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a epistemología se interesa por el conocimiento hu-

mano, su producción, sus límites, la demarcación 

entre creencias y verdades. Entre todas las corrientes 

que estudian estas cuestiones, hay una a la que nos referi-

mos a menudo para denunciar sus implicaciones oscuran-

tistas: el relativismo

1

. Para los sociólogos relativistas, la 

ciencia sería un punto de vista sobre el mundo en medio de 

otros tantos, sin un valor superior. Desde una perspectiva 

más general, la objetividad sería una noción relativa, que 

depende del entorno, del contexto social e histórico y de 

un acuerdo entre iguales, en el que el consenso de la comu-

nidad es lo que se considera verdad. En la ciencia, al igual 

que en los otros campos, la verdad no existiría, y los tér-

minos “verdadero”, “falso”, “racional” no serían más que 

simples expresiones utilizadas por una comunidad para re-

vestir sus pensamientos, sus puntos de vista. La distinción 

entre ciencia y pseudociencia sería puramente sociológica 

y ningún discurso podría aspirar realmente a tener más ob-

jetividad que otro.

La radicalidad de semejante programa puede hacer dudar 

de la existencia de corrientes de pensamiento que lo rei-

vindiquen. ¿No nos estaremos fabricando un contradictor 

ideal, un espantapájaros fácil de criticar, pero imaginario? 

Muy a menudo los sociólogos relativistas utilizan frases 

complicadas, que siempre tienen una interpretación radical 

y otra trivial, bastante banal, que puede servir de posición 

de repliegue

2

.

Pero una reciente entrevista con Pierre Lagrange

3

 en el 

diario Libération

4

 nos ofrece una auténtica lección sobre 

el contenido y las implicaciones de la sociología relativis-

ta explicado, por una vez, en términos claros. Preguntado 

sobre las declaraciones del humorista Jean-Marie Bigard, 

que retomaban las teorías conspiracionistas a propósito de 

los atentados del 11 de septiembre, el sociólogo justifica 

la existencia de varias verdades, la de Jean-Marie Bigard 

y los “negacionistas del 11 de septiembre” con el mismo 

valor que la llamada tesis oficial. Recordemos que las tesis 

conspiracionistas  afirman  en  particular  que  ningún  avión 

se estrelló contra el Pentágono (¿dónde están los restos?) 

y que el desplome de las Torres Gemelas no puede haberse 

debido solo al choque de los aviones (explosiones sospe-

chosas en las imágenes)

5

.

Diferentes verdades que pueden cohabitar

Ya no habría una sola verdad, sino verdades diferentes 

que pueden cohabitar: “la verdad no es única, sino plural

6

afirma Pierre Lagrange, y añade: “¿quién puede decir lo 

que separa la realidad de puntos de vista que serían fal-

sos?” Y la respuesta no admite ambigüedades: si se sabe 

que nada es semejante, “no se puede afirmar saber de forma 

categórica quién dice algo verdadero y quién algo falso”.

Lo que importa, para la corriente relativista, es el método 

aparente y la buena fe de los interlocutores. En respuesta al 

periodista de Libération, Pierre Lagrange subraya que “el 

discurso de un Bigard no es diferente del pensamiento cien-

tífico, en el sentido de que es un trabajo (aunque sea su-

Los atentados del 11 de septiembre

La sociología relativista al socorro 

de las teorías conspiracionistas

Jean-Paul Krivine

Muy a menudo los sociólo-

gos relativistas utilizan frases 

complicadas, que siempre tie-

nen una interpretación radical 

y otra trivial, bastante banal, 

que puede servir de posición 

de repliegue

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mario) sobre la prueba: se acumulan indicios con los que 

se construye un escenario de la realidad”. Y nada permite 

afirmar que este método conduzca a una verdad cualquie-

ra, ni la ciencia ni en cualquier otro campo: “el científico, 

en su trabajo, podrá, a partir de razonamientos idénticos, 

tener razón o estar equivocado”. El criterio último de la 

correspondencia con la realidad, con la naturaleza, no se 

saca nunca a colación. Para los sociólogos relativistas sen-

cillamente no es pertinente. La naturaleza, los hechos y la 

realidad no son más que engañifas (véase recuadro).

El 11 de septiembre un avión se estrelló contra el Pentá-

gono, y los análisis físicos y mecánicos confirman que las 

torres gemelas podían en efecto desplomarse como conse-

cuencia de un solo impacto de aviones de línea. Y precisa-

mente ahí se encuentra lo que permite distinguir el carácter 

serio o no de las alegaciones negacionistas, independiente-

mente de lo que pueda pensarse de la administración Bush, 

de la utilización de los atentados para sus proyectos bélicos, 

de que los gobernantes puedan querer ocultar cosas, no de-

cirlo todo o manipular. Para Pierre Lagrange, al contrario, 

las mentiras de los unos pueden justificar un error eventual 

de los otros, como si la cuestión de la objetividad y de la 

realidad pudiera depender de la mala fe relativa de los pro-

tagonistas: “Que Bigard acuse a los americanos de haberlo 

organizado todo o que el Pentágono y la Casa Blanca ha-

yan aprovechado con un cierto cinismo la situación engen-

drada por los atentados del 11 de septiembre para lanzar 

una guerra contra Irak […] ¿Quién delira más?”.

Todo es una construcción social

Pero, en ese caso, ¿no sería todo nada más que una ilu-

sión? Los sociólogos relativistas no lo dicen, o no lo dicen 

abiertamente. La realidad, para ellos, es el consenso. Y ese 

consenso está marcado por una época, una región, y puede 

cambiar. Pierre Lagrange subraya así que “nuestra realidad 

depende menos de demostraciones rigurosas que del hecho 

de que la compartimos con otros en quienes confiamos. La 

realidad es a menudo, se diga lo que se diga, en primer lu-

gar un rumor”. Tesis conspiracionistas o avión real contra 

el Pentágono, nada es más que un rumor… o una verdad. 

Da lo mismo.

La Ilustración… un comisariado político

Lógicamente, la puesta en cuestión de toda objetividad 

conduce a la sociología relativista a odiar la Ilustración, a 

acusar a los racionalistas de censura, de atentado a la liber-

tad, e incluso de cargos más graves. “Al querer describir 

los supuestos delirios de los otros, se cae en el discurso 

de  los  psiquiatras  soviéticos”, advierte Pierre Lagrange. 

Confundiendo  controversia  científica  con  censura  y  re-

presión, el sociólogo se interroga sobre quienes se empe-

ñan en buscar la verdad, la objetividad: “¿Hasta dónde se 

está dispuesto a llegar para defender la verdad? ¿Hasta 

los “comisariados políticos”?” La Ilustración habría sido 

una cultura occidental que habría reinado sobre las demás, 

tratándolas de primitivas, pero que está en camino de ser 

superada: “durante mucho tiempo ha existido el pensa-

La peur du savoir. Sur le relativisme et le constructivisme de la connaissance 

[El miedo al saber. Sobre el relativismo y el constructivismo del conocimiento]
Paul Boghossian

Introducción y anexos de Jean-Jacques Rossat

Traducido del inglés por Ophelia Deroy. Agone. Marsella. 2009. 193 p. 20 €

Este libro está consagrado a la crítica de una idea bastante extendida en la cultura intelectual contem-

poránea: decir que una proposición es verdadera significa que lo es en relación a una cultura, a un punto 

de vista, a un modo de pensar, pero nunca que sea verdadera a secas – porque eso no tendría ningún 

sentido. El marco de referencia en el que se insertan las verdades es en sí mismo arbitrario. Por ejemplo, 

el filósofo norteamericano Rorty sostiene que no se puede afirmar que Belarmino, el prelado opuesto a 

Galileo, estuviese equivocado, porque él y Galileo razonaban simplemente en contextos diferentes, que 

no pueden ser comparados.

A menudo esta idea – el relativismo – se presenta como tan evidente que no hay ni siquiera necesidad 

de justificarla. Pero Borghossian demuestra, al analizar lógicamente todas las versiones posibles del re-

lativismo, cómo dicha idea es a veces incoherente, a veces incomprensible y a veces simplemente falsa. 

Tal y como dice él, es un error pensar que la filosofía contemporánea haya descubierto razones para 

rechazar la visión intuitiva según la cual “las cosas son lo que son independientemente de las opiniones 

humanas, y que somos capaces de alcanzar creencias razonables y objetivas sobre lo que son”. Y esto 

“sea cual sea el horizonte cultural o social” de la persona que evalúa los datos pertinentes.

Como Borghossian es americano, los autores que critica (Putnam, Goodman, Kuhn, Rorty) se sitúan 

en su mayor parte al otro lado del Atlántico. Jean-Jacques Rosat resitúa el debate en el espacio francó-

fono, gracias a anexos muy ilustrativos consagrados a Bruno Latour, Isabelle Stengers y Michel Foucault.

Esperamos sinceramente que este libro tan pedagógico contribuya a sacar a la filosofía contemporá-

nea de su sueño relativista e ilusamente escéptico.

Jean Bricmont

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miento  occidental,  científico,  y  el  pensamiento  primitivo, 

los salvajes, etc. Y el pensamiento occidental aplastaba al 

pensamiento mágico sin hacerse preguntas, en el nombre 

de la verdadera ciencia, de la verdadera educación y de la 

verdadera religión”.

El método científico, es verdad, es poderoso y por lo tanto 

disturba. La ciencia afirma cosas verificables, describe una 

realidad objetiva y permite decidir entre lo verdadero y lo 

falso, aun cuando eso pueda ser delicado, difícil e, inclu-

so, en ciertos casos, un objetivo lejano. La ciencia permite 

también afirmar que hay cosas que no son, que no pueden 

existir. Esto es insoportable para ciertas personas que que-

rrían ver en esto una represión, la arrogancia de los “fiscales 

soviéticos”.

Artículo Publicado originalmente en la revista AFIS Science 

et pseudo-sciences nº 289. Traducido por Enrique García.

(foto: Pablo Fernández, www.flickr.com/photos/hadock/)

1- Alan Sokal y Jean Bricmont denominan “posmodernismo” a la corriente 

intelectual “caracterizada por el rechazo más o menos explícito de la 

tradición racionalista de la Ilustración, a favor de elaboraciones teóricas 

independientes de toda verificación empírica, y por un relativismo cognitivo 

y cultural que trata las ciencias como “narraciones” o construcciones 

sociales como otras cualquiera”. Alan Sokal y Jean Bricmont. Impostures 

intellectuelles. Odile Jacob. 1997.

2- “O los argumentos en cuestión defienden posiciones fuertes y radicales, 

pero se demuestran rápidamente inestables, incoherentes y, en definitiva, 

insostenibles; o favorecen versiones más débiles, más modestas, que son 

desde luego defendibles – sin ser por eso convincentes – pero que, al no 

tener las consecuencias “revolucionarias” proclamadas, corren el riesgo de 

perder su atractivo a los ojos de sus propios partidarios”. Jean-Jacques Ro-

sat, prefacio a la obra La peur du savoir, de Paul Boghossian (ver la nota de 

lectura de  Jean Bricmont).

3- Pierre Lagrange es investigador asociado en el Laboratorio de Antropolo-

gía y de Historia de la Institución de la Cultura (EHESS-CNRS). Sus inves-

tigaciones se inscriben en la sociología de las ciencias iniciada por Bruno 

Latour. Con Isabelle Stengers, Pierre Lagrange es una de las figuras más 

representativas de la sociología relativista en el mundo francófono.

4- Libération, 11 de septiembre de 2009. http://goo.gl/ugKmN4

5-  Para una descripción de dichas tesis, ver « Les théories conspirationnis-

tes autour du 11 septembre», Phil Mole, http://goo.gl/jb1W70  (SPS n° 279, 

noviembre 2007).

6- Salvo indicación contraria, las citas en cursiva han sido extraídas de la 

entrevista concedida a Libération.

En el momento en el que la superstición, el oscurantismo y el fanatismo nacionalista y religioso pros-

peran libremente – incluso en el Occidente “desarrollado” -,  resulta cuando menos irresponsable tratar 

con ligereza lo que, históricamente, es nuestro único bastión contra esas locuras, a saber, la visión 

racional del mundo. Favorecer el oscurantismo no es sin duda la intención de los autores posmodernos, 

pero es una consecuencia inevitable de su conducta […]. Pero el problema más importante radica en 

que toda posibilidad de crítica social que pudiera intentar alcanzar a aquellos que de entrada no están 

convencidos se convierte en lógicamente imposible, debido a las posiciones de partida subjetivistas. Si 

todo discurso no es más que un relato o narración, y si ningún discurso es más objetivo o verídico que 

otro, se hace necesario en consecuencia admitir los peores prejuicios racistas y sexistas y las teorías 

socioeconómicas más reaccionarias como “igualmente válidas”, al menos como descripción y análisis 

del mundo real (suponiendo que se admita la existencia de éste).”

Alan Sokal y Jean Bricmont, Imposturas intelectuales