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el esc

é

ptico

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primavera-verano 2013

como la homeopatía no tienen detrás nada que las avale; si 

después de informados deciden seguir creyendo, muy bien, 

pero que no elijan por ignorancia.

La religión tampoco sale muy bien parada. ¿Tenemos ra-

zones para creer en algún tipo de Dios? Pocas:

“Tenemos calificativos para las personas que tienen mu-

chas creencias para las que no hay justificación racional. 

Cuando sus creencias son extremadamente comunes, las 

llamamos «religiosas»; de no ser el caso, es probable que 

se las llame «locas», «psicóticas» o «ilusas». [...] Y, sin 

embargo, es un mero accidente histórico que se considere 

normal en nuestra sociedad creer que el Creador del uni-

verso puede escuchar nuestros pensamientos, mientras que 

se considera prueba de enfermedad mental creer que él se 

comunica contigo haciendo que la lluvia repiquetee en có-

digo Morse contra la ventana de tu dormitorio.”

Pero, y esto es importante, hay una explicación psicoló-

gica. A las personas nos gusta pensar que nuestra vida tiene 

un sentido, una finalidad. Sea esta de tipo religioso o no:

“La epistemología no es el punto fuerte de Lerner, pero 

la psicología sí. Basándose en su experiencia como psi-

coterapeuta en el Institute for Labor and Mental Health 

(ILMH), Lerner ofrece un número extraordinario de ideas 

penetrantes sobre las experiencias cotidianas de la gente 

bajo el capitalismo contemporáneo y las variadas concep-

tualizaciones que construyen a partir de esas experiencias. 

«Mucha gente», observa Lerner, ha tenido la sensación de 

una profunda carencia en sus vidas y ha comprobado que 

las recompensas que da el mercado no satisfacen su ham-

bre de poseer algún marco de sentido y finalidad en ellas. 

[...] Algo muy importante falta en el mundo en el que vivi-

mos [...] algo más profundo que la justicia social (aunque 

también necesitamos de ésta). [...] Esa hambre de sentido y 

finalidad es tan fuerte y fundamental para la vida humana 

como el hambre de alimento y de placer sexual.”

Algunas personas encuentran este sentido en la fe, otras, 

simplemente, en su trabajo o vida personal.

El autor también cree que el aumento del populismo de 

derechas es una respuesta al paternalismo de los liberales 

de clase media-alta (teniendo en cuenta que la situación en 

Estados Unidos es muy diferente que en Europa, empezan-

do porque lo que allí entienden por izquierda aquí se le lla-

maría centro derecha). 

El propio autor cae en el mismo paternalismo cuando 

afirma más adelante lo siguiente:

“En primer lugar, es fundamental distinguir entre las 

ideas y las personas que las sostienen. Las personas que 

sostienen falsas ideas no son necesariamente estúpidas.

[...] Pero las personas que sostienen falsas creencias no 

son necesariamente estúpidas ni irracionales.”

No son estúpidas, simplemente están equivocadas. Y 

puede parecer pretencioso señalarles su error, pero es mejor 

que no hacerlo. Es nuestro deber denunciar las estafas in-

telectuales, informar sobre los peligros de las pseudocien-

cias, y defender la razón frente a la irracionalidad, venga 

ésta de la religión o de la ignorancia. Este es un gran libro 

sobre esta lucha, que todo escéptico debería leer y -ojalá- 

aquellos que todavía están equivocados.

Juan P. Fuentes