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el escéptico
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Artículo
UN LARGO ECLIPSE SOBRE
LA ISLA DE PASCUA
Alfonso López Borgoñoz
El próximo 11 de julio de 2010, hacia las 20,11 h
(tiempo universal coordinado —UTC—, las 14,11 h en
la hora ofi cial), será posible ver durante cuatro minutos
y cuarenta y un segundos un Eclipse Total de Sol desde
Hanga Roa, la capital de la isla de Pascua.
Sus tres mil ochocientos habitantes —aproximadamen-
te— esperan ser visitados por muchísima gente, más de
la que habitualmente ya se acerca por ella.
La fase parcial del eclipse empezará a las 18,41 h y
acabará a las 21,34 h (UTC) —6 horas menos es la hora
ofi cial—.
El perfi l astronómico de la mayoría de los asistentes,
supongo que hará que contemplen la isla como lo que
es, una maravilla, y no se empecinen en el error que
el extravío en la interpretación de sus monumentos ha
conducido a muchos escritores desde hace medio siglo.
Otro largo eclipse, en forma de desconocimiento, sigue
nublando la visión sobre la historia de este remoto
paraje, por culpa de la infl uencia de autores como von
Däniken y su conocida obra Recuerdos del futuro
(1)
, en
la que señalaba, entre otras cosas que no eran ciertas,
que los antiguos habitantes de esa isla del Pacífi co había
sido imposible que levantaran ellos solos esas enormes
estatuas por todos conocidas, los llamados moais, visibles
muchas de ellas ya desde alta mar.
obtenida sin pruebas racionales, no encontrando nunca
nuevos datos que les permita descartar o afi anzar sus
propias hipótesis.
Las mismas preguntas se repiten hasta la saciedad, sin
importar en absoluto que las respuestas hayan llovido
desde mil campos del saber diferentes. Y es que la lluvia
nunca cala si la fe en lo sobrenatural o en lo extraterrestre
(no la razón, claro) nos han hecho impermeables. Y
eso es una de las cuestiones que más diferencian a los
científi cos de los que no lo son.
La isla de Pascua, de sólo 163,6 km
2
, goza de una
ubicación especialmente solitaria en la mitad sur del
Océano Pacífi co (a 27° 9’ de latitud sur y 109° 26’ de
longitud oeste). Está situada a unos 1 800 km de la tierra
más cercana, la conocida isla de Pitcairn (a la que fueron
a parar los famosos amotinados de la Bounty) —que
es la distancia que separa Madrid de Ámsterdam, por
ejemplo—, a 4 100 km de Tahití y a 3 700 km de la costa
continental chilena. Sin duda, tenía todos los números
para entrar en el mundo de los afi cionados a la creación
de misterios insondables...
Tal como señalaba José Luis Calvo Buey, en El
Escéptico
(2)
, en su trabajo sobre esta isla publicado en
2003, «cuando los primeros europeos llegaron a la isla
de Pascua, vieron que estaba repleta de unas grandes
esculturas, los moai. Para aumentar el misterio, la
Los pseudocientífi cos siempre se quedan
en la primera duda y en la fe ciega en su
primera impresión/revelación sin pruebas
racionales, nunca buscan nuevos datos que
les permita descartar o afi anzar sus propias
hipótesis”.
Y es curioso porque, la isla de Pascua es un buen ejemplo
de que a pesar de la ciencia va avanzando resolviendo
cosas que desconocemos sobre el pasado, con nuevas
miradas y descubrimientos (se vuelven a repasar los
datos e hipótesis, se usan nuevas tecnologías y teorías
para enfrentarse a los tiempos pretéritos, etc.), los
pseudocientífi cos siempre se quedan en la primera duda
y en la fe ciega en su primera impresión/revelación
La Isla de Pascua, en Chile, es famosa por sus estatuas,
denominadas Moais. (Archivo)
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pequeña población, su desconocimiento de los metales,
la ausencia de animales de carga y la falta de madera
hacían inexplicable la talla y erección de esas estatuas».
Sergio Sánchez, un escéptico chileno, escribe en su web
que «En esa isla de hieráticos gigantes de piedra, de
tolomiros, de petroglifos, de leyendas de aku-aku y orejas
largas
, de tablillas parlantes, en esa isla, digo, es difícil
no sentirse tentado por las explicaciones fantásticas... Los
moai. ¿Cómo pudieron los nativos pulir la roca con esa
maestría? ¿Cómo pudieron transportarlas a los lugares
de destino? ¿Cómo, en fi n, lograron erguirlas, dejándolas
ahí, tan paradas, con sus semi-sonrisas irónicas ante los
esfuerzos de los arqueólogos?»
(3)
Eso, sin duda, ha estimulado a los amantes de los
misterios de todas las épocas. Aunque, en realidad, para
ellos de misterio, poco.
5,96 m
3
. No obstante esa cifra media, hay verdaderos
monstruos, como el llamado El Gigante, que se halla
aún en la propia cantera del volcán Rano Raraku y que
nunca se levantó. Su altura máxima hubiera sido de unos
21,60 metros y su peso hubiera estado entre las 160 y las
182 toneladas, aproximadamente. El más grande erigido
es algo más pequeño, y es el conocido como Paro. Se
encuentra en el ahu Te Pito Kura, mide 9,80 m de altura
y pesa unas 74,39 toneladas más o menos. Pero los hay
mucho más pequeños, como el menor de todos, que se
encuentra en Poike y mide unos 1,13 m de altura.
La gran mayoría de las fi guras (un 96%) fueron esculpidas
en el suelo volcánico que rodea al volcán Rano Raraku,
situado en el sudeste de Pascua. Sin embargo, también es
posible encontrar un pequeño número de estatuas hechas
con otros materiales, como el basalto.
Como vemos por las cifras, menos de un tercio de todos
los moai tallados lograron llegar hasta sus respectivas
plataformas... en el caso de que éstas fueran el destino
fi nal de todos ellos, lo cual ahora es puesto en duda,
como ya indicaré.
Y todo eso hace que los estudiosos, serios o menos
serios, se hayan hecho muchas preguntas y se las
continúen haciendo ¿Porqué se quedaron en las canteras
la mayor parte? ¿Por las difi cultades del transporte? ¿Por
tener fallos? ¿Por falta de tiempo para llevarlos? ¿Por
algún otro problema? ¿Serían tallados para quedarse allí
directamente por alguna fi nalidad religiosa desconocida?
¿Quizás agotaron los habitantes de Rapa Nui los recursos
necesarios para acabar este enorme trabajo? ¿Cómo las
transportaron hasta el lugar en el que fueron halladas?
¿Cómo se les puso encima el llamado pukao (cilindro de
escoria rojiza ubicado cual sombrero sobre algunas de las
cabezas) y que en algún caso pesa hasta 10 toneladas?
Vale la pena entretenerse algo en las primeras crónicas
para tener las primeras respuestas. Así, pese a alguna
descripción visual previa imprecisa de marinos
Realmente, en la isla de Rapa Nui hay
muchas estatuas, muchas”.
Para von Däniken, su construcción se debió sin duda a la
presencia de alienígenas. Y ahí se han quedado los para-
arqueólogos, sin ver ni leer nada más, anclados en los
autores que escribieron hace ya más de cuarenta años. Y
eso que ha llovido mucho desde entonces...
¿MIL MOAIS?
Lo primero para empezar es señalar que realmente, en
la isla de Rapa Nui hay muchas estatuas, muchas. Según
se revela en los datos ofrecidos por el pascuense Museo
Antropológico Padre Sebastián Englert
(4)
en su web, su
número total sería de 887 (aunque según un trabajo de
Liller de 1993, los datos acumulados sugieren que se
construyeron más de mil).
De ese total de 887, 288 fueron transportadas a la costa y en
un 90% erigidas sobre un ahu, plataformas ceremoniales
de piedras pequeñas revestidas por sillares, localizadas
en las costas de la isla —lo cual debió ocurrir al fi nal
incluso en tiempos históricos, cuando ya se habían dado
los primeros contactos con poblaciones europeas aunque
éstos no eran continuados—, 397 (la mayoría, un 45%)
se quedaron sin acabar en la cantera del Rano Raraku y
92 han aparecido con daños o parecen abandonadas en el
camino de transporte hacia un ahu.
De acuerdo a las investigaciones realizadas por Jo Anne
Van Tilburg
(5)
, un moai promedio mediría 4,05 m de
alto, pesaría 12,5 toneladas y su volumen total sería de
Situación de la Isla de Pascua, en el Océano Pacífi co.
(Wikipedia)
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Henúa. Para Roggeveen, según dejó escrito, las estatuas
eran representaciones de dioses en un culto solar del
que no obtuvo muchos datos. En su opinión, la cual es
la primera hipótesis registrada por extranjeros sobre el
proceso de fabricación de las mismas, las estatuas se
hicieron in situ, moldeando arcilla o algún tipo de barro
que lo permitiera.
En 1770, el catalán Manuel de Amat y Junyent, virrey
del Perú, temiendo el establecimiento de franceses o
ingleses en la isla, envió a reconocerla y tomar posesión
de ella al capitán de navío Felipe González de Ahedo y al
capitán de fragata Antonio Domonte y Ortiz de Zúñiga.
Otro viajero, como el conocido capitán inglés Cook, en el
año 1774 indicó —tras señalar la difi cultad de entender la
lengua que se hablaba en la isla pese a llevar un traductor
polinesio— que «se podía difícilmente concebir cómo
estos isleños, que desconocían completamente cualquier
fuerza mecánica, podían haber levantado estas fi guras
tan grandiosas»
(6)
, así como que eran representaciones
funerarias de gente notable.
Según José Luis Calvo Buey ello parece tener su lógica
si tenemos en cuenta los restos funerarios hallados en
los ahus (o plataformas de piedras pequeñas revestidas
por sillares) sobre las que se alzaban la mayor parte
de estas estatuas situadas en la zona costera y en el
hecho de que nunca se les pintaron ojos, ni siquiera a
las completamente construidas (pese a ello, en algunos
sitios se han encontrado ojos de huesos de tiburón que
posiblemente representaron el blanco de los ojos e
incluso ‘niñas’ de los ojos hechas de obsidiana). Según
el Museo Antropológico Padre Sebastián Englert, los
moai representaban a «los ancestros importantes de cada
linaje. Con el paso de los años, su forma se fue estilizando
al mismo tiempo que aumentaban progresivamente de
tamaño».
Para los estudios actuales, los moai acompañaron a los
isleños durante cerca de 800 años y se pueden trazar
tres fases prehistóricas. La primera sería la del primer
poblamiento, entre el 400 y 800 d.C. (poco más de mil
años antes de la llegada de los primeros europeos),
y cubre desde la llegada de los primeros pobladores
polinesios hasta el inicio del desarrollo de su cultura
megalítica. Después vendría la fase conocida como Ahu
May
(entre el 800 d.C. y el año 1680, más o menos), que
es la clásica, donde la cultura propia de la isla alcanzó
su máximo esplendor al construir los enormes centros
ceremoniales y levantar las grandes estatuas, para acabar
con la etapa Huri May, de fuerte confl icto social entre
linajes, con una ecología en la isla muy degradada por la
tala intensiva, en la que surgió el culto al Tangata Manu
u hombre-pájaro, y que fi nalizó con la llegada de los
misioneros católicos en 1864.
El derribo de los moai en esta etapa por los propios
habitantes de la isla no es del todo seguro, aunque se
estima como lo más probable. Lo que sí se sabe es que,
por desgracia, las estatuas se cayeron al poco tiempo de
su erección en su mayor parte, no habiendo pruebas claras
acerca de si fueron derribadas en medio de una revuelta
de origen social de un grupo de isleños o si cayeron por
causas naturales tales como terremotos.
El problema ecológico indicado antes casi a vuelapluma
es muy importante. Desde la antigüedad se ha podido
determinar la, por lo general, alterante incidencia del
Por desgracia, las estatuas se cayeron al
poco tiempo de su erección en su mayor
parte”.
españoles de fi nes del siglo XVII, que la denominaron
como isla de David, el primer marino originario del
llamado viejo mundo que se ha podido documentar que
realmente llego a ella fue el almirante holandés Jacob
Roggeveen, que la descubrió ofi cialmente el domingo 5
de abril de 1722. Fue él quien la bautizó con el nombre
de isla de Pascua debido a que en ese día se celebraba
la festividad de domingo de Pascua de Resurrección.
Para los isleños, la misma se conocía como Te Pito o Te
Mapa de la Isla de Pascua cartografi ada por la tripulación de
Felipe González de Ahedo. (Alberto Gamarra)
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El avance del conocimiento ha permitido saber, mediante
el uso de los métodos de trabajo de la palinología (que
es una disciplina que estudia el polen, las esporas, etc.,
que se encuentra en excavaciones arqueológicas), han
podido determinar de forma inequívoca la existencia de
numerosos árboles en la isla de Pascua en la antigüedad,
cuya deforestación (irreversible por la pérdida de tierras
que ha supuesto) fue causada posiblemente por el hombre
en la misma época de construcción de la mayoría de los
moai y que permiten, mientras no salgan nuevas pruebas
en sentido contrario, indicar que, posiblemente, el más
que probable fi n de los árboles en la isla con motivo del
transporte y erección de las estatuas.
¿No hay muchos árboles en la isla Pascua? Cierto, no los
hay ahora.
LA FABRICACIÓN DE LAS GRANDES ESTA-
TUAS Y SU DESPLAZAMIENTO
El cómo se hicieron los moai, su proceso de fabricación,
las técnicas que se usaron, cómo se desplazaron... todo
se ha podido ir documentando gracias a los hallazgos
arqueológicos por toda la isla, especialmente en las
propias canteras situadas en las laderas volcánicas, con
muchas estatuas total o parcialmente talladas y, en ellas,
las herramientas básicas necesarias para poder tallar los
moai.
El afamado aventurero noruego, Thor Heyerdahl,
en 1956, hizo una serie de experimentos in situ (y no
ninguno de esos extravagantes cálculos mentales de los
astroarqueólogos, sin ninguna prueba empírica, donde
multiplican millones de personas y decenas de años para
las labores más sencillas) y publicó que en un año y con
un grupo sólo de seis hombres se podía tallar enterito,
de arriba abajo, un moai, lo cual no es mucha gente ni
tiempo.
Las rutas de transporte de las estatuas desde sus canteras
en el Rano Raraku hasta el sitio donde se hallaron,
distantes en algunos casos unos 18 km, tampoco permite
hablar de grandes misterios en la actualidad. No parece
ser que la levitación o gigantescos ovnis-grúa fueran
necesarios, aunque sí el trabajo de mucha gente (aunque
no tanta como se ha dicho en algún momento) durante
algún tiempo.
Sobre las rutas, que antiguamente se creía limitadas a
unas pocas, en un reciente trabajo, publicado en al año
2005 por Carl P. Lipo y Rerry L. Hunt en la revista inglesa
Antiquity
(8)
, se comprueba —gracias al uso de imágenes
en alta resolución obtenidas mediante satélite— la
amplitud de la red viaria a lo largo y ancho de la isla de
Pascua, mucho más rica de lo imaginado, con un modelo
radial de carreteras, que sugieren (tras reconocerse las
mismas sobre el terreno) que el traslado de las estatuas se
llevó a cabo por grupos independientes, que competían
entre ellos, a través de toda la isla, mejor que mediante un
sistema de trabajo controlado por un poder centralizado.
Estas carreteras, además, no parecieron unir de forma
signifi cativa centros habitados sino que, básicamente,
parece ser que sirvieron para el transporte de estatuas.
¿No hay muchos árboles en la isla Pascua?
Cierto, no los hay ahora”.
ser humano en el medio, como ha sucedido en la Grecia
clásica o en los mismos bosques mediterráneos, en los
que el pino ha proliferado debido a que los árboles más
aptos para dar madera para barcos fueron talados desde
siempre y no siempre se regeneraron los bosques como
se debía.
Fotografía del legendario aventurero Thor Heyerdahl, famoso
por la expedición Kon-tiki de 1948 con la que cruzó el Pacífi co
en una balsa muy primitiva para demostrar que no había
impedimento alguno para la colonización de la Polinesia por
la especie humana. (Pacifi c Lutheran University)
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Se han hallado siete carreteras principales, cada una de
las cuales tal vez sirvió a los intereses de un grupo en
concreto, que también las usaba para marcar límites con
otros grupos.
Este estudio ha permitido, además, saber las probables
carreteras que se usaron en cada caso, así como
determinar mejor las distancias recorridas. Estos autores
comprobaron (en la zona de las carreteras al sur de
Pascua) cómo el tamaño y la variabilidad en el tamaño
de las estatuas era menor a medida que aumentaba la
distancia entre el lugar dónde se hallan ahora y la cantera
donde fueron hechas. Esta distribución, estadísticamente
signifi cativa, sugiere (aunque no implica de forma
determinante) que su transporte requería una inversión
de energía tal que la población (y sus circunstancias) no
siempre podían dedicar su esfuerzo a ello, fracasándose
más a menudo en los desplazamientos con las mayores
estatuas. Mientras que estatuas de un tamaño máximo de
10 metros se pueden hallar a menos de 3 km de distancia,
a 5 km la mayor es ya de sólo 9 m, a 7 km la mayor es
de 7 m, a 12 km la mayor es de 6 m y a 14 km la mayor
es de sólo 5 m (tamaño no despreciable, pero menor que
los anteriores).
Con el tamaño, a mayor distancia también mengua la
cantidad de las encontradas. A una distancia de 6 km de
las canteras se encuentra la mayoría, siendo más limitada
la cantidad que se encuentra a una mayor distancia.
Pese a los debates, es cierto que aún no se ha podido
determinar con exactitud, dada la pobreza del registro
arqueológico en este sentido, así como de las mismas
tradiciones orales recordadas por los isleños, el sistema
exacto por el que se movieron los moai. Entre otros, hay
cinco sistemas que suelen ser los más citados:
a) Thor Heyerdahl
(ver nota 2)
colocó una de estas estatuas
de espaldas sobre un trineo de madera y la arrastró
sobre el mismo. El esfuerzo no pareció serle muy
gravoso, pese a las 15 toneladas que pesaba la estatua
elegida, aunque debe reconocerse que el terreno
que recorrió no era especialmente complicado
ni la distancia excesivamente larga. Según sus
cálculos, para desplazar los moai así bastaban un
par de centenares de isleños y algo más de un par
de semanas. Esta hipótesis, además, estaba algo
respaldada por la tradición isleña.
b) Para el antropólogo estadounidense William
Mulloy
(9)
, un autor clásico sobre la isla, según
indicó en sus obras de fi nales de los años sesenta,
tal vez el sistema se basaba en la utilización de
dos grandes postes unidos en forma de V, atados
al cuello del moai, y un trineo curvo en forma de
Y para proteger el vientre de la estatua, que yacería
boca abajo. Al ir moviéndose los postes hacia
adelante y al tirar de las cuerdas, los moai debían
poder ser arrastrados aprovechando el balanceo
producido por la curvatura del trineo.
c) El ingeniero checo Pavel Pavel (1995)
(10)
se inspiró
en una tradición oral que narra cómo los moai
caminaban hasta su lugar de destino. En base a la
misma, y como un moai de pie es relativamente
estable (dado que su centro de gravedad es bajo dada
su amplia base y a tener una cabeza relativamente
pequeña), los hizo “caminar” al ir inclinando una
de las estatuas pascuenses hacia un costado y luego
balancearla hacia delante.
d)
Charles Love (1990)
(11)
, un arqueólogo
estadounidense, publicó que tras un intento fallido
con otro sistema, fi nalmente colocó el moai sobre
un trineo de troncos al que se hizo avanzar subido
sobre troncos de madera usadas como ruedas para
facilitar su desplazamiento, de tal manera que logró
mover un moai a unos 500 metros de distancia en
sólo dos minutos.
e) Jo Anne Van Tilburg (1996)
(12)
, una antropóloga
estadounidense, de la Universidad de California
en Los Ángeles (UCLA), que ha estudiado la isla
desde hace mucho tiempo. Ella también cree haber
hallado un posible sistema que combina en parte
las ideas propuestas por Heyerdahl y Love, y que
usa un trineo de troncos sobre el que se recuesta el
moai, boca arriba o boca abajo, y se lo hace avanzar
sobre troncos de madera como ruedas.
Tantas técnicas racionales y fácilmente ejecutables
por los isleños hace cuatro o diez siglos muestran que,
aunque ninguna de ellas hubiera sido jamás realmente
usada, no era necesario ni obligatorio para los isleños
tener que recurrir a marcianos para mover nada. En la
película estadounidense Rapa Nui se puede observar una
buena recreación histórica de cómo pudo ser el proceso
en su tramo fi nal, de una manera muy bien explicada.
Otra prueba de la humanidad de los artífi ces fue el hecho
del hallazgo de estatuas que posiblemente sufrieron
importantes daños durante el transporte a su ubicación
defi nitiva y que fueron dejadas en un lado de los senderos
donde se accidentaron. Para chapuzas, los humanos
somos únicos.
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Tras el transporte, y llegados al ahu, posiblemente el
moai se iba levantando poco a poco, muy poco a poco,
acumulando progresivamente piedras en su parte frontal
para controlar su peso, calzarlo y que no cayera, hasta
conseguirse que la estatua quedara en su posición erguida.
Esto lo pudo comprobar Thor Heyerdahl en la zona de
AÚN HAY QUE SEGUIR TRABAJANDO Y
MUCHO
De todos modos, en el caso de la isla de Pascua ciertamente
continúan existiendo muchas incógnitas sobre los moai,
su signifi cado y el porqué exacto de su ubicación, aunque
nada apunta en la dirección de misterios insondables
para la mente humana ni de la presencia de alienígenas
ni seres de civilizaciones avanzadísimas prehistóricas
extinguidas...
Así, el signifi cado concreto de las estatuas no está
claro, como es lógico. Los indicios escritos son nulos o
casi, y lo que se sabe se deduce de criterios estilísticos
básicamente, basados en las observaciones y en los
datos recogidos de los indígenas por los antropólogos
que han trabajado en la isla, los cuales han producido
diferentes interpretaciones, entre las que destacan las que
tratan de entenderlos desde una perspectiva simbólica y
cosmológica, pese a que estudios llevados a cabo en las
dos últimas décadas han llamado la atención sobre las
formas fálicas de las estatuas y sobre que quizás también
estén asociadas a conceptos míticos de fertilidad o
relacionando el mundo de la tierra con el cielo, el mundo
material con el espiritual, ...
Pero sin duda hubo una multiplicidad de motivos, como
pasa siempre y como menciona Aveni en su trabajo sobre
Nazca
(13)
. Seguro que hubo factores que infl uyeron en la
construcción de cada estatua en cada momento en cada
situación y por cada grupo. Para Van, también se usó
como sistema de prestigio entre los diferentes grupos
familiares que poblaban la isla, tratando cada nueva
estatua en cada período de superar a las hechas por los
otros grupos.
Tantas técnicas racionales y fácilmente
ejecutables muestran que no era necesario
para los isleños de la Isla de Pascua tener
que recurrir a marcianos para mover nada”.
Las hileras de estatuas gigantes son un espectáculo único y hermoso. (Roberto Olivares)
Anakena, donde levantó uno de unas 30 toneladas con
sólo 12 indígenas en 18 días, gracias a esta técnica
La forma de poner el pukao o tocado de cabeza, tampoco
está clara, tal vez, se aprovechara la rampa de piedras
usada para erguir la estatua. De hecho, hay algunas
leyendas que describen tal método, lo cual pone en
entredicho las afi rmaciones sobre la imposibilidad de
ubicar pukao sobre moai que señalan los afi cionados a
ver extraterrestres por todas partes.
De acuerdo a las tradiciones y a las pruebas disponibles,
la talla de los ojos era hecha una vez el moai estaba cerca
o en el ahu. De hecho, los hallados aún en la cantera de
Rano Raraku y en los senderos no tienen las cavidades
que permiten su instalación, mientras que aquellos que
estuvieron en un ahu sí las poseen. De esta manera, el
tallado de las cavidades debió llevarse a cabo en el moai
cuando éste estaba próximo a su ahu, o bien directamente
cuando ya estaba de pié.
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En mi opinión, los habitantes de la isla de Pascua como todos
los seres de toda la historia actuaban por diferentes motivos,
y pese a que la tradición era importante, el cómo la misma
era sentida en cada momento y cómo era interpretada en
sociedades ágrafas en cada circunstancia por los grupos que
tomaban las decisiones de su construcción, en competencia
con otros, sin duda infl uyó de un modo muy, pero que muy
difícil de establecer en cada una de ellas.
¿FRONTERAS?
Sin embargo, el análisis espacial ha permitido revalorizar
las estatuas conocidas como aisladas, intermedias o «en
fase de transporte» que son aquellas situadas fuera de la
cantera y de la costa y ha servido para poder relacionar
de forma signifi cativa estas últimas (aunque no a todas las
estatuas de la isla) como indicativas de fronteras.
Hasta hace poco, el interés de los investigadores, centrado
en el análisis cosmológico y religioso de las estatuas, no las
había tenido en cuenta por lo general, debido a la difi cultad
en la mayoría de casos de saber si estaban ubicadas en el
lugar deseado por los que las realizaron o bien su situación
actual responde sólo al sitio donde fueron dejadas mientras
las llevaban a otro lugar.
Estudios recientes y por separado, en los últimos años,
de autores como Stenvenson o Shepardson, basados en
técnicas de análisis espacial han sugerido, en el primer
caso, el papel potencial de los mismos ahu en delimitar
fronteras territoriales.
Las divisiones territoriales de Stevenson (2002)
(14)
se
derivan del análisis estadístico de la variación formal en
el diseño de los ahu y en nociones preconcebidas sobre
división territorial en las islas de Polinesia.
Por su parte, el análisis de Shepardson (2005)
(15)
identifi ca
unas fuertes correlaciones entre un subgrupo de estatuas
estudiadas en el interior y las fronteras territoriales ya
establecidas históricamente por etnólogas como Katherine
Routledge en 1919
(16)
. Según ello, para este autor, los
ejemplos del interior de la isla de Pascua, pese a las
imprecisiones en las fronteras, permiten señalar que no es
que tuvieran problemas para ser transportadas a la costa
sino que sirvieron para delimitar antiguos territorios.
Como vemos, como todos, un tema complejo, que requerirá
aún mucho trabajo. En todo ello, sin duda, no se echa en
falta a ningún ser verde con trompetas en vez de orejas para
que la cuestión siga siendo apasionante.
Como siempre, sí lo es la búsqueda de la verdad mediante
la razón y el trabajo con las mejores pruebas disponibles.
NOTAS
1. Erich von Däniken (1972) Recuerdos del futuro, Plaza y Janés,
Barcelona.
2. José Luis Calvo Buey (2002-2003) “La vuelta al mundo en cinco
megalitos (IV). Los gigantes ciegos” El Escéptico nº 16, Págs. 62-65.
Invierno-Primavera.
3. Sergio Sánchez (2000) “Isla de Pascua: ¿Antiguo aeropuerto
extraterrestre?” La nave de los locos (Chile) (visto en la web
http://www.lanavedeloslocos.cl/nave2/pascua.html el 10 de mayo
de 2010).
4. Museo Antropológico Padre Sebastián Englert, web en: http://www.
museorapanui.cl.
5. Sobre Jo Anne Van Tilburg y el “Easter Island Statue Project” vale
la pena seguir la web http://www.eisp.org, donde el 10 de mayo de
2010 fi guraban enlaces a textos de la autora y del proyecto en sí.
6. Paul Trachtman “The Secrets of Easter Island” Smithsonian magazine,
March 2002 (leíso en la web http://www.smithsonianmag.com/arts-
culture/Mysterious-Island.html?c=y&page=1#ixzz0cY7yOXVE el
10 de mayo de 2010)
7. Pero sólo a algunas, a otras el mismo Calvo Buey indica que ‘les
pintaban los ojos de blanco (con coral) y rojo (con escoria de Puna
Pau)” [cráter de escoria roja del que se obtenían también los Pukao
o tocados que coronaban los moais]. También, parace ser que en
algunos sitios se han encontrado ojos de huesos de tiburón que
posiblemente representaron el blanco de los ojos e incluso ‘niñas’
de los ojos hechas de obsidiana.
8. Carl P. Lipo1 y Terry L. Hunt (2005) “Mapping prehistoric statue
roads on Easter Island” Antiquity, Vol. 79 Nº 303 Pág. 158–168.
9. William Thomas Mulloy (1970) “Preliminary Report of the Restoration
of Ahu Vai Uri Easter Island” Bulletin of the International Fund for
Monuments
, Nº 2.
10. Pavel Pavel (1995) “Reconstruction of the transportation of the may
statues and pukao hats” Rapa Nui Journal, vol. 9, págs. 69-72.
11. Charles Love (1990) “How to make and move an Easter Island statue” en H.
M. Esen-Bauer (ed.). State and perspectives of scientifi c research in Easter
Island culture
págs. 139-40. Courier Forschungsinstitut Senckenburg.
Frankfurt.
12. Jo Anne Van Tilburg (1996) “Mechanics, logistics and economics of
transporting Easter Island (Rapa Nui) statues” Rapa Nui Journal, vol. 10
(4), pág. 110-115. Ver también de la misma autora (1999) “Experimental
Archaeology on Easter Island: Transporting a Replica Monolithic Sculpture”
Looking at Labor: New Archaeological Perspectives.” 64th Annual Meeting of
the Society for American Archaeology, 23. Chicago.
13. Anthony F. Aveni (2000) Nasca: Eighth Wonder of the World? British Museum
Press.
14. Christopher M. Stevenson (2002) “Territorial divisions on Easter Island
in the sixteenth century: evidence from the distribution of ceremonial
architecture” Pacifi c Landscapes: Archaeological Approaches, editado por
T. N. Ladefoged y M. W. Graves, págs. 213-230. Easter Island Foundation, Los
Osos. Referencias amplias a su trabajo en las obras citadas en nota 15.
15. Britton Leif Shepardson (2005) “The role of Rapa Nui (Easter Island)
statuary as territorial boundary markers” Antiquity Vol. 79 Nº 303 Pág.
169–178 y (2006) “Explaining spatial and temporal patterns of energy
investment in the prehistoric statuary of Rapa Nui (Easter Island)” Tesis
Doctoral Universidad de Hawai (accesible en la web http://www.terevaka.
net/dc/Shepardson_2006.pdf el 10 de mayo de 2010).
16. Katherine Routledge (1919) The mystery of Easter Island Adventures
Unlimited Press. Illinois.