el esc
é
ptico
53
primavera 2014
H
abitualmente cuando escribo sobre pseudome-
dicinas los comentarios jocosos me los suelo in-
ventar. Pero cada vez con mayor frecuencia los
pseudomédicos me evitan semejante trabajo. Es el caso de
tres artículos aparecidos en la revista Mente y cerebro (Nº
62, septiembre-octubre 2013), una franquicia de Scientific
American. El primer artículo, «Búsqueda del trastorno en el
inconsciente», tiene como autora a la médica (especialista
en medicina laboral) y periodista, Dunja Voos. El segun-
do artículo, «Efectos del psicoanálisis en el cerebro», vie-
ne firmado por Anna Buchheim (catedrática de psicología
clínica), Manfred Cierpka (director médico del Instituto
de Investigación Cooperativa Psicosomática y Terapia de
Familia), Horst Kächele (también catedrático, aunque no
queda claro de qué) y Gerhard Roth (catedrático de investi-
gación cerebral). Por último, el tercer artículo se titula «La
psicoterapia a examen» y sus autores son Carsten Spitzer
(psiquiatra y psicoterapeuta), Rainer Richter (psicólogo y
psicoanalista), Bernard Löwe (especialista en medicina in-
terna y psicoterapeuta) y Harald Freyberger (profesor de
psiquiatría y psicoterapia). Visto el cartel, analicemos la
faena.
UN CASO CLÍNICO PARA EMPEZAR
Como buena periodista, Dunja Voss, comienza su defen-
sa del psicoanálisis con una historia clínica cuya protago-
nista es «Cristina F».
Cristina F (nombre ficticio) sufre ansiedad. Se despier-
ta por las mañanas con una sensación desagradable en la
barriga. De camino a la universidad comienza a sudar, las
preocupaciones se le agolpan en la mente. Estas sensacio-
nes forman ya parte de su rutina. […] Esta estudiante de
química se siente insegura y perdida.
Con este conjunto de síntomas, «Cristina F» es diagnos-
ticada de «trastorno de ansiedad generalizada» por su mé-
dico de cabecera, el cual, ni corto ni perezoso,
le propone otra opción [en vez de ir al neurólogo (sic)];
le indica que allí sólo recibirá la prescripción de un medi-
camento, nadie indagará las causas de su malestar. “Prue-
ba mejor la terapia psicodinámica”, le aconseja. En este
La revista
Mente y Cerebro
y el
nuevo engaño
del psicoanálisis
Víctor Javier Sanz Larrínaga
el esc
é
ptico
54
primavera 2014
tipo de tratamiento, el paciente y el terapeuta intentan
averiguar juntos qué pensamientos y deseos inconscientes
subyacen al trastorno.
El argumento (clásico hombre de paja) es el mismo que
el de los homeópatas y acupuntores. La medicina científica
(la misma que ha incrementado la calidad y esperanza de
vida como nunca hasta la fecha lo había conseguido ningu-
na otra medicina) es incapaz de tratar las verdaderas cau-
sas de las enfermedades, es materialista, reduccionista y se
conforma con atacar los síntomas. Que semejantes meme-
ces aparezcan en una revista homeopática o psicoanalítica
nada tiene de extraño, para eso están. Pero que aparezcan
en una revista internacional de prestigio (al menos hasta
ahora), que se supone divulga la ciencia, la cosa es más
grave de lo que suponía.
Sigamos, que ahora viene lo mejor. Según Dunja Voos,
la práctica psicoanalítica ha experimentado una transfor-
mación desde los tiempos de Freud. El paciente no necesita
tumbarse: la terapia funciona igual de bien si se encuentra
sentado.
¡Qué enorme avance, ahora te engañan cara a cara y mi-
rándote a los ojos! Opino, modestamente, que ello se debe
a que la censura (que es el elemento psíquico que se en-
cuentra entre el yo y el ello), al estar sentado el paciente, se
relaja más fácilmente y las representaciones inconscientes
fluyen con más facilidad a la consciencia. Por si fuera poco,
nos ahorramos un pastón al prescindir del diván, aunque
Woody Allen tendrá que modificar el atrezzo de sus pelí-
culas si quiere ponerse al día. Por último, aunque no tengo
pruebas suficientes, en casos difíciles yo aconsejaría reali-
zar la sesión haciendo el pino. Este cambio de paradigma
tendría consecuencia imprevisibles.
Una vez que «Cristina F», o sea, nuestra paciente, está
confortablemente sentada,
determina el tema y el ritmo de la sesión. Pronto recono-
ce que la carrera de química no le satisface. En realidad
cursa los estudios por sus padres más que por su propio
interés. ¿Podría esconderse allí el motivo de su angustia?
Sus quejas somáticas ¿le sirven de excusa inconsciente
para no seguir estudiando? En ese caso, lograría lo que
secretamente desea sin ofender a sus padres. Por sí sola,
nuestra paciente no hubiese llegado a plantearse la idea
de que la relación con sus progenitores es demasiado es-
trecha.
¡Qué genial, qué agudeza! ¡Imposible que un médico de
cabecera hubiera llegado a semejante conclusión! ¡Al fin,
en efecto, tenemos la causa verdadera de su ansiedad: la
paciente estaba haciendo algo que no le gustaba para no
desairar a sus padres y ello le producía ansiedad! ¡Qué sería
de la medicina sin los psicoanalistas!
Por cierto, siguiendo estrictamente el método psicoana-
lítico, el diagnóstico etiológico propuesto por Dunja Voos
habría que completarlo. Y aquí entra en juego mi vena de
psicoanalista. Lo que realmente le sucede a la paciente es
que no había superado el «complejo de Electra» (término
propuesto por Carl Gustav Jung para dar réplica al comple-
jo de Edipo en la mujer) y como la “química” tiene nombre
de mujer, podemos entonces hablar de “la madre quími-
ca”, lo que le retrotrae a la paciente a una fijación infantil
no superada. El resultado es una reavivación del conflicto
inconsciente amor-odio hacia “la madre química”, que se
manifestaba en forma de ansiedad generalizada. Además,
en el laboratorio de química, en donde no queda más reme-
dio que hacer los trabajos prácticos, son muy frecuentes las
probetas, que, como cualquier avezado psicoanalista sabe,
son un claro símbolo fálico, lo cual sobredetermina el sín-
toma ansiedad, no olvidemos que la buena de «Cristina F»
tampoco había superado la «envidia del pene», algo propio
de toda mujer, Freud dixit. No le podría decir al lector si
estas argumentaciones son serias o jocosas, el lenguaje del
inconsciente tiene estos inconvenientes.
En cualquier caso, hecho el diagnóstico, hay que pasar a
la terapia.
LA EFICACIA CLÍNICA DE LA TERAPIA PSICOANALÍTICA
Recordemos -antes de seguir con la crítica- que la terapia
psicoanalítica es una psicoterapia verbal que consiste en re-
cuperar para la consciencia ideas, sentimientos y pulsiones
(de naturaleza sexual) reprimidas en el inconsciente y que
son la causa última de los trastornos mentales. La vivencia
consciente de tal rememoración conlleva la curación, es
decir, la desaparición de los síntomas. El método para lo-
grar tal rememoración es la asociación libre. Dicho método
consiste en que el enfermo, a partir de una idea que se le
ofrece, vaya asociando libremente (y expresando) durante
las sesiones todo lo que se le ocurra sin ningún tipo de filtro
o restricción, aun cuando el material le parezca incoheren-
te, impertinente o falto de interés, de tal modo que llegue
así a extraer los recuerdos (reprimidos) que se buscan. La
interpretación de los sueños y de los actos fallidos (olvi-
dos, lapsus linguae, etc.) son métodos complementarios
muy valiosos, según el psicoanálisis.
Pues bien, ¿cómo se establece si un tipo de terapia fun-
ciona?, se pregunta Dunja Voos tras resolver el enigmático
caso de «Cristina F». Nuestra médica-periodista lo tiene
claro:
en la actualidad se exige a las psicoterapias que satis-
fagan los principios de la medicina basada en pruebas
experimentales, de la misma manera que los tratamientos
somáticos.
¡Pero bueno, qué dice esta señora! ¡Emplear métodos
El argumento es el mismo que
el de los homeópatas y acu-
puntores: la medicina cien-
tífica es incapaz de tratar las
verdaderas causas de las en-
fermedades, es materialista,
reduccionista y se conforma
con atacar los síntomas.
el esc
é
ptico
55
primavera 2014
propios de la reduccionista medicina científica! ¿No había-
mos quedado que la medicina científica no podía llegar a
las “causas verdaderas” de la enfermedad? ¿Para qué en-
tonces emplear sus métodos?
Unas pocas líneas más abajo se lo piensa mejor y afirma
que en terapias
como el psicoanálisis, resulta más difícil llevar a cabo
este tipo de investigaciones. No se puede exigir a personas
con trastornos mentales graves que esperen durante meses
o años un tratamiento porque forman parte de un grupo
de control. Además, medir sus miedos o angustias resulta
una tarea laboriosa, pues pueden manifestarse de diversa
maneras… La variedad de síntomas es tan amplia como las
trayectorias vitales que los provocan.
No me queda más remedio, Sra. Voos, que confirmar sus
sospechas: es imposible realizar ensayos clínicos rigurosos
con el psicoanálisis, puesto que: 1) no se pueden formar
grupos control con placebo (a ver cómo diablos se simula
la rememorización consciente de una representación in-
consciente de tal manera que el enfermo no sepa que no es
una rememorización auténtica, es decir, curativa, efectiva),
2) no se pueden formar grupos homogéneos que sirvan de
comparación, ya que en el psicoanálisis, como en la ho-
meopatía, no hay enfermedades sino enfermos (biogra-
fías, trayectorias vitales, según su terminología), y 3), no
existen aparatos científicos -las escalas son aproximacio-
nes para andar por casa, no para hacer mediciones exactas
con las que computar- que nos midan los sentimientos y
las emociones conscientes, y mucho menos las representa-
ciones y pulsiones inconscientes. Medir lo inconsciente y
dibujar círculos cuadrados son una y la misma cosa.
(foto: El psicólogo, por Adn!-Daniel Urbina- www.flickr.com/photos/21735045)
La terapia psicoanalítica es una
psicoterapia verbal que consis-
te en recuperar para la cons-
ciencia ideas, sentimientos y
pulsiones (de naturaleza se-
xual) reprimidas en el incons-
ciente y que son la causa últi-
ma de los trastornos mentales.
el esc
é
ptico
56
primavera 2014
Pero, como dice el refrán, “la alegría dura poco en casa
del pobre”, así que, unas pocas líneas más abajo, la Sra.
Voos, se lo vuelve a pensar y afirma que sí es posible hacer
estudios científicos con el psicoanálisis, y como prueba de
ello nos aporta un metaanálisis (Shedler, 2010) en el que se
valoran ochos metaanálisis. Ni que decir que los resultados
fueron de cine 3D:
la terapia psicodinámica resultaba efectiva en numero-
sos trastornos mentales, entre ellos, depresiones y psicopa-
tologías relacionadas con la ansiedad.
Para que el lector entienda esta nueva vuelta de tuerca
de la Sra. Voos, los metaanálisis de los metaanálisis, te-
niendo en cuenta el escaso rigor de los ensayos clínicos de
que constan, tienen el mismo valor que las encuestas pre-
electorales hechas por encargo. Con lo fácil que hubiera
sido presentar un estudio que cumpliera todos los requisitos
clínicos arriba mencionados y respetara los principios fun-
damentales del psicoanálisis (mayormente para saber que
lo que se valora es el psicoanálisis y no cualquier sucedá-
neo light).
Frau Voos alude también en su artículo a un par de estu-
dios de consumo interno. En ellos se “prueba” que las tera-
pias psicodinámicas de larga duración curan más y mejor
que las de breve duración. La verdad es que el tiempo cura
muchas enfermedades.
LOS EFECTOS CEREBRALES DEL PSICOANÁLISIS
Antes de meternos en esta discusión hay que advertir que
el psicoanálisis se fundamenta en lo que en filosofía de la
mente se llama «dualismo mente-cerebro», que postula la
existencia de dos sustancias: la mente o espíritu y el cerebro
o materia. Ambos, como son buenos amigos y residentes en
el mismo lugar, interaccionan sin problemas. Según Des-
cartes el lugar de residencia es la «glándula pineal»; según
Freud, el ello (el ello, de naturaleza inconsciente y sede de
los instintos, es la instancia del aparato psíquico freudiano
en donde se produce la conversión de lo orgánico en psíqui-
co y que a la vez sirve de depósito de la energía psíquica
generada). Así pues, si algún efecto tiene el psicoanálisis
sobre el cerebro, será porque el espíritu, de manera fantas-
mal (tipo poltergeist), influye sobre la materia. La cosa no
es muy científica que se diga, pero
Con este objetivo [Anna Buchheim y colaboradores, de la
Universidad de Innsbruck, nos recuerda Dunja Voos] anali-
zaron el cerebro de los sujetos mediante imágenes por reso-
nancia magnética funcional al principio de la terapia, tras
siete meses y después de un año y tres meses. Los primeros
análisis revelaron que las áreas cerebrales responsables
del miedo y la ansiedad mostraban una menor actividad
después de siete meses de tratamiento. De esta manera, las
técnicas de neuroimagen permitían conocer parte del efec-
to del psicoanálisis.
Esta estratagema de Dunja Voos (llamada actualmente
“neuropsicoanálisis”, cuyo fin consiste en reconciliar al psi-
coanálisis con los nuevos avances de la neurociencia del ce-
rebro) nos introduce en el segundo de los artículos de Mente
y Cerebro: «Efectos del psicoanálisis en el cerebro». Por
cierto, ¿no dijo el médico de cabecera de «Cristina F» que la
paciente no tenía que ir al neurólogo porque las causas de su
mal no las podía diagnosticar y solucionar tal especialista?
El experimento descrito en este segundo artículo consis-
te en lo siguiente. Para empezar, como es de rigor, se esta-
blecen dos grupos de individuos: uno para recibir la psico-
terapia específica (grupo experimental) y el otro el placebo
(grupo control). Ahora bien, el método de obtención no es
precisamente muy ortodoxo, ya que los grupos son elegi-
dos a dedo (no aleatoriamente), uno con 20 pacientes de-
presivos y otro con ¡20 personas sanas! Al principio tuve
que leer varias veces la frase, no sea que el inconsciente
freudiano me estuviera jugando una mala pasada. Pero no,
he aquí como prueba la frase exacta:
Además de la veintena de sujetos con depresión, reclu-
tamos a otros tantos individuos sanos (de edades, sexo y
formación equivalentes) como sujetos de control.
Evidentemente, los psicoanalistas son fraudulentos, no
tontos. Para poder hacer una comparación (entre ambos
grupos) del efecto terapéutico del psicoanálisis, a los pa-
cientes sanos del grupo control, mediante dos técnicas
psicológicas ad hoc, se les genera a nivel cerebral unos
patrones neurobiológicos facticios (o artefactos), es decir,
que simulan artificialmente los patrones neurobiológicos
reales de la depresión. La denominación es mía. Los térmi-
nos empleados por los autores son los siguientes:
Nos basamos en dos técnicas de evaluación: el diagnós-
tico psicodinámico operacionalizado (OPD, por sus siglas
en inglés) y el sistema de dibujos proyectivo del apego del
adulto (AAP). Los estímulos del primer método, con el que
se analizan los rasgos para determinar ciertos patrones
relacionales, debían servirnos para generar un patrón
neuronal típico de la depresión, a saber, la hiperactividad
en las regiones límbicas y subcorticales. A semejanza de
los pacientes con depresión, los probando sanos presen-
taban modelos relacionales adversos que experimentaban
como problemáticos y dolorosos, pero no un cuadro de-
presivo.
Así pues, se está comparando una enfermedad real con
una facticia o artefacta, para lo cual sólo se tiene en cuen-
ta el patrón neurobiológico cerebral como fundamento de
la comparación (lo mismo sucede en homeopatía cuando
se compara la enfermedad real con la “enfermedad arti-
ficial” generada por la administración de los productos
Es imposible realizar ensayos
clínicos rigurosos con el psi-
coanálisis, puesto que no se
pueden formar grupos control
con placebo ni se pueden for-
mar grupos homogéneos que
sirvan de comparación.
el esc
é
ptico
57
primavera 2014
homeopáticos en dosis elevadas en el hombre sano). Eso
es tan absurdo como comparar un eritema (mancha roja
cutánea) solar con un eritema producido por un vulgar ras-
cado, por una infección subcutánea, por una micosis o por
una psoriasis. Todos esos procesos cutáneos tienen, cier-
tamente, un parecido en el color, pero todo lo demás es
absolutamente diverso; de hecho, se trata de enfermedades
diferentes, y cualquier tratamiento común es una mala pra-
xis denunciable. Pero incluso aunque -volviendo a nuestro
caso- comparáramos depresiones, miedos o angustias rea-
les, se debe probar, ante todo, que las causas o el origen de
tales alteraciones psíquicas son producto del inconsciente
freudiano (regresiones, complejo de Edipo no resuelto,
etc.), ya que sólo así podemos decir que estamos hablando
de psicoanálisis.
En suma, es un experimento sin distribución aleatoria
y sin grupos homogéneos de comparación, más aún, uno
de ellos está compuesto de individuos sanos debidamente
artefactados para parecer enfermos. El experimento es un
vulgar fraude destinado a justificar el psicoanálisis.
Recurriendo de nuevo a mi vena freudiana, un experi-
mento psicoanalítico real o verdadero sería de la siguiente
guisa. Como es obvio, se partiría de enfermos depresivos
reales de etiología psicoanalítica, es decir, con pruebas de
que la depresión es generada por el inconsciente freudiano.
A continuación, se establecerían aleatoriamente dos gru-
pos, uno experimental, al que se le aplicaría un psicoaná-
lisis real, y otro de control, al que se le suministraría un
psicoanálisis placebo o simulado, por ejemplo, mediante
sesiones con rememoración consciente de representacio-
nes inconscientes acompañada de una transferencia tam-
El neuropsicoanálisis actual
consiste simplemente en una
reinterpretación de nulo va-
lor científico de los modernos
estudios de neuroimagen me-
diante falsas analogías con
conceptos psicoanalíticos.
(foto: Freud - Exploring the unconscious mind, por Enrico - www.flickr.com/photos/17235062@N00/228705707/)
el esc
é
ptico
58
primavera 2014
bién falsa o simulada (que equivaldría a la pastilla placebo
en los ensayos farmacológicos).
Evidentemente, todo esto es una pura ficción que muestra
que el psicoanálisis es imposible de evaluar. Y si experi-
mentos como el de Anna Buchheim y colaboradores tienen
algún valor, no es, desde luego, el de probar la realidad del
psicoanálisis.
Así pues, el neuropsicoanálisis actual consiste simple-
mente en una reinterpretación -de nulo valor científico- de
los resultados neurobiológicos a la luz de los conceptos psi-
coanalíticos (pulsión, represión, Edipo, etc.), para lo cual
se buscan falsas analogías (por coincidencias accidentales)
entre los conceptos del psicoanálisis y los datos neurobio-
lógicos procedentes de los modernos estudios de neuroima-
gen y de las lesiones del cerebro (que los neuropsicoana-
listas se encargan de “seleccionar”), con el fin de hacernos
creer que el psicoanálisis es validado por la neurociencia.
He aquí un ejemplo (tomado del artículo que estamos co-
mentando) de esta reinterpretación:
La disminución en la actividad de la corteza prefrontal
medial constituía un claro signo de que los pacientes ya no
recurrían, en la misma medida que al principio, a mecanis-
mos de represión
Semejante mecanismo neurobiológico (inhibitorio) nada
tiene que ver con la represión psicoanalítica, que es un pro-
ceso psíquico en el que están implicados el ello, el yo, el
superyó, la censura, la libido y la evolución de la misma.
Todo lo cual (perteneciente al orden del alma o psique) de
ninguna manera puede ser probado por los datos neurobio-
lógicos. Si existiera algo parecido al neuropsicoanálisis
podríamos producir, mediante técnicas neurofisiológicas,
represiones, manipular la censura, liberar a la consciencia
contenidos reprimidos, modificar complejos de Edipo no
resueltos, etc.
Respecto a las neuroimágenes de los supuestos efectos
del psicoanálisis, lo fundamental que hay que saber es que
no son específicas de ellos, ya que se confunden o sola-
pan en gran parte con las neuroimágenes de experiencias
y procesos totalmente diferentes. Las áreas cerebrales no
siempre están dedicadas a tareas concretas, es decir, no hay
áreas específicas de la ansiedad y del miedo. Se trata de
zonas muy extensas de la corteza cerebral que carecen de
especificidad y que se superponen en gran parte con zonas
correspondientes a otros procesos (o funciones concretas).
De momento, carecemos de datos que nos indiquen cuán
selectivamente activa es un área determinada. En el caso
que nos ocupa, la prueba más evidente la ofrece el propio
experimento, puesto que se consiguen patrones neurobioló-
gicos (neuroimágenes) semejantes tanto con depresión real
como con depresión facticia, es decir, con y sin enfermedad
real. Los propios autores llegan a reconocer que:
Parte de las regiones cerebrales observadas en este es-
tudio se hallan implicadas en otras psicopatologías. Junto
a la corteza cingulada anterior, la amígdala y el hipocam-
po, algunas zonas del tálamo y del lóbulo frontal muestran
con frecuencia una elevada actividad en los trastornos de
ansiedad (fobia social, entre otras), así como en las depre-
siones o las compulsiones. Se presume que su denominador
común es una perturbación en la regulación emocional: el
lóbulo frontal no es capaz de mantener bajo control a la
amígdala (centro de las emociones), de manera que esta
última reacciona con hipersensibilidad. Las causas exac-
tas permanecen, por ahora, en la oscuridad.
Por tanto, para valorar las neuroimágenes hay que en-
cuadrarlas en el conjunto de la neurociencia: la neuroana-
tomía, neurofisiología y neuropatología. No tiene el mismo
valor diagnóstico la imagen de un tumor o de un hematoma
intracerebral, que la imagen de la actividad metabólica en
una determinada zona que es común a una gran multitud
de procesos psicobiológicos (al menos, insisto, por ahora y
con las técnicas de ahora). Es importante advertir que los
acupuntores y meditadores emplean el mismo truco para
probar, respectivamente, la efectividad de los pinchazos y
de la meditación.
EFECTOS SECUNDARIOS (ADVERSOS) DEL PSICOANÁLISIS
Para los autores del tercer artículo de Mente y Cerebro
que ahora comentamos, la terapia psicoanalítica (que puede
generalizarse al resto de psicoterapias) presenta, al igual
que los denostados y peligrosos fármacos de la medici-
na científica, un buen número de efectos secundarios, así
como un agravamiento de los síntomas tratados. Dejemos
hablar a los autores:
En la actualidad, no existen dudas de que la psicotera-
pia puede ayudar a muchas personas. Sin embargo, hoy
como antes, no está suficientemente claro cuándo, cómo y
a quién beneficia. La terapia no siempre ayuda; en el peor
de los casos, incluso puede resultar perjudicial.
Puedo estar de acuerdo en que la psicoterapia, como
cualquier otra actividad (jugar al fútbol, oír música, dar un
paseo o leer cómics), puede «ayudar» (física o psicológica-
mente) a las personas. El problema es que no es lo mismo
«ayudar» que curar (eliminar la enfermedad). Para colmo,
esa ayuda no se sabe cuándo, cómo y a quién le va a tocar,
como en la lotería. ¿Alguien se imagina que eso sucediera
con los antibióticos o los anestésicos? En resumen, parece
ser que el beneficio de la psicoterapia se da al azar, es decir,
carece de efectividad sistemática. Finalmente, admiten los
autores que la psicoterapia además de azarosa puede ser
perjudicial.
¿Cuál es el grado de dicho perjuicio? Para unos, el por-
centaje de fracasos y efectos secundarios es muy reducido.
Para otros, sin embargo:
Los estudios demuestran la existencia de efectos nega-
En el colmo del cinismo, los
psicoanalistas consideran el
agravamiento de los síntomas
como parte del proceso de cu-
ración.
el esc
é
ptico
59
primavera 2014
tivos entre un 20 y un 40 por ciento de los casos tratados.
Al menos así lo confirman Norman y Ann Macaskill, de los
Servicios Comunitarios y de Salud Mental de Leeds y de la
Universidad de Sheffield Hallam, respectivamente… Entre
las consecuencias no deseadas destacaban los problemas
matrimoniales y los episodios depresivos. […]
En todas las modalidades de psicoterapia se encuentran
efectos no deseados y nocivos. Estos van desde agrava-
mientos de los síntomas hasta cambios persistentes en la
personalidad.
Está claro, pues, que existen efectos secundarios o em-
peoramiento de los síntomas en un buen porcentaje de ca-
sos (los datos oscilan -según el estudio considerado- entre
el 10 y el 25 por ciento de los casos tratados), algunos de los
cuales son serios. Los terapeutas, sin embargo, infravaloran
esa cantidad de fracasos, de hecho, rara vez se preocupan
del problema. En el colmo del cinismo, los psicoanalistas
consideran el agravamiento de los síntomas como parte del
proceso de curación.
Por último, según los autores del artículo, resulta difícil
saber por qué fracasa un tratamiento. Después de analizar
varios estudios, concluyen que los problemas de los pacien-
tes y las aptitudes de los terapeutas no constituyen las úni-
cas piezas clave: también influye la «química», el feeling
entre ambos.
Pero aún hay más. En todo este estudio, se pasa por alto
una cuestión fundamental: el hecho de que evaluar el riesgo
de un tratamiento en términos absolutos posee un valor li-
mitado. El riesgo -que evidentemente existe, como ha que-
dado claro- debe ser evaluado en relación a sus potenciales
beneficios. El beneficio en el psicoanálisis está tan débil-
mente probado que puede considerarse nulo. De lo que se
deduce que cualquier complicación o cualquier efecto se-
cundario, por raros que puedan ser, influyen significativa-
mente en la relación riesgo/beneficio.
CONCLUSIÓN
El psicoanálisis, por mucho que lo publicite descarada-
mente la revista Mente y Cerebro, sigue siendo pseudocien-
tífico (en sus teorías), ineficaz (en la clínica) y peligroso
(en su práctica); en consecuencia, debe erradicarse de la
práctica médica científica.
Puedo estar de acuerdo en
que la psicoterapia, como
cualquier otra actividad, pue-
de «ayudar» a las personas. El
problema es que no es lo mis-
mo «ayudar» que curar.