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a  existencia  de  conflictos  de  intereses  no  es 

coyuntural, sino constitutiva (o estructural) en 

un sistema social complejo. Los intereses no 

tienen por qué ser negativos a priori. Pueden ser más 

o menos legítimos o generar mayor o menor consenso 

ético, y su interacción puede tener resultados dispa-

res. La cuestión principal es cómo se articulan, su-

pervisan y regulan. El ámbito de la salud, tanto en su 

vertiente reactiva como de prevención y promoción 

así como en la investigación, constituye a día de hoy 

un gigantesco mercado, lo que confiere mucho peso 

a los intereses financieros (Stamakatis, 2013; Ioanni-

dis, 2016). Aunque no es el objetivo primero de este 

artículo, conviene reseñar que ese peso financiero se 

ve propiciado en determinado contexto histórico y 

político (por ejemplo, a través de las leyes de paten-

tes y la entrada de la industria farmacéutica y de la 

investigación en la economía financiera especulativa, 

impulsadas en los años 80 en los EE.UU.). 

En este artículo se abordará cómo la Medicina Ba-

sada en la Evidencia (mbe), un movimiento que nace 

hace tres décadas buscando minimizar los sesgos en la 

medicina clínica, se ha visto gravemente distorsiona-

do y alejado de esos valores para favorecer intereses 

particulares, principalmente económicos. El foco es-

tará en la influencia de la industria farmacéutica (if), 

sin dejar de mencionar otros intereses corporativos y 

la colaboración necesaria de distintos actores.

La  mbe reposa sobre cuestiones abordadas desde 

hace tiempo por la medicina, la filosofía natural y la 

ciencia. Sus orígenes más concretos suelen situarse 

en una serie de charlas que dio en 1972 el epidemió-

logo Archie  Cochrane,  tituladas  «Efectividad  y  efi-

ciencia: reflexiones aleatorias sobre los servicios de 

salud» (Cochrane, 1972). Cochrane argumentó que 

se estaban usando muchas intervenciones médicas 

de eficacia y seguridad dudosas o desconocidas. Esto 

habría de causar daño a nivel tanto individual como 

poblacional a través de la iatrogenia, el despilfarro de 

recursos y del fracaso a la hora de adoptar tratamien-

tos más efectivos. Afirmó que los tratamientos debe-

rían evaluarse sistemáticamente usando métodos no 

sesgados (como el ensayo clínico aleatorio —ec—) y 

que la profesión médica debía revisar de forma con-

tinua sus conocimientos. Lo respaldaba un fuerte im-

perativo ético: no hacer daño, hacer lo mejor por los 

pacientes y de modo justo, sin malgastar recursos. 

El término mbe fue acuñado en los años ochenta del 

siglo XX por el ebm Working Group de la McMaster 

University para describir la evaluación y el uso de los 

resultados de la investigación en el cuidado de los pa-

cientes individuales. Este grupo situó la mbe como un 

«cambio de paradigma» en un famoso artículo publi-

cado en 1992 (Guyatt et al., 1992). Desde entonces, 

la mbe ha tenido un enorme impacto en las políticas 

y prácticas de los sistemas de salud como un método 

para guiar las decisiones tanto clínicas como sanita-

rias en general. 

Para centrar la cuestión, podría decirse que la 

mbe nació, en el plano teórico, al cariz de una pregun-

La distorsión 

de la medicina

 

basada en la evidencia

Carlos Soler

Psiquiatra. ARP-SAPC

Conflictos, manipulaciones y medias verdades 

de la industria farmacéutica

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ta fundamentalmente epistemológica: ¿Qué evidencia 

puede considerarse apropiada para tomar decisiones 

clínicas? Se cernían dudas cada vez más consisten-

tes sobre el «viejo paradigma», en el que la práctica 

médica se sustentaba básicamente en la experiencia 

clínica y la evidencia mecanística (o fisiopatológica). 

La primera estaría sometida a multitud de sesgos (ten-

dencia a recordar resultados positivos, pudiendo estos 

no estar relacionados causalmente con el tratamien-

to  indicado,  sobreestimación  de  eficacia  por  efecto 

placebo, etc.). La segunda había dado ya abundantes 

ejemplos de inconsistencia (problemas al trasladar re-

sultados in vitro a in vivo, perjuicios no detectados al 

ensayar tratamientos a pequeña escala, etc.).

Ante esto, los promotores de la mbe defendieron una 

aproximación sistemática a la evidencia. Esta se jerar-

quizó, basándose en la confiabilidad del conocimiento 

obtenido por distintos métodos de investigación y de 

acuerdo con tres afirmaciones fundamentales: 1) Los 

ec y las revisiones sistemáticas (rs) y metaanálisis 

(ma) dan evidencia más robusta que los estudios ob-

servacionales; 2) los estudios comparativos (ec y ob-

servacionales) dan evidencia más robusta que el razo-

namiento mecanístico; y 3) los estudios comparativos 

dan evidencia más robusta que la opinión de expertos. 

Así, la evidencia probabilística prevalecería sobre la 

fisiopatológica, y ambas sobre la experiencia o intui-

ción clínica. La mbe supuso un importante avance al 

contribuir a la sistematización del conocimiento en 

salud y fomentar la aplicación de intervenciones de 

eficacia probada, así como el descarte de otras no efi-

caces o potencialmente dañinas. Por este motivo, se 

consolidó a lo largo de las dos décadas posteriores de 

su nacimiento, y en la actualidad es el marco domi-

nante en la toma de decisiones en medicina. 

A medida que la mbe y sus principales herramientas 

(el ec, la rs y el ma) han ido ganado reconocimiento, 

se han visto distorsionadas por conflictos de intereses 

entre distintos actores (industrias relacionadas con in-

tervenciones sanitarias, como la farmacéutica, institu-

ciones académicas, autoridades y estamentos de ges-

tión diversos, etc.), que pueden obtener beneficios al 

orientar a su favor los resultados («evidencia»). Estas 

distorsiones se ven motivadas en parte por los incenti-

vos financieros hacia los que se orienta la sociedad de 

mercado y, en general, no han encontrado la suficiente 

oposición por parte de los distintos responsables de 

su regulación  (sociedades profesionales y científicas, 

academia, agencias del medicamento, etc.). Los mis-

mos proponentes de la mbe han alzado reiteradamen-

te la voz para señalar las grandes dimensiones y la 

gravedad del impacto de esta corrupción (Greenalgh, 

2014), a lo que se han sumado las voces de multitud 

de profesionales vinculados a la salud que son defen-

sores de los principios de la mbe.

Aunque las críticas están presentes desde los orí-

genes, en los últimos años se ha ido acumulando la 

evidencia que sugiere que la if (en colaboración con 

otros actores necesarios) ha introducido sesgos en 

todos los procesos relacionados con la mbe, desde la 

producción de la evidencia hasta su síntesis, difusión 

y gestión. Los resultados de esta distorsión tienen un 

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gran impacto socioeconómico y en la credibilidad de 

la propia mbe. A continuación, se detallarán los dis-

tintos ámbitos que se han visto afectados y algunos 

de los métodos empleados para ello. La división de 

los ámbitos es relativamente arbitraria y responde a 

cuestiones de claridad, si bien existe una interrelación 

entre todos ellos. Asimismo, se trata de una revisión 

breve, que no pretende ser exhaustiva, aunque se in-

cluye abundante bibliografía para a que se pueda pro-

fundizar si resulta de interés.

 

Producción de la evidencia

Los ec son caros, sobre todo los grandes ensayos 

necesarios para aprobar la entrada de un fármaco al 

mercado. El sector público ha cedido en gran parte la 

realización de ec a la industria, y los ensayos más ci-

tados son casi siempre producidos por esta (Lathyris, 

2010). Asimismo, la propia industria a menudo exter-

naliza la realización de dichos ec a empresas espe-

cializadas. Muchos críticos consideran que no debería 

dejarse en manos de las corporaciones la evaluación 

de sus propios productos, puesto que es natural que en 

ese caso la balanza se decante hacia el propio benefi-

cio económico (Ioannidis, 2013). 

De acuerdo con algunos estudios, los ec financia-

dos por organizaciones con ánimo de lucro tienden a 

favorecer al fármaco esponsorizado hasta cuatro ve-

ces  más  que  aquellos  financiados  por  entidades  sin 

ánimo de lucro (Als-Nielsen, 2003; Lexchin, 2003). 

No debe desprenderse de esto que todos los ec se en-

cuentran fatalmente sesgados. Existen muchos ec con 

un diseño robusto y un adecuado reporte de los resul-

tados. Esto es así especialmente en los grandes ensa-

yos pivotales, en los que las compañías se juegan la 

aprobación de un fármaco. No obstante, en multitud 

de casos el marketing se entreteje en las caracterís-

ticas del ec,  influyendo  de  forma  sutil  en  cómo  se 

enmarcan las preguntas de investigación y el diseño, 

conduciendo hacia la acumulación de sesgos y un re-

porte inapropiado de los resultados (Heres, 2006; Le-

xchin, 2012; Lundh, 2012; Goldacre, 2013; Le Noury, 

2015; Prasad, 2015). El mayor peligro por tanto no 

son los estudios claramente mercadotécnicos (bauti-

zados como experimercials), sino la coexistencia en 

un mismo ec de características rigurosas con un sutil 

«giro comercial».

La evidencia sugiere que es más probable que los 

ec financiados por la if utilicen distintos métodos para 

distorsionar los resultados a su favor, como son: plan-

tear preguntas de investigación orientadas al resultado 

deseado, usar un comparador inactivo o «de paja» (p.e. 

en dosis inadecuadas), seleccionar la población de es-

tudio de modo que favorezca la intervención desea-

da, usar variables subrogadas como resultados prin-

cipales, hacer ensayos de duración demasiado corta, 

mezclar los resultados de forma interesada, ignorar 

los datos de pacientes que abandonaron el ensayo, 

cambiar el resultado principal tras finalizar el ensayo, 

hacer análisis de subgrupos inapropiados, distorsionar 

los criterios de éxito (p.e., amplios márgenes de no-in-

ferioridad) o manejar inferencias incorrectas hasta el 

punto de narrar como positivos resultados que en rea-

lidad no lo son (Lexchin, 2003;  Turner, 2008; Ioan-

nidis, 2010-1; Goldacre, 2013; Every-Palmer, 2014).

Existe cada vez más evidencia directa sobre la ma-

nipulación de los resultados reportados en los ensayos 

financiados por la industria, resaltando los resultados 

favorables y evitando los hallazgos inconvenientes. 

En este sentido, es paradigmático el caso de la gaba-

pentina (Vedula, 2009). 

Se producen multitud de ec que no responden a 

preguntas pertinentes o que lo hacen de forma inne-

cesariamente repetitiva. Un ec aparentemente ino-

cuo que explora una nueva indicación de un fárma-

co puede constituir una estrategia de marketing off-

label (Vedula, 2012). Los ec pueden ser utilizados 

para el product seeding: se esparce la población del 

estudio en pequeños grupos reclutados en múltiples 

centros como herramienta comercial. Se consigue con 

ello familiarizar a los prescriptores con el producto y 

promover el contacto regular de los comerciales con 

el centro. 

Por otra parte, los análisis de coste-efectividad son 

un criterio fundamental para adscribir recursos pú-

blicos  y  también  se  encuentran  directamente  influi-

dos por estrategias comerciales. La mayoría de los 

análisis publicados presentan ratios de coste-eficacia 

favorables y es más probable que los estudios finan-

ciados por la industria muestren ratios por debajo de 

los umbrales requeridos por las autoridades (Miners, 

2005; Bell, 2006). Existen multitud de métodos me-

diante los cuales la industria consigue maquillar los 

La MBE ha tenido un enorme impacto en las políticas y prác-

ticas de los sistemas de salud como un método para guiar 

las decisiones tanto clínicas como sanitarias en general.

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análisis de coste-efectividad (Polyzos, 2011). 

No solo se ven distorsionados los ensayos sobre 

la  eficacia  de  intervenciones.  También  se  manipula 

el conocimiento clínico para obtener más diagnós-

ticos y, con ello, intervenciones. Estas prácticas se 

agrupan bajo el término paraguas disease mongering

acuñado por Ray Monihan (2002). En general, se tra-

ta de estrategias para ampliar las fronteras de enfer-

medades ya definidas, definir estados de «riesgo» o 

«pre-enfermedad» (son paradigmáticas las estrategias 

agresivas para reducir el colesterol o la hipertensión 

arterial en prevención primaria), medicalizar proble-

mas diversos (como la timidez, o el natural declive de 

testosterona y hormona de crecimiento con la edad) y 

lanzar agresivas campañas de «concienciación» con 

objetivos principalmente comerciales. Estas distor-

siones contribuyen al exceso de intervencionismo en 

medicina, que conlleva importantes riesgos. La toma 

de conciencia al respecto ha llevado a lanzar distin-

tas campañas internacionales (p.e., BMJ “Too Much 

Medicine”) y a acuñar conceptos como «prevención 

cuaternaria»  (definida  por  M.  Jamoulle,  actualizada 

constantemente —Martins, 2018—) y «deprescrip-

ción» (Reeve, 2017). 

Es importante tener en cuenta que no solo se dis-

torsiona el cómo, sino el sobre qué se investiga. Los 

incentivos influyen en la agenda de investigación de 

distintas maneras. Se tiende a maximizar el beneficio 

económico, lo que lleva a centrarse en intervenciones 

patentables, como las farmacológicas. Algunas de las 

formas en que se valoran los estudios científicos tie-

nen poco que ver con su calidad metodológica o su re-

levancia social, lo que conduce a seleccionar objetos 

y métodos de investigación con más probabilidad de 

reportar difusión y beneficio económico por encima 

de otros valores (Macleod, 2014). 

 

Síntesis de la evidencia

Las revisiones sistemáticas (rs) y metaanálisis 

(ma) que sintetizan ensayos que responden a pregun-

tas inapropiadas simplemente reforzarán los mensajes 

inadecuados (Ioannidis, 2010-2). Como dicen los an-

glosajones, “garbage in, garbage out”. Se ha limitado 

el acceso a los datos básicos de los ec y la integración 

en rs de los datos disponibles, potencialmente someti-

dos a importantes sesgos, puede potenciar y perpetuar 

estos sesgos de la literatura primaria (Doshi, 2012). 

Dado que las rs y los ma han alcanzado gran pres-

tigio  e  influencia,  la  industria  también  ha  infiltrado 

su producción. Existe evidencia de que los ma finan-

ciados por la industria tienden a ser de peor calidad 

metodológica, a no evitar sesgos y conflictos de in-

terés relevantes y a emitir conclusiones favorables 

a la intervención de interés (Jorgensen, 2006; Yank, 

2007; Roseman, 2011; Ebrahim, 2012).

  

Difusión de la evidencia

Sesgo de publicación

Se trata de uno de los sesgos más graves y reco-

nocidos. Consiste en la tendencia a publicar con más 

frecuencia los estudios que arrojan resultados esta-

dísticamente  significativos  (lo  que  implica  a  su  vez 

que los resultados negativos, pese a tener la misma 

validez, se publiquen menos). La resultante es una 

tendencia a sobreestimar el resultado de las interven-

ciones. Esto se produce en un contexto de incentivos 

mal orientados (como la orientación de la investiga-

ción hacia determinados resultados productivos, el 

famoso publica o perece), permisividad por parte de 

las entidades reguladoras y de las revistas especializa-

das, entre otros. Más allá del sesgo de publicación, la 

no disponibilidad en general de datos potencialmente 

relevantes distorsiona los resultados de las revisio-

nes de evidencia, y con ello sesga las decisiones de 

las autoridades y los profesionales pertinentes. Esto 

tiene un enorme impacto socioeconómico. Goldacre 

(2013) dedica buena parte de su libro Bad Pharma a 

este tema.

Attributional spin

Algunos críticos defienden que referirse a las com-

pañías  como  meros  patrocinadores,  financiadores  o 

proveedores de apoyo a la investigación contribuye 

a ocultar su verdadero rol. Muchos ec son proyectos 

corporativos, si bien no son presentados al público 

como tales: se resalta el rol de los académicos que 

participan en el estudio y se minimiza el de la indus-

tria (Ross, 2008; Goldacre, 2013; Matheson, 2016-1; 

Matheson, 2016-2). A esto se le llama attributional 

spin (giro atributivo), y hace que los resultados sean 

presentados mediante la autoría de académicos creí-

bles,  lo que reduce la impresión de influencia comer-

cial, a la par que puede favorecer la publicación en 

A medida que la MBE y sus principales herramientas han 

ido ganando reconocimiento, se han visto distorsionadas 

por conflictos de intereses entre distintos actores.

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revistas de mayor impacto (Hirsch, 2009). Muchos de 

estos autores tienen importantes conflictos de interés 

con la industria (Rose, 2010; Ahn, 2017). 

Líderes de opinión

En el marketing farmacéutico, los líderes de opi-

nión o kol (del inglés Key Opinion Leader) son mé-

dicos u otros profesionales sanitarios de renombre en 

quienes los compañeros confían a la hora de formarse 

una opinión. Las compañías farmacéuticas utilizan a 

los kol como herramientas de marketing para promo-

cionar sus productos o influir en las decisiones de las 

agencias  reguladoras  y  otras  instituciones  (Meffert, 

2009; Sismondo, 2015). El manejo de estos kol a 

menudo se externaliza a agencias de marketing espe-

cializadas. 

Revistas médicas

La industria tiene una influencia considerable en lo 

que se publica en las revistas médicas más influyentes 

a través de la autoría fantasma o ghostwriting (Ross, 

2008; Sismondo, 2009; Goldacre, 2013). Las propias 

revistas tienen importantes conflictos de interés, pues 

los ensayos producidos por la industria generan im-

portantes ingresos a partir de las separatas o «tiradas 

especiales». Asimismo, estos artículos pueden au-

mentar el factor de impacto de las revistas; de acuerdo 

con algunos estudios, hasta un 15% (Lundh, 2010).

Las revisiones narrativas y las editoriales por parte 

de kol también tienen un gran impacto en la práctica 

clínica (Monihan, 2008; Meffert, 2009), y están suje-

tas a criterios de revisión más laxos.

Guías clínicas

En EE.UU., la mayoría (56%) de los investigado-

res involucrados en las 17 guías de práctica clínica 

cardiovascular más importantes publicadas entre 

2004 y 2008 presentaban conflictos de interés (becas 

de investigación, honorarios por conferencias de pro-

moción, acciones en bolsa o pagos por consultorías). 

El  porcentaje  aumentaba  hasta  el  80%  al  analizar 

los directores de los comités científicos (Mendelson, 

2011). Según otro estudio, en conjunto, entre el 56 

y el 87% de los autores de guías de práctica clínica 

tendrían al menos un conflicto de interés financiero 

(Norris, 2011). Estas guías con frecuencia enfatizan 

intervenciones nuevas y costosas y siguen la evi-

dencia de forma laxa. Por ejemplo, en el caso de la 

diabetes de tipo 2, la mayoría seguían recomendan-

do un control farmacológico estricto de la glucemia, 

cuando la mejor evidencia disponible sugería que esto 

no comportaba un mayor beneficio para los pacientes 

(Montori, 2009), y que podría deteriorar su calidad de 

vida (Yudkin, 2010). 

A menudo se promueve que la declaración de los 

conflictos de interés es aval de transparencia e integri-

dad. Por una parte, estos conflictos están gravemente 

infrarreportados (Neuman 2011) y no suelen tenerse 

en cuenta a la hora de valorar la evidencia presentada. 

Por otra, la transparencia por sí misma no disminuye 

la distorsión en todo el proceso e incluso puede tender 

a normalizar la presencia de esos conflictos de interés 

(Goldacre, 2013). 

Visita médica

Las presiones mercadotécnicas directas por parte 

de los comerciales son muy relevantes. Por ejemplo, 

en los EE.UU., en 2004, alrededor de un tercio de los 

57 mil millones de dólares que gastaron las compa-

ñías farmacéuticas en actividades promocionales se 

destinó a visitas médicas (Gagnon, 2008). La interac-

ción regular con comerciales incrementa sustancial-

mente las probabilidades que un fármaco se incluya 

en el stock del hospital y, si el médico recibe honora-

rios, el incremento es aún mayor (Chren, 1994). Los 

pacientes entrevistados consideran en general que los 

lazos financieros entre los médicos y las compañías 

farmacéuticas son inaceptables y comprometen la ca-

lidad de la asistencia (Licurse, 2010). No obstante, ra-

ramente se les informa de estos lazos. En los últimos 

tiempos se vienen tomando medidas restrictivas en 

distintos países (ver «Posibles medidas»).

Formación de los profesionales

Los médicos se ven expuestos al marketing farma-

céutico desde su formación de grado (Sierles, 2005; 

Grande, 2009; Austad, 2011). La formación médica 

continuada (fmc) es parte esencial del desarrollo de 

los profesionales. En muchos países esa formación 

depende financieramente de la if. En los EE.UU., en 

2010, aunque algunas regulaciones habían modula-

do ya su influencia, aproximadamente el 50% de la 

financiación  de  la  fmc procedía directamente de la 

if  (Steinman,  2012).  Los  espónsores  tienen  influen-

cia directa en los programas educativos, involucrando 

con frecuencia a kol y usando a menudo presentacio-

nes preparadas por la propia compañía (Avorn, 2010). 

El mayor peligro no son los estudios claramente merca-

dotécnicos, sino la coexistencia en un mismo ensayo de 

características rigurosas con un sutil «giro comercial».

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Existe evidencia de que los metaanálisis financiados por 

la industria tienden a ser de peor calidad metodológica.

Algunos estudios sugieren que la fmc esponsorizada 

conlleva un incremento de las tasas de prescripción 

del producto en cuestión (Wazana, 2000). La mayoría 

de congresos y eventos formativos cuentan con patro-

cinio industrial (Brody, 2009).  

Sociedades Científicas y Profesionales

Las sociedades médicas profesionales tienen un 

papel importante en la definición y promoción de los 

estándares de salud. Sus pronunciamientos públicos, 

guías clínicas, cursos de fmc, normativas éticas, etc. 

tienen un gran peso para los profesionales y la socie-

dad. Muchas de estas sociedades reciben abundante 

financiación por parte de la industria, y a menudo ca-

recen de políticas de regulación o estas son insuficien-

tes (Rothman, 2009; Brody, 2010; Fabbri, 2016).

 Asociaciones de pacientes

Las asociaciones de pacientes influyen en las polí-

ticas sanitarias, así como en las actitudes de pacientes 

y allegados y en la opinión de la población general. 

Los vínculos financieros entre estas asociaciones y la 

industria también se han hecho más intensos en los 

últimos años. Muchas de estas reciben fondos de la 

industria, generándose a menudo una situación de 

dependencia económica. En este contexto se generan 

potenciales conflictos de interés, a pesar de lo cual la 

transparencia y las políticas de regulación en general 

son insuficientes (Colombo, 2012; Rose, 2013; Mc-

Coy, 2017; Rose, 2017). 

 

Gestión de la evidencia

Riesgo y seguridad

La aprobación de nuevos productos o indicaciones 

requiere que se demuestre su efectividad y una seguri-

dad razonable. A pesar de todo, a menudo se tarda mu-

cho tiempo en retirar intervenciones con defectos de 

seguridad o eficacia, con grandes costes económicos y 

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Los vínculos financieros entre las asociaciones de pacientes 

y la industria se han hecho más intensos en los últimos años.

en morbimortalidad. Esto se debe en parte a las limita-

ciones intrínsecas de los métodos y recursos disponi-

bles. Existen efectos secundarios relevantes pero suti-

les, que no se logran detectar hasta que un fármaco se 

ha usado profusamente durante bastante tiempo. Por 

eso son tan importantes los estudios independientes 

de farmacovigilancia poscomercialización. No obs-

tante, el estudio de los procesos de retirada de distin-

tos fármacos y procedimientos en los últimos años su-

giere que los lazos financieros con la industria pueden 

determinar la orientación de los autores de ensayos y 

ma en cuestiones de seguridad. La rosiglitazona, un 

medicamento para la diabetes de tipo 2, fue aprobada 

y prescrita en todo el mundo durante 10 años, con be-

neficios multimillonarios, a pesar de que existía evi-

dencia limitada de sus beneficios y, especialmente, de 

su seguridad (Cohen, 2010). Actualmente se encuen-

tra retirada en la UE, India, Suráfrica y Nueva Zelan-

da, y sus indicaciones se restringieron mucho en los 

EE.UU. Otro caso muy conocido es el del rofecoxib

un antiinflamatorio no esteroideo que incrementa el 

riesgo cardiovascular. Los datos revelados durante un 

litigio sugieren que el fabricante distorsionó intencio-

nalmente la presentación de los datos de seguridad de 

los ensayos (Curfman, 2005), y entrenó a sus comer-

ciales para evitar de forma tácita las preguntas de los 

médicos sobre ese tema (Berenson, 2005).

Captura del regulador

La industria influye de distintas maneras en la ela-

boración y aplicación de las normativas que regulan la 

aprobación y retirada de medicamentos, así como sus 

precios. Es un fenómeno bautizado como «captura del 

regulador». Se trata de una cuestión fundamental, te-

niendo en cuenta el peso que tiene la partida destinada 

a gasto farmacéutico en los presupuestos de sanidad y 

las repercusiones en morbimortalidad que se derivan 

de aprobaciones que no cumplen con las suficientes 

garantías. Los conflictos afectan desde las más altas 

esferas, como los ministerios de sanidad o las grandes 

agencias del medicamento (fda, ema), hasta los co-

mités de ética locales o las oficinas de farmacia de los 

hospitales. Estas entidades no siempre actúan orienta-

das hacia proteger a la población, sino que lo hacen de 

acuerdo con los intereses corporativos.

Existen distintos mecanismos para vehiculizar es-

tas influencias: las leyes que fijan el gasto farmacéuti-

co y las posibilidades de negociación con los provee-

dores, la relajación de las normas de introducción de 

medicamentos al mercado (p.e., permitiendo el uso de 

variables subrogadas como medidas de resultados en 

lugar de supervivencia o calidad de vida), la valida-

ción de nuevas patentes de fármacos que no aportan 

beneficios significativos, pero son mucho más caros 

que sus predecesores (los denominados me too), etc. 

Estas prácticas se han denunciado reiteradamente 

(Goldacre, 2013). En el campo de la oncología, por 

ejemplo, existen múltiples estudios recientes que 

muestran cómo se han relajado los estándares y se 

aprueban de forma sistemática fármacos con benefi-

cios marginales y precios astronómicos (Kim, 2015; 

Davis, 2017; Prasad, 2017). 

 

Conclusiones y posibles medidas

Como hemos podido ver, los conflictos de intereses 

que distorsionan la mbe no forman parte de una «gran 

conspiración secreta», sino que se trata de problemas 

inherentes a nuestro contexto socioeconómico. Solo 

el estudio riguroso nos permite identificar bien de qué 

maneras se articulan estos conflictos y cómo podemos 

ponerles coto. Este estudio se encuentra muy dificul-

tado por las condiciones de manipulación y falta de 

transparencia generalizadas. A pesar de ello, muchas 

personas están dedicando grandes esfuerzos a desen-

mascarar estos problemas y a proponer soluciones. No 

se trata de un tema menor: el buen funcionamiento de 

la mbe es clave para que las personas y poblaciones 

sean objeto de intervenciones de eficacia y seguridad 

probadas. Aunque no es el objetivo principal de este 

artículo, se nombrarán aquí algunas de las medidas que 

han sido propuestas para intervenir en esta situación. 

En primer lugar, muchos autores apuestan por que 

debe recalibrarse el concepto de integridad en la in-

vestigación, de tal modo que los comentados sesgos 

y conflictos sean vistos con la misma gravedad que la 

falsificación y el fraude individuales. Para ello se re-

quieren campañas de sensibilización dirigidas no solo 

a los profesionales, sino a la población general. 

Deben hacerse mejores ensayos clínicos (adecuado 

tamaño y selección de pacientes, en respuesta a pre-

guntas clínicamente relevantes, con comparaciones 

adecuadas contra la mejor alternativa disponible, etc.). 

En cuanto a la aprobación de nuevos fármacos, toda la 

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información sobre eficacia y seguridad que manejen 

las compañías y entidades reguladoras debe ser de do-

minio público. Es fundamental que sea obligatorio el 

registro de todos los ec que se llevan a cabo, así como 

la publicación oportuna y de libre acceso de todos los 

datos relevantes. En los últimos años se han dado pa-

sos importantes en este sentido, como la campaña All 

Trials (ver enlace en bibliografía), aunque queda mu-

cho por hacer. Estas iniciativas deberían contar con un 

amplio apoyo, incluyendo todas las sociedades profe-

sionales, académicas y científicas. 

Se requiere un mayor desarrollo de recursos, como 

los estándares de reporte de ensayos (consort) y la 

herramienta de riesgo de sesgo de la Cochrane, puesto 

que les falta alcance y detalle, especialmente para ca-

sos de sesgo más sutiles (Bero, 2013; Prasad, 2015). 

De lo contrario, el cumplimiento de estos estándares 

puede conferir una credibilidad inmerecida a ciertos 

estudios. 

Es necesario un mayor control y rendición de cuen-

tas de las publicaciones de las revistas académicas, 

dado que estas son en buena parte custodias del ca-

non académico y deben exigir que los datos relevantes 

sean de acceso libre y elevar los estándares de atribu-

ción de autoría, rigor científico e información (Lundh, 

2010; Handel, 2012; Smith, 2012). Las guías del Co-

mité Internacional de Revistas Médicas siguen siendo 

permisivas con el marketing farmacéutico (Matheson, 

2016).    

Es importante promover que la formación de los 

profesionales sanitarios sea independiente de los inte-

reses comerciales y que proporcione herramientas crí-

ticas. Algunos estudios indican que las medidas toma-

das en esa dirección pueden ser eficaces, por ejemplo, 

durante la formación de grado (Sierles 2015). Asimis-

mo, están comenzando a proliferar un mayor número 

de eventos formativos desligados de la financiación y 

promoción de la if.

Deben tomarse medidas para controlar los conflic-

tos de interés financieros a todos los niveles. Por ejem-

plo, la declaración obligatoria de pagos a médicos, que 

se ha implementado de forma más o menos parcial en 

distintos países. Esta exigencia de transparencia debe 

extenderse a sociedades profesionales, revistas cientí-

ficas, entidades reguladoras (y sus miembros) y aso-

ciaciones de pacientes.

 Es fundamental tener claro que todas estas medidas 

quedarán en papel mojado si no se ponen en marcha 

los recursos necesarios para su implementación y para 

asegurar la rendición de cuentas de los responsables. 

Autores como Goldacre (2013) insisten en que la mera 

promulgación de códigos de conducta, normativas o 

leyes no solo no sirve de nada, sino que puede ser con-

traproducente al dar la sensación que se está haciendo 

algo cuando no es así. Las consecuencias para los in-

fractores deben ser suficientes como para favorecer la 

disuasión y garantizar la restauración del daño en la 

medida de lo posible. Asimismo, como se ha afirmado 

en la introducción, los conflictos de intereses son es-

tructurales y deben abordarse como tales si se quiere 

minimizar su impacto. Las medidas deben buscar ir 

a la raíz en los distintos niveles relevantes (investi-

gación, docencia, regulación de medicamentos, etc.). 

Debe garantizarse el máximo consenso y alcance (p.e., 

de nada sirve endurecer la regulación en un territorio 

si se externaliza la producción de estudios a otro lugar 

donde la normativa es más laxa). En la medida de lo 

posible, debe adoptarse una perspectiva más preven-

tiva que meramente reactiva. Solo así se conseguirá 

recuperar la confianza en la mbe, una herramienta in-

dispensable para el buen funcionamiento de los siste-

mas de salud.

 

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