background image

el esc

é

ptico

58

L

o  que  pretendo  es  simplemente  explicar  la  vincu-

lación de mi libro El  nacionalismo  ¡vaya  timo! con 

el movimiento escéptico. El escepticismo moderado 

que defiendo se fundamenta en una determinada concepción 

filosófica que podemos calificar de naturalista. Es decir, en 

la creencia de que no existen entidades sobrenaturales, sino 

realidades físicas que arden de ser conocidas por la ciencia. 

Esta visión del mundo se complementa con una actitud racio-

nalista. Con la creencia ilustrada de que el intelecto es la luz 

fundamental que debe ayudarnos a superar las tinieblas de 

nuestra ignorancia.

Los escépticos, entre los que me incluyo, no pensamos que 

todo sea igual. Que la astrología se pueda comparar a la astro-

nomía, o que la homeopatía sea una ciencia equiparable a la 

medicina convencional basada en el método científico. Nues-

tra lucha es la lucha contra el irracionalismo, contra aquello 

que pretende pasar por científico sin serlo, contra el fraude y 

la mentira. Es la lucha de la ciencia contra el oscurantismo, la 

creencia y la fe ciega en algo. 

Pero el movimiento escéptico no termina en su comba-

te contra las pseudociencias, sino que abarca un campo más 

amplio, tal como se dice en el editorial del primer número 

de la revista El escéptico: “Desde la ecología o la medicina 

hasta la ideología, hasta las doctrinas políticas que hacen un 

uso partidista y tergiversador de la historia, la arqueología o 

la antropología. Porque quienes predican la irracional supe-

rioridad de un grupo humano sobre otros son tan peligrosos 

como  quienes  siembran  la  desconfianza  hacia  la  ciencia”. 

Aquí es donde debemos situar mi libro, en el combate contra 

una ideología irracional llamada nacionalismo. 

No todas las doctrinas políticas son iguales. No es lo mis-

mo el pacifismo que el militarismo, el totalitarismo que la 

democracia. Algunas de ellas tienen una sólida base racional, 

otras apelan a los instintos más primarios del ser humano, 

contribuyen a la división y al enfrentamiento entre las perso-

nas. El nacionalismo forma parte de esas ideologías erróneas 

que deben ser combatidas desde el racionalismo demostrando 

la falsedad de sus planteamientos. 

Soy perfectamente consciente de lo difícil que es este ob-

jetivo. No es fácil combatir creencias y prejuicios. Esto es 

todavía más cierto en España, donde el nacionalismo ha sido 

y  es  tan  importante.  Pero  la  dificultad  de  la  tarea  no  debe 

desanimarnos  en  nuestro  empeño,  sino  que  nos  muestra  la 

importancia de ese fin, el largo camino que todavía nos queda 

por recorrer. 

Escribir un libro titulado El nacionalismo ¡vaya timo! pue-

de prestarse a una confusión inicial. Algunos quizás piensen 

que un ensayo escrito en español con este título es un alegato 

contra los nacionalismos periféricos, en concreto contra el 

nacionalismo vasco, gallego o catalán. Pueden creer que este 

es un texto escrito desde el españolismo. Nada más lejos de 

la realidad. 

El objetivo que persigo es otro. Mi crítica es contra todo 

nacionalismo, tenga o no un Estado que le respalde. Sé que a 

algunos puede resultarles extraño que también rechace el na-

cionalismo español. Pero mi propósito no es dar satisfacción 

a los prejuicios de nadie, sino cuestionar algo que muchos 

dan por supuesto. La verdadera filosofía nos hace replantear-

Nacionalismo 

y

escepticismo

Roberto Augusto

background image

el esc

é

ptico

59

nos aquello que todos aceptan, nos ayuda a ver las cosas de 

otra manera, nos empuja a superar nuestros prejuicios. 

He escrito este libro desde el pensamiento crítico, desde 

la convicción de que el mundo sería un lugar mejor sin el 

nacionalismo. Este ensayo, al igual que el resto de títulos de 

esta colección, no deja de ser un episodio más de la lucha de 

la Ilustración contra el Romanticismo, de la razón contra la 

pasión ciega, contra esas pulsiones primarias que todos tene-

mos en nuestro interior y que deben ser combatidas. 

Otro de los puntos en los que coincido con el movimiento 

escéptico es en mi rechazo del partidismo. El escepticismo 

es un posicionamiento filosófico, una actitud intelectual. No 

he escrito El nacionalismo ¡vaya timo! para favorecer unos 

determinados intereses partidistas. No soy, ni he sido, ni as-

piro a ser miembro de ningún partido político, sindicato o de 

cualquier otra organización similar. 

Este  ensayo  no  busca  contribuir  al  irresoluble  conflicto 

nacionalista, sino que persigue la superación de esa lucha 

combatiendo la ideología que la provoca. Es imposible que 

los diferentes nacionalismos españoles lleguen a ningún tipo 

de acuerdo porque se disputan el mismo territorio. La única 

posibilidad  de  superar  toda  esa  conflictividad  es  dándonos 

cuenta de la falsedad de la ideología que alimenta ese enfren-

tamiento. 

El nacionalismo es irracional porque es una religión po-

lítica. Sus seguidores creen en la existencia de una nación 

que muchas veces nada tiene que ver con la realidad, siempre 

mucho más rica y plural que su visión deformada del mundo. 

Esta ideología está sostenida en ideas dogmáticas que fomen-

tan la división y el enfrentamiento. Y puede incluso llevar a 

creer a algunos que vale la pena morir y matar por su nación. 

Pienso que lo más importante no son las naciones ni los 

Estados. Éstos no dejan de ser creaciones humanas, entidades 

que hemos inventado y que sirven para administrar nuestra 

existencia colectiva. Lo más importante son las personas. La 

nación, convertida por los nacionalistas en una entidad tras-

cendente, se convierte en un instrumento de enfrentamien-

to, de confrontación. Esta ideología se basa en la dicotomía 

nosotros-ellos,  donde  “nosotros”  son  los  miembros  de  mi 

nación y los “otros” son aquellos que pertenecen a otras na-

ciones. Esta división es la causante de innumerables guerras 

y de la muerte inútil de millones de seres humanos a lo largo 

de la historia. 

Creo coincidir totalmente con el espíritu del movimiento 

escéptico si afirmo que sólo somos una especie animal que ha 

cobrado conciencia y que ha alcanzado un grado de desarro-

llo nunca antes visto en nuestro planeta. Todas las divisiones 

que podamos establecer entre nosotros, en naciones, razas o 

religiones, en el fondo carecen de sentido, porque es mucho 

más aquello que nos une que aquello que nos separa. 

Desterremos al enorme baúl de los errores humanos to-

das las ideologías de la división. No hagamos de la identidad 

personal una excusa para el enfrentamiento. No importa que 

hablemos castellano, catalán, gallego, euskera o cualquier 

otro idioma. La lengua es básicamente un instrumento de co-

municación, una forma de unir a las personas. No dejemos 

que el nacionalismo lingüístico nos separe.

Me  gustaría  concluir  citando  nuevamente  una  frase  del 

editorial del primer número de la revista El escéptico: “Sólo 

el  pensamiento  crítico  hace  ciudadanos  realmente  libres”. 

Todo debe someterse al tribunal de la razón, incluso ideo-

logías como el nacionalismo, porque ese es el único camino 

para lograr la libertad. 

Texto leído en una mesa redonda organizada con motivo de la 

asamblea de la ARP-SAPC celebrada en Barcelona el 24-03-2012.