de
cada viaje lunar
6
.
E
SPEJOS
-
LÁSER
Los astronautas de diferentes vue-
los a la Luna (en concreto, las
misiones Apolo 11, 14 y 15) insta-
laron en cada lugar de alunizaje un
experimento llamado Laser Ran-
ging Retroreflector (LRRR), que
consistía en espejos especiales que
han permitido, dirigiendo desde
observatorios en la Tierra un
potente rayo láser que rebote en
ellos, establecer con extraordinaria
precisión la distancia entre la Tie-
rra y la Luna en cada momento
(midiendo el tiempo que tarda el
haz de láser en regresar). Varias
instituciones independientes de la
NASA, como el McDonald Obser-
vatory Laser Ranging Station
(cerca de Fort Davis, Texas,
EEUU) y el observatorio de Cote
d’Azur (cerca de Grasse, Francia),
realizan esta actividad de forma
periódica. También han participa-
do, en un momento o en otro,
observatorios de Hawai (EEUU),
California (EEUU), Australia y
Alemania. Gracias a este experi-
mento, actualmente sabemos que
la Luna se aleja aproximadamente
una media de cuatro centímetros
LA FARSA DE LA LUNA
ticaron durante muchos meses
para sacar buenas fotografías y
vídeos, una parte de las más de
20.000 fotografías de las misiones
Apolo (disponibles íntegramente
en Internet) tiene defectos, ya sean
de encuadre, nitidez o ‘sobreexpo-
sición’. Esto se debe, como es
lógico, a las enormes dificultades
que comportaba el hecho de traba-
jar con un traje espacial presuriza-
do. Lo que pasa es que estas imá-
genes “defectuosas” no se mues-
tran en las revistas, periódicos o
reportajes sobre las misiones
Apolo, que utilizan las imágenes
más conocidas.
ARGUMENTO NOVENO
Si el programa Apolo tuvo tanto
éxito, ¿por qué no han vuelto a la
Luna desde entonces?
R
ESPUESTA
Porque se terminó la voluntad
política de seguir financiando esos
costosos viajes. Una vez alcanza-
dos los objetivos principales del
proyecto (superar a la Unión
Soviética en la carrera espacial,
obtener abundante material lunar
para investigación, etc.), la clase
política no creía justificada la
inversión en nuevos viajes lunares
tripulados, por lo que realizaron
recortes presupuestarios. Durante
la primera mitad de la década de
1960, el presupuesto de la NASA
alcanzó su máximo (con motivo
del desarrollo del cohete Saturno y
la nave Apolo). Sin embargo, a
principios de la década de 1970
sufrió un considerable descenso
que, de hecho, obligó a la NASA a
suspender las misiones lunares
Apolo 18, 19 y 20.
A pesar de ello, los vuelos espacia-
les continuaron: el programa
Apolo fue seguido por el menos
costoso (pero no menos ambicio-
so) laboratorio espacial Skylab, en
órbita terrestre, y la misión con-
junta soviético-estadounidense
ASTP. Las dificultades económi-
cas continuaron, y la NASA se vio
obligada a dejar en tierra la esta-
ción Skylab B, por falta de dinero
para el lanzamiento y el posterior
mantenimiento de las tripulaciones
en órbita terrestre. Desde enton-
ces, dedicó la mayor parte de su
relativamente mermado presu-
puesto al desarrollo de una nave
reutilizable, el transbordador espa-
cial, que voló por primera vez en
1981.
Es necesario tener en cuenta que,
desde el alunizaje del Apolo 11 en
julio de 1969, el interés de la opi-
nión pública norteamericana en los
viajes a la Luna había decaído en
gran medida. Aunque pueda pare-
cer sorprendente, la última misión
(Apolo 17), sin duda la más prós-
pera desde el punto de vista cientí-
fico, casi no recibió atención
mediática en comparación con el
primer alunizaje.
No tendría sentido repetir de
nuevo las misiones Apolo como
tales, ya que parte de las tareas que
realizaron los astronautas en aque-
lla época pueden ser actualmente
realizadas por sondas automáticas
de menor coste, y el próximo obje-
tivo en la conquista de la Luna es
una presencia humana permanen-
te, y no de varios días, como era el
caso del programa Apolo.
ARGUMENTO DÉCIMO
¿Por qué no se facilitan imágenes
de telescopios que comprueben
definitivamente que los alunizajes
fueron reales?
R
ESPUESTA
Ni siquiera el telescopio espacial
Hubble (el mejor en luz visible
situado en órbita terrestre) puede
observar los instrumentos dejados
en la superficie de la Luna por los
Comparación entre el presupuesto de la NASA y el de los EEUU
(Fuente: elaboración del autor a partir de datos publicados en el diario El País y en el
libro electrónico Apollo by the Numbers: A Statistical Reference)
La parte inferior del módulo
lunar debería ser al menos
diez veces más grande para
quedar reflejada en una ima-
gen del telescopio Hubble
como un simple puntito
Roca lunar (NASA)
cada año de la Tierra. También nos
permite conocer con gran exacti-
tud la masa y la órbita de la Luna,
así como las variaciones en su
rotación.
R
ESTOS EN ÓRBITA Y EN LA
SUPERFICIE LUNAR
Algunas de las etapas del cohete
Saturno V utilizado en las misio-
nes Apolo siguen en órbita, y han
sido observadas y fotografiadas
por diversos observatorios y astró-
nomos aficionados. Por ejemplo,
la etapa S-IVB, de 18 metros de
largo, del Apolo 12, lanzado el 14
de noviembre de 1969, fue coloca-
da tras su uso en una órbita helio-
céntrica pero, tras 33 años, su órbi-
ta volvió a coincidir con la de la
Tierra, y quedó de nuevo atrapada
en una órbita errática en torno a
nuestro planeta. Los astrónomos la
localizaron en septiembre de 2002,
bautizándola provisionalmente
como J002E3.
Las primeras sospechas, dadas sus
características de brillo y su órbita,
indicaban que se trataba de un
resto de cohete o nave espacial.
Esto último fue confirmado días
más tarde mediante el análisis de
la luz que reflejaba, para determi-
nar su composición química. Se
descubrió que sus propiedades
e s p e c t r a l e s
correspondían
con las de un
objeto recu-
bierto con pin-
tura de óxido
de titanio, la
misma que se
utilizaba en las
etapas superiores de los cohetes de
las misiones Apolo.
Por otra parte, los lugares de aluni-
zaje de las misiones Apolo están
perfectamente documentados, y
allí permanecen la parte inferior de
los módulos lunares, los vehículos
lunares y los diversos experimen-
tos e instrumentos utilizados por
los doce primeros astronautas que
exploraron la Luna. Varias etapas
S-IVB de los cohetes y la parte
superior de los módulos lunares
fueron deliberadamente dirigidas
hacia la Luna tras su uso; sus pun-
tos de impacto sobre la superficie
lunar también son conocidos.
V
IGILANCIA DE LOS PAÍSES COMU
-
NISTAS
(
E INCLUSO NO COMUNISTAS
)
La Unión Soviética, China, Ale-
mania Oriental (enemigos de Esta-
dos Unidos por entonces) y el
Reino Unido siguie-
ron mediante sus
radiotelescopios el
desarrollo de las
misiones Apolo, y
en ningún momento
denunciaron anoma-
lía alguna. Aunque
indirecto, es sin duda un indicio
bastante convincente, dada la
enorme rivalidad existente en la
época de la guerra fría, y el deseo
de los soviéticos de llegar a la Luna
antes que los norteamericanos.
R
ADIOAFICIONADOS
Muchos radioaficionados pudieron
seguir en directo las conversacio-
nes entre los
astronautas y el
control de la
misión, median-
te su propio apa-
rato. Para ello,
debían apuntar
su antena (que
debía tener, al
menos, tres metros de diámetro) de
forma exacta al lugar del cielo en
el que se encontraba la nave espa-
cial, que emitía en una frecuencia
cercana a los 2.270 Mhz (banda S
de UHF)
7
.
E
XHAUSTIVA DOCUMENTACIÓN DE
LOS PASEOS LUNARES
Las actividades realizadas por los
astronautas durante las exploracio-
nes lunares están documentadas en
la página del Apollo Lunar Surfa-
ce Journal (ALSJ) (http://www.
hq.nasa.gov/alsj). En ella está dis-
ponible la colección entera de
vídeos grabados en la superficie,
que cubren por completo los pase-
os lunares, y los diálogos comple-
tos mantenidos entre los astronau-
tas y la NASA durante los diferen-
tes vuelos lunares. También es
posible consultar en la página del
ALSJ las más de 20.000 fotogra-
fías realizadas por los astronautas
de las once misio-
nes tripuladas del
programa Apolo
durante sus vuelos
8
;
la mayor parte de
ellas fueron toma-
das en la superficie
de la Luna. Esta
página también incluye una com-
pleta descripción científica del
entorno de cada lugar de alunizaje,
incluyendo la reseña de los ele-
mentos geológicos (rocas, cráte-
res, montañas, etc.) hallados por
los astronautas durante sus excur-
siones por la superficie. Además
de lo anteriormente mencionado,
la página del ALSJ dispone de
mucha más información sobre los
vuelos lunares Apolo, accesible de
forma gratuita.
E
XPERIMENTOS CIENTÍFICOS REA
-
LIZADOS
Durante las misiones Apolo, los
astronautas realizaron decenas de
experimentos, tanto en la nave
como en la superficie lunar, que
nos han permitido obtener una
visión mucho más completa de la
Luna y nuestro entorno espacial.
Las estaciones científicas coloca-
das por los astronautas en cada
el escéptico
51
el escéptico
50
lugar de alunizaje, llamadas
ALSEP (acrónimo de Apollo
Lunar Surface Experiments Pac-
kage), compuestas por sismóme-
tros, gravímetros y otros aparatos,
siguieron enviando datos hasta
1977, cuando se decidió apagarlas
debido a recortes en el presupues-
to. La información y los datos
obtenidos gracias al programa
Apolo fueron de utilidad para el
avance de las ciencias planetarias.
Alberto Matallanos
NOTAS
1. Véase, por ejemplo, el trabajo de
Jesús Cancillo en el nº 16 de la revis-
ta El Escéptico.
2. Ferrán Tarrasa Blanes, ingeniero
industrial y doctor en ingeniería
nuclear, tuvo la amabilidad de revisar
este artículo, y en especial la argu-
mentación sobre la radiación de los
cinturones de Van Allen. Aun así,
cualquier error que pudiera quedar es
responsabilidad mía. Quisiera,
además, agradecer a Jim Scotti,
astrónomo y científico del Laboratorio
Lunar y Planetario de la Universidad
de Arizona, su ayuda inicial para dar
forma a este texto, y a ARP-SAPC su
apoyo a la hora de publicarlo.
3. Para profundizar más acerca de
los estándares de seguridad sobre
radiación en España se puede con-
sultar el Real Decreto 783/2001, que
establece el reglamento sobre protec-
ción sanitaria contra radiaciones ioni-
zantes: http://www.mtas.es/insht
/legislation/RD/radiaciones.htm.
4. La historia del desarrollo de la elec-
trónica en la década de 1960 y la
construcción de los ordenadores que
volaron a bordo de las naves Apolo
está documentada en el libro Journey
to the Moon: The History of the Apollo
Guidance Computer, de Eldon C. Hall
(American Institute of Aeronautics
and Astronautics. Reston, 1996).
5. Para más información, es reco-
mendable leer el texto How Do We
Know That It’s a Rock From the
Moon?, disponible en http://epsc.
wustl.edu/admin/resources/moon/ho
wdoweknow.html.
6. En su página Telescopic Tracking
of the Apollo Lunar Missions
(http://www. astr.ua.edu/keel/space
/apollo.html), Bill Keel ha recopilado
una buena cantidad de imágenes
tomadas por observatorios y aficiona-
dos durante los viajes de las misiones
lunares.
7. Como ejemplo, se puede leer el
relato del radioaficionado Sven Grahn
sobre su seguimiento del Apolo 17,
mediante este método, en 1972
(http://www.svengrahn.pp.se/trac-
kind/Apollo17/APOLLO17.htm).
8. Ver también el Archivo Apolo (Apo-
llo Archive —http://www.apolloarchi-
ve.com—) o el Apollo Image Atlas
(http://www.lpi.usra.edu/research/apo
llo/index.html).
LA FARSA DE LA LUNA
La Unión Soviética
siguió el desarrollo
de las misiones
Apolo, y en ningún
momento denunció
anomalía alguna
Las conversaciones entre
los astronautas y el centro
de control fueron seguidas
en directo por muchos
radioaficionados mediante
sus propios equipos
Archivo Digit
al NASA