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otoño-invierno 2012
MANIFIESTO POR UN ESTADO LAICO
ARP-SAPC
El principal objetivo de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, es difundir el pensamiento crí-
tico en la sociedad. Para que una sociedad sea crítica, es decir, que sus miembros puedan desarrollar y ejercer el
pensamiento crítico es indispensable que estos estén libres de coacciones o adoctrinamientos. El más peligroso de
los adoctrinamientos es el que puede venir de parte del estado, no faltan ejemplos de estados teocráticos donde el
adoctrinamiento se realiza por toda clase de medios, desde la educación a la violencia. Por eso, entendemos que
defender y apoyar el laicismo es de vital importancia a la hora de proteger a todos los ciudadanos y su derecho a
pensar libremente haciendo uso de su pensamiento crítico.
Hablar de la laicidad suele levantar suspicacias, pero entendemos que eso es porque no se ha hecho el esfuerzo
necesario en explicar que es laicidad. En la obra Ateísmo y laicidad, Joan Carles Marset explica en qué consiste la
laicidad de forma breve, clara y concisa:
“...Laicidad es la garantía de libertad para todos los ciudadanos a profesar sus propias convicciones, sean cuales
sean, siempre que éstas sean respetuosas con todos los demás individuos y sus derechos. La laicidad es la única
alternativa a la organización clerical y autocrática de la sociedad. En un sentido amplio el concepto de laicidad debe
enfrentarse a cualquier forma de comunitarismo dogmático, sea étnico, racial, geográfico, social, político o simple-
mente circunstancial.
... Para ello el único requisito necesario debe ser el reconocimiento de la tolerancia entendida como “respeto” a
la diferencia, como aceptación del hecho diferencial que además de ser plenamente legítimo debe contribuir a enri-
quecer el debate social, no como algo que hay que sufrir para hacer soportable la convivencia”.
El laicismo es la defensa de la libertad de conciencia, que es un derecho individual e implica la prohibición al
Estado de violentar esa libertad imponiendo un adoctrinamiento concreto (religioso o no religioso), de ahí que tanto
vulneren la laicidad las teocracias como los Estados confesionales como los Estados que impongan el ateísmo.
Para defender la libertad de conciencia hay que hacer una separación necesaria entre el ámbito público y el priva-
do. El privado es el que atañe a las conciencias particulares, es el relativo a los valores, creencias, ideas... que tiene
una persona y que son válidos para ella misma aunque reconozca que pueden no serlo para otras personas: creer
en Dios, creer en la homeopatía, creer en OVNIs, creer que es bueno llegar virgen al matrimonio, creer en el sexo
libre... Los contenidos de ese ámbito son inviolables en ese ámbito, es decir, nadie puede obligar a otra persona a
que no crea en esas cosas aunque nos parezcan estúpidas desde nuestro punto de vista particular. Pero, al mismo
tiempo, nadie puede pretender que los contenidos de su conciencia privada (sus creencias, valores, etc.) tengan que
ser obligatorios para toda la sociedad, es decir, no pueden llegar al ámbito público sino estar siempre circunscritos
al ámbito privado.
El ámbito público es el ámbito compartido por toda la sociedad (es el relativo a las leyes, la educación, las nor-
mas de convivencia, etc.). En ese ámbito no caben las creencias privadas. Es decir, las normas, leyes, etc., no pueden
hacerse en relación a creencias privadas de nadie, pues las creencias privadas no son compartidas por todos. En el
ámbito público solo son válidas las normas, leyes, etc., que se hagan según un procedimiento acordado por todos, es
decir, un procedimiento de debate racional e inclusivo cuyas conclusiones sean válidas independientemente de las
creencias privadas. Por ejemplo: en un Estado laico, quien quiera puede creer que el aborto está mal porque Dios
lo prohíbe, pero no puede hacer esa argumentación en el Parlamento pues la creencia en Dios no es compartida por
toda la sociedad sino solo por una parte. Podrá argumentar contra el aborto aduciendo argumentos racionales que
puedan ser admitidos por los demás, pero no podrá utilizar ese otro argumento “divino”. Sin embargo, el Estado sí
puede enseñar ciencias en las escuelas públicas pues la ciencia no es un contenido de ninguna conciencia privada,
sino que por definición es pública (en tanto que requiere de publicación, contrastación, replicación, revisión, etc.)
y universal, lo que no pasa con la religión o la homeopatía, por ejemplo, que son contenidos del ámbito privado de
quien quiera creer en ellas, pero no pueden darse en el ámbito público: de ahí que un Estado laico puede formar en
ciencias naturales, sociales o humanas a sus jóvenes, pero no en religión, ufología, etc.
Queremos aclarar que esta división entre lo público y lo privado no hace referencia al uso que los ciudadanos de
distintas sensibilidades pueden hacer de los espacios físicos, para manifestar sus creencias. Todo ciudadano tiene
derecho a realizar manifestaciones públicas de su fe religiosa o en pro de su ateísmo, así como tiene el derecho para
manifestarse, por ejemplo, por motivos políticos. El único límite a ejercer el derecho a la libre expresión es el de la
seguridad y el orden público.
Elegir libremente significa que cada ciudadano haciendo uso de su pensamiento crítico evalúa las distintas opcio-
nes y elige aquella que cree conveniente. Por eso es necesario el laicismo. El laicismo es la herramienta para poder
alcanzar ese espíritu ilustrado que Immanuel Kant resumió en su famosa frase “Atrévete a usar tu propio intelecto”.
En internet: http://www.escepticos.es/?q=node/915