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Introducción

Normalmente se piensa que una buena cultura cien-

tífica es una vacuna eficiente contra la creencia en las 

pseudociencias. Sin embargo, cursar asignaturas de 

ciencias en el instituto o la universidad no es un an-

tídoto para no caer en las trampas que desde aquellas 

se plantean para convencernos. Algunos estudios po-

nen de manifiesto una correlación entre la creencia en 

cierto tipo de pseudociencias y el nivel de estudios del 

individuo, incluyendo los de la rama de ciencias

1

. Hay 

incluso múltiples ejemplos de científicos, competentes 

en sus campos, que caen en los engaños en otras áreas 

en las que no han desarrollado sus carreras y defien

-

den públicamente creencias pseudocientíficas. Puede 

que en parte esto sea debido a que se han aprendido 

muchas ideas científicas como recetas que son certe

-

zas absolutas y no hay que demostrar. Con esta fe en 

los expertos, si alguien hace afirmaciones basadas en 

historias atractivas, reales o no, y damos por ciertos 

sus argumentos y suposiciones, se puede llegar a hacer 

creer las especulaciones más insospechadas.

Por otro lado, mucha parte de nuestra conducta se 

basa más en la emoción que en la razón. Podemos ser 

muy objetivos en algunos asuntos pero seguir siendo 

parciales en otros. Aquí tenemos el conocido sesgo 

de confirmación: todo lo que apoya nuestras ideas lo 

aceptamos sin pensar, mientras que ponemos un es-

cudo ante lo que se oponga a ellas, nos resistimos a 

asumirlo y como mucho pensamos «quizá tenga algo 

de razón, pero ojalá se equivoque». Así tenemos cien

-

tíficos que abrazan cualquier religión, o inversores, ex

-

pertos o no, que caen en estafas financieras y después 

siguen pensando que habían obrado bien. Y esto sin 

menoscabo de que en algunas áreas sean individuos 

realmente destacables.

Por estas razones es realmente útil que la educación 

Cazando mitos

 

en el aula

Francisco Reyes Andrés

Profesor de Secundaria. IES Gabriel Miró, Orihuela

D

ossier

Fig. 1. Bandera ondeante en la Luna (foto: nasa.gov)

Fig. 2. Bandera ondeante en una campana de vacío. A 

baja presión (izquierda) y a presión atmosférica (derecha).

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incida en el pensamiento crítico y que lo haga antes de 

que se asienten profundamente las creencias en false-

dades, ya que después serán prácticamente imposibles 

de eliminar.

Aunque entre los objetivos de la educación está for-

mar una población con pensamiento crítico, esto no se 

plasma directamente en los temarios de las asignaturas 

de la ESO, el nivel formativo al que accede toda la 

población. Por eso se convierte en una labor del pro-

fesorado de educación secundaria realizar actividades 

en sus respectivas asignaturas para que los alumnos 

puedan entrenarse en pensamiento crítico, además de 

adquirir conocimientos científicos u otro tipo de des

-

trezas, como sería por ejemplo la exposición de argu-

mentos en un debate.

La actividad

Como pequeño ejemplo se muestra la actividad rea-

lizada en una clase de Programa de Refuerzo de 4º de 

ESO del IES Gabriel Miró de Orihuela, consistente en 

realizar experimentos para comprobar si son válidos o 

no algunos de los argumentos que se mencionan en la 

red para negar la llegada del hombre a la Luna.

El objetivo de esta actividad es doble. Por un lado se 

quiere mostrar cómo algunas afirmaciones que inten

-

tan demostrar ciertos mitos se pueden poner a prueba 

experimentalmente para sacar de ahí nuestras propias 

conclusiones; por otro, aprendemos o reforzamos con-

ceptos de ciencia y tecnología.

Uno de los argumentos típicos de los negacionistas 

de la llegada a la Luna es el que nos dice que la bandera 

que plantaron los astronautas no puede ondear. Otras 

«pruebas» que analizamos fueron que los astronautas 

no pueden dejar huellas profundas, pues en la Luna pe-

san muy poco; que aparecen sombras desconcertantes 

en las fotos, en las que cada una apunta en direcciones 

distintas; y que no aparece una sola estrella en el cielo 

en las fotografías y que desde la Luna se deberían ver. 

También buscamos pruebas de restos de los alunizajes 

y, por último, comprobamos las afirmaciones en uno 

de  los  documentales  que  presentan  «pruebas»  de  la 

trama corrupta que realizó la grabación de los astro-

nautas en un estudio de cine simulando su actividad en 

la Luna, para después engañarnos a todos. Los alum-

nos desmontaron una por una estas objeciones.

El primero de los argumentos que estudiamos fue 

que en la Luna no hay aire y no es posible que ondee la 

bandera que pusieron los astronautas. En la fotografía 

lunar (Fig.1) se aprecia que la bandera se sostiene por-

que cuelga de una barra horizontal, aunque presenta 

algunas ondulaciones.

Para realizar el experimento, los alumnos fabricaron 

una bandera en miniatura también con una barra hori-

zontal parecida a la que se llevó a la Luna y la introdu-

jeron en una campana de vacío a la que extrajeron el 

aire. En las fotografías tomadas en el instituto (Fig. 2) 

se aprecia que el aspecto de la bandera no varía a baja 

presión respecto a la que muestra a presión atmosféri-

ca, debido también en parte a la pequeña rigidez de la 

propia bandera, como la que se llevó a la Luna.

Otro argumento de los escépticos es que las huellas 

que dejaron en la Luna (Fig. 3, arriba) no pudieron ser 

tan profundas puesto que los astronautas pesaban muy 

poco debido a la escasa gravedad lunar.

Para observar la profundidad de una huella en gra-

vedad lunar, otro grupo de alumnos preparó una ban-

deja cubierta con una capa de harina de 1 cm de espe-

sor. Para calcular el peso que habría que colocar sobre 

la bota, encontraron en una búsqueda en internet que 

un astronauta con su equipamiento tiene una masa de 

180 kg, y que la gravedad en la Luna es la sexta parte 

que en la Tierra; por último tuvieron en cuenta que un 

pie solo debe soportar la mitad del peso. Por lo tanto, 

si el astronauta pesa 180 kg en la Tierra, pesará 30 kg 

Fig. 3. Pisada humana en la Luna (arriba, nasa.gov), y reproduc-

ción en laboratorio: preparación (centro) y resultado (abajo).

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en la Luna y la bota necesita un peso de 15 kg para la 

simulación.

Sobre una bota colocaron dos pesas con una masa 

de 15 kg en total sobre una zapatilla deportiva y, al 

retirarlas, vimos cómo la profundidad de la huella era 

parecida a la dejada en la Luna (Fig. 3, centro y abajo). 

También observamos que, además de la presión ejerci-

da, la profundidad de la huella depende de la constitu-

ción del material.

La siguiente prueba de los negacionistas que estu-

diamos fue la famosa foto (Fig. 4, arriba) en la que 

las sombras de los astronautas no son paralelas, como 

deberían haber sido supuestamente si hubieran sido 

iluminados por el Sol. Vemos que una de las sombras 

apunta hacia el fotógrafo y otra hacia la derecha. La 

explicación que dan es que en el estudio de grabación 

tenían varios focos y los falsos astronautas producían 

esas sombras.

Los alumnos salieron al patio del instituto y tomaron 

una panorámica (Fig. 4, abajo) con un teléfono móvil 

en la que se aprecia que las sombras de dos de ellos 

apuntan en direcciones muy distintas. En realidad, dos 

líneas paralelas deben converger hacia un punto por 

efecto de la perspectiva, igual que cuando vemos los 

dos carriles de una vía de ferrocarril. En nuestra foto y 

en la de los astronautas, las dos líneas convergen hacia 

el Sol. Este efecto es más destacable en fotografías pa-

norámicas como las que hemos comparado.  

Otro argumento que se nos presenta para demostrar 

que las fotos se tomaron en un estudio es que en las 

de los astronautas en la Luna no se ven las estrellas 

de fondo (Fig. 5), cuando, al no haber atmósfera, las 

estrellas se ven a plena luz del día.

Para poder captar las estrellas en una fotografía aquí 

en la Tierra, además de ser de noche, se necesitan tiem-

pos de exposición largos para acumular la poca luz que 

nos llega de ellas. En una fotografía nocturna (Fig. 6, 

arriba) tenemos un castillo bien iluminado, por lo que 

necesita poco tiempo de exposición y los objetos muy 

débiles como las estrellas no llegan a salir. Para rea-

lizar una fotografía en la que aparezcan las estrellas, 

tanto aquí como en la Luna, se necesitan tiempos de 

exposición mucho más largos, de varios segundos 

(Fig. 6, abajo). En este caso, en las fotos lunares los 

astronautas aparecerían sobreexpuestos.

Además de las fotografías tomadas 

in situ

 y de las 

muestras traídas a la Tierra, otra prueba de la llegada 

de los astronautas a la Luna son las fotografías tomadas 

desde la órbita lunar por naves más modernas, como la 

Lunar Reconoissance Orbiter

 (Figura 7), encontrada 

por los alumnos en internet, en la que tenemos los res-

tos de la misión Apollo 17.

Fig. 4. Sombras divergentes en la superficie lunar 

(arriba, nasa.gov) y en el patio del instituto (abajo).

Fig. 5. Imagen lunar, sin estrellas de fondo (foto: nasa.gov).

Fig. 6, Fotos nocturnas: con bajo tiempo de 

exposición (arriba) y mayor tiempo (abajo).

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Entre  los  reportajes  que  defienden  la  teoría  de  la 

conspiración estudiamos el documental francés «Ope-

ración  Luna»

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 (Fig. 8). En el mismo se expone que 

las escenas de la Luna fueron grabadas por Stanley 

Kubrick poco después de haber rodado 2001 

Una odi-

sea en el espacio

, debido a la incapacidad de la NASA 

de poder poner a un astronauta en la Luna, incluso 

se muestra cómo algunos políticos implicados, como 

Vernon Walters, murieron en circunstancias poco cla-

ras. Buscando información en internet se descubre 

que Vernon Walters murió mucho después de lo que 

se afirmaba en el documental. En realidad, al final del 

documental se aclara que todo ha sido inventado, se 

muestran tomas falsas del documental y cómo utiliza-

ron grabaciones reales tomadas fuera de contexto. Con 

este ejemplo se observa lo relativamente fácil que es 

contar relatos con pruebas y argumentos aparentemen-

te sólidos para demostrar una falacia.

Conclusión

Los alumnos, además de comprobar mediante ex-

perimentos e investigaciones sencillas la veracidad de 

los documentos, fotos y vídeos proporcionados por 

los astronautas, aprendieron y reforzaron conceptos 

de ciencias y tecnología y aprendieron a presentar los 

resultados de sus investigaciones.

Se puede asumir que los alumnos aceptaron las con-

clusiones de sus experimentos como pruebas válidas 

de que el hombre llegó a la Luna debido a que previa-

mente no conocían ni creían con fuerza en la teoría de 

la conspiración.

Este tipo de actividad puede ayudar a crear opinión 

sobre la veracidad de la llegada del hombre a la Luna, 

pero no habría tenido efecto si los individuos hubieran 

tenido creencias firmes en contra. De hecho, este tipo 

de discusiones argumentativas o incluso las pruebas 

aparentemente evidentes muchas veces aumenta la ad-

herencia de los implicados a sus posiciones previas.

Entre otras razones, es importante fomentar un pen-

samiento crítico en etapas tempranas de la educación 

porque, cuando el pensamiento mágico se afianza, ya 

es muy difícil de erradicar.

Notas:

1 Cano-Orón L,et al. «Perfil sociodemográfico del 

usuario de la homeopatía en España». 

Atención Primaria

2018 https://doi.org/10.1016/j.aprim.2018.07.006

2 Operación Luna:  

https://www.youtube.com/watch?v=6wphh-4qHlQ

Fig. 7. Restos de la misión Apollo 17 sobre la superficie lunar (foto: nasa.gov).

Fig. 8. Cartel del documental «Operación Luna».