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primavera-verano 2018
pia aemps, estas instituciones los aprobarán siempre
que no tengan nada en contra: son estudios útiles, que
generan nuevas hipótesis, soportan conocimientos
científicos y permiten desarrollar una actividad in-
vestigadora en instituciones que quedan normalmen-
te fuera de los grandes estudios regulatorios.
Algunos defensores a ultranza de la mbe opinan
de estos estudios que son pura basura: no prestan
ninguna atención a ningún estudio que no cumpla
los estrictos requisitos de un estudio regulatorio y
se olvidan de que no es ese su objetivo. Serían más
comprensivos si entendieran el verdadero objetivo de
estos estudios; como decimos, puede ser generar una
nueva hipótesis para contrastar en futuros estudios o
incrementar un determinado conocimiento científico,
sin más pretensiones; solo la de «aprender». La gran
mayoría de ensayos clínicos que pueblan las revistas
científicas son de esta naturaleza, lo que hace decir en
ocasiones que «el 90% de lo que se publica no tiene
ningún valor». Muchos consideran que la indicación
estricta de las agencias regulatorias no sirve de nada
si después, poco a poco, la industria consigue ensan-
char la base de pacientes donde se usa el medicamen-
to con estos estudios, menos costosos y rigurosos.
En el lado opuesto tendríamos a los que, por des-
conocimiento o desinterés (u otros intereses), atribu-
yen a estos estudios más modestos la misma consi-
deración que a los de carácter regulatorio: «Todo son
ensayos clínicos», «Todo es mbe». En este caso, la
industria puede abusar de una cierta credulidad con
fines promocionales, reforzando la notoriedad de los
medicamentos o proponiendo usos nuevos al margen
de la ficha técnica aprobada por la aemps al inicio de
la comercialización.
En definitiva, los medicamentos aprobados y co-
mercializados son seguros y eficaces. Los ensayos
clínicos que soportan tales aprobaciones son estrictos
y rigurosos (a veces, demasiado exigentes). Sin em-
bargo, tras la comercialización se relaja la exigencia
de la investigación clínica, despreciándola injusta-
mente unos y concediéndole demasiada potencia los
otros, de lo que la industria se aprovecha para mejo-
rar su comercialización (y los que comercializan pro-
ductos homeopáticos, sin eficacia alguna, de forma
preocupante).
Nada de esto afecta a la seguridad de los medica-
mentos ni a la ética de la investigación, pues todos
los ensayos son aprobados por autoridades regulato-
rias y éticas, pero sí deberíamos someter a debate el
interés y credibilidad de los ensayos clínicos posco-
mercialización de los medicamentos, atribuyéndoles
la justa trascendencia a sus resultados.
La popularización de las escalas de valoración in-
ternacional de los ensayos clínicos (Consort y otras)
podría ayudar a atribuir a cada uno de ellos el impac-
to en la práctica médica que realmente merecen.