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Mi argumento, más detallado en mi libro, es brevemente
como sigue. Si depredadores y parásitos son productos
de un proceso natural, un león desgarrando a su presa
o un parásito matando a su hospedero no son acciones
moralmente malas, porque ni el león ni el parásito
de la malaria son sujetos morales. Pero sí serían actos
morales si el león y el parásito han sido explícitamente
diseñados para esos propósitos. (Si un coyote me ataca
en la reserva ecológica junto a nuestra casa en la que
mi esposa y yo paseamos por las tardes, el ataque no es
un acto moral, porque el coyote no es un sujeto moral.
Pero si un ladrón usa su mastín para atacarme, sí se
trata de una acción moral, la del ladrón.) Mi sugerencia
a los creyentes y teólogos es que la evolución puede
interpretarse como más compatible con la fe religiosa,
que lo es el «diseño inteligente», que afi rma que Dios
ha diseñado específi camente a depredadores y parásitos.
De la misma manera, los avances de las ciencias físicas
hicieron posible no atribuir terremotos y vulcanismo a la
agencia inmediata del Creador.
Al parecer estas sutilezas se le escapan a Molina. Mario
Bunge sí las entiende y por eso, «es poco crítico con
Francisco Ayala y muy crítico con Richard Dawkins»,
algo que sorprende a Molina. Merece la pena añadir que
el objetivo de mi libro no es convencer a la gente para que
acepte la fe religiosa, sino persuadir a los creyentes a que
acepten la evolución en lugar del «diseño inteligente»,
tan popular en los Estados Unidos
Francisco J. Ayala
Universidad de California, Irvine
Portada del libro «Darwin y el diseño inteligente» de Francisco
J. Ayala mencionado en estas cartas. Las primeras palabras
del libro, las que inician el prólogo, son bien elocuentes: «El
mensaje central de este libro es que no hay contradicción
necesaria entre la ciencia y las creencias religiosas».
(Archivo).
Contrarréplica de Eustoquio Molina
La carta de réplica de Francisco J. Ayala a mi artículo
titulado: Detalles sobre la vida, obra y enseñanzas
epistemológicas de Mario Bunge
, me obliga a contra-
replicar y entrar en polémicas religiosas que siempre he
tratado de evitar.
En este sentido, Ayala afi rma que teodicea no es, tal
como yo lo expresé, «teología fundada en principios de
la razón» y seguramente está en lo cierto, ya que él sabe
más de teología porque fue sacerdote dominico. Pero la
defi nición que puse en mi artículo es exactamente la del
Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española
(vigésima edición). Por tanto, Ayala debería escribir a la
Real Academia Española para que cambien la defi nición
por la suya que es más precisa.
Respecto de si Ayala afi rmó haber resuelto el problema
de la teodicea o simplemente sugirió consideraciones,
léase la siguiente frase de su libro en cuestión: «Darwin
proporcionó a los teólogos el "eslabón perdido" en la
explicación del mal en el mundo o, en lenguaje teológico,
la evolución resolvió el problema de la "teodicea"»
(Ayala
(2007). Darwin y el Diseño Inteligente: creacionismo,
cristianismo y evolución
, Alianza Editorial, página 22).
Esta frase evidencia claramente que el verbo utilizado para
interpretar lo que según él hace la evolución fue resolver
y no sugerir. Comprendo que habiendo publicado tantos
libros Ayala no recuerde algunos de los términos que ha
utilizado.
En su carta Ayala afi rma que mis sentencias son incon-
gruentes especialmente mi conclusión de que si Dios es
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el creador de todo, consecuentemente es el responsable
de los resultados de la evolución. Si Dios lo creo todo ló-
gicamente es el responsable directo o indirecto de las im-
perfecciones e injusticias del mundo y, tanto esto como el
«libre albedrío», no me parece que hagan el mundo más
«interesante», ya que perdí la fe cuando estudié geología
y paleontología en la universidad. Dado que Ayala habla
de terremotos y vulcanismo como no atribuibles a la agen-
cia inmediata del Creador, quiero recordar que las ciencias
geológicas pusieron de manifi esto, antes que la teoría de la
evolución, que la narración bíblica de la creación del mun-
do y de los organismos es totalmente contradictoria con la
realidad de la historia evolutiva a lo largo de los tiempos
geológicos. La creación del mundo en seis días, Adán y
Eva, el diluvio universal y otros mitos religiosos, que fue-
ron impuestos, a veces a sangre y fuego, fueron falsados
por la ciencia en poco tiempo, mientras que la teología no
ha sido capaz en muchos siglos de demostrar la existencia
de Dios. Si a esto añadimos que la teoría de la evolución
hace innecesario un creador sobrenatural, resulta que lo
más plausible con los datos científi cos es no creer en la
religión, al menos en la católica que es la que he conocido
y sufrido más de cerca. Además, creo que los fundamenta-
listas cristianos son más congruentes que los renovadores
que consideran la Biblia como alegórica y simbólica, ya
que parece más consecuente interpretar literalmente el li-
bro sagrado de la religión cristiana, o si ese libro ya no es
cierto lo más consecuente es abandonar esa religión. Sin
embargo, prefi ero a los renovadores mucho más que a los
fundamentalistas, a los que he criticado en mis artículos
tratando de defender a la ciencia y en concreto al evolu-
cionismo.
La estrategia de Ayala ha sido muy efi caz para defender a
la ciencia de los ataques de los creacionistas (en una socie-
dad como la norteamericana donde la religión es tan infl u-
yente), que lograron prohibir la enseñanza de la evolución
en las escuelas durante tantos años. Por eso en 2002 estuve
a favor de la concesión del Premio Mario Bohoslavsky a
Ayala. Sin embargo, en Europa no existe el peligro de la
prohibición de la enseñanza de la evolución y no es nece-
saria la estrategia científi co-religiosa de Ayala. El mensaje
central de su libro es: «que no hay contradicción necesa-
ria entre la ciencia y las creencias religiosas». Para mí si
hay contradicciones, como por ejemplo el alma, necesaria
para la religión e inexistente para la ciencia neurológi-
ca. Además, lo más plausible con los datos científi cos no
son precisamente las creencias religiosas. Históricamente
siempre han sido los religiosos los que han atacado a la
ciencia diciendo que sus datos no son compatibles con sus
ideas, y luego han tenido que retractarse y buscar un ajuste
negando que haya incompatibilidad entre el conocimiento
científi co, que es verifi cable, y sus ideas, que no lo son.
Además, su estrategia genera un problema: que algunos
científi cos muy especializados y que saben poco de geolo-
gía y biología, no cuestionen la religión infl uenciados por
la autoridad de Ayala que es un evolucionista tan prestigio-
so. Por tanto, su libro puede ser muy útil para combatir el
fundamentalismo en EE UU, pero puede causar bastante
confusión entre los no expertos en temas evolutivos.
Ayala afi rma al comienzo de su carta que ha admirado a
Mario Bunge como fi lósofo y como amigo. Al fi nal también
afi rma que ciertas sutilezas que a mi se me escapan, Bunge
si las entiende y por eso a mi me sorprende que Bunge sea
poco crítico con él y muy crítico con Richard Dawkins.
En este sentido, creo que si aún Bunge no lo ha criticado
directamente puede ser porque sea su amigo, como Ayala
supone, porque no lo haya leído como yo sugiero, o
porque realmente no esté interesado en polemizar sobre
«sutilezas» teológicas. Las ideas que tanto defi ende Ayala
en su libro, tales como la de los magisterios separados
de Gould, han sido muy criticadas por Bunge a quien le
parece un disparate, porque no es cierto que la ciencia y
la religión se ocupen de cosas diferentes cuando se habla
del origen de la vida y del hombre. Es más, Bunge afi rma
frecuentemente que la religión es superstición y que si
Dios ha permitido que la evolución produzca un diseño
tan imperfecto y poco inteligente Dios es ignorante o
perverso, todo lo cual supone una fuerte crítica indirecta
a la ideología de Ayala.
Eustoquio Molina.
Universidad de Zaragoza.
Eustoquio Molina es catedrático de Paleontología en la
Universidad de Zaragoza, galardonado con el Premio de
Investigación 2007, en la categoría de Ciencias Naturales, por
la Real Academia de Ciencias. En la foto, Eustoquio Molina, a
la derecha, junto con Mario Bunge durante su paso por las
Jornadas de Castelldefels de 2006. (E. Molina).