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el escéptico

Artículo
EL NÚMERO 23
Jorge J. Frías
L
a pasión por la numerología llega a la gran pantalla
con esta cinta firmada por Joel Schumacher
(director de películas como Un día de furia
1993– o El Cliente –1994–), que ha elegido a Jim Carrey
para encarnar a Walter Sparrow, un simple trabajador de
la perrera municipal cuya perfecta vida de americano
medio se va al traste cuando se topa con un libro: El
número 23. Desde que comienza su lectura, Sparrow se
siente totalmente identificado con el protagonista, con
quien comparte algunos aspectos de su niñez narrada, y
sobre todo la reiterada aparición del mismo número en
sus vidas: el veintitrés.
la locura, el director ha optado por mezclarlos a fin de
compensar el escaso guión, con un desigual resultado.
Es curioso que algunas críticas cinematográficas se ceben
en la poca credibilidad que les otorga el guión no por
su carga esotérica, sino por lo forzado e inverosímil que
les parecen algunos de los algoritmos para descifrar los
números, sobre todo cuando aparece la división. Como
si para ser creíble, no debiera usarse operaciones más
allá de los primeros cuadernos de sumas y restas –sin
llevarse–, que hacíamos de pequeños en la escuela.
Es probable que lo que hayan notado estos críticos es lo
improvisadas que parecen todas las alusiones al número 23
y ello es debido a que, haciendo alarde de una ingenuidad
pasmosa, el director admite que: «Inmediatamente me
encantó el guión y pensé que era totalmente original y
único», dijo Schumacher. «Me intrigó porque siempre
estoy buscando algo que los demás no estén haciendo y
esto era totalmente original y representaba un gran reto.
En ese momento no sabía nada acerca del fenómeno
del número 23, por lo que decidí investigar en Google
y me percaté que existía una locura total por el número
23. Existe incluso una página web donde la gente toma
fotografías del número 23 cuando lo encuentra alrededor
del mundo. Es un culto y desconocía su existencia».
Un vistazo por el citado buscador sólo nos lleva a un gran
número de alusiones a su película en páginas de cine,
noticias y blogs personales, pero ninguna que muestre esa
«locura» a la que se refiere el director –una comparación
con 666, por ejemplo, lo dejaría en ridículo–. Además,
no existe una página específica donde la gente tome
fotografías del 23, existen multitud de páginas donde
la gente fotografía a su número favorito allá donde
vaya (por ejemplo, en
http://www.flickr.com
se pueden
encontrar una gran variedad de ellos: 3, 8, etc.), sin más
interés paranormal que el tener una predilección por
cierto guarismo.
En la página web de la película en español (
http://www.
tripictures.com/elnumero23/elnumero23.html
) se hace
referencia a una serie de coincidencias con el citado
número primo con las que intentar legitimar la obsesión
del protagonista. En ellas se nota claramente la poca
rigurosidad con la que los guionistas han incluido los
datos. Por ejemplo, se indica que son 23 los segundos
El director teje una trampa sobre el
espectador: en vez de realizar una película
fantástica o una parodia cómica, opta por
la mezcla a fin de compensar lo escaso del
guión”.
A lo largo del film, el cabalístico guarismo aparecerá
por doquier realizando algunas sencillas operaciones
algebraicas: bien con la concatenación (el protagonista
nace un tres de febrero, 2-3 –tal y como lo escriben los
angloparlantes–), bien alterando el orden de las cifras (le
regalan el libro en su trigésimo segundo cumpleaños), por
sumas y restas e, incluso, divisiones (el día que Sparrow
conoció a su mujer es un 14 de septiembre: 14+9=23).
Además, haciendo uso de las indicaciones del libro,
desvela una serie de códigos secretos en las letras de las
palabras (nombres, colores, direcciones...) que le rodean.
Pronto Sparrow se dará cuenta de que el 23 encierra
grandes misterios de la humanidad: 23 puñaladas a Julio
César, 23 pares de cromosomas o 23 segundos tarda la
sangre en recorrer el cuerpo.
A partir de la fascinación por estos ingenuos algoritmos,
el guionista Fernley Phillips escribió una obra de teatro
primero y el guión de la película después. Sus fantasías
contagiaron muy bien a Schumacher, que lleva al
personaje de Carrey por distintos derroteros, desde lo
sobrenatural a lo paranoico, pasando por el thriller e
incluso la comedia. Y éste es, quizás, uno de los puntos
flacos de la película, pues el director teje una trampa sobre
el espectador: en vez de realizar una película fantástica,
una parodia cómica, de novela negra o una reflexión sobre
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0
que tarda la sangre en fluir por el cuerpo, lo cual es un
dato estimativo que depende de cada persona, y no es
difícil encontrar referencias a otras apreciaciones con un
segundo de margen aproximadamente.
de Avogadro) o que ese es el número de problemas que
Hilbert planteó a partir de su famosa conferencia de París
en 1900 (19 es el número primo anterior a 23, por seguir el
disparatado juego). Cualquiera puede coger papel y lápiz
y entretenerse en encontrar coincidencias con el 23 o con
cualquier otro número, como ocurrió recientemente con
las cifras 9 y 11 en relación con el desgraciado atentado
a las torres gemelas de Nueva York del 11 de septiembre
de 2001, cuando Uri Geller intentó convencernos de la
aparición de esas cifras en malignas combinaciones, pero
que no son más que consecuencia de la más lógica de
las coincidencias cuando se maneja una gran cantidad
de datos (en el diccionario escéptico puede encontrarse
una buena refutación de sus afirmaciones:
skepdic.com/
lawofnumbers.html
).
Según el director: «Fernley no inició el fenómeno del 23.
Sólo tejió esta fantástica historia alrededor de él, que creo
es mucho más que un número». Pese a esta ciega creen-
cia, a veces la película intenta dar sus dosis de cordura:
«Se trata de cómo la obsesión puede convertirse en algo
muy destructivo. Y creo que la mayoría de nosotros re-
conoce algo de esto en sus propias vidas. Creo que todos
tenemos alguna obsesión». Y es ahí, en el breve intento
de no dejarse llevar por las supercherías y la creencia en
lo predestinado, donde el director acierta. Lástima que
no haya llegado a más, pues hubiera conseguido una pe-
lícula menos comercial, pero mucho más interesante.
Algunos críticos se ceban en la poca
credibilidad de la película no por su carga
esotérica, sino por lo inverosímil de algunos
de los algoritmos usados para descifrar los
números, sobre todo cuando aparece la
división”.
Otras coincidencias referidas a la ciencia son aún más
absurdas. Textualmente en la página web se afirma que
«el eje de la Tierra se aleja en 23’5 grados», que en una
mala interpretación o traducción se refiere al ángulo de
declinación de la Tierra. Tampoco son muy rigurosas
las citas históricas, como las 23 puñaladas que recibió
Julio César, las 23 letras del alfabeto latino o el día de
nacimiento de William Shakespeare.
Encontrar referencias más acertadas con el número no es
muy complicado. Como cita el blog de makielnai (
www.
maikelnai.es/?p=143
), 23 es la concatenación de los dos
primeros números primos, que el 23 de octubre es el día –
no oficial– del mol (por aquello de la potencia del número
Cartel de la película
El número 23. (Tripictures).