el esc
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D
ossier
L
as patentes de medicinas no dejan de ser un
caso particular de las «patentes». Sabemos
que en este momento hay conflictos con ellas,
al igual que con las de
software
. Pero las patentes de
software
no interesan para el propósito de este trabajo.
Así que las voy a dejar de lado, lo mismo que la enor-
me maraña de patentes de telefonía móvil que hacen
tremendamente difícil que surja un nuevo competidor
en lo que es casi un oligopolio de hecho.
Todos hemos oído alguna historia en la que se nos
dice —y es cierto— que muchas personas están mu-
riendo de enfermedades que tienen cura porque no
tienen dinero para pagarlas. Un caso ejemplarizante
es el
Sovaldi
(sofosbuvir), una medicina contra la he-
patitis C que funciona muy bien, pero a la que tienen
acceso muy pocas personas por el astronómico precio
impuesto por la empresa propietaria de la patente:
Gi-
lead
. Esa imagen es tremendamente emotiva y mu-
chas veces nos hace pensar en lo terriblemente malas
que son las multinacionales farmacéuticas. Además,
las
ong
Médicos Sin Fronteras, Médicos del Mundo
y otras han iniciado una campaña para que la Unión
Europea rechace tal patente
1
. Las razones que expo-
nen creo que son de peso. Aliénor Devalière, Asesor
de política de la
ue
para la Campaña de Acceso de
msf
, nos lo explica: «Las patentes sobre algunos de
estos medicamentos pueden (y deben) ser impugna-
das;
la ciencia detrás de
sofosbuvir
no es nueva
2
».
Si la ciencia no es nueva, parece un fallo de la Oficina
de Patentes haberla admitido. Pero no voy a ir más
allá, entre otras cosas porque no tengo ni información
ni conocimientos suficientes y porque creo que no es
relevante para mis razonamientos. Me caben pocas
dudas de que el producto que vende
Gilead
tiene un
precio muy alto; sin embargo, a veces los que protes-
tan de los altos precios hacen cálculos muy simplistas
de lo que «realmente» cuesta el producir el fármaco;
y al ver la abismal diferencia entre el costo de produc-
ción y el de venta, llaman poco menos que «diablos»
a las farmacéuticas.
Ante esta realidad hay dos posturas claramente en-
frentadas: por un lado están los que ven que las far-
macéuticas al mantener unos precios tan altos están
matando a miles o millones de personas, y por otro
están las farmacéuticas que nos vienen a decir que
esos precios se deben a que los costos de investiga-
ción son muy altos y que la mayoría de los proyec-
tos salen mal: la medicina que triunfa tiene un precio
alto porque hay que pagar la investigación tanto de
las medicinas que triunfan como de las que fracasan.
Ni que decir tiene que cada una de las posturas tiene
una parte de razón. Como es habitual, en el mundo no
hay blancos y negros sino muchos matices de gris y, a
veces, un destello de color.
Me gustaría que reflexionásemos un momento so
-
bre el origen de las patentes, para qué eran, a quién
protegían. Muchas de las personas con las que he ha-
blado de este tema piensan que se crearon para defen-
der al empresario; sin embargo, mi visión es un poco
distinta:
las patentes se crearon para defender a la
sociedad
, y esta incluye al empresario.
Las patentes
en medicina
Prof. Dr. Félix Ares de Blas
ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico
Legisladores: ¡a pensar!
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Un poco de historia
Cojamos nuestra máquina del tiempo y trasladé-
monos a una época anterior a las patentes. Por ejem-
plo, vayamos a Tiro, la capital donde se producía el
carísimo tinte «púrpura de Tiro
3
». Tan caro que solo
podían comprarlo los potentados (los «purpurados»).
Los fenicios lo vendían por el Mediterráneo a precios
astronómicos, por dos razones. La primera es que la
producción del tinte era realmente cara; para producir
un gramo de púrpura se necesitaban novecientos ca-
racoles marinos de la especie
Murex brandaris
, cuyo
excelente sabor podéis disfrutar en muchos bares an-
daluces, que los venden con el nombre de
cañaíllas
.
Coger novecientos caracoles marinos, sacarlos de la
concha y buscar la glándula hipobranquial en la que
se encuentra el tinte era sin duda costoso. La segunda
razón es que los fenicios mantenían en secreto la fór-
mula. De no haber sido así, hubieran surgido competi-
dores y, con seguridad, habría bajado el precio.
Para nuestro segundo ejemplo, vayamos a la Chi-
na del siglo
xxvii
antes de nuestra era. Fue entonces
cuando China empezó a producir seda. Durante tres
mil años fue una de sus exportaciones más importan-
tes. Sus precios eran astronómicos, por los dos mis-
mos motivos que con la púrpura. El primero es que
hacer un tejido de seda implica criar gusanos, esperar
a que hagan su capullo y después ahogarlos en agua
caliente y obtener el magnífico hilo con que están he
-
chos. El resultado todos lo conocéis, una tela suave y
brillante como no había otra en la tierra. Se necesitan
muchos gusanos para hacer un vestido de seda. El se-
gundo motivo es que los chinos mantenían en secreto
su fabricación; había una ley imperial que condenaba
a muerte a cualquiera que tratase de exportar los gu-
sanos de seda o sus huevos
4
.
Cuando comienza a vislumbrarse la industrializa-
ción, surgen situaciones muy similares. Por ejemplo,
un empresario descubre un método para conseguir ha-
cer de modo mejor algo. Se tiene algo que hace que su
producto se venda más, la empresa va viento en popa,
y el único que conoce el secreto es el empresario. De
repente, este empresario muere y con él también mue-
re el conocimiento; la empresa quiebra. Pero lo que es
más importante: la sociedad pierde un conocimiento
útil.
Para evitar esta situación, surgen las patentes: el
empresario hace públicos sus secretos; a cambio de
ello, el Estado le reconoce un derecho de uso exclu-
sivo por X años. La ventaja para el empresario es que
el Estado le defenderá ante copias. La ventaja para
la sociedad es que, pasados
x
años, ese conocimiento
pasa a ser de dominio público, no se pierde y cual-
quiera podrá usarlo. El empresario gana seguridad;
la
sociedad gana que los conocimientos no se pierdan
.
Tal como se dice en este mismo número nuestro buen
amigo Carlos López Borgoñoz: la alternativa a las pa-
tentes es el secreto, la ocultación.
Entre los tiempos de la no-patente —del secreto—
y las auténticas patentes del siglo
xix
, hay un «inte-
rregno» que voy a llamar de los
privilegios de inven-
ción
. «Los privilegios por invención, antecedentes de
las actuales patentes, fueron iniciados en las repúbli-
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cas italianas de Florencia y Venecia en el siglo
xv
, ex-
tendiéndose en todo el mundo occidental a lo largo del
xvi
, como una forma de protección de los inventores.
A pesar de ello, la inseguridad seguía siendo la tóni-
ca de los técnicos, que veían a menudo copiadas sus
creaciones y que preferían tomar otras precauciones
para mantenerlas en secreto. Un caso muy conocido
fue el de Leonardo da Vinci, ninguna de cuyas inven-
ciones llegó a patentar, pero mantuvo a resguardo de
la mirada de curiosos sus cuadernos de anotaciones
5
».
España copió pronto la idea italiana. En 1478, Isa-
bel la Católica concede un «privilegio de invención» a
Pedro Azlor, al parecer médico de la reina, para cons-
truir molinos de viento en toda Castilla. Hasta donde
yo sé, esta es la primera «patente» concedida en Espa-
ña, y su periodo de duración fue de veinte años.
Un personaje que me parece fantástico, y sobre el
que he escrito varios artículos y he dado varias confe-
rencias, es Jerónimo de Ayanz y Beaumont
6
. Alguien
fascinante que, entre otras cosas, inventó un traje de
buceo, un submarino y una máquina de vapor. La
patente de la máquina de vapor es de 1606
7
. Lo cu-
rioso es que los ingleses, esos señores que se creen
que han inventado todo y que los españoles pudimos
mantener, sin ciencia, un imperio que abarcaba toda
la tierra, consideran que una de las primeras máquinas
de vapor, si no la primera, es la de Thomas Savery,
que fue patentada en 1698. Sí, ¡92 años después
8
! Lo
curioso y sorprendente es que los dibujos de Savery
son casi idénticos a los de Ayanz. Al ver los dibujos
de ambos, la idea del plagio se me vino a la cabeza.
Pero no nos alejemos del tema. Ayanz recibió en 1606
el privilegio de invención por 48 inventos, concedido
por el rey Felipe
iii
, con una duración de 50 años.
El problema de estos privilegios de invención era
que se concedían más o menos a capricho del rey.
Quien dice rey dice parte de la administración pública
del estado.
Sin embargo, con las medicinas ocurre algo un poco
distinto. Nadie quiere que un remedio se pierda cuan-
do muere el inventor y surge otra figura importante,
una especie de
protocolegio
de médicos, que quiere
saber la composición para dictaminar si es saludable
o no, pues tras el secreto se podía ocultar alguna sus-
tancia dañina. Por eso se hace un tratamiento especial
de estos productos. En la
Novísima recopilación de
las leyes de España
9
,
publicada en 1805, se establecen
para las medicinas privilegios de por vida, más diez
años para los herederos
10
.
Las razones para inventar eran sumamente varia-
das. Podría tirarme páginas y páginas describiendo
casos curiosos, pero no aportaríamos nada. Voy a ha-
blar de dos cosillas que me han llamado la atención.
La primera es la de un cura, D. Juan Cristóbal Manza-
nares, que obtiene el privilegio de invención para una
nueva máquina que facilita la trilla. Nada más obtener
el privilegio, hace un librito con los planos e invita a
todos los campesinos a copiarla y mejorarla sin pedir
ninguna recompensa; solo se reserva el derecho de
publicar el librito. Por otra parte, están las Reales So-
ciedades de Amigos del País, que establecen premios
muy importantes para quien resuelva algún problema
de interés. Una especie de
X-Prize
de la Ilustración
española.
Lo que quiero destacar es que las patentes, a lo lar-
go de la historia y en distintos países, ha adquirido
características muy diversas. En algunos casos es la
comunidad —muchas veces en nombre del rey— la
que se adueña de la invención y pasa un cierto pago
periódico al inventor; otras veces se consigue un mo-
nopolio de por vida (en el caso de las medicinas, de
por vida más diez años) y en muchos casos no se con-
cede ningún privilegio, con el argumento de que, si
el invento es bueno, se venderá mucho y el inventor
ganará lo suficiente.
Las patentes modernas
Tenemos que esperar a principios del siglo
xix
para
que aparezcan las primeras leyes modernas sobre pa-
tentes. Alguien tiene una buena idea, la patenta y ob-
tiene un privilegio de exclusividad durante un cierto
periodo de años. Después, todo el mundo es libre de
usar esa idea, producto o lo que sea. Ganancia para
todos. Esa es la gran idea que hay detrás. En mi opi-
nión no es mala; al contrario, es excelente para evitar
que el conocimiento se pierda. Al menos era una gran
¿Las actuales leyes de patentes siguen siendo un método
válido para incentivar la innovación o necesitan algún re-
toque? ¿Se vislumbra un método alternativo más eficaz?
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idea en los dos siglos anteriores; hoy con millones de
personas dedicadas a la investigación —de hecho, el
90% de los científicos que ha habido en el mundo es
-
tán vivos hoy en día—, y con el conocimiento —el
conjunto de artículos publicados y de patentes acep-
tadas— duplicándose cada nueve años, es posible que
las viejas leyes ya no sirvan y tengamos que repensar
el asunto. Hay dos preguntas básicas: la primera, ¿las
actuales leyes de patentes siguen siendo un método
válido para incentivar la innovación o necesitan algún
retoque?; la segunda, ¿
se vislumbra un método al
-
ternativo más eficaz
?
No me cabe la menor duda de que el actual siste-
ma de patentes ha contribuido al bienestar de la hu-
manidad. Y tampoco me cabe la menor duda de que
la industria farmacéutica es una de las que más han
contribuido a ese bienestar. No solo a eso; también
ha contribuido al cambio de la sociedad. Por poner
un ejemplo, la píldora anticonceptiva es uno de los
elementos que han contribuido a la liberación de la
mujer y con ello a conseguir el doble de cerebros pen-
sando en nuevas cosas, en nuevas formas de bienestar.
Que no se me interprete mal, no estoy diciendo que la
píldora es la única razón de la liberación de la mujer;
estoy diciendo que es
una
de las razones. Y ahora que
me oigo diciendo «de la mujer» algo me dice que me
quedado corto: de la mujer, del hombre, de los niños y
de toda la sociedad
.
Tengo claro que debemos gran parte de esos avan-
ces sociales y en bienestar a las grandes empresas far-
macéuticas. Me viene ahora a la memoria la historia de
la terramicina y de los laboratorios
Pfizer
. Para enten-
derla debemos remontarnos a la extraña historia de la
penicilina. Según la leyenda, Fleming, con el descubri-
miento de la penicilina, salvó a millones de personas
de una muerte segura. Es cierto que la penicilina salvó
millones de vidas; pero no lo es tanto que fuera debi-
do a Fleming; él descubrió que el hongo
penicillium
mataba muchas bacterias, pero de un modo con el que
obtener una dosis era astronómicamente caro. Si que-
ríamos que fuera útil, necesitábamos una producción
masiva y barata; esos dos «detalles» se los debemos
a Ernst Boris Chain y a Howars Walter Florey. Una
de las armas de la Segunda Guerra Mundial era la me-
dicina. El bando que lograra solucionar el problema
de las infecciones tendría enormes ventajas para ga-
nar la guerra: los alemanes tenían las sulfamidas
11
; los
aliados iban a tener la mejor arma contra infecciones
por heridas, el tifus y otras enfermedades debidas a las
aglomeraciones de soldados: la penicilina.
Un pequeño laboratorio,
Pfizer
, adoptó las técnicas
de Chain y Florey y produjo enormes cantidades de
penicilina. La mayor parte de los soldados que el día
D entraron en Francia llevaban entre sus suministros
médicos penicilina producida por los laboratorios
Pfi
-
zer
. Los aliados ganaron. Pero el precio de la penicili-
na cayó por los suelos, por lo que
Pfizer
apenas sacaba
rendimiento de su inversión y empezó una búsqueda
titánica para conseguir otros medicamentos. Y, por
suerte para todos, lo consiguió. El nuevo antibiótico
se llamaba
terramicina
, y era eficaz donde la penici
-
lina fallaba.
Pfizer
pasó de ser un pequeño laborato-
rio a una Gran Farmacéutica (
gf
). ¿Algo que objetar?
Podemos considerar que una parte del triunfo de los
aliados contra el nazismo se lo debemos a este labora-
torio. Y no solo eso, el triunfo de
Pfizer
hizo que otros
laboratorios entrasen en la búsqueda de nuevos anti-
bióticos, y muchos de nosotros les debemos la vida.
Pfizer
apostó dinero. Pudo perder y arruinar a sus
accionistas, pero, por suerte para todos, desarrolló un
nuevo antibiótico y se convirtió en uno de «los Gran-
des». Y, no voy a seguir con las alabanzas a
Pfizer
;
simplemente diré que entre sus muchos descubri-
mientos está la
Viagra
, y el valor que usted quiera dar
a esta droga es muy personal. Gracias a la patente de
la terramicina, los accionistas recibieron muy buenos
dividendos, y
Pfizer
pudo seguir investigando.
Las patentes demostraron que podían servir
para crear innovación
No todo el mundo está de acuerdo en que las pa-
tentes
hoy en día,
y es fundamental subrayar
hoy en
día
, sirvan para aumentar la innovación. Por ejemplo,
la prestigiosa revista
The Economist
, poco sospechosa
de defender posturas antisistema, en un artículo del 8
de agosto de 2015, con el título «Una cuestión de uti-
lidad», lleva la sorprendente entradilla que dice: «Las
patentes están protegidas por los gobiernos porque se
establecen para promover la innovación. Pero hay mu-
chas pruebas de que no lo hacen
12
». En el texto cita a
los economistas Michele Boldrin y David Levine, que
investigaron sobre el tema y publicaron los resultados
en un libro de 2008 (
Against Intellectual Monopoly
13
)
y en un trabajo para el Federal Reserve Bank de St
Louis que se titulaba
The Case Against Patents
14
. No
me parece que a Reserva Federal de St. Louis sea una
creación de los antisistema. En estos trabajos ellos ar-
gumentan que «
las patentes no son tan buenas para
recompensar la innovación ni tan útiles para pro-
pagarla como se afirma
». En sus trabajos, muestran
que las patentes y la propiedad intelectual no son nada
más que una de las muchas formas de compensar a un
autor por sus descubrimientos.
El artículo de
The Economist
menciona varios ca-
sos, entre ellos el de Alemania, que hasta 1967 no
permitía patentar moléculas sino solo el modo de
obtenerlas; de esta forma, el esfuerzo se centraba en
obtener la misma molécula por otros procedimientos,
aumentando la creatividad
. Otro caso es Italia, que
no tenía patentes para los medicamentos hasta 1978
y en aquellos años producía gran cantidad de nuevas
medicinas; mucho más que en la actualidad. Tam-
bién mencionan el caso de las fotocopiadoras
Xerox
:
mientras se mantuvo el monopolio, los avances fue-
el esc
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ron mínimos; nada más acabar las patentes, hubo una
lluvia de nuevas ideas que hicieron que el precio de
las fotocopias bajase una barbaridad. Los veinte años
de monopolio de
Xerox
dieron mucho dinero a la em-
presa pero, sin duda, perjudicaron al consumidor. La
impresoras láser que hoy tenemos por menos de cien
euros pudieran haber estado en el mercado quince
años antes si no hubiera sido por la nefasta política de
Xerox
de no ceder la patente a cambio de
royalties
y
de mantener un monopolio. En cuanto se liberó la pa-
tente, los precios cayeron. A mí me caben pocas dudas
de que la política de
Xerox
tal vez fuera buena para los
accionistas, pero fue catastrófica para la sociedad. Me
parece un buen ejemplo de que las patentes ayudan
a la innovación, pero necesitan algunos perfecciona-
mientos.
En un excelente artículo de Eduardo Porter en el
New York Times
, de 25 de abril de 2016
15
, se vuel-
ve a poner en duda que el actual sistema de patentes
sea el que más promueva la innovación. El título del
trabajo es un buen resumen de lo que dice:
«Cuando
las patentes obstaculizan la lucha contra las enferme-
dades y el cambio climático». Insisto en que esto lo
está diciendo el
New York Times
, y no un panfleto de
activistas antisistema. Y creo que también es muy im-
portante la crítica que hace a las patentes secundarias,
«que abarcan ligeras variantes con poco o nulo valor
médico». Estas no son nada más que un recurso para
prolongar la vida de una patente que está a punto de
caducar. Incuso se le ha dado un nombre significati
-
vo: «
rejuvenecimiento
». Las trampas no me gustan,
y desde luego no se trata de juego limpio. Alguna
gf
—no todas, y probablemente sean tan solo una mino-
ría—, trata de poner trabas legales en vez de dedicarse
a lo suyo: a innovar. Pagan a un ejército de abogados
en vez de a uno de investigadores. Un poco más aba-
jo, cuando trate del contencioso entre
Novartis
y el
gobierno indio, quedará más claro qué es eso de las
patentes secundarias.
Quisiera destacar que una empresa mercantil, por
definición, debe perseguir los beneficios para sus ac
-
cionistas. Me parece bien. Es una forma de motivar a
la innovación. Pero que nadie se confunda con lo que
voy a decir a continuación. Ni soy un antisistema, ni
me parece mal que las empresas persigan el beneficio,
ni me parece mal que las patentes impliquen un mo-
nopolio durante unos pocos años.
He escrito en varios sitios que uno de los descubri-
mientos más trascendentes del siglo
xxi
es la tecno-
logía
crispr-cas9
de edición del código genético. Es
una tecnología fabulosa que, estoy seguro, va a permi-
tir avances espectaculares en las medicinas de nuestro
siglo; pero hoy por hoy se usa muy poco, pues hay
una guerra de patentes entre varios grupos que quie-
ren llevarse parte de la tajada. Un resumen pueden
verlo el un artículo de
El Independiente
, firmado por
nuestra amiga América Valenzuela
16
. Lo más triste es
lo que apunta Valenzuela en el texto: dado que hay un
lío de patentes endemoniado, muchos laboratorios no
quieren ni oír hablar de él. Prefieren hacer las cosas de
la forma antigua, más lenta
pero sin dudas jurídicas
.
Este tipo de sucesos no dice nada bueno del actual
sistema de patentes. Y lo que es más triste, en esa lu-
cha de patentes todo el mundo se ha olvidado del ali-
cantino Francis Mojica
17
, que fue el pionero. Espero
que en un futuro Nobel estén Mojica
18
, Charpentier
19
y Doudna
20
. Esto me hace preguntarme: en las inves-
tigaciones actuales tan sumamente complejas, donde
intervienen decenas de laboratorios, ¿quién debe lle-
varse el mérito? La ley dice que el primero que pre-
senta la patente; pero, ¿es eso justo? Evidentemente,
no. Graham Bell se las arregló para que la patente del
teléfono recayera en él, cuando era claramente un in-
vento de Antoni Meucci. O más importante, desde mi
punto de vista:
¿eso contribuye a la innovación?
Las patentes secundarias y los plazos
India ha mantenido durante muchos años una
pugna con la farmacéutica suiza
Novartis
, debido al
imatinib
, una medicina contra el cáncer. La historia
es muy compleja y tiene muchos recovecos. Primero
Novartis
patenta el
imatinib
; después, cuando la pa-
tente está cercana a su fin, patenta
imatinib mesilato
y, cuando vuelve a ocurrir lo mismo, trata de patentar
imatinib mesilato en forma cristalina beta
. El Tri-
bunal Supremo de India,
que está en Madrás, en una
En las investigaciones actuales tan sumamente complejas,
donde intervienen decenas de laboratorios, ¿quién debe lle-
varse el mérito?
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sentencia magníficamente documentada, dice que no
acepta las patentes de
imatinib mesilato
ni de
imatinib
mesilato en forma cristalina beta
porque
Novartis
no
ha demostrado que sean más eficaces
. Este Tribu-
nal apunta a algo importantísimo que, si lo adoptan
otros países, puede mitigar el infierno de las patentes
secundarias: para que sean patentables, los pequeños
cambios en las moléculas deben demostrar sin dudas
que son mejores para luchar contra la enfermedad que
la formulación original. Esto es, «los consumidores
no deben ser forzados a pagar precios más altos solo
por la nueva forma química de un medicamento,
a
menos que implique nuevos beneficios terapéuti
-
cos
. No está diciendo que no se puede patentar una
nueva forma. Lo que está diciendo es que bajo la ley
en vigor [en India] no puede ser patentado, a menos
que sea terapéuticamente más eficaz
21
». A mi me pa-
rece de cajón de madera de palo.
La verdad es que estos estudios me han abierto los
ojos a un mundo nuevo. Siempre había creído que las
patentes aumentaban la innovación y que no había
otro modo mejor, pero si no es así, o al menos no es
así en todos los casos, y pocas dudas me quedan de
que hay que modificarlas —no digo anularlas, ni can
-
celarlas— basándonos en experiencias, en pruebas.
Eso sí, no lo podemos hacer de un día para otro; hay
que hacer muchos estudios y muchas pruebas y des-
pués decidir. Y, desde luego, hay que conseguir que el
autor de una idea obtenga un beneficio de ella. Ahora
mismo me viene a la mente el caso hipotético de un
laboratorio farmacéutico que crea una nueva medici-
na y la patenta. De ese modo consigue un monopo-
lio de producción para veinte años. Pensemos que su
forma de fabricarlo sea tremendamente ineficaz; pero,
como no hay competencia, no tiene ninguna necesi-
dad de innovar sus procesos de producción. Tal vez la
empresa sea muy buena en el descubrimiento de nue-
vos fármacos, pero sus sistemas de producción pue-
den ser catastróficos.
En este caso hipotético, el mo
-
nopolio inhibe la creatividad
. ¿Podemos mejorarlo
de alguna forma? Me resisto a pensar que no. Algún
detalle, algún matiz… En algún sitio, que ahora no
recuerdo, he leído que la razón de que India produzca
fármacos muy baratos no solo es que sean genéricos,
sin patente, y que su mano de obra especializada sea
más barata que la nuestra, sino que han realizado una
reingeniería de procesos muy inteligente para lograr
que cada paso de fabricación sea menos costoso y más
eficaz. India está innovando. Casi me atrevería a decir
que está haciendo lo contrario que ha hecho España.
Cuando una empresa empieza a sufrir los efectos de
la competencia teniendo que conservar unos costos
salariales fijos, debe hacer reingeniería de procesos,
buscar nuevos productos, nuevos mercados y nuevas
formas de distribución… en definitiva, innovar. Pero
si la solución que se apunta desde el gobierno es la
bajada de salarios, no hay ninguna presión para inno-
var, seguimos haciendo los mismos productos, de la
misma forma y vendiéndolos de la misma manera. El
beneficio procede de que los trabajadores ganan me
-
el esc
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nos.
Lo que ha hecho España al bajar salarios es
inhibir la innovación
.
Volvamos a las medicinas y a nuestro sistema ac-
tual de patentes. Un laboratorio crea una cura para la
enfermedad
z
, pero el precio que pone a su producto
es astronómico. Tan solo los multimillonarios pueden
pagarlo. A todos nos duelen los millones de muertos
por una enfermedad para la que hay cura.
Pero si somos pacientes, si esperamos los veinte
años que dura la patente, esa medicina se podrá pro-
ducir como un genérico, tal vez en algún laborato-
rio indio, a precios infinitamente más asequibles
22
.
Habremos esperado veinte años, tal vez soportando
precios abusivos, pero tras ellos podemos lograr que
la humanidad se beneficie de la nueva medicina. Al
escribir esto me he dado cuenta de que chirría, he-
mos permitido que durante veinte años la gente haya
muerto por las patentes. Chirría, duele, y sufrimos por
ello, pero vamos a darle un poco la vuelta al argumen-
to: si no fuera por la esperanza de unos beneficios al
-
tos, ¿se habría invertido para desarrollar la medicina
en cuestión? ¿No es la esperanza de unos beneficios
desorbitados uno de los motores de la innovación?
Creo que nadie estará en contra de lo que voy a de-
cir ahora: los beneficios desorbitados son uno de los
motores de la innovación. Una prueba de ello es que
ninguna
gf
ha invertido en enfermedades de pobres,
que es lo que hubieran hecho si lo que persiguieran
fuera la salud. ¡Cuidado, no confundan mis palabras!
He dicho que es
uno
de los motores de la innovación,
bajo ningún concepto he dicho que sea el único ni
que sea el mejor. Es preferible tener una medicina
a precios asequibles veinte
23
años más tarde que no
tenerla nunca. Con esto tampoco quiero decir que las
leyes deban transigir con abusos y artimañas de otro
tipo. Hay que defender al consumidor de abusos; por
ejemplo, de las patentes en serie (secundarias), que
grosso modo
, consisten en que, cuando está a punto
de vencer una patente, se patenta un detalle nuevo o
una nueva versión que vuelve a dar vida a la patente,
prolongando artificialmente su vigencia. Es el caso
de las llamadas
patentes sobre dosificación
. Cuando
está a punto de caducar la patente de la medicina, se
patenta la dosificación de la misma; por ejemplo, una
vez a la semana; tres veces al mes, lo que sea. Teóri-
camente, una vez caducada la patente, se puede fabri-
car el genérico; pero como su dosificación acaba de
patentarse, no se puede usar. Un caso real lo podéis
ver en
24
y
25
. Y el ejemplo no es de Estados Unidos,
sino de nuestra vieja y civilizada Europa. La defen-
sa de la farmacéutica es que el saber la dosificación
exacta es en sí una investigación. A mi no me cabe
duda de que esa investigación merece una recompen-
sa —¿una patente?—; pero los tiempos (
timing
) de
salida de las patentes hacen sospechar un intento de
prolongar la vida de la misma. A mí me suena —no
digo que lo sea— a abuso, y creo que la sociedad
debe luchar contra ese tipo de prácticas. Como debe
hacerlo con patentes tan genéricas que son realmente
absurdas. ¿Recuerdan cuando
Apple
intentó patentar
los bordes redondeados de los móviles
26
? Algunas
gf
utilizan también una maraña de patentes y de aboga-
dos para prolongar artificialmente la duración de las
mismas. Podemos admitir precios abusivos cuando
sean un incentivo a la creatividad; pero debemos exi-
gir juego limpio. Cuando la patente se ha acabado, se
ha acabado y pasa a ser de la sociedad y tenemos que
pedir a nuestros legisladores que castiguen a los que
hacen juego sucio.
¡
Cuidado
!
No estoy diciendo que todas las
gf
sean un poco
inmorales. Estoy diciendo que algunas
gf
no son todo
lo éticas que a mí me gustaría. Pero quiero insistir en
dos ideas fundamentales. La primera es que pienso
que la mayor parte de las
gf
son éticas, las «malas»
son una minoría. Pero también soy consciente de que
a nadie le gusta pagar impuestos. Si la ley presenta un
resquicio, probablemente intentemos colarnos por él.
Que una
gf
se aproveche de las leyes para pagar me-
nos impuestos o prolongar una patente no me parece
lo más ético del mundo, pero es correcto. En estos ca-
sos, que nadie nos pida ser santos; lo más probable es
que las leyes estén mal hechas y debamos cambiarlas.
Las razones por las que los humanos innovamos
son muy variadas, y la esperanza de obtener unos be-
El tema de la salud es tan importante que creo que no po-
demos prescindir de ninguna de las motivaciones para in-
novar, por mucho que nos duela o nos parezca poco noble.
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neficios astronómicos es una de ellas. No es la razón
que más admiro, pero es poderosa. El tema de la salud
es tan importante que creo que
no podemos prescin-
dir de ninguna de las motivaciones para innovar
,
por mucho que nos duela o nos parezca poco noble.
Lo que no puedo digerir es lo siguiente: un grupo
universitario, formado esencialmente por becarios
que no llegan a cobrar ni el sueldo mínimo, realiza
una investigación trascendental en medicina. Como
no tienen recursos económicos, no pueden pagar to-
das las fases necesarias para la aprobación de un nue-
vo fármaco. Por eso venden sus patentes a una
gf
,
al igual que ha ocurrido con los
omg
27
. Esta
gf
hace
todas las fases necesarias para la aprobación y lanza
al mercado un producto carísimo y se forra, mientras
que los que han realizado la investigación reciben
migajas, y, probablemente, los que la han financiado
no reciban nada. Lo curioso es que la investigación
se ha hecho con dinero público de la universidad,
de los fondos de investigación estatales, de funda-
ciones altruistas… y los beneficios se los lleva una
empresa concreta, multinacional o no. Esto ocurre
diariamente y sí que me parece un abuso; legal, pero
carente de ética. En mi opinión, si la investigación
es en su mayoría pública, el beneficio debe serlo tam
-
bién, pero si no es así, es por la enorme corrupción
de nuestros políticos que permiten que el fruto de la
investigación pública se traslade al beneficio priva
-
do. ¿Por qué un grupo universitario debe vender sus
derechos —nuestros derechos— a una
gf
a precio de
saldo? Esa es una de las cosas que hay que evitar.
¿Cómo? No lo sé, pero los legisladores a los que pago
su abultado sueldo deben trabajar en ello y encon-
trar una solución. Tras muchas canas en mi barba, he
llegado a la conclusión de que la iniciativa privada
es extraordinaria consiguiendo ciertas cosas, no hay
nada más que ver nuestro nivel de vida y compararlo
con el de hace cien años. Pero muchas veces se tuerce
y es incapaz de dar respuesta a nuestros problemas
—¿basta como ejemplo el astronómico precio de la
vivienda debido a legislaciones absurdas?—; en esos
casos, el Estado debe tomar las riendas. Todas las in-
vestigaciones financiadas de algún modo por dinero
público deberían tener la
posibilidad
de terminar sus
investigaciones en una empresa pública —o en una
privada con certificación ética—, cuyos beneficios
fueran a la sociedad. Concretando con las medicinas:
debería haber unas agencias estatales que analizaran
las propuestas de los centros de investigación finan
-
ciados con dinero público y, si las estimaran viables,
pusieran el dinero para realizar las últimas fases de
desarrollo de fármacos, o traspasárselo a empresas
privadas que tuvieran la certificación de éticas. De
ese modo, todo quedaría en casa: la sociedad paga
y la sociedad recibe. Establecer las pautas para que
una empresa privada tenga la calificación de ética es
una de las tareas que pido a nuestros políticos. Ahora
hay certificaciones como la B-corp
28
o la norma SA-
8000
29
, pero no sé si son suficientemente serias o si
son una forma de maquillarse la conciencia. Pido a
nuestros políticos que, con la ayuda de los expertos
pertinentes, estudien el tema y creen un certificado
que demuestre que de verdad es una empresa ética,
que no significa que no tenga beneficios; significa que
estos, por abultados que sean, los consigue con juego
limpio. Un gran beneficio normalmente es síntoma
de una empresa saludable. Y si el mundo privado no
puede hacerlo, deberá hacerlo el público. Recuerdo
la fiebre de la
Responsabilidad Social Corporativa
y los muchos certificados. Algunas veces, esos cer
-
tificados realmente se daban a empresas implicadas
en el desarrollo de la sociedad; otras, era simplemen-
te un maquillaje para poder hacer mejores anuncios.
¿Hay que recordar que algunas de esas empresas cer-
tificadas eran Cajas de Ahorros cuyos directivos, mu
-
chas veces políticos, se estaban haciendo millonarios
a base de desfalcarlas? Sin olvidar que no todas las
Cajas eran corruptas.
No debemos eliminar ninguna opción de innova-
ción, por repulsiva que parezca. Siempre que sea le-
gal, naturalmente. Las patentes son una gran fuerza
de innovación; hay que permitirlas, aunque sea con
precios abusivos, siempre que el abuso contribuya a
la innovación. Fíjense que no digo que haya que aca-
bar con el precio abusivo, digo que ese abuso debe
contribuir en algo. Si algunos solo se motivan para
innovar con la esperanza de mucho dinero, que lo ha-
gan. Pero la condición
sine que non
es que el abuso
contribuya a la innovación. No debemos tolerar si-
tuaciones en las que el abuso es solo eso: abuso, sin
que contribuya en nada a la innovación o incluso que
haga lo contrario: que la anule.
Otras posibilidades
Recientemente hemos visto una serie de premios
a la innovación; quizá uno de los más sonados fue
el
Darpa Challenge
del Departamento de Defensa
estadounidense, en el que premiaban coches que se
conducían solos. Había un premio importante y eso
incentivó a muchas universidades y empresas. La
idea era ir de un punto a otro de un desierto de Es-
tados Unidos sin conductor. En el primer concurso
(2004) ningún coche llegó a la meta; al año siguiente
ya fueron varios los que lo consiguieron, y en 2007
el concurso se hizo en una ciudad
30
, algo mucho más
complejo que el desierto. En tres años el salto cuali-
tativo fue impresionante.
A imitación de estos premios de
Darpa
han sur-
gido muchos otros. La financiación es muy variada:
filántropos, empresas, … Los llamados
Xprize
31
están
en esa línea.
L Prize
32
pretende aumentar los lúmenes
de las bombillas de estado sólido sin aumentar el con-
sumo… ¿Por qué no un
(?)Prize
para una medicina
contra algún tipo de cáncer?
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Recientemente ha surgido un movimiento de
crowdfunding
para desarrollo de nuevos fármacos.
No creo que vaya muy lejos, pues pocos de nosotros,
al menos en España, estamos dispuestos a dar dinero
para investigar con escasas posibilidades de retornos
de la inversión, pero es una fuente más de innova-
ción, y más en países donde no hay una seguridad so-
cial como la nuestra, que, a pesar de los esfuerzos de
algunos políticos por cargársela, sigue funcionando,
y por eso con frecuencia no somos conscientes del
costo de las medicinas.
Los voluntarios son otra gran fuente de innova-
ción. Sin ir más lejos podríamos pensar en Linux, un
magnífico sistema operativo que surge de la solidari
-
dad. ¿Por qué no van a surgir de la solidaridad medi-
cinas contra el cáncer, el sida o la gripe?
El Estado, por su parte, debería reforzar la innova-
ción en sus últimas fases, las más caras, cuando un
medicamento sea prometedor.
Para terminar, quiero hablar de las Cajas de Aho-
rros, esos bancos sociales a los que la Unión Euro-
pea y el Banco de España han eliminado de la faz
de nuestro país y que quizá haya que volver a crear.
Tuve la inmensa suerte de trabajar en el departamen-
to social de Kutxa, la Caja de Guipúzcoa. Ambas, la
Caja y el departamento, sin ánimo de lucro y eso hay
que resaltarlo: ¡Sin ánimo de lucro! De las muchas
cosas buenas que allí vi, me van a permitir que les
hable del desarrollo de medicinas para enfermeda-
des huérfanas. Ya saben ustedes: esas enfermedades
que afectan a una minoría, y que, por ello, no son
el objetivo de los laboratorios farmacéuticos. Kutxa
financió todas las fases de investigación de varias de
esas enfermedades: pagaba la investigación básica,
el desarrollo y, por fin, las fases II y III de pruebas
clínicas. Recuerdo vagamente —por lo que los datos
pueden no ser excesivamente fieles— un tratamiento
para mejorar la vida de los «niños mariposa
33
», para
fístulas anales y alguna cosa más. E insisto en la idea
de
sin ánimo de lucro
.
Aquí tienen otra forma de sufragar las investiga-
ciones: las Cajas de ahorro o las Fundaciones. Que
Rato, Blesa o M.ª Dolores Amorós hayan dejado la
imagen de las Cajas por el suelo no significa que to
-
das las cajas fueran malas, ni que su idea fundacional
lo fuera. Y Kutxa es un ejemplo de buen hacer.
Resumiendo
Creo que debemos potenciar
todas
las vías de in-
novación, desde las más egoístas, basadas en un gran
beneficio, hasta las más altruistas, fundamentadas en
investigadores que quieren contribuir al bienestar de
la sociedad. Y no debemos olvidar que hay muchas or-
ganizaciones sin ánimo de lucro que pueden contribuir
decisivamente a la obtención de nuevos fármacos.
Lo que sí debe evitar nuestra legislación es que
ciertas grandes farmacéuticas, por suerte no la ma-
yoría, se aprovechen de la investigación de pequeños
grupos de investigación universitarios, financiados
con dinero público, a cambio de unas migajas. El
problema no es que compren la investigación de la
universidad, sino que lo compren a precios ridículos.
Que una multinacional farmacéutica haga un gran
descubrimiento y le ponga un precio abusivo no es
lo ideal, pero lo considero una forma de potenciar la
innovación, y en veinte años pasará a ser de domi-
nio público. Pero no lo es que se aprovechen de la
debilidad de nuestros grupos de investigación para
financiar las fases clínicas finales para ponerlas en el
mercado. Ellos no han arriesgado prácticamente nada.
Pido a nuestros políticos que piensen en una forma en
la que el Estado pueda sustituir a las multinacionales
en esas fases finales
cuando sea necesario
. Y si un
solo país no tiene recursos suficientes, pido que pien
-
sen en la solidaridad de otros países. Y, desde luego,
cualquier actitud que se base en la corrupción debe
ser perseguida hasta las últimas consecuencias. Si hay
mucho riesgo, entiendo que haya grandes incentivos;
pero si el riesgo lo ha corrido la sociedad, creo que
es de justicia que el beneficio sea para la sociedad. Y
no olvidemos que hay muchas formas de incentivar
la innovación, quizá el próximo
(?)-Prize
debería ser
cómo aumentar la innovación.
Me gustaría que nuestros legisladores estudiaran
el problema, que se juntaran con historiadores de la
ciencia y tratasen de ver la correlación entre los distin-
¿Por qué un grupo universitario debe vender sus derechos
—nuestros derechos— a una GF a precio de saldo? Esa es
una de las cosas que hay que evitar.
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tos modelos de patentes y la creatividad. Seguro que
se descubren pautas que nos dicen qué sistemas de
patentes son los que mejor promueven la innovación.
También deberían hablar con psicólogos y sociólogos
para ver cómo las personas podemos contribuir más y
mejor a la innovación.
Hoy en día, España ha firmado muchos tratados in
-
ternacionales sobre patentes, por lo que la libertad que
tenemos es muy pequeña. Pero todavía tenemos cierto
margen, como demuestra India. Pero además, no de-
bemos olvidar que los organismos internacionales de
patentes no son monolíticos, hay reuniones y cumbres
para promover cambios. Si se demuestra con histo-
riadores, psicólogos, sociólogos... ¿
patentólogos
? que
hay formas mejores, seguro que las leyes se pueden
perfeccionar. Los puntos esenciales que tenemos que
lograr son los siguientes:
1. Mayor innovación en la creación de productos,
en la fabricación y en la distribución.
2. Aumentar la competencia en todas las fases.
3. Apunto una idea, que habrá que afinar y matizar:
Considerar que un precio más bajo es beneficioso para
la sociedad. Incluso en casos extremos, considerar que
precios muy distintos significan productos diferentes,
aunque la molécula base sea la misma. Un ejemplo
lo podemos tener entre un ordenador de finales de los
sesenta y uno de principios de los noventa. Básica-
mente hacían lo mismo, pero el precio del segundo
era mil veces inferior. Un precio mil veces inferior
es, sin duda, otro producto, aunque las bases sean las
mismas. Debemos establecer un punto de corte, diga-
mos 1/1000, en el cual si una medicina lo supera no
deberá pagar el 100% de los
royalties de invención
,
sino
unos
royalties
disminuidos (la disminución debe
venir determinada por ley). Me explico: si el labora-
torio creador vende una pastilla por mil euros, cuando
otro laboratorio lo venda por un euro no debería pagar
el 100% de los
royalties
,
sino un porcentaje disminui-
do. De ese modo, creo, que se potencia la innovación
en producción y hace que los precios vayan bajando,
beneficiando a la sociedad.
Tal vez pequeños retoques a las leyes de patentes
existentes, tal vez una nueva ley de patentes, tal vez
una nueva figura, tal vez incentivos a la invención, tal
vez patentar otras cosas, tal vez…
Legisladores: ¡A pensar!
Notas:
Enlaces verificados en marzo de 2018
1 «Hépatite C: Médecins du Monde conteste le brevet
du laboratoire Gilead pour faire baisser les prix». http://
fr.finance.yahoo.com/actualites/h%C3%A9patite-c-
m%C3%A9decins-monde-conteste-brevet-laboratoire-
gilead-101454441--finance.html
2 «MSF Joins Europe-Wide Action Challenging Patent
on Key Hepatitis C Drug». Médecins Sans Frontières
(MSF) International. http://www.msf.org/en/article/msf-
joins-europe-wide-action-challenging-patent-key-hepatitis-
c-drug
3 https://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%BArpura_de_Tiro
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4 https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Historia_
de_la_seda
5 García Tapia,, Nicolás (1997) «Pedro Azlor, médico
de Isabel la Católica y su patente de invención». Asclepio.
Revista de historia de la medicina y de la ciencia, 49 (1).
http://asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/
view/384/382
6 https://es.wikipedia.org/w/index.
php?title=Jer%C3%B3nimo_de_Ayanz_y_Beaumont
7 http://spainillustrated.blogspot.com.es/2011/10/maqui-
na-de-vapor-de-jeronimo-de-ayanz-y.html
8 ¿Recuerdan ustedes las islas Malvinas, según los
ingleses descubiertas en 1592 por John Davis? Yo mismo,
investigando sobre la Atlántida, encontré en la Biblioteca
Nacional un mapa de 1520, hecho por Andrés de San Mar-
tín en el que figuraban dichas islas; incluso ya figuran en
algunos portulanos de 1502. Cada vez estoy más conven-
cido de que para los ingleses el año 1592 sucedió antes
que el 1520.
9 https://es.wikipedia.org/w/index.
php?title=Nov%C3%ADsima_Recopilaci%C3%B3n
10 González,, J. y Patricio Sáiz (1995) Propiedad in-
dustrial y revolución liberal: historia del sistema español de
patentes (1759-1929). Oficina Española de Patentes. p.48
11 https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Sulfamida
12 «A question of utility». The Economist, 8/08/2015.
http://www.economist.com/node/21660559
13 BOLDRIN, Michele, et al. Against intellectual mono-
poly. Cambridge: Cambridge University Press, 2008.
14 Boldrin, Michele; Levine, David K. The case aga-
inst patents. 2012. https://files.stlouisfed.org/files/htdocs/
wp/2012/2012-035.pdf
15 «Cuando las patentes obstaculizan la lucha contra
las enfermedades y el cambio climático». https://www.
nytimes.com/es/2016/04/25/cuando-las-patentes-obsta-
culizan-la-lucha-contra-las-enfermedades-y-el-cambio-
climatico/
16 «La guerra de patentes por CRISPR, el invento
científico del siglo». El Independiente (blog), 19/11/2017.
https://www.elindependiente.com/futuro/2017/11/19/la-
guerra-de-patentes-por-el-invento-cientifico-del-siglo
17 Información. «Francis Mojica: “El Nobel caerá en
algún momento para el CRISPR”». http://www.diarioin-
formacion.com/cultura/2017/10/04/francis-mojica-tendra-
esperar-nobel/1942820.html
18 https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Francisco_
Juan_Mart%C3%ADnez_Mojica
19 https://en.wikipedia.org/w/index.
php?title=Emmanuelle_Charpentier
20 https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Jennifer_
Doudna
21 «Patentes y medicamentos genéricos: las conse-
cuencias del caso Novartis en la India. Dossier». Sin Per-
miso, 5/5/2013. http://www.sinpermiso.info/textos/patentes-
y-medicamentos-genricos-las-consecuencias-del-caso-
novartis-en-la-india-dossier
22 «Medicamentos para ricos y medicamentos para
pobres». Ventana de la Ciencia, 24/02/2007. https://jose-
manuelruiz.wordpress.com/2007/02/24/medicamentos-
para-ricos-y-medicamentos-para-pobres/
23 El número de años de la patente es variable. De-
pende de cómo se haga. Pueden verse los detalles en:
«De la duración de una patente» De lo vivido, observado,
escuchado y leído. http://blog.kinrel.es/de-la-duracion-de-
una-patente/
24 «La maraña de patentes como estrategia en la
empresa farmacéutica innovadora». Patentes y Marcas.
22/11/2017. http://www.madrimasd.org/blogs/patentesy-
marcas/2017/la-marana-de-patentes-como-estrategia-en-
la-empresa-farmaceutica-innovadora/
25 «Redes profesionales - crecimiento económico
y sector privado - AECID - Patentes sobre dosificación
de medicamentos: el adalimumab y los biosimilares».
6/03/2017 http://www.redes-desarrollo-aecid.org/index.
php/classifieds/88/810/patentes-sobre-dosificacion-de-m
26 «Apple patenta los rectángulos con bordes redon-
deados: ¿A donde vamos a llegar?» El Androide Libre,
8/11/2012 https://elandroidelibre.elespanol.com/2012/11/
apple-patenta-el-formato-43-con-bordes-redondeados-a-
donde-vamos-a-llegar.html
27 «La patente española del trigo para celíacos ten-
drá que buscarse la vida en el extranjero. Noticias de
Tecnología». El Confidencial. https://www.elconfidencial.
com/tecnologia/2015-11-11/la-patente-espanola-del-trigo-
para-celiacos-tendra-que-buscarse-la-vida-en-el-extranje-
ro_1089210/
28 Riveros, Erika. «Las empresas sociales, certificadas
con el sello B Corp». https://www.compromisoempresarial.
com/rsc/2016/02/las-empresas-sociales-certificadas-con-
el-sello-b-corp/
29 «Certificación sa8000: el auténtico compromiso de
ética empresarial más allá de la calidad, hacia la excelen-
cia». Responsabilidad Social Corporativa, 3/05/2016 http://
responsabilidad-social-corporativa.com/certificacion-sa-
8000-el-autentico-compromiso-de-etica-empresarial-mas-
alla-de-la-calidad-hacia-la-excelencia/
30 https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=DARPA_
Grand_Challenge
31 https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=X_Pri-
ze_Foundation
32 https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=L_Prize
33 «Epidermólisis bullosa (niños maripo-
sa).» http://www.imbiomed.com/1/1/articulos.
php?method=showDetail&id_articulo=96137&id_
seccion=2380&id_ejemplar=9393&id_revista=146
El Estado debería reforzar la innovación en sus últimas
fases, las más caras, cuando un medicamento sea prome-
tedor.