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l bisfenol A (BPA) es una sustancia ampliamente 

utilizada en la fabricación de algunos plásticos, es-

pecialmente policarbonato (posiblemente el plás-

tico con mayor resistencia mecánica) y resinas epoxis. Un 

recubrimiento excelente para, entre otras aplicaciones, las 

latas de conserva y de bebidas. Gracias a esta protección, 

un alimento en conserva puede durar varios años en nues-

tra despensa. También se encuentra en el recubrimiento del 

papel térmico que se emplea universalmente para tickets de 

todo tipo (de supermercado, parking, turnos de espera, reci-

bos de compra, etc). De esta presencia prácticamente ubicua 

del BPA ha derivado en los últimos años en un acalorado 

debate sobre sus posibles efectos nocivos; uno más de los 

muchos bulos existentes sobre los efectos de algunas sus-

tancias sobre la salud. La cuestión es mucho más compleja 

de lo que parece, pues históricamente ha habido muchas 

intervenciones de profesionales e investigadores que han 

estudiado el asunto, lo que a su vez ha dado lugar conjeturas 

en el sentido de que, si algo se estudia, es porque lo que se 

dice es cierto. No es el caso, aunque ya ha tenido sus con-

secuencias.

 Por una parte, varios países prohibieron que se usara 

en la fabricación de biberones, con el argumento de que la 

exposición de los niños al BPA podía ser peligrosa por su 

frecuencia, ya que los biberones se calientan varias veces al 

día. Así, se han dejado de fabricar biberones con BPA sin un 

análisis de riesgo riguroso, o lo que es lo mismo, sin que se 

haya demostrado la peligrosidad. De todas formas, como las 

tendencias de la industria iban por otros caminos, la prohi-

bición no ha hecho mucho daño real; pero ahí sigue.

Por otro lado, las informaciones que relacionaban BPA 

y diversos riesgos (cáncer, entre otros) tampoco se han lle-

gado a demostrar. El BPA se suele considerar un disruptor 

endocrino (sustancia que puede tener un efecto, perjudicial 

o no, sobre el sistema endocrino), lo que equivale a cargar 

con un baldón por los siglos de los siglos. 

Entre las entidades más activas en atacar el BPA se en-

cuentra la Fundación Vivo Sano, una entidad pseudocien-

tífica perteneciente a un grupo de empresas que venden 

productos milagro, como cortinas para protegerse del wifi 

y otros despropósitos.

Al convertirse en un tema de moda, numerosas univer-

sidades y grupos de investigación se pusieron a estudiar el 

BPA, y se detectaron algunos efectos in vitro en ratones 

(siempre se puede conseguir algún efecto si se ingiere sufi-

ciente cantidad de cualquier sustancia, aunque sea miel de 

la Alcarria, por aquello de que “la dosis hace el veneno”). 

Hubo entonces nuevas especulaciones, nueva necesidad de 

investigar más, etc. Pero seguimos sin encontrar una rela-

ción entre la ingesta de BPA y la salud.

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria emitió 

en enero de 2015 su esperada opinión científica, que debería 

El mito del BPA

Miguel Aballe

¿Para qué hacer caso de los estudios, cuando ya tenemos rumores?

D

ossier

Siempre se puede conseguir algún efecto si se ingiere suficien-

te cantidad de cualquier sustancia, aunque sea miel de La Alca-

rria, por aquello de que “la dosis hace el veneno”.

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zanjar la cuestión: el BPA, en los niveles de exposición actuales, 

es seguro para todo tipo de consumidores y para todas las edades, 

incluyendo los fetos.

Por otra parte, los editores de las principales revistas in-

ternacionales de toxicología, en un editorial conjunto —algo 

muy poco frecuente— ya alertaron del peligro de legislar 

en Europa sobre supuestos riesgos no comprobados de los 

disruptores endocrinos. El texto, demoledor, es el siguiente:

El marco legal que se está elaborando se basa en una igno-

rancia prácticamente total de los bien conocidos y establecidos 

principios de la toxicología y farmacología, de los dictámenes 

difundidos por los expertos de la propia autoridad competente 

de la CE —la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria 

(EFSA)— los escritos razonados de carácter crítico enviados por 

los propios países miembros, y sin escuchar a los comités de exper-

tos científicos de la Comisión Europea.

Como en tantos otros casos, la rumorología, los intereses 

espurios, la avidez por hacer dinero de unos cuantos a costa 

de los incautos y la ignorancia del conocimiento científico 

intentan campar por sus respetos.

(foto: Keoni Cabral, www.flickr.com/photos/keoni101/)