el esc
é
ptico
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LA
INFLUENCIA
DE
LA
LUNA
Un argumento frecuente en astro-
logía (tan recurrido como falso) es
el de relacionar la actividad gravi-
tatoria lunar sobre las masas de
agua terrestres (olvidando que
también actúa en la litosfera, fre-
nando suavemente el movimiento
de rotación), causa de las mareas,
con un posible efecto similar en
los organismos, en concreto sobre
los seres humanos, que poseen un
alto contenido en agua.
P
ero los astrólogos suelen olvidar
el numerador de la fórmula de la
gravedad de Newton, que nos
indica que esta actividad gravitatoria
depende de las masas de los cuerpos
que se atraen. A pesar de la gran dis-
tancia, y de que la fuerza gravitatoria
disminuye en razón inversa al cuadra-
do de ésta, la masa de la hidrosfera
terrestre es suficiente para que advirta-
mos macroscópicamente los efectos de
nuestro satélite en ella, con elevacio-
nes y descensos diarios en el nivel del
mar. Pero también vemos que en
masas pequeñas de agua, como el Mar
Mediterráneo, este efecto es muy redu-
cido, y es insignificante incluso en
grandes lagos: ¡cuán menor no será
entonces el efecto sobre los escasos
cincuenta litros que puede portar un
ser humano!
Supongamos que la fuerza gravitatoria
es la única que, por actuar a grandes
distancias, sería candidata a poder
"transmitir" las supuestas influencias
de los astros sobre nuestras vidas. La
fuerza gravitatoria d e c u a l q u i e r
otra persona u objeto cercano es
mucho más importante en estos térmi-
nos que la de la Luna. No existen prue-
bas contrastadas que indiquen que
nuestro satélite influya en algún
aspecto de la vida del hombre. La afir-
mación
de que se
v e r i f i c a n
más nacimien-
tos naturales
(partos no forzados)
durante periodos de Luna
llena es, sencillamente, falsa.
Ningún estudio hasta la fecha ha podi-
do demostrarlo, y los tests estadísticos
al respecto, cuando no están realmente
sesgados, han dado sistemáticamente
resultados negativos (Toharia, 1999).
No obstante, sí es cierto que nuestro
satélite influye en determinados fenó-
menos biológicos patentes en una
amplia diversidad de organismos, pero
obviamente no mediante sus efectos
gravitatorios (salvo, indirectamente,
por las mareas), sino a través de la luz
solar que es capaz, en cada momento,
de reflejar hacia la superficie terrestre.
Los efectos mejor conocidos son los
que afectan a los ciclos biológicos de
animales y plantas. Es importante
saber que la intensidad de la luz de la
Luna llena (unos 5*10-
3
W*m-
2
)
puede teóricamente tener actividad
fotoperiódica (Strasburger et al.,
1994), es decir, capacidad de regular
los ciclos biológicos de las plantas,
d e s e n -
cadenando
determinados
procesos fisiológicos. Espectralmente,
la composición de la luz lunar es
semejante a la solar, pero su irradia-
ción es un millón de veces menor.
De cualquier forma, los niveles máxi-
mos de la luz de la Luna no bastan
para inducir procesos como el floreci-
miento en mitad de un período de
oscuridad (aun cuando la sensibilidad
a la luz aumenta en este momento en
un orden de magnitud en comparación
con la presencia de luz), además nues-
tro satélIte se encuentra bajo en latitu-
des templadas, por lo que sus rayos no
inciden en las plantas desde arriba,
sino con un ángulo bajo. Aun así, algu-
nos experimentos han demostrado una
ligera respuesta fotoperiódica a la luz
lunar. Aunque son conocidos muchos
ciclos de marea (por ejemplo, la diato-
mea Hantzschia virgata, que migra
f
uera de la arena en marea baja, cada
24,8 h) y semilunares (por ejemplo, el
ASTROLOGÍA
LA INFLUENCIA DE LA LUNA SOBRE LA VIDA
el escéptico
49
SOBRE
LA
VIDA
salen en masa o desovan al mismo
tiempo (por ejemplo, la espectacular
liberación de larvas en los arrecifes
coralinos también durante las noches
de Luna llena), pero también se tiene
el caso de una caída rítmica en la
población de zooplancton en la reserva
Cahora Bassaz, en Mozambique, cau-
sada por peces que se alimentan cuan-
do no hay una intensa luz lunar.
En cierto fitoplancton que migra fuera
de la arena cuando la marea está baja,
los ritmos de marea han resultado ser
ritmos circadianos acoplados a las
mareas por la luz que penetra en el
agua revuelta, sin embargo, hay ejem-
plos de organismos (en especial entre
invertebrados), que siguen los ritmos
de marea de la costa donde fueron
colectados una vez que son llevados al
laboratorio y se los mantiene en condi-
ciones constantes.
Respecto a los mencionados ritmos
semilunares, destaca el caso de la lisa
californiana (Leuresthes tenuis),
pequeño pez que vive mar adentro en
las costas del sur de California
(EEUU), el cual deposita sus huevos
desde fines de febrero hasta principios
de septiembre, durante tres a cuatro
noches, con Luna nueva y Luna llena
(mareas de primavera) y mientras las
mareas descienden. Las hembras dejan
sus huevos en la arena, donde son fer-
tilizados por los machos y permanecen
hasta la siguiente marea de primavera.
Si la sincronización no fuese correcta,
los huevos serían arrastrados de la
arena y no sobrevivirían (Salisbury &
Ross, op. cit.). Margalef (1980) reco-
gía el dato de hallazgos de máximos en
las concentraciones de tiroxina coinci-
dentes con el novilunio, preparatorios
para el descenso fluvial en truchas y
salmones. La Luna también parece
influir en migraciones verticales lacus-
tres: los pescadores del lago Hurón
(EEUU) dicen capturar menos peces
del género Coregonus las noches de
Luna llena.
Son algunos ejemplos de un proceso
biológico no muy bien estudiado ni
comprendido, y que, sin duda, requie-
re de una mayor labor experimental
por parte de la comunidad científica.
Saúl Blanco
REFERENCIAS:
- Margalef, R. 1980. Limnología. Omega.
Barcelona.
- Salisbury, F. B. & Ross, C. W. 1994.
Fisiología Vegetal. Grupo Editorial
Iberoamérica. México D.F.
- Strasburger, E.; Noll, F.; Schenck, H. &
Schimper, A. F. W. 1994. Tratado de
Botánica. Omega. Barcelona.
- Toharia, M. 1992. Astrología. ¿Ciencia o
Creencia? McGraw-Hill. Madrid.
apareamiento cada 14,8 días de espe-
cies del gusano de la familia Eunice y
del género Palola, según un ciclo mar-
cado por la Luna o, quizás, por las
mareas), los ciclos lunares verdaderos
son raros, conociéndose sólo en algu-
nas especies de zooplancton (Salis-
bury y Ross, 1994). Mención aparte
merece el ciclo menstrual de las hem-
bras humanas, regulado hormonal-
mente, con un período algo inferior al
mes lunar y que, posiblemente, nada
tenga que ver con éste.
El efecto de las mareas es clave en el
desarrollo de muchos organismos. No
obstante, hay que tener en cuenta que
la marea se retrasa varias horas respec-
to al paso de la Luna, y que hay efec-
tos concernientes a la forma de la
costa, la configuración del
fondo marino, el viento, la
presión atmosférica, las órbi-
tas elípticas de la Luna y la
Tierra, etc. Esto hace que las
mareas reales varíen mucho
de un lugar a otro. En cual-
quier caso, según la localiza-
ción, los organismos que
viven en la zona de marea
están expuestos a cambios
diarios en el nivel de agua,
cambios que se superponen
al ciclo lunar de las mareas
vivas y muertas. Si los organismos tie-
nen ciclos adaptados a estas mareas, es
esperable que posean períodos de 12,4
h; 24,8 h; 14,8 días o incluso 29,6 días.
Independientemente o no de las mareas,
estos casos están ampliamente reparti-
dos en el espectro de los seres vivos.
Algunos insectos salen y se aparean en
gran número poco después del plenilu-
nio, y ciertos organismos marinos
Lisa californiana (Leuresthes tenuis). (Archivo)
Página anterior, fotografía de la Luna:
mosaico de imágenes captado por la
sonda Clementine en 1994. (NASA)