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Y
mira que siempre me he
fijado un montón en lo de la
compatibilidad de los sig-
nos, pero es que, ni aun así. Verán: yo
soy Tauro. Ya cuando era adolescen-
te me leí yo las características de los
signos y comprobé que era una Tauro
total: supongo que ya saben que los
signos de Tierra somos muy estables,
que pocas circunstancias consiguen
alterarnos, que nos gustan las buenas
cosas de la vida y que cuidamos muy
bien de nuestro dinero. Pues, ade-
más, mi signo está regido por Venus
y mi metal es el cobre; mi día de
suerte, el viernes, mi color, el verde,
mi perfume, el azahar y mi piedra de
la fortuna, la esmeralda. Pero lo más
importante es que en el amor, en las
relaciones, los tauros somos muy
físicos, para nosotros son muy
importantes la sexualidad y la sen-
sualidad; y si decidimos ser fieles
somos superfieles.
Una vez sabida esta información fun-
damental, lo primero de todo era bus-
car un signo compatible con el mío.
De entrada, podía ser también de
Tierra, es decir, otro Tauro, o Virgo, o
Capricornio, o de agua, como
Cáncer, Escorpio o Piscis. El primer
novio que yo tuve era del 19 de
noviembre; en cuanto me lo presen-
taron pensé: ¡qué estupendo, el
escorpión, un signo tan apasionado,
aparentemente caótico y destructor,
pero realmente lleno de sentimientos
místicos y profundos acerca del
sexo! Me lancé a fondo, claro... pero
duramos poquísimo juntos. Les ase-
guro que yo no podía entenderlo, él
me parecía demasiado equilibrado y
racional para ser un Escorpio... hasta
que alguien me explicó lo de la ver-
dadera duración de los signos.
Ah, ¿qué no saben eso? Bueno,
pero... por lo menos sabrán lo que es
el zodiaco, ¿no? Mejor empiezo por
ahí: la cosa es que las estrellas muy
lejanas prácticamente no se mueven
nada, y como la Tierra da una vuelta
alrededor del Sol en un año, el Sol va
recorriendo por entre ellas un camino
aparente en la bóveda celeste. Se
llama la eclíptica, y realmente es la
línea en la que el plano de la órbita de
la Tierra corta al cielo. Los planetas
siempre se ven cerca de ella porque
los planos de sus órbitas son próxi-
mos al de la órbita de la Tierra. El
zodiaco es una banda a los dos lados
de la eclíptica con la anchura aproxi-
mada de mi mano abierta a la distan-
cia del brazo extendido.
Las constelaciones, esos grupos de
estrellas que parecen formar un dibu-
jo en el cielo (aunque a lo mejor real-
mente no tienen nada que ver unas
con otras, ni están cerca, ni nada...),
digo que las constelaciones que caen
en esa banda son las doce del zodia-
co: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer,
Leo, Virgo, Libra, Escorpio,
Sagitario, Capricornio, Acuario y
Piscis. El "reparto" se hace dividien-
do los 360 grados de la esfera celeste
en 12 trozos iguales de 30 grados,
que corresponden aproximadamente
a un mes cada uno, y la constelación
más importante de esa región es la
que da nombre al signo, empezando
desde el equinoccio de primavera, el
21 de marzo. Ésa es la fecha que
coincide con el corte entre la eclípti-
ca y el ecuador celeste, es el momen-
to en el que el Sol sale exactamente
por el punto Este del horizonte, y el
día y la noche duran lo mismo. El
signo de cada uno lo marca la conste-
lación donde estaba el Sol en el
momento de nuestro nacimiento.
Ahora bien, resulta que las constela-
ciones no son todas igual de grandes
sobre el cielo; por ejemplo, Virgo es
enorme y debería durar 45 días; Leo
y Piscis también son bastante gran-
des, les tocarían 37 y 38 días respec-
tivamente; pero Escorpio es una
birria y le corresponde una semanita
escasa...
Total, que mi primer novio realmente
no era Escorpio, sino Libra, un signo
de Aire, que se lleva mal con los de
Tierra, en particular con una genuina
Tauro. Esa debió ser la causa de la
ruptura, vamos, digo yo...
ASTROLOGÍA
el escéptico
50
A M O R E S
HOROSCOPALES
¡Aaaaaay, pero qué mala uva he tenido
yo en mi vida con los novios, de verdad!
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Pasando el tiempo conocí a otro
chico que me pareció simpatiquísi-
mo, y tenía una labia... pero no quise
dejarme engañar por las apariencias
y a la primera oportunidad le pregun-
té su fecha de nacimiento. 8 de
diciembre, me dijo. ¡Cuidado!,
pensé, es un Sagitario,
signo de Fuego; claro,
buenos comunicadores,
con facilidad de pala-
bra... pero seguramente
demasiado impulsivo y
muy picaflor para el
amor. Así que le dejé
pasar sin insistir, pero
he de reconocer que me
quedó mucha pena.
Después me enteré que
al menos debería haber
probado. Y eso por otra
puñetita astronómica que no conocía
yo. Resulta que a los antiguos las
constelaciones que les parecieron
más llamativas en la banda del zodia-
co son las doce que conocemos...
¡pero hay muchas más! Realmente la
zona por donde se ve siempre al Sol
y a los planetas incluye nada menos
que veinticuatro constelaciones. Y si
se cuenta también a Plutón, que tiene
la órbita más inclinada, hay que aña-
dir otras cuatro.
En cualquier caso, hay una oficial-
mente reconocida, que tiene que per-
tenecer al zodiaco por narices: se
llama Ofiuco, y va del 30 de noviem-
bre al 17 de diciembre. Así que mi
segundo pibe era un Ofiuco, y ese
signo está sin catalogar: ¡igual podía-
mos haber encajado tan ricamente, y
yo sin saberlo!
Cuando conocí al que fue mi tercer
novio yo ya iba mogollón de resabia-
da: antes de nada, por referencias,
supe que era del 20 de octubre, es
decir, teóricamente Libra. Ya tenía yo
mala experiencia con un libra de ver-
dad (acuérdense del primer mozo),
así que busqué en internet una buena
tabla que incluyera Ofiuco y que
diera las duraciones reales de las
constelaciones, y así comprobé que
realmente el chico era Virgo (de
signo, quiero decir). Virgo es un
signo de Tierra, como el mío: fantás-
tico, según dicen los manuales de
astrología "Tierra con Tierra puede
transformarse en una colosal monta-
ña de fe y vigor...
o en un desierto
árido, según la
dirección que
tome. Cuando se
agita, el resulta-
do puede ser un
terremoto con
r e p e r c u s i o n e s
volcánicas. La
opción depende
de ambos". Esto
del final ya me
lo olía yo, claro,
pero lo primero
prometía bastante. Empezamos a
salir, y al principio todo iba super-
bién... hasta que alguien me habló de
la precesión de los equinoccios.
¿No les suena? Pues les cuento: no sé
si saben que el norte del cielo, que lo
marca la Estrella Polar, aunque
parezca mentira no ha estado siempre
en el mismo sitio. Ese punto es la
prolongación del
eje de rotación
terrestre; y resul-
ta que la Tierra
gira como un
trompo, o sea,
que cabecea len-
tamente. Así, el
punto norte des-
cribe una circun-
ferencia en unos
26.000 años, por
lo que se mueven
los puntos cardi-
nales y, en con-
secuencia, también las constelacio-
nes por las que el Sol "pasa" a lo
largo del año. En concreto, desde que
se "inventaron" los signos del zodia-
co se ha producido un desplazamien-
to hacia atrás de más de una conste-
lación. Actualmente el 21 de marzo
el Sol ya no sale en Aries sino en
Piscis, y dentro de poco, en Acuario.
Y así con los demás signos.
Volviendo al pobre chico del 20 de
octubre, resulta que, en verdad, era
un Leo, signo de Fuego, otra vez difí-
cilmente compatible con una Tauro
como yo... Además dicen que los sig-
nos tienen mucho que ver con el ani-
mal que representan, y ustedes verán,
un toro con un león, ni de coña. Lo
dejé plantado, claro, qué necesidad
de andar sufriendo otra vez.
Lo cierto es que, más tarde, me paré
a pensar que mi signo real también
había que desplazarlo hacia atrás, o
sea, y empecé a sospechar que quizá
yo soy Aries, signo de Fuego. Miré
las características de los arianos, y la
verdad, yo no sé cómo he podido
pensar que era una Tauro auténtica.
Siendo Aries yo encajaba perfecta-
mente con aquel Libra teórico que en
realidad era un Virgo que debía ser
un Leo... Pufffff, me estoy mareando,
ya no sé de quién fiarme.
Pero hay que ser optimistas y pensar
en positivo: supongamos que yo sólo
soy compatible con un signo, el que
sea; si somos unos 6.000 millones de
personas en el mundo,
y esencialmente nos
clasificamos en doce
tipos de personalidad,
uno por signo, debe
haber unos 500 millo-
nes de seres humanos,
casi la mitad varones,
compatibles conmigo.
Será cuestión de tiem-
po dar con el candidato
adecuado.
Y si no, pues me paso
al horóscopo chino.
Total, me parece a mí que debe tener
más o menos el mismo fundamento
que el occidental...
Inés Rodríguez Hidalgo
el escéptico
51
Las constelaciones no
son todas igual de
grandes. Virgo es
enorme y debería
durar 45 días; a Leo y
Piscis les tocarían 37
y 38 días respectiva-
mente; pero Escorpio
es una birria y le
corresponde una
semanita escasa...
Desde que se "inven-
taron" los signos del
zodiaco se ha produci-
do un desplazamiento
hacia atrás de más de
una constelación.
Actualmente el 21 de
marzo el Sol ya no
sale en Aries sino en
Piscis, y dentro de
poco, en Acuario...