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el escéptico
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como de salida. Comienzan en Princeton en 1939, cuando
realizaba el doctorado, y finalizan con la correspondencia
de 1987, poco antes de su muerte.
En esta colección se aprecia su interés sobre el conoci-
miento y la ciencia en general, y sobre todo en la Físi-
ca en particular. Pero también reluce un carácter burlón,
afable y cordial, preocupado por la sociedad, crítico con
normas impuestas y convencionalismos, irreverente, es-
céptico y con gran capacidad crítica. En resumen: pasión
por la vida.
Se aprecia su evolución vital, desde sus enternecedoras
primeras cartas a su madre y a su prometida (y pronto
esposa) enferma, hablando sobre sus inquietudes y
esperanzas, el duro trabajo y las travesuras en Los
Álamos, las siguientes cartas a medida que progresaba
con la física, su gran amor y sus distintas experiencias
vitales. Aparte de correspondencia con familiares y
gente cercana, conforme va pasando el tiempo hay
más correspondencia con colegas sobre investigación
y enseñanza. Pero también se incrementas cartas de
alumnos y gente interesada por la física y, a medida que
iba cobrando celebridad, se aprecia que hay más cartas
de gente sin relación directa con él, preguntándole su
opinión y transmitiéndole sus inquietudes. Eso hace
pensar que le veían cómo alguien cercano, no como
un gran talento inaccesible y aislado en una torre de
marfil. Y el hecho de que Feynman respondiese a esas
misivas demuestra que la percepción que tenían de él era
correcta. Por ejemplo, hay una carta de un desconocido,
A. Van Der Hyde, en 1997, en la que le habla sobre un
hijo con interés por las ciencias pero con problemas de
seguridad en si mismo y con las calificaciones, lo que le
hace temer por su progreso en los estudios y le pregunta
a Feynman (a quien su hijo admira) por su opinión.
Feynman le responde en una amplia y cálida carta. En el
momento en que se llevó el libro a la imprenta, el señor
Van der Hyde informó de que su hijo había encontrado a
una mujer maravillosa en la universidad, estaba casado
y con dos hijos y cursaba el último curso de doctorado
en oceanografía física. Al considerar los efectos a largo
plazo de la carta de Feynman, el señor Van der Hyde
dice que es imposible saber la importancia que tuvo y
continuaba: “Pero sé que fue importante para mí, como
padre, y sé que mi hijo nunca ha olvidado como uno de
los ‘grandes’ dedicó algunos minutos sólo para él”. No
sé si hay muchas anécdotas similares de futbolistas o
algunos de los otros modelos de referencia que suelen
aparecer en los medios.
Jesús Mª Navarro López de Alda
EL CLIMA.
EL CALENTAMIENTO GLOBAL Y EL
FUTURO DEL PLANETA
Manuel Toharia
Debate, 2006
En este libro, nuestro consocio, Manuel Toharia, nos
explica la diferencia entre tiempo y clima, indicando la
dificultad en la predicción y evaluación de datos del cli-
ma, para lo que se precisan series de al menos cincuenta
años. Comienza hablando de las variaciones climáticas
a lo largo de la historia del planeta, y confieso que esa
primera parte es la que menos me gustó, me enredé un
poco entre las distintas etapas, aunque reconozco que la
información era clara, pero requería estar algo más con-
centrado que para otras partes del libro.
Ante tanta afirmación gratuita sobre cambios climáticos
debidos a incremento del dióxido de carbono (CO
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),
Toharia explica las variaciones naturales en el clima
(no por efecto antrópico –de la mano del hombre-, pues
se dieron desde mucho antes de nuestra aparición en el
(Archivo)
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planeta), comentando las distintas causas: astronómicas
(variaciones en radiación solar, orbitas del planeta,
formación de la Luna que estabiliza el eje de rotación
de la Tierra, etc.), cambios en la composición de la
atmósfera, no sólo del tan mencionado CO
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como de
otros elementos como vapor de agua, oxígeno e incluso
azufre y cenizas volcánicas, variaciones en la proporción
de agua líquida y gaseosa y su efecto en la circulación
del calor, tipos de nubes y su efecto en la reflexión y
refracción de la luz solar y unos cuantos curiosos efectos
más.
La conjunción de las causas astronómicas, geológicas,
planetarias y atmosféricas y la dificultad de obtener
buenos datos históricos hacen complicada la explicación
del clima en el pasado, y aún más la predicción para
el futuro, en la que Toharia dice que también hay que
considerar las causas antrópicas. Pero obviamente esa
incertidumbre y dificultad en la predicción no funciona
bien como titular de prensa o programas de televisión,
para los que se prefieren noticias más impactantes, como
que la temperatura va a subir 2º C y que el nivel del mar
subirá un metro. Con respecto a las afirmaciones sobre
el aumento del nivel del mar, Toharia dice que no hay
que olvidarse de los cambios en la superficie del planeta,
poniendo como ejemplo que el puerto del que partieron
las carabelas de Colón hoy está a varios metros sobre el
nivel del mar, como consecuencia de la elevación de la
superficie (en esa zona) del planeta, de aproximadamente
un metro, también, cada siglo.
En cuanto al dióxido de carbono, el autor dice que su
concentración está aumentando en la atmósfera, y que ese
aumento parece un claro efecto de las mayores emisiones
de la época industrial, si bien señala también que
afortunadamente los sumideros de carbono están siendo
más eficaces. Apunta que se habla mucho del dióxido de
carbono no porque sea el principal agente de los gases
invernadero (sin los cuales la vida en el planeta sería
imposible, pues la temperatura media bajaría bastante),
sino que es uno de los que se desconoce menos, lo que
parece haberle llevado a protagonizar el papel de malo
de la película.
El libro tampoco parece propaganda de Bush en favor de
la industrialización y del aumento de las emisiones de
dióxido de carbono; de hecho, dice que el planeta es un
sistema muy complejo y sensible, y no se sabe bien cuáles
pueden ser las consecuencias de esos efectos antrópicos,
pero que no cabe esperar que sean buenas. Pero no deja de
indicar que hay otros problemas medioambientales muy
serios y a los que parecemos darles menos importancia.
Por ejemplo, la escasez global de agua dulce y la paradoja
de que en gran cantidad de países tiremos el agua potable
por el retrete.
En varios momentos me ha recordado a otro libro del
que Toharia es coautor: Medio ambiente: ¿Alerta Verde?,
publicado diez años antes, en el que también se hablaba
de problemas medioambientales y del tratamiento
que se le daba en los medios, que no resultaba todo lo
fidedigno que debiera. Decía que tal vez el fin de hacer
anuncios catastrofistas sea bueno, con el objetivo de
hacer reaccionar a la opinión pública, pero que puede
tener el efecto negativo de que si no se producen todos
esos efectos negativos que se anuncian, acabemos
pensando que era una exageración y no hagamos caso a
los siguientes avisos, como el pastor del cuento.
Un ejemplo que citaban en ese libro era el de los
pronósticos de sequía en España que se hicieron al
principio de los noventa, cuando ya se aseguraba que
prácticamente no llovería más en la península. Tras
las siguientes lluvias desapareció ese miedo y volvió a
parecer que sobraba agua.
Jesús Mª Navarro López de Alda
(Editorial Debate)