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Mundo Escéptico
ALGUNOS MITOS SOBRE
ALIMENTACIÓN Y SALUD
Sergio López Borgoñoz
(Autor)
La relación causa-efecto no siempre puede
convertirse en norma generalizada y la
dosis es un factor determinante a la hora de
establecer relaciones entre alimentación y
salud”.
NUTRIENTES Y ENFERMEDADES
E
n materia de nutrición existen una serie de
confusiones o miedos asociados a cierto tipo de
enfermedades supuestamente provocadas por
los alimentos que se ingieren. Hay fuertes razones para
pensar que la alimentación conlleva un impacto sobre
la salud; también la certeza que los alimentos pueden
ayudar a prevenir enfermedades pero, ¿qué relación
existe, por ejemplo, entre cáncer y alimentación?
¿Son ciertos los argumentos que sostienen algunos
ecologistas, asociaciones de derechos del consumidor,
ciertos científi cos y algunos políticos cuando alegan
preocupaciones sobre seguridad alimentaria, impactos
ambientales, enfermedades y plagas y dependencias
económicas?
Según publica en Science et pseudo-sciences el ingeniero
agrónomo Jean de Kervasdoué, antiguo miembro del
Ministerio de Salud francés, durante años, los equipos
del CNAM (Conservatoire National des Arts et Métiers)
han tratado de comprender y establecer un nexo entre
malnutrición, enfermedad y gastos en la salud. La literatura
no contrastada en los últimos años ha intervenido mucho
en este terreno creando falsas percepciones al respecto.
Desacredita Kervasdoué la consideración generalizada
de aquellos que sostienen que la carencia de un nutriente
sea el origen de una enfermedad; por ejemplo, «la falta
de vitamina C puede, en efecto, provocar el escorbuto
—afi rma—, pero el vínculo directo entre esta carencia y
la patología es un fenómeno poco frecuente, la excepción
más que la regla».
También informa acerca de estudios toxicológicos que
parecen demostrar los efectos positivos del beta-caro-
teno, pero advierte que esta sustancia administrada en
grandes cantidades, es también cancerígena; lo que in-
dica que la relación causa-efecto no siempre puede con-
vertirse en norma
generalizada y que
la dosis es un factor
determinante a la
hora de establecer
estas relaciones.
En conclusión, son
demasiados los
factores que parecen
intervenir como
para demostrar una
relación causa-
efecto inequívoca,
y el tema en sí es
lo sufi cientemente
importante como
para no frivolizar sobre él, ya que la simplifi cación puede
conllevar una percepción pública errónea sobre las
cualidades positivas o negativas de algunos alimentos,
favoreciendo dietas con exceso de algunos nutrientes o
con carencia de otros.
LA ESTIGMATIZACIÓN DE LOS TRANS-
GÉNICOS
En la tecnología de los alimentos, durante muchos años, se
ha tenido un total desconocimiento sobre dos cuestiones.
La primera, cuáles son las bases moleculares para que
un alimento tenga buenas propiedades nutricionales, de
sabor, color o aroma. La segunda, qué sucede a los genes
y, por lo tanto, al metabolismo al ingerir un determinado
nutriente.
La fascinante época de la investigación genómica
actual está permitiendo que nuevas disciplinas, como
la nutrigenómica y la nutrigenética, informen acerca de
cuáles son los genes que provocan que una fruta tenga
antioxidantes, mejor color o mejor aroma, pero también
que se descubra qué genes se activan o desactivan en
el organismo al tomarla. Ésta es una información muy
valiosa que nos permite ir reconociendo el DNA de
los alimentos que se ingieren así como sus efectos en
nuestros propios genes.
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Sin embargo, hace ya más de veinte años que los
alimentos pasan por transformaciones genéticas y se
han introducido en el mercado de consumo. Desde esta
perspectiva no ha podido demostrarse ni una sola muerte
causada por ellos, ni una sola alergia en humanos.
Según un informe de l’Académie de Médecine francesa,
publicado en septiembre de 2007: «El efecto de factores
nutricionales específi cos como el contenido en fi bra
de los alimentos o la cantidad de frutas y legumbres
ingeridas, no ha sido confi rmado por las últimas
encuestas epidemiológicas. Del mismo modo, no ha
podido demostrarse que el consumo de carne roja y de
charcutería aumenten los riesgos de padecer cáncer de
colon».
La comunidad científi ca ha garantizado a los organismos
estatales de salud pública que los productos alterados
genéticamente se logran sin alterar las cualidades
benefi ciosas de los alimentos, además de mejorar la
calidad de su contenido nutricional y reducir el riesgo
de alergias a determinados productos y mejorar su
metabolismo. Hemos de tener en cuenta que en el año
2007, la Unión Europea publicó el reglamento (CE) nº
1924/2006 sobre declaraciones nutricionales y de salud,
indicando que las que afecten a la salud, Health Claims,
deben ser aprobadas por las autoridades sanitarias en
base a pruebas científi cas contrastadas en humanos y en
cantidades del alimento consideradas habituales en una
dieta equilibrada.
El reto actual a la tecnología alimentaria es identifi car
nuevos componentes, denominados bioactivos, que
aporten funcionalidad a los alimentos. La validación
científi ca, así como la correcta comunicación de sus
efectos son las dos únicas herramientas para no llevar a
nadie a confusión.
MEDIO AMBIENTE ¿AMENAZADO?
De nuevo, los argumentos de quienes arremeten contra
este tipo de alimentos aseguran que son una amenaza
para el medio ambiente, considerando que los expertos
en genética no pueden garantizar los efectos ambientales
a largo plazo al introducir nuevos genes en el medio
ambiente (contaminación genética debido a la polinización
cruzada), y un riesgo para la biodiversidad agrícola,
mediante el traspaso de genes y la creación de nuevos
virus capaces de generar o intensifi car enfermedades en
las plantas.
El hecho es que los transgénicos, gracias a su mayor
resistencia a sequías, plagas, patógenos, salinidad,
etc., presentan un índice de producción de alimentos
por hectárea bastante mayor frente al de los cultivos
«tradicionales», mucho más vulnerables a las condiciones
ambientales, por lo que si fueran legalizados en todos los
países deberían contribuir a un descenso signifi cativo en
el precio de los alimentos, además de paliar gran parte
del hambre en el mundo. Un caso singular lo constituye
el arroz dorado, cuya legalización se estima podría salvar
hasta un millón de vidas humanas cada año.
En un irónico y argumentado artículo en la misma revista
de Louis-Marie Houdebine, director de investigación
del INRA y experto en biotecnología, los organismos
genéticamente modifi
cados son presentados como
portadores de efectos catastrófi cos, en relación a las
declaraciones de una candidata a la presidencia francesa
que creó una cierta alarma al difundir que este tipo de
alimentos podía producir efectos perjudiciales en los
fetos de las mujeres embarazadas. Sin embargo, añade,
los expertos han demostrado que estos productos no son
dañinos para la salud de los consumidores.
Como suele pasar, los argumentos de mayor crudeza de
los opositores y de los charlatanes ejercen un calado muy
superior en la población que la tibieza y cautela de las
posiciones científi cas.
El efecto de factores nutricionales especí-
fi cos como el contenido en fi bra de los ali-
mentos o la cantidad de frutas y legumbres
ingeridas, no ha sido confi rmado por las últi-
mas encuestas epidemiológicas. Del mismo
modo, no ha podido demostrarse que el con-
sumo de carne roja y de charcutería aumen-
ten los riesgos de padecer cáncer”.
Como ejemplo, podemos citar la obesidad, que es una
de las principales causas de padecer enfermedades
cardiovasculares. La investigación genómica ha
descubierto más de 300 genes relacionados con ella: las
mutaciones que afecten a estos genes podrán determinar
la propensión a la obesidad de un individuo y por ello
reducir su riesgo a contraer este tipo de dolencias.
Quienes mayoritariamente se oponen a estos productos
genéticamente modifi cados y previenen frente a este
tipo de alimentos se basan en supuestas amenazas para
la salud como la resistencia a los antibióticos. También
alertan ante eventuales nuevas alergias, principalmente
en niños, bebes y fetos, ya que, según afi rman, la mayoría
de los alimentos manipulados contienen genes de virus y
bacterias.