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E

ste no es un artículo de crítica a 

Cuarto Mile-

nio

. Ni a su falta de rigor periodístico, ni a su 

tratamiento irracional y pseudocientífico de los 

enigmas que nos rodean, ni a su victimismo 

conspira-

noico

 (ver por ejemplo Armentia, 2007; Campo Pérez, 

2005 o Noragueda, 2018)

1

. Se trata de una reflexión 

y valoración, acaso preliminar e inocente, planteada 

desde  una  perspectiva  racional,  científica  y  honesta, 

sobre las implicaciones que presenta para la ciencia y 

su divulgación la participación de investigadores re-

conocidos en este programa televisivo. Para ello me 

centraré en un campo concreto, que es en el que desa-

rrollo mi actividad profesional: la ciencia prehistórica. 

Más concretamente, presentaré algunas reflexiones y 

elementos  a  considerar  sobre  un  ámbito  específico, 

como  es  el  de  las  grafías  paleolíticas.  Tradicional

-

mente llamado «arte» paleolítico, y con los bisontes 

de Altamira como ejemplo paradigmático, las pinturas 

y grabados que nuestros antepasados de la Prehistoria 

más antigua dejaron en las paredes de cavidades, ro

-

cas y otros soportes en hueso o piedra, tanto estáticos 

como muebles, han sido objeto de una gran atención 

en 

Cuarto Milenio

 desde hace algunos años. El motivo 

de esta atención no resulta complicado de averiguar: 

el significado último de dichas manifestaciones gráfi

-

cas es esencialmente desconocido para la comunidad 

científica, dado que las evidencias sobre el mismo muy 

probablemente se han perdido para siempre. Y es esta 

incertidumbre, este desconocimiento, lo que en oca-

siones da pie a la irracionalidad, la fantasía y, en última 

instancia, la pseudociencia. En realidad, este mecanis

-

mo no es muy distinto al que ha amparado desde siem-

pre la supuesta existencia de fuerzas paranormales, 

dioses o el más allá, ideas todas ellas apoyadas en im-

portantes huecos en nuestro conocimiento del mundo, 

el origen de la vida y el significado de la misma, sea lo 

que sea esto último.

Como con tantos otros temas, el tratamiento que se 

ha hecho de las grafías paleolíticas en 

Cuarto Mile-

nio

, especialmente durante la presente década, puede 

considerarse  dual.  Por  un  lado,  en  ocasiones  se  han 

presentado contenidos desde la más estricta irracio-

nalidad, sin introducir apenas elementos provenientes 

del ámbito científico y académico, y con un lenguaje y 

unos objetivos abiertamente esotéricos. Sin embargo, 

en otras ocasiones el discurso se ha planteado en un 

tono más neutro, en muchos casos basado en discusio-

nes actuales entre la comunidad científica, y sin ape

-

nas alusiones al ámbito paranormal u ocultista. Este 

segundo tipo de enfoque viene contando, en muchas 

ocasiones, con la participación de científicos e inves

-

tigadores, en la mayoría de los casos de reconocido 

prestigio.

A  continuación  presentaremos  algunos  ejemplos 

de ambas formas de abordar el tema que nos ocupa, 

para seguidamente discutir cómo acaban relacionán-

dose entre ellas y, en definitiva, realizar una reflexión 

fundamentada sobre las consecuencias que presenta la 

participación de científicos y académicos reconocidos 

en un programa abiertamente pseudocientífico de gran 

audiencia televisiva.

Grafías prehistóricas, dioses y ovnis

En mayo de 2011, el programa número 237 de 

Cuarto Milenio

, correspondiente a su sexta temporada 

en antena, arrancó con unos Iker Jiménez y Carmen 

Porter  aparentemente  asombrados  ante  una  serie  de 

réplicas de grafías y relieves sobre piedra, la mayoría 

Científicos en el país

              

de las maravillas:

 

grafías prehistóricas y 

pseudoarqueología

 

en Cuarto Milenio

Manuel Alcaraz-Castaño

Área de Prehistoria, Universidad de Alcalá

ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico

¿Qué aportan los científicos en programas pseudocientíficos?

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de ellas prehistóricas. Previamente se había introduci

-

do el programa con unas imágenes aéreas del llamado 

«astronauta» grabado en el suelo de Nazca (Perú), y 

sus «sorprendentes» similitudes con una lápida fu-

neraria encontrada en El Casar (Cáceres). El tema se 

dejó claro desde el principio: tocaba hablar de supues

-

tos indicios dejados por extraterrestres en el registro 

arqueológico de la humanidad remota. Por muy dis

-

paratado que les pueda parecer a algunos, se trata de 

un clásico entre los clásicos de la pseudoarqueología 

y la pseudohistoria, popularizado en los años sesenta 

del siglo pasado por autores como Erich von Däniken, 

y puesto de moda más recientemente por los docu-

mentales del Canal Historia. Conocida popularmente 

como 

teoría de los alienígenas ancestrales

 o 

hipótesis 

de los antiguos astronautas

, esta idea, que incluso ha 

servido para pervertir la saga cinematográfica basada 

en un arqueólogo con látigo y sombrero más exitosa 

de la historia —y que antes, y con mucho más estilo, 

sirvió de base para 

2001

 de Kubrick—, preconiza que 

muchos de los grandes monumentos y desarrollos cul-

turales del mundo antiguo y prehistórico estuvieron de 

alguna u otra manera influenciados por civilizaciones 

extraterrestres

2

.

 

Lo que se proponía en el programa que comenta-

mos era aplicar esta 

hipótesis

 (si se me permite conti-

nuar llamándola así) a la geografía ibérica, y en con-

creto a algunas de sus manifestaciones gráficas de la 

Prehistoria y la Antigüedad. El recorrido comienza por 

los conocidos antropomorfos de la cueva de Los Casa-

res (Riba de Saelices, Guadalajara), lugar donde tengo 

la suerte de codirigir varios proyectos de investigación 

junto a José Javier Alcolea González y otros investi

-

gadores de la Universidad de Alcalá y otras institucio-

nes científicas españolas y europeas. En esta cavidad 

se localiza una importante colección de grabados y 

pinturas de época paleolítica, publicados por primera 

vez, de forma parcial y con metodología de la época, 

en los años treinta del siglo pasado. Desde entonces, 

las manifestaciones gráficas de Los Casares han sido 

objeto de numerosas ocurrencias y elucubraciones, no 

solo en torno a su significado, sino también a su propia 

composición en los paneles rocosos de la cueva. En 

realidad, el «misterio» (no necesariamente en sentido 

cuartomilenarista

) y las ideas más o menos peregrinas 

son tristemente comunes a todos los yacimientos con 

grafías prehistóricas, por lo ya expuesto anteriormen-

te: se trata de evidencias arqueológicas relativamente 

escasas, parciales, mal conservadas y sin datos aso-

ciados sobre su significado más inmediato. La ciencia 

prehistórica cada vez las conoce mejor y actualmente 

somos capaces de proponer teorías bastante sólidas so-

bre su contenido simbólico, así como sobre su contex-

to tecnoeconómico y social dentro de los grupos de ca-

zadores-recolectores que las crearon. Pero no sabemos 

qué querían decir 

exactamente

 esas personas cuando 

pintaban o grababan un caballo, un bisonte o un ser hu-

mano con rasgos animalizados (véase Lombo, 2015, 

para una síntesis actual sobre la investigación en torno 

al significado de las grafías paleolíticas).

Y es precisamente sobre esos seres humanos con 

rasgos extraños, representados en las paredes de la 

cueva de Los Casares (Fig. 1), sobre los que comien

-

zan hablando Iker Jiménez y Carmen Porter. Más allá 

de plantear ideas pseudocientíficas sin evidencia que 

las sustente, los mencionados periodistas, o aquellos 

que guionizaron sus palabras, presentan numerosos 

datos erróneos, medias verdades e incluso una alte-

ración palmaria de la realidad. Como es habitual en 

las pseudociencias (véase, por ejemplo, Sagan, 1997) 

sus  oficiantes  deforman  la  realidad  para  adecuarla  a 

sus objetivos e ideas de partida. En primer lugar, co

-

mienzan afirmando que los antropomorfos «tienen 30 

000 años» y que son «más antiguos que las pinturas de 

Altamira». Sobre esto se puede admitir que en un pro

-

grama de televisión «divulgativo» y con tiempo limi-

tado no sea posible detallar cualquier afirmación ni la 

evidencia que la sustenta, pero plantear esa cronología 

es sencillamente una afirmación gratuita. Más allá de 

su innegable contexto paleolítico (es decir, anteriores 

a 11 700 años antes del presente), no contamos actual-

mente con ningún dato sólido que nos permita afinar la 

edad real de esos antropomorfos. De hecho, sus rasgos 

tecnoestilísticos y su asociación espacial a otras figu

-

ras animales del mismo panel apuntan precisamente a 

la misma cronología que los bisontes polícromos de 

Altamira (dentro de lo que llamamos Magdaleniense), 

y no a cronologías anteriores. Esperamos contar con 

dataciones más precisas en el futuro, pero por ahora 

no existen y por tanto no podemos inventarnos la edad 

El «misterio» (no necesariamente en sentido cuartomilena-

rista) y las ideas más o menos peregrinas son comunes a 

todos los yacimientos con grafías prehistóricas

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exacta de estas representaciones.

Pero si la elucubración sobre la edad de las figu

-

ras antropomorfas de Los Casares podría llegar a en-

tenderse como una licencia más o menos poética, no 

es  posible  hacer  lo  mismo  con  lo  que  se  afirma  so

-

bre su ubicación dentro de la cueva. Se dice que estas 

representaciones se encuentran «al final de una gale

-

ría de 152 metros», y poco después se incide en ello 

asegurando que están «en un fondo oscuro, en lo más 

abrupto de la gruta, como si fuese un lugar santuario». 

Todo  esto  es  simplemente  falso.  Los  antropomorfos 

a los que se refieren están en el llamado 

Seno A

, una 

sala que se abre hacia un lateral de la galería principal, 

lejos del fondo cavernario, y que tras el vestíbulo de 

la cueva constituye el espacio más amplio de la mis-

ma: caben varias docenas de personas de pie y, eso sí, 

está oscuro (como en todas las cuevas). Pero lo peor 

es el dato deliberadamente falso de que estas figuras 

humanas están al final de una galería de 152 metros, 

pues en realidad se encuentran a menos de 60 metros 

de la luz del sol, tras recorrer, efectivamente, una ga-

lería estrecha, como es habitual en las cavidades (Fig. 

1). Naturalmente, esas falsedades tienen un propósito 

claro: dotar al panel en el que se grabaron los antropo

-

morfos de un contexto oscuro, misterioso y de difícil 

acceso, en el que enmarcar la interpretación ocultista y 

paranormal que se pretende defender. Y esa interpreta

-

ción, concebida en la órbita de la hipótesis de los alie-

nígenas ancestrales, queda clara justo después, cuando 

Jiménez recurre al lenguaje vago, ambiguo y rimbom

-

bante tan típico de las pseudociencias y los vendedores 

de humo en general: «muchos estarán viendo el típico 

retrato, quizá, de un ser de otro mundo, tal y como nos 

lo  cuenta  la  imaginación:  ojos  almendrados,  cabeza 

abombada, extraña sonrisa». Es decir, consciente o in

-

conscientemente reconoce que la única base para sus-

tentar que las representaciones antropomorfas de Los 

Casares son, en realidad, extraterrestres, se encuentra 

en nuestra imaginación —y en eso seguramente tenga 

razón—. Pero a pesar de ello, y sin haber aportado una 

sola prueba concluyente, proclama frases lapidarias 

como «Monigotes para algunos, antropomorfos para 

otros, seres casi casi cósmicos para muchos», para 

acabar afirmando que como «ningún investigador ha 

resuelto el misterio, es lógico […] que los amigos de 

la astroarqueología digan “¿y si son recuerdos, hondí

-

simos, poderosísimos, de una visita que ocurrió hace 

milenios?”». Se trata de un ejemplo bastante burdo de 

la falacia del falso dilema.

Tras las grafías de Los Casares le llegó al turno al 

antropomorfo localizado en la cueva de Hornos de la 

Peña (San Felices de Buelna, Cantabria). Sobre él se 

vuelven a presentar datos erróneos, como que para lle-

gar hasta el camarín donde su ubica hay que «arras-

trarse por un túnel claustrofóbico de 200 metros». Se 

trata, en todo caso, de una galería bastante habitual en 

las cavidades, apta para las visitas turísticas, y bastante 

alejada de otros espacios cavernarios verdaderamen

-

te claustrofóbicos. En todo caso, el antropomorfo de 

Hornos de la Peña sí que está al fondo de la cueva, y es 

en relación con ello cuando Carmen Porter aprovecha 

para incidir en la idea de que «los antropomorfos siem-

pre están en el fondo, en unos camarines, solamente 

ellos, sin nadie alrededor». Como ya hemos visto, esto 

no es cierto, pues la mayoría de las figuras humanas 

de Los Casares se encuentran en una sala amplia, muy 

lejos del fondo cavernario, y además comparten panel 

con numerosas representaciones animales naturalistas, 

como caballos, toros o cabras, algunas de ellas super-

poniéndose a las representaciones antropomorfas. Eso 

mismo ocurre, de hecho, en muchas otras cavidades 

de España y Francia, como la 

Grotte du Sorcier

 (o 

Saint-Cirq

), 

Trois Frères

, o la propia Altamira, donde 

los antropomorfos se encuentran en lugares accesibles 

(cuando no en la misma entrada) y rodeados de otras 

muchas representaciones naturalistas.

Pero es justo después cuando se comete la impos

-

tura más vergonzosa (al menos en el programa que 

estamos comentando): para seguir incidiendo en la in

-

terpretación esotérica o alienígena, Jiménez y Porter 

presentan una composición que incluye calcos de tres 

antropomorfos de tres cuevas distintas —Los Casares, 

Hornos de la Peña y Altamira—, todos ellos en la mis

-

ma posición con los brazos extendidos hacia arriba, 

y de los que dicen que están «dirigiendo sus manos 

al cielo» o que «adora[n] a las alturas, como si fue-

se un recuerdo de algo» (Fig. 2). Esta interpretación 

concuerda con la hipótesis de los alienígenas ances-

trales, pues nos muestra una representación recurren-

te de seres con pretendido aspecto alienígena (según 

Para la hipótesis de que estas grafías aluden a visitas de ex-

traterrestres no tenemos más evidencia o razonamiento lógi-

co que la fantasía irracional de ufólogos y creyentes varios

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nos dictaba nuestra imaginación, como se dijo antes) 

que miran y señalan al cielo, adorando o recordando 

a los visitantes que llegaron del espacio. El problema 

es que la composición presentada es falsa, pues la po-

sición del antropomorfo de Los Casares, que es otro 

distinto a los que se mostraron al principio del progra-

ma, ha sido manipulada. La posición de dicho antro

-

pomorfo, apodado tradicionalmente «el Nadador», es 

justo la contraria, pues aparece en la pared de la cueva 

con los brazos apuntando al suelo e inclinado, como 

si estuviera arrojándose al agua o nadando (Fig. 1). 

Y aquí no podría aducirse que la imagen se ha puesto 

boca abajo por un descuido, pues lo cierto es que tam

-

bién ha sido manipulada en su eje horizontal (mira a 

la derecha cuando debería hacerlo a la izquierda). Por 

tanto, más allá de que en realidad cualquier interpre-

tación sobre la posición de estas figuras es arriesgada, 

dado que en las manifestaciones gráficas paleolíticas 

no  se  representa  la  línea  de  suelo  y  muchas  figuras 

aparecen  giradas,  ladeadas  o  boca  abajo  sin  motivo 

aparente, la manipulación de datos aquí es evidente. Y 

su intención también.

Tras continuar el recorrido por otras manifestacio-

nes  gráficas  prehistóricas,  como  los  antropomorfos 

macroesquemáticos de Pla de Petracos, en Alicante (de 

los que se resalta su posible uso de escafandras), o los 

más recientes bajorrelieves de «hombres lagarto» en la 

«torre de las almas» de Pozo Moro, en Albacete (sobre 

los que se presenta una infografía en la que un pla-

tillo volante reconstruye el mencionado monumento), 

Jiménez y Porter rematan este espacio del programa 

comparando explícitamente los signos paleolíticos cla-

viformes de La Pasiega con siluetas de ovnis (Fig. 2).

Aunque para muchos resulta obvio que todas estas 

elucubraciones no resisten la más elemental de las re-

visiones científicas, conviene recordar, por si hubiera 

algún lector aún reticente a abandonar la hipótesis alie-

nígena, que según el método científico, y antes según 

la famosa navaja de Ockham, en igualdad de condi

-

ciones, la hipótesis más parsimoniosa, la más sencilla, 

suele ser la correcta. En este caso, el hecho de que las 

figuras  antropomorfas  representadas  por  los  grupos 

humanos paleolíticos presenten rasgos animalizados o 

deformados debería relacionarse antes con la posibi-

lidad de que hagan referencia a algún tipo de activi-

dad, más o menos ritualizada, en la que seres humanos 

y animales se combinen en un discurso gráfico cuyo 

significado concreto se nos escapa. Resultaría 

mucho 

más probable, en este sentido, que su base se encon-

trase en simbologías propias de sociedades que tienen 

en los animales su principal fuente de subsistencia, o 

incluso quizá en rituales chamánicos o animistas en 

los que oficiantes se vistieran con pieles y cornamen

-

tas animales. Para ambas cuestiones, que en todo caso 

no dejan de ser hipótesis no probadas

3

, podemos esta-

blecer analogías con comunidades de cazadores-reco-

lectores conocidos históricamente, dotando así de una 

cierta lógica a nuestro razonamiento. Para la hipótesis 

de que estas grafías aluden a visitas de extraterrestres 

no tenemos más evidencia o razonamiento lógico que 

la fantasía irracional de ufólogos y creyentes varios. 

Lo único que nos podría empujar a decantarnos por lo 

segundo se resumía perfectamente en el famoso subtí-

tulo de 

Expediente X

I want to believe

.

Geomagnetismo, fuerzas telúricas y grafías

El siguiente programa elegido para comentar es 

el número 533, correspondiente a la temporada 13 y 

emitido en marzo de 2018. En él se abordó un hallaz

-

go arqueológico de gran repercusión en la comunidad 

científica: la datación indirecta de varias pinturas ca

-

vernarias paleolíticas en cronologías correspondientes 

a la época de los neandertales, con una edad mínima 

de unos 65 000 años para algunas de ellas (Hoffmann 

et al., 2018). Aunque no exentos de discusión, estos re

-

sultados presentaron enseguida grandes implicaciones 

para nuestra comprensión de las capacidades y com-

portamientos de los neandertales, pues hasta entonces 

no existía ninguna evidencia firme de que las grafías 

rupestres paleolíticas hubieran sido realizadas por otra 

especie que no fuera la nuestra, 

Homo (sapiens) sa-

Fig, 1: Grabados paleolíticos de figuras antropomorfas localizados en el 

Seno A de la cueva de Los Casares. A: Calcos sobre fotografía de cuatro 

antropomorfos, incluyendo al popularmente conocido como «el Nadador» 

(en blanco). B: Detalle del Nadador. C: Detalle de los tres antropomorfos 

repasados en negro en la imagen A. D: Planta de la cueva de Los Casares 

con localización de los antropomorfos del Seno A (flecha amarilla). Fotogra

-

fías y calcos: J. Javier Alcolea González.

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piens

. El hecho de que en realidad hubiera sido 

Homo 

(sapiens) neanderthalensis

 quien realizara las prime-

ras grafías de la historia de la humanidad, que en todo 

caso se limitan por ahora a signos abstractos pintados 

en rojo, supuso por tanto un revulsivo importante en la 

comunidad de prehistoriadores.

Más allá de las exageraciones sobre la «revolución» 

que supusieron estos hallazgos o las acusaciones in-

fundadas sobre que hasta entonces era «una herejía» 

plantear que los neandertales crearon «arte» debido al 

«dogmatismo» de los científicos, la cobertura inicial 

que se le dio a la noticia en 

Cuarto Milenio

 comenzó 

sin grandes aspavientos pseudocientíficos o esotéricos. 

En efecto, se invitó al programa a uno de los inves-

tigadores responsables del estudio, al que Iker Jimé-

nez entrevistó sin salirse de los cauces habituales de 

la divulgación científica, por más que se teatralizara 

o se presentara el tema con tintes sensacionalistas. En 

este sentido estaríamos ante el segundo tipo de enfo-

que que definimos en la introducción de este artículo: 

aderezado con la participación directa de científicos, 

se presenta un hallazgo relevante sin necesariamente 

incurrir en interpretaciones esotéricas o pseudocientí-

ficas.

Sin embargo, justo después de cerrar la entrevista 

se dio paso a un debate, en el que también participó un 

científico reconocido, y en el que el enfoque viró pro

-

gresivamente hasta dar un cambio ciertamente drásti-

co. Dicho cambio vino enmarcado por un estudio que 

uno de los colaboradores del programa, Rafael Bala-

guer, había realizado en varias cuevas cántabras con 

grafías paleolíticas, para el que de nuevo contó con el 

acompañamiento  de  investigadores  reconocidos.  En 

concreto el debate giró en torno a unas mediciones 

«geomagnéticas» que se habían tomado en el interior 

de las cuevas de La Pasiega y El Castillo (Puente Vies

-

go, Cantabria), la primera de las cuales es una de las 

cavidades en las que se habían obtenido dataciones de 

época neandertal para algunas de sus pinturas. Aunque 

estas mediciones, tomadas con un magnetómetro mó-

vil en diferentes zonas de las cavidades mencionadas, 

se presentaron como una prueba científica «perfecta

-

mente replicable», apenas se dieron detalles sobre la 

metodología con la que se hizo el estudio, que hasta 

donde sabemos no ha sido presentado en ningún con-

greso científico ni sometido a la revisión por pares de 

ninguna revista reconocida. Lo que Balaguer y Jimé

-

nez trataron de defender a partir de este pretendido 

estudio  científico  es  que  existe  una  relación  directa 

entre la energía «telúrica» presente de forma natural 

en ciertas zonas de las cavidades y las actividades grá-

ficas que tanto neandertales como humanos modernos 

realizaron en las mismas. El problema es que la cienti

-

ficidad del estudio es muy cuestionable.

La medición del campo magnético terrestre es per-

fectamente posible con dispositivos portátiles como 

los que se mostraron en el programa, y su aplicación 

al interior de espacios cavernarios es desde luego fac-

tible. Lo que no resulta tan claro, y menos con los da

-

tos que se mostraron, es que con dichos dispositivos 

puedan obtenerse mediciones tan precisas como las 

mostradas, especialmente sin conocer más detalles 

sobre  la  metodología  empleada.  Sin  tener  acceso  a 

esto último no tiene mucho sentido diseccionar aquí lo 

presentado, por mucho que cualquier investigador con 

conocimientos básicos sobre magnetismo a buen segu-

ro tendría muchas cosas que objetar. Por lo tanto, nos 

limitaremos a señalar algunas cuestiones que enten-

demos deberían discutirse antes de aceptar cualquier 

resultado (lista no exhaustiva): 1) Deberíamos conocer 

la ubicación exacta donde se colocó el magnetómetro 

para tomar las mediciones y cómo se establece la rela-

ción espacial con una pintura o panel en concreto (asu-

miendo que no colocaron el sensor directamente sobre 

las pinturas), sobre todo considerando que la gran ma-

yoría de las paredes de La Pasiega están repletas de 

motivos pintados. 2) Deberíamos conocer cuáles son 

los elementos ferruginosos presentes en la cueva a los 

que atribuyen las variaciones del campo magnético 

(dado que son este tipo de elementos los que provocan 

dichas variaciones). 3) Deberían explicar a qué se re

-

fieren con «anisotropías geomagnéticas» (un concepto 

que usan constantemente pero que en castellano solo 

devuelve cinco resultados en Google y todos ellos re-

lacionados con pseudociencias), cuando lo que parece 

que  se  ha  medido  es  la  intensidad  de  campo.  4)  En 

Balaguer y Jiménez se permiten concluir que han obtenido 

«datos perfectamente replicables» (es imposible replicar un 

experimento cuya metodología no se hace pública) que apo-

yan su hipótesis interpretativa

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el caso de la cueva de El Castillo deberían explicar 

si tuvieron en cuenta que en una de las zonas donde 

obtuvieron valores magnéticos más altos, correspon-

diente a la propia entrada de la cavidad, existen varias 

construcciones metálicas que pudieron alterar sus me-

diciones, incluyendo un andamio de decenas de me-

tros construido para facilitar las labores de excavación.

Más allá de lo anterior, donde sí merece la pena de

-

tenerse es en la interpretación que propone  Balaguer 

para explicar la relación espacial entre las variaciones 

magnéticas detectadas y los paneles con grafías paleo-

líticas de estas cavidades. Dicha interpretación gira en 

torno a la idea, presentada por Iker Jiménez desde el 

inicio del programa, de que distintas humanidades, tan-

to neandertales como humanos modernos, sacralizaron 

espacios en el interior de las cuevas por motivos que 

tienen que ver con las propias energías desprendidas 

por dichos espacios. Como se ha medido la «energía 

geomagnética» en algunos de esos espacios (y, de nue-

vo, asumiendo que esa medición sea fiable), Balaguer 

y Jiménez se permiten concluir que han obtenido «da-

tos perfectamente replicables» (es imposible replicar 

un experimento cuya metodología no se hace pública) 

que apoyan esa hipótesis interpretativa. Y la apoyarían 

porque el panel rocoso de La Pasiega en el que se pin

-

tó un motivo abstracto que fue datado en cronología 

neandertal, y sobre el que milenios después también 

pintaron humanos modernos, se encuentra en una zona 

con «energía magnética» muy baja (Fig. 3), lo cual de

-

mostraría que tanto unos grupos como otros habrían 

experimentado o percibido este lugar como especial 

o sagrado. Se dice así, realizando el salto verdadera

-

mente irracional de la noche, que es «absolutamente 

cierto» que «hay lugares sagrados por naturaleza» o 

que «la religión tendrá siempre un origen neuropsico-

lógico basado en la geobiología». Balaguer llega in

-

cluso a decir que «someter a un cerebro a un gradiente 

energético de más de 2000 nanoteslas de diferencia, 

como es el caso en estos lugares, puede provocar en 

ciertas personas sensibles acceder a estados alterados 

Fig. 2: Imágenes presentadas en Cuarto Milenio que aluden a la posible relación entre grafías paleolíticas y civilizaciones extraterrestres. A: Composición con 

tres antropomorfos paleolíticos grabados en distintas cuevas españolas. Nótese que la posición de la figura de Los Casares ha sido modificada (compárese 

con la figura 1). B: Signos claviformes pintados en rojo en la cueva de La Pasiega, comparados con siluetas de supuestos «platillos volantes». Imágenes 

recortadas a partir de capturas de pantalla del programa 237 de 

Cuarto Milenio

 (en la web de Mediaset mitele.es).

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de conciencia y alucinaciones de todo tipo». El proble

-

ma es que no existe ninguna evidencia de nada de esto.

En primer lugar, solo muy recientemente se está 

empezando a avanzar en la investigación de la supues-

ta magnetorrecepción de los seres humanos, compro-

bada desde hace tiempo en aves, peces y otros ani-

males, pero para la que en nuestro caso solo existen 

evidencias escasas y preliminares (Wang et al., 2019). 

Dichas evidencias, que aún son objeto de discusión, de 

ninguna manera implicarían una percepción conscien-

te del campo magnético, y mucho menos alucinacio-

nes «de todo tipo» ni ninguno de los clásicos poderes 

paranormales reclamados tradicionalmente por los za-

horíes, la radiestesia o la llamada geobiología —que 

no es más que lo mismo que lo anterior, pero con nom-

bre (pseudo)científico—. De hecho, una variación de 

2000 nanoteslas se produce fácilmente al acercarnos a 

muchos de los aparatos electrónicos que tenemos hoy 

en nuestras cocinas e, hipocondrías aparte, nadie su-

fre alucinaciones por ello. En segundo lugar, incluso 

aceptando que las variaciones en el campo magnético 

detectadas en el interior cavernario (que, recordemos, 

en ausencia de explicaciones metodológicas no debe-

rían considerarse válidas) hubieran sido percibidas por 

los humanos paleolíticos (para lo que, insistimos, no 

hay evidencia), el propio mapa presentado por Bala-

guer correspondiente a la cueva de La Pasiega muestra 

que  existen  grafismos  asociados  tanto  a  mediciones 

altas como a bajas y medias. Es decir, que en reali

-

dad no existe ningún patrón que demuestre o presente 

indicios de que se eligieron paneles o lugares con un 

campo magnético anormalmente bajo o alto para ser 

decorados. Lo que se hace, por tanto, es un ejercicio 

falaz de 

cherry picking

, según el cual se dice que el 

panel objeto de controversia es especial porque está 

asociado  a  un  magnetismo  determinado.  De  los  que 

están supuestamente asociados a un magnetismo in-

cluso más bajo, o de aquellos que lo están a campos 

magnéticos altos o normales, poco se dice. Es decir, 

se seleccionan aquellos datos que apoyan la hipótesis, 

pero se obvian los que no lo hacen (Fig. 3). Y todo 

esto suponiendo que, efectivamente, puedan relacio-

narse espacialmente de forma fiable motivos o paneles 

concretos con los lugares en los que se tomaron las 

mediciones, cosa que es mucho suponer en una cueva 

tan profusamente decorada —y con potenciales deco-

raciones poco o nada conservadas— como La Pasiega. 

Son demasiadas suposiciones.

Y a partir de ahí, dando por bueno un estudio con 

muchas más sombras que luces —algunas de ellas 

muy tenebrosas—, se llega al momento cumbre de la 

noche. Dicho momento queda inaugurado por Jimé

-

nez, cuando pregunta a Enrique de Vicente (fundador 

de la revista 

Año/Cero

), hasta entonces muy callado, 

por «todas esas teorías que siempre se han mantenido 

de que hubo una intervención exógena, que alguien 

nos instruyó» en relación a las grafías paleolíticas y 

sus dataciones asociadas a neandertales. Es entonces 

cuando asistimos a un marasmo de aseveraciones so-

bre alienígenas, la NASA, el SETI y mensajes extrate

-

rrestres en el llamado ADN basura, todo ello mientras 

se nos muestra una infografía de un cazador-recolector 

paleolítico mirando a las estrellas y con un cráneo cu-

riosamente alargado

4

 (Fig. 4). De nuevo la «hipótesis» 

de los alienígenas ancestrales, esta vez durante un pro-

grama en el que participan investigadores reconocidos 

y en el que se ha discutido una noticia de gran relevan-

cia científica publicada en la revista 

Science.

¿Qué aportan los científicos a 

Cuarto Milenio

?

Una vez que nos hemos detenido en comentar dos 

de los numerosos programas de 

Cuarto Milenio

 que 

en los últimos años han presentado contenidos sobre 

grafías rupestres paleolíticas o Prehistoria en general, 

y que hemos señalado la pseudociencia explícita e im-

plícita presente en los mismos, nos encontramos en 

disposición de abordar el objetivo fundamental de este 

artículo: valorar las implicaciones que presenta para 

la ciencia y su divulgación la participación de científi

-

cos en este espacio televisivo. ¿Es lícito que personas 

que se dedican profesionalmente a conocer el mundo 

basándose en la verificación o falsación de hipótesis a 

partir de evidencias participen en un programa que se 

basa prácticamente en lo contrario? ¿O precisamente 

conviene que investigadores serios vayan a este tipo de 

programas e intenten que su audiencia habitual tenga 

Se dice, realizando un salto verdaderamente irracional, que 

es «absolutamente cierto» que «hay lugares sagrados por 

naturaleza» o que «la religión tendrá siempre un origen neu-

ropsicológico basado en la geobiología»

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acceso a contenidos y razonamientos científicos que 

de otra forma se perdería?

El debate sobre si es oportuno, o incluso necesario, 

que  científicos  debatan  o  participen  en  foros  pseu

-

docientíficos  no  es  nuevo.  Son  bien  conocidas  las 

posturas de científicos y divulgadores como Richard 

Dawkins o Jerry Coyne sobre lo lesivo que puede re

-

sultar para la biología evolutiva debatir públicamen-

te con creacionistas. En esencia, estos y otros autores 

sostienen que con dichos debates se otorga un halo de 

cientificidad a los creacionistas que por sí solos nunca 

adquirirían. Es decir, defienden que al hacer una pre

-

sentación dicotómica de ambas posturas se incurre en 

una equidistancia improcedente que se debería evitar 

(véase Carmena, 2006, para una discusión algo más 

pormenorizada). En el caso que nos ocupa se podrían 

presentar objeciones similares a que prehistoriadores, 

arqueólogos o paleoantropólogos acudan a un espacio 

en el que se presentan y defienden ideas pseudocien

-

tíficas sobre sus disciplinas. Sin embargo, la cuestión 

aquí es ligeramente distinta, pues son pocas las oca-

siones  en  que  estos  científicos  han  sido  llamados  a 

Cuarto Milenio

 a confrontar ideas con los defensores 

de la «intervención exógena» como catalizadora del 

desarrollo cultural de la humanidad prehistórica, o las 

fuerzas telúricas como motor de la creatividad de los 

humanos paleolíticos. Lo que aportan estos científicos 

Cuarto Milenio

 es otra cosa.

Pero  para  entender  dicha  aportación,  y  antes  de 

emitir ningún juicio, debemos considerar el valor que 

otorga el propio director de 

Cuarto Milenio

 no solo a 

la participación de investigadores reconocidos en este 

programa, sino a la introducción en su espacio televisi-

vo de contenidos científicos en general. En los últimos 

años, a la vez que se han venido suavizado los con-

tenidos abiertamente paranormales del programa, se 

ha comenzado a dar cada vez más cabida a reportajes 

o discusiones pretendidamente científicas. De hecho, 

si entramos hoy en la web oficial de 

Cuarto Milenio

«Ciencia» es uno de los encabezamientos que la pre-

siden, situado al mismo nivel que otros clásicos del 

«mundo del misterio» como «Ovnis», «Paranormal» 

o «Psicofonías», entre otros. El propio Iker Jiménez 

se ha vanagloriado en numerosas entrevistas de que la 

ciencia constituye uno de los temas clave de su progra-

ma —«que no solo habla de fantasmas», como dice su 

colaborador e historiador Nacho Ares

—, apoyándose 

para ello en los numerosos científicos que aceptan co

-

laborar con él (de los muchos que se niegan a hacerlo 

no dice nada

5

). Tampoco es extraño encontrar en foros 

de internet a seguidores y fans del programa que se-

ñalan la participación de investigadores reconocidos 

como un elemento que sustenta la seriedad de 

Cuarto 

Milenio

. Estos científicos son, por tanto, y quizá muy 

a su pesar, el arma predilecta de Iker Jiménez para jus

-

tificar  su  pretendida  respetabilidad  científica  y  ética 

profesional, tantas veces cuestionada.

Visto desde otra perspectiva, y tal como han seña-

lado varios divulgadores y periodistas (Gámez, 2010, 

2013), el hecho de que científicos, la mayoría de ellos 

de reconocido prestigio, compartan espacio televisi-

vo con creyentes en fantasmas, resurrecciones, con-

tactos con el más allá, ovnis o psicofonías, así como 

con creacionistas, negacionistas del cambio climático, 

antivacunas, antiantenas, pseudoterapeutas o defenso-

res de la hipótesis de los alienígenas ancestrales, sirve 

para que todos estos contenidos acaben recibiendo la 

legitimidad  científica  y  periodística  que  por  sí  solos 

no  son  capaces  de  adquirir.  En  este  sentido, 

Cuarto 

Milenio

 puede considerarse un ejemplo inmejorable, y 

cada vez más acuciante, de cómo un espacio pseudo-

científico intenta (y, seguramente, en parte consigue) 

legitimar sus contenidos sirviéndose de la participa-

ción de científicos. Como hemos señalado previamen

-

te, es posible que el telespectador que dude sobre la 

veracidad de los contenidos clásicos de este programa 

tenga en la participación de investigadores reconoci-

dos un argumento que le haga decantarse por otorgar 

verosimilitud  a  lo  que  de  otra  forma  no  creería.  No 

importa que dichos científicos se limiten a hablar de 

sus campos sin entrar en la arena paranormal o eso-

térica: antes o después de su intervención, Jiménez y 

sus colaboradores hablarán de psicofonías, apariciones 

fantasmagóricas, energías telúricas o enseñanzas alie-

nígenas, contenidos que quedarán así impregnados de 

un rigor científico que, hasta la visita de investigadores 

que poco o nada tienen que ver con esos temas, había 

estado ausente del plató de 

Cuarto Milenio

.

En el caso del tema analizado aquí, las grafías pa-

leolíticas, consideramos que el problema es cierta-

mente grave. Ello se debe a que, como hemos visto, 

el tema ha sido tratado en varias ocasiones de una ma-

nera abiertamente anticientífica por Jiménez y compa

-

ñía, cuestión que en ningún caso ha sido criticada, ni 

Fig. 3: Valores geomagnéticos medidos por Rafa Balaguer en la cueva 

de La Pasiega representados sobre la planta de la cavidad y puestos en 

relación con algunos de los paneles decorados con grafías paleolíticas 

representados por puntos. Obsérvese que el panel en el que se localiza 

el motivo datado en cronología neandertal (señalado con una flecha por 

nosotros) se encuentra en una zona con un campo magnético bajo (tonos 

azules), pero también que existen otros paneles asociados a intensidades 

aún más bajas, y otros tanto a intensidades altas (tonos rojos) como 

normales (tonos amarillos). Fragmento de una captura de pantalla del 

programa 533 de 

Cuarto Milenio

 (en la web de Mediaset mitele.es).

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siquiera debatida —al menos en público— por los in-

vestigadores que han acudido a su programa o han par-

ticipado en sus reportajes. Una opción (que en ningún 

caso pretende aconsejar a nadie lo que tiene que hacer) 

podría haber sido decirle a Iker: «podemos hablar de 

lo que quieras, pero ese programa que hiciste en 2011 

donde decías que los antropomorfos de la cueva de 

Los Casares podían ser seres de otro mundo, o que los 

claviformes  de  la  Pasiega  parecían  ovnis,  basándote 

para ello en medias verdades, aseveraciones ambiguas 

y datos falsos, es una práctica pseudocientífica que los 

que nos dedicamos a la ciencia no podemos admitir: 

nuestra disciplina es algo más serio».

Estoy convencido de que las razones de los inves-

tigadores que han acudido y acuden a 

Cuarto Milenio

 

a hablar de estos temas, todos ellos de gran prestigio 

en sus respectivos campos, son respetables. E incluso 

puede que consigan convencernos de que la divulga-

ción de la Prehistoria y la ciencia en general puede ex

-

traer algunos beneficios de ello. Sin embargo, algunos 

entendemos que el respeto a nuestra profesión debería 

conducirnos a no contribuir a que nuestra disciplina se 

asocie, aún más, a charlatanerías pseudocientíficas ale

-

jadas del proceder científico real. La investigación del 

pasado prehistórico de la humanidad ha tenido siem-

pre un componente especulativo ciertamente elevado, 

lo que ha provocado que en algunas ocasiones se nos 

considere una disciplina débil, naif y con dificultades 

para proponer teorías científicas sólidas. La manipula

-

ción de la Prehistoria por vendedores de humo, trafi

-

cantes del «mundo del misterio» o grupos 

new age

 no 

es nueva, pero 

Cuarto Milenio

 constituye un ejemplo 

inmejorable de una vuelta de tuerca en esta manipu

-

lación que algunos consideramos aún más perniciosa. 

En efecto, mientras que los neodruidas que se reúnen 

periódicamente en 

Stonehenge

 nunca han pretendido 

disfrazar su creencia como una actividad científica, el 

enfoque actual del programa conducido por Iker Ji-

ménez puede considerarse pseudociencia en sentido 

estricto, ya que pretende pasar por ciencia lo que en 

realidad no lo es. Y para ello, qué mejor que contar con 

científicos de verdad.

Por último, quizá el argumento más potente que po

-

dría utilizarse para defender la participación de cientí-

ficos en este tipo de foros sea la necesidad de divulgar 

cuanto más mejor, lo cual va asociado a llegar al mayor 

número de gente posible.

 Cuarto Milenio

 es un progra-

ma con una gran audiencia y además cuenta con unos 

medios  técnicos  y  económicos  envidiables.  Se  trata, 

por tanto, de valorar si lo que se va a conseguir renta 

más que el perjuicio que, según defendemos algunos, 

puede causarse a la divulgación y la ciencia en general 

acudiendo a este espacio. Sobre esto conviene apuntar, 

en primer lugar, que existe en la actualidad tal cantidad 

y variedad de medios para realizar divulgación cientí-

fica de calidad, que el argumento de que si no se acude 

Cuarto Milenio

 no se llega al gran público resulta 

poco convincente. En segundo lugar, y sin entrar a va

-

lorar la predisposición del espectador medio de 

Cuar-

to Milenio

 para considerar enriquecedores contenidos 

exclusivamente científicos (dado que no conozco estu

-

dios sobre ello y aventurar me parece irresponsable), 

tampoco creo que resulte convincente argumentar que 

acudiendo a este tipo de programas se contribuye a 

reconducir a creyentes en pseudociencias hacia una 

visión científica del mundo. Más allá de las argumen

-

taciones presentadas en este artículo sobre que lo que 

se consigue es precisamente lo contrario, quizá no nos 

quede más remedio que asumir que muchas personas 

siempre se sentirán más felices 

creyendo

 en teorías ex-

traordinarias y «cosas raras» (Shermer, 2009), y que 

muchas de ellas difícilmente dejarán de hacerlo. Nues

-

tra labor como científicos y divulgadores debería evi

-

tar contribuir a reforzar y extender esas creencias, ale-

jadas del proceder científico y de las evidencias que lo 

sustentan, para centrarse, por el contrario, en mostrar 

la investigación científica tal y como es. Ejemplos de 

esto último realizados de forma accesible, apasionada 

y divertida no faltan, pero nunca está de más seguir 

contribuyendo a ello y no perder de vista la autocrítica 

para seguir mejorando. En este sentido, y más allá del 

eterno flagelo sobre la incapacidad de los científicos 

para venderse de forma atractiva (refutado ya bastan-

tes veces, aunque solo sea por el puñado de excelen-

tes divulgadores y periodistas científicos que trabajan 

desde hace años en nuestro país), debemos admitir que 

Iker Jiménez se ha vanagloriado en numerosas entrevis-

tas de que la ciencia constituye uno de los temas clave de 

su programa, apoyándose en los numerosos científicos que 

aceptan colaborar con él

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la cautela con la que habitualmente trabajamos los in

-

vestigadores es uno de los factores principales que en 

ocasiones lleva a algunas personas a dibujar la ciencia 

como aburrida y con poco gancho frente a las pseudo-

ciencias. Y ciertamente hay que reconocer que inven

-

tarse o deformar los datos para que apoyen hipótesis 

extraordinarias puede dar lugar a relatos divertidos y 

vendibles. Sin embargo, lo realmente difícil y admi

-

rable es hacer divulgación atractiva sin renunciar a la 

honestidad, al método científico y a lo que debería ser 

el objetivo básico de la divulgación científica, que no 

es otro que el mismo que el de la ciencia: conocer el 

mundo de la forma más fidedigna posible. Y teniendo 

esto claro, la pregunta clave que deberíamos hacernos 

es si la participación de científicos en 

Cuarto Milenio

 

ha contribuido a propagar un mejor conocimiento del 

mundo o, por el contrario, ha contribuido a extender 

una visión deformada e interesada del mismo. Mi opi

-

nión, como he tratado de defender en este artículo, es 

que se contribuye a lo segundo, por mucho que las 

intenciones de los investigadores que participen sean 

—no me cabe duda— muy otras.

Agradecimientos

Para preparar y escribir este artículo he conversado 

con numerosos colegas, tanto científicos (prehistoria

-

dores y de otras disciplinas) como divulgadoras y es-

cépticos. Como la lista es larga y la mayoría son ami

-

gos, no considero necesario mencionar a nadie aquí. 

En todo caso, el análisis y la opinión vertida en el texto 

es de exclusiva responsabilidad del autor.

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Iker Jiménez y compañía en Cuarto Milenio. 

Hipertextual

https://hipertextual.com/2018/07/iker-jimenez-cuarto-mile

nio?fbclid=IwAR1vsJwisXi0AqPOvs1jn_TGSuvGQ5nl9s

-

0g85VWKYtAE2ESCVvDImXe-F4

Sagan C. (1997): 

El mundo y sus demonios. La ciencia 

como una luz en la oscuridad

. Ediciones B, Barcelona.

Shermer  M.  (2009): 

Por qué creemos en cosas raras. 

Pseudociencia, superstición y otras confusiones de nuestro 

tiempo

. Alba Editorial, Barcelona, 2ª edición.

Wang C. X. et al. (2019): Transduction of the Geomag

-

netic Field as Evidenced from alpha-Band Activity in the Hu-

man Brain. 

eNeuro

 18 March 2019, 6 (2). 

https://doi.org/10.1523/ENEURO.0483-18.2019

Notas

1. También pueden consultarse en el blog 

Magonia

, del 

periodista  Luis  Alfonso  Gámez,  las  numerosas  entradas 

que denuncian contenidos fraudulentos o pseudocientíficos 

presentados en 

Cuarto Milenio

: https://magonia.Com/tag/

cuarto-milenio/

2. En la página de Wikipedia sobre la hipótesis de los an-

tiguos astronautas se recoge información detallada:  https://

es.Wikipedia.Org/wiki/hip%c3%b3tesis_de_los_antiguos_

astronautas

3. A pesar de que en ocasiones se presente la hipóte-

sis del chamanismo como explicación única del significado 

de las grafías paleolíticas (como por ejemplo se hace en el 

documental 

El  Salto  Infinito

,  dirigido  por  Iker  Jiménez),  lo 

cierto es que no existe evidencia firme que sustente dicha 

hipótesis, que en ningún caso cuenta con el consenso de la 

comunidad científica.

4. Esa misma infografía se había utilizado previamente 

en 

El Salto Infinito

, documental monográfico sobre grafías 

paleolíticas dirigido en 2009 por Iker Jiménez. No hemos 

considerado necesario comentar este documental aquí, 

pero conviene apuntar que, más allá de asumir la hipótesis 

del chamanismo como explicación única de las grafías pa-

leolíticas (algo que hacen actualmente muy pocos investi

-

gadores), de presentar numerosas sentencias exageradas y 

sensacionalistas, y de proferir ataques infundados al «dog-

matismo» de los científicos, se mantiene en un enfoque no 

explícitamente  pseudocientífico,  exceptuando  algunas  re

-

ferencias más o menos veladas, como la mostrada en la 

infografía comentada.

5. Aunque  no  es  el  objetivo  de  este  trabajo,  conviene 

mencionar que existen numerosos investigadores en el 

campo de la ciencia prehistórica que, al igual que en otras 

disciplinas, han declinado participar en 

Cuarto Milenio

.

Fig. 4: Persona paleolítica mirando a las estrellas. Fragmento de una 

captura de pantalla del programa 533 de Cuarto Milenio (en la web de 

Mediaset mitele.es)