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ptico
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Otoño 2019
E
ste no es un artículo de crítica a
Cuarto Mile-
nio
. Ni a su falta de rigor periodístico, ni a su
tratamiento irracional y pseudocientífico de los
enigmas que nos rodean, ni a su victimismo
conspira-
noico
(ver por ejemplo Armentia, 2007; Campo Pérez,
2005 o Noragueda, 2018)
1
. Se trata de una reflexión
y valoración, acaso preliminar e inocente, planteada
desde una perspectiva racional, científica y honesta,
sobre las implicaciones que presenta para la ciencia y
su divulgación la participación de investigadores re-
conocidos en este programa televisivo. Para ello me
centraré en un campo concreto, que es en el que desa-
rrollo mi actividad profesional: la ciencia prehistórica.
Más concretamente, presentaré algunas reflexiones y
elementos a considerar sobre un ámbito específico,
como es el de las grafías paleolíticas. Tradicional
-
mente llamado «arte» paleolítico, y con los bisontes
de Altamira como ejemplo paradigmático, las pinturas
y grabados que nuestros antepasados de la Prehistoria
más antigua dejaron en las paredes de cavidades, ro
-
cas y otros soportes en hueso o piedra, tanto estáticos
como muebles, han sido objeto de una gran atención
en
Cuarto Milenio
desde hace algunos años. El motivo
de esta atención no resulta complicado de averiguar:
el significado último de dichas manifestaciones gráfi
-
cas es esencialmente desconocido para la comunidad
científica, dado que las evidencias sobre el mismo muy
probablemente se han perdido para siempre. Y es esta
incertidumbre, este desconocimiento, lo que en oca-
siones da pie a la irracionalidad, la fantasía y, en última
instancia, la pseudociencia. En realidad, este mecanis
-
mo no es muy distinto al que ha amparado desde siem-
pre la supuesta existencia de fuerzas paranormales,
dioses o el más allá, ideas todas ellas apoyadas en im-
portantes huecos en nuestro conocimiento del mundo,
el origen de la vida y el significado de la misma, sea lo
que sea esto último.
Como con tantos otros temas, el tratamiento que se
ha hecho de las grafías paleolíticas en
Cuarto Mile-
nio
, especialmente durante la presente década, puede
considerarse dual. Por un lado, en ocasiones se han
presentado contenidos desde la más estricta irracio-
nalidad, sin introducir apenas elementos provenientes
del ámbito científico y académico, y con un lenguaje y
unos objetivos abiertamente esotéricos. Sin embargo,
en otras ocasiones el discurso se ha planteado en un
tono más neutro, en muchos casos basado en discusio-
nes actuales entre la comunidad científica, y sin ape
-
nas alusiones al ámbito paranormal u ocultista. Este
segundo tipo de enfoque viene contando, en muchas
ocasiones, con la participación de científicos e inves
-
tigadores, en la mayoría de los casos de reconocido
prestigio.
A continuación presentaremos algunos ejemplos
de ambas formas de abordar el tema que nos ocupa,
para seguidamente discutir cómo acaban relacionán-
dose entre ellas y, en definitiva, realizar una reflexión
fundamentada sobre las consecuencias que presenta la
participación de científicos y académicos reconocidos
en un programa abiertamente pseudocientífico de gran
audiencia televisiva.
Grafías prehistóricas, dioses y ovnis
En mayo de 2011, el programa número 237 de
Cuarto Milenio
, correspondiente a su sexta temporada
en antena, arrancó con unos Iker Jiménez y Carmen
Porter aparentemente asombrados ante una serie de
réplicas de grafías y relieves sobre piedra, la mayoría
Científicos en el país
de las maravillas:
grafías prehistóricas y
pseudoarqueología
en Cuarto Milenio
Manuel Alcaraz-Castaño
Área de Prehistoria, Universidad de Alcalá
ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico
¿Qué aportan los científicos en programas pseudocientíficos?
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de ellas prehistóricas. Previamente se había introduci
-
do el programa con unas imágenes aéreas del llamado
«astronauta» grabado en el suelo de Nazca (Perú), y
sus «sorprendentes» similitudes con una lápida fu-
neraria encontrada en El Casar (Cáceres). El tema se
dejó claro desde el principio: tocaba hablar de supues
-
tos indicios dejados por extraterrestres en el registro
arqueológico de la humanidad remota. Por muy dis
-
paratado que les pueda parecer a algunos, se trata de
un clásico entre los clásicos de la pseudoarqueología
y la pseudohistoria, popularizado en los años sesenta
del siglo pasado por autores como Erich von Däniken,
y puesto de moda más recientemente por los docu-
mentales del Canal Historia. Conocida popularmente
como
teoría de los alienígenas ancestrales
o
hipótesis
de los antiguos astronautas
, esta idea, que incluso ha
servido para pervertir la saga cinematográfica basada
en un arqueólogo con látigo y sombrero más exitosa
de la historia —y que antes, y con mucho más estilo,
sirvió de base para
2001
de Kubrick—, preconiza que
muchos de los grandes monumentos y desarrollos cul-
turales del mundo antiguo y prehistórico estuvieron de
alguna u otra manera influenciados por civilizaciones
extraterrestres
2
.
Lo que se proponía en el programa que comenta-
mos era aplicar esta
hipótesis
(si se me permite conti-
nuar llamándola así) a la geografía ibérica, y en con-
creto a algunas de sus manifestaciones gráficas de la
Prehistoria y la Antigüedad. El recorrido comienza por
los conocidos antropomorfos de la cueva de Los Casa-
res (Riba de Saelices, Guadalajara), lugar donde tengo
la suerte de codirigir varios proyectos de investigación
junto a José Javier Alcolea González y otros investi
-
gadores de la Universidad de Alcalá y otras institucio-
nes científicas españolas y europeas. En esta cavidad
se localiza una importante colección de grabados y
pinturas de época paleolítica, publicados por primera
vez, de forma parcial y con metodología de la época,
en los años treinta del siglo pasado. Desde entonces,
las manifestaciones gráficas de Los Casares han sido
objeto de numerosas ocurrencias y elucubraciones, no
solo en torno a su significado, sino también a su propia
composición en los paneles rocosos de la cueva. En
realidad, el «misterio» (no necesariamente en sentido
cuartomilenarista
) y las ideas más o menos peregrinas
son tristemente comunes a todos los yacimientos con
grafías prehistóricas, por lo ya expuesto anteriormen-
te: se trata de evidencias arqueológicas relativamente
escasas, parciales, mal conservadas y sin datos aso-
ciados sobre su significado más inmediato. La ciencia
prehistórica cada vez las conoce mejor y actualmente
somos capaces de proponer teorías bastante sólidas so-
bre su contenido simbólico, así como sobre su contex-
to tecnoeconómico y social dentro de los grupos de ca-
zadores-recolectores que las crearon. Pero no sabemos
qué querían decir
exactamente
esas personas cuando
pintaban o grababan un caballo, un bisonte o un ser hu-
mano con rasgos animalizados (véase Lombo, 2015,
para una síntesis actual sobre la investigación en torno
al significado de las grafías paleolíticas).
Y es precisamente sobre esos seres humanos con
rasgos extraños, representados en las paredes de la
cueva de Los Casares (Fig. 1), sobre los que comien
-
zan hablando Iker Jiménez y Carmen Porter. Más allá
de plantear ideas pseudocientíficas sin evidencia que
las sustente, los mencionados periodistas, o aquellos
que guionizaron sus palabras, presentan numerosos
datos erróneos, medias verdades e incluso una alte-
ración palmaria de la realidad. Como es habitual en
las pseudociencias (véase, por ejemplo, Sagan, 1997)
sus oficiantes deforman la realidad para adecuarla a
sus objetivos e ideas de partida. En primer lugar, co
-
mienzan afirmando que los antropomorfos «tienen 30
000 años» y que son «más antiguos que las pinturas de
Altamira». Sobre esto se puede admitir que en un pro
-
grama de televisión «divulgativo» y con tiempo limi-
tado no sea posible detallar cualquier afirmación ni la
evidencia que la sustenta, pero plantear esa cronología
es sencillamente una afirmación gratuita. Más allá de
su innegable contexto paleolítico (es decir, anteriores
a 11 700 años antes del presente), no contamos actual-
mente con ningún dato sólido que nos permita afinar la
edad real de esos antropomorfos. De hecho, sus rasgos
tecnoestilísticos y su asociación espacial a otras figu
-
ras animales del mismo panel apuntan precisamente a
la misma cronología que los bisontes polícromos de
Altamira (dentro de lo que llamamos Magdaleniense),
y no a cronologías anteriores. Esperamos contar con
dataciones más precisas en el futuro, pero por ahora
no existen y por tanto no podemos inventarnos la edad
El «misterio» (no necesariamente en sentido cuartomilena-
rista) y las ideas más o menos peregrinas son comunes a
todos los yacimientos con grafías prehistóricas
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exacta de estas representaciones.
Pero si la elucubración sobre la edad de las figu
-
ras antropomorfas de Los Casares podría llegar a en-
tenderse como una licencia más o menos poética, no
es posible hacer lo mismo con lo que se afirma so
-
bre su ubicación dentro de la cueva. Se dice que estas
representaciones se encuentran «al final de una gale
-
ría de 152 metros», y poco después se incide en ello
asegurando que están «en un fondo oscuro, en lo más
abrupto de la gruta, como si fuese un lugar santuario».
Todo esto es simplemente falso. Los antropomorfos
a los que se refieren están en el llamado
Seno A
, una
sala que se abre hacia un lateral de la galería principal,
lejos del fondo cavernario, y que tras el vestíbulo de
la cueva constituye el espacio más amplio de la mis-
ma: caben varias docenas de personas de pie y, eso sí,
está oscuro (como en todas las cuevas). Pero lo peor
es el dato deliberadamente falso de que estas figuras
humanas están al final de una galería de 152 metros,
pues en realidad se encuentran a menos de 60 metros
de la luz del sol, tras recorrer, efectivamente, una ga-
lería estrecha, como es habitual en las cavidades (Fig.
1). Naturalmente, esas falsedades tienen un propósito
claro: dotar al panel en el que se grabaron los antropo
-
morfos de un contexto oscuro, misterioso y de difícil
acceso, en el que enmarcar la interpretación ocultista y
paranormal que se pretende defender. Y esa interpreta
-
ción, concebida en la órbita de la hipótesis de los alie-
nígenas ancestrales, queda clara justo después, cuando
Jiménez recurre al lenguaje vago, ambiguo y rimbom
-
bante tan típico de las pseudociencias y los vendedores
de humo en general: «muchos estarán viendo el típico
retrato, quizá, de un ser de otro mundo, tal y como nos
lo cuenta la imaginación: ojos almendrados, cabeza
abombada, extraña sonrisa». Es decir, consciente o in
-
conscientemente reconoce que la única base para sus-
tentar que las representaciones antropomorfas de Los
Casares son, en realidad, extraterrestres, se encuentra
en nuestra imaginación —y en eso seguramente tenga
razón—. Pero a pesar de ello, y sin haber aportado una
sola prueba concluyente, proclama frases lapidarias
como «Monigotes para algunos, antropomorfos para
otros, seres casi casi cósmicos para muchos», para
acabar afirmando que como «ningún investigador ha
resuelto el misterio, es lógico […] que los amigos de
la astroarqueología digan “¿y si son recuerdos, hondí
-
simos, poderosísimos, de una visita que ocurrió hace
milenios?”». Se trata de un ejemplo bastante burdo de
la falacia del falso dilema.
Tras las grafías de Los Casares le llegó al turno al
antropomorfo localizado en la cueva de Hornos de la
Peña (San Felices de Buelna, Cantabria). Sobre él se
vuelven a presentar datos erróneos, como que para lle-
gar hasta el camarín donde su ubica hay que «arras-
trarse por un túnel claustrofóbico de 200 metros». Se
trata, en todo caso, de una galería bastante habitual en
las cavidades, apta para las visitas turísticas, y bastante
alejada de otros espacios cavernarios verdaderamen
-
te claustrofóbicos. En todo caso, el antropomorfo de
Hornos de la Peña sí que está al fondo de la cueva, y es
en relación con ello cuando Carmen Porter aprovecha
para incidir en la idea de que «los antropomorfos siem-
pre están en el fondo, en unos camarines, solamente
ellos, sin nadie alrededor». Como ya hemos visto, esto
no es cierto, pues la mayoría de las figuras humanas
de Los Casares se encuentran en una sala amplia, muy
lejos del fondo cavernario, y además comparten panel
con numerosas representaciones animales naturalistas,
como caballos, toros o cabras, algunas de ellas super-
poniéndose a las representaciones antropomorfas. Eso
mismo ocurre, de hecho, en muchas otras cavidades
de España y Francia, como la
Grotte du Sorcier
(o
Saint-Cirq
),
Trois Frères
, o la propia Altamira, donde
los antropomorfos se encuentran en lugares accesibles
(cuando no en la misma entrada) y rodeados de otras
muchas representaciones naturalistas.
Pero es justo después cuando se comete la impos
-
tura más vergonzosa (al menos en el programa que
estamos comentando): para seguir incidiendo en la in
-
terpretación esotérica o alienígena, Jiménez y Porter
presentan una composición que incluye calcos de tres
antropomorfos de tres cuevas distintas —Los Casares,
Hornos de la Peña y Altamira—, todos ellos en la mis
-
ma posición con los brazos extendidos hacia arriba,
y de los que dicen que están «dirigiendo sus manos
al cielo» o que «adora[n] a las alturas, como si fue-
se un recuerdo de algo» (Fig. 2). Esta interpretación
concuerda con la hipótesis de los alienígenas ances-
trales, pues nos muestra una representación recurren-
te de seres con pretendido aspecto alienígena (según
Para la hipótesis de que estas grafías aluden a visitas de ex-
traterrestres no tenemos más evidencia o razonamiento lógi-
co que la fantasía irracional de ufólogos y creyentes varios
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nos dictaba nuestra imaginación, como se dijo antes)
que miran y señalan al cielo, adorando o recordando
a los visitantes que llegaron del espacio. El problema
es que la composición presentada es falsa, pues la po-
sición del antropomorfo de Los Casares, que es otro
distinto a los que se mostraron al principio del progra-
ma, ha sido manipulada. La posición de dicho antro
-
pomorfo, apodado tradicionalmente «el Nadador», es
justo la contraria, pues aparece en la pared de la cueva
con los brazos apuntando al suelo e inclinado, como
si estuviera arrojándose al agua o nadando (Fig. 1).
Y aquí no podría aducirse que la imagen se ha puesto
boca abajo por un descuido, pues lo cierto es que tam
-
bién ha sido manipulada en su eje horizontal (mira a
la derecha cuando debería hacerlo a la izquierda). Por
tanto, más allá de que en realidad cualquier interpre-
tación sobre la posición de estas figuras es arriesgada,
dado que en las manifestaciones gráficas paleolíticas
no se representa la línea de suelo y muchas figuras
aparecen giradas, ladeadas o boca abajo sin motivo
aparente, la manipulación de datos aquí es evidente. Y
su intención también.
Tras continuar el recorrido por otras manifestacio-
nes gráficas prehistóricas, como los antropomorfos
macroesquemáticos de Pla de Petracos, en Alicante (de
los que se resalta su posible uso de escafandras), o los
más recientes bajorrelieves de «hombres lagarto» en la
«torre de las almas» de Pozo Moro, en Albacete (sobre
los que se presenta una infografía en la que un pla-
tillo volante reconstruye el mencionado monumento),
Jiménez y Porter rematan este espacio del programa
comparando explícitamente los signos paleolíticos cla-
viformes de La Pasiega con siluetas de ovnis (Fig. 2).
Aunque para muchos resulta obvio que todas estas
elucubraciones no resisten la más elemental de las re-
visiones científicas, conviene recordar, por si hubiera
algún lector aún reticente a abandonar la hipótesis alie-
nígena, que según el método científico, y antes según
la famosa navaja de Ockham, en igualdad de condi
-
ciones, la hipótesis más parsimoniosa, la más sencilla,
suele ser la correcta. En este caso, el hecho de que las
figuras antropomorfas representadas por los grupos
humanos paleolíticos presenten rasgos animalizados o
deformados debería relacionarse antes con la posibi-
lidad de que hagan referencia a algún tipo de activi-
dad, más o menos ritualizada, en la que seres humanos
y animales se combinen en un discurso gráfico cuyo
significado concreto se nos escapa. Resultaría
mucho
más probable, en este sentido, que su base se encon-
trase en simbologías propias de sociedades que tienen
en los animales su principal fuente de subsistencia, o
incluso quizá en rituales chamánicos o animistas en
los que oficiantes se vistieran con pieles y cornamen
-
tas animales. Para ambas cuestiones, que en todo caso
no dejan de ser hipótesis no probadas
3
, podemos esta-
blecer analogías con comunidades de cazadores-reco-
lectores conocidos históricamente, dotando así de una
cierta lógica a nuestro razonamiento. Para la hipótesis
de que estas grafías aluden a visitas de extraterrestres
no tenemos más evidencia o razonamiento lógico que
la fantasía irracional de ufólogos y creyentes varios.
Lo único que nos podría empujar a decantarnos por lo
segundo se resumía perfectamente en el famoso subtí-
tulo de
Expediente X
:
I want to believe
.
Geomagnetismo, fuerzas telúricas y grafías
El siguiente programa elegido para comentar es
el número 533, correspondiente a la temporada 13 y
emitido en marzo de 2018. En él se abordó un hallaz
-
go arqueológico de gran repercusión en la comunidad
científica: la datación indirecta de varias pinturas ca
-
vernarias paleolíticas en cronologías correspondientes
a la época de los neandertales, con una edad mínima
de unos 65 000 años para algunas de ellas (Hoffmann
et al., 2018). Aunque no exentos de discusión, estos re
-
sultados presentaron enseguida grandes implicaciones
para nuestra comprensión de las capacidades y com-
portamientos de los neandertales, pues hasta entonces
no existía ninguna evidencia firme de que las grafías
rupestres paleolíticas hubieran sido realizadas por otra
especie que no fuera la nuestra,
Homo (sapiens) sa-
Fig, 1: Grabados paleolíticos de figuras antropomorfas localizados en el
Seno A de la cueva de Los Casares. A: Calcos sobre fotografía de cuatro
antropomorfos, incluyendo al popularmente conocido como «el Nadador»
(en blanco). B: Detalle del Nadador. C: Detalle de los tres antropomorfos
repasados en negro en la imagen A. D: Planta de la cueva de Los Casares
con localización de los antropomorfos del Seno A (flecha amarilla). Fotogra
-
fías y calcos: J. Javier Alcolea González.
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piens
. El hecho de que en realidad hubiera sido
Homo
(sapiens) neanderthalensis
quien realizara las prime-
ras grafías de la historia de la humanidad, que en todo
caso se limitan por ahora a signos abstractos pintados
en rojo, supuso por tanto un revulsivo importante en la
comunidad de prehistoriadores.
Más allá de las exageraciones sobre la «revolución»
que supusieron estos hallazgos o las acusaciones in-
fundadas sobre que hasta entonces era «una herejía»
plantear que los neandertales crearon «arte» debido al
«dogmatismo» de los científicos, la cobertura inicial
que se le dio a la noticia en
Cuarto Milenio
comenzó
sin grandes aspavientos pseudocientíficos o esotéricos.
En efecto, se invitó al programa a uno de los inves-
tigadores responsables del estudio, al que Iker Jimé-
nez entrevistó sin salirse de los cauces habituales de
la divulgación científica, por más que se teatralizara
o se presentara el tema con tintes sensacionalistas. En
este sentido estaríamos ante el segundo tipo de enfo-
que que definimos en la introducción de este artículo:
aderezado con la participación directa de científicos,
se presenta un hallazgo relevante sin necesariamente
incurrir en interpretaciones esotéricas o pseudocientí-
ficas.
Sin embargo, justo después de cerrar la entrevista
se dio paso a un debate, en el que también participó un
científico reconocido, y en el que el enfoque viró pro
-
gresivamente hasta dar un cambio ciertamente drásti-
co. Dicho cambio vino enmarcado por un estudio que
uno de los colaboradores del programa, Rafael Bala-
guer, había realizado en varias cuevas cántabras con
grafías paleolíticas, para el que de nuevo contó con el
acompañamiento de investigadores reconocidos. En
concreto el debate giró en torno a unas mediciones
«geomagnéticas» que se habían tomado en el interior
de las cuevas de La Pasiega y El Castillo (Puente Vies
-
go, Cantabria), la primera de las cuales es una de las
cavidades en las que se habían obtenido dataciones de
época neandertal para algunas de sus pinturas. Aunque
estas mediciones, tomadas con un magnetómetro mó-
vil en diferentes zonas de las cavidades mencionadas,
se presentaron como una prueba científica «perfecta
-
mente replicable», apenas se dieron detalles sobre la
metodología con la que se hizo el estudio, que hasta
donde sabemos no ha sido presentado en ningún con-
greso científico ni sometido a la revisión por pares de
ninguna revista reconocida. Lo que Balaguer y Jimé
-
nez trataron de defender a partir de este pretendido
estudio científico es que existe una relación directa
entre la energía «telúrica» presente de forma natural
en ciertas zonas de las cavidades y las actividades grá-
ficas que tanto neandertales como humanos modernos
realizaron en las mismas. El problema es que la cienti
-
ficidad del estudio es muy cuestionable.
La medición del campo magnético terrestre es per-
fectamente posible con dispositivos portátiles como
los que se mostraron en el programa, y su aplicación
al interior de espacios cavernarios es desde luego fac-
tible. Lo que no resulta tan claro, y menos con los da
-
tos que se mostraron, es que con dichos dispositivos
puedan obtenerse mediciones tan precisas como las
mostradas, especialmente sin conocer más detalles
sobre la metodología empleada. Sin tener acceso a
esto último no tiene mucho sentido diseccionar aquí lo
presentado, por mucho que cualquier investigador con
conocimientos básicos sobre magnetismo a buen segu-
ro tendría muchas cosas que objetar. Por lo tanto, nos
limitaremos a señalar algunas cuestiones que enten-
demos deberían discutirse antes de aceptar cualquier
resultado (lista no exhaustiva): 1) Deberíamos conocer
la ubicación exacta donde se colocó el magnetómetro
para tomar las mediciones y cómo se establece la rela-
ción espacial con una pintura o panel en concreto (asu-
miendo que no colocaron el sensor directamente sobre
las pinturas), sobre todo considerando que la gran ma-
yoría de las paredes de La Pasiega están repletas de
motivos pintados. 2) Deberíamos conocer cuáles son
los elementos ferruginosos presentes en la cueva a los
que atribuyen las variaciones del campo magnético
(dado que son este tipo de elementos los que provocan
dichas variaciones). 3) Deberían explicar a qué se re
-
fieren con «anisotropías geomagnéticas» (un concepto
que usan constantemente pero que en castellano solo
devuelve cinco resultados en Google y todos ellos re-
lacionados con pseudociencias), cuando lo que parece
que se ha medido es la intensidad de campo. 4) En
Balaguer y Jiménez se permiten concluir que han obtenido
«datos perfectamente replicables» (es imposible replicar un
experimento cuya metodología no se hace pública) que apo-
yan su hipótesis interpretativa
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el caso de la cueva de El Castillo deberían explicar
si tuvieron en cuenta que en una de las zonas donde
obtuvieron valores magnéticos más altos, correspon-
diente a la propia entrada de la cavidad, existen varias
construcciones metálicas que pudieron alterar sus me-
diciones, incluyendo un andamio de decenas de me-
tros construido para facilitar las labores de excavación.
Más allá de lo anterior, donde sí merece la pena de
-
tenerse es en la interpretación que propone Balaguer
para explicar la relación espacial entre las variaciones
magnéticas detectadas y los paneles con grafías paleo-
líticas de estas cavidades. Dicha interpretación gira en
torno a la idea, presentada por Iker Jiménez desde el
inicio del programa, de que distintas humanidades, tan-
to neandertales como humanos modernos, sacralizaron
espacios en el interior de las cuevas por motivos que
tienen que ver con las propias energías desprendidas
por dichos espacios. Como se ha medido la «energía
geomagnética» en algunos de esos espacios (y, de nue-
vo, asumiendo que esa medición sea fiable), Balaguer
y Jiménez se permiten concluir que han obtenido «da-
tos perfectamente replicables» (es imposible replicar
un experimento cuya metodología no se hace pública)
que apoyan esa hipótesis interpretativa. Y la apoyarían
porque el panel rocoso de La Pasiega en el que se pin
-
tó un motivo abstracto que fue datado en cronología
neandertal, y sobre el que milenios después también
pintaron humanos modernos, se encuentra en una zona
con «energía magnética» muy baja (Fig. 3), lo cual de
-
mostraría que tanto unos grupos como otros habrían
experimentado o percibido este lugar como especial
o sagrado. Se dice así, realizando el salto verdadera
-
mente irracional de la noche, que es «absolutamente
cierto» que «hay lugares sagrados por naturaleza» o
que «la religión tendrá siempre un origen neuropsico-
lógico basado en la geobiología». Balaguer llega in
-
cluso a decir que «someter a un cerebro a un gradiente
energético de más de 2000 nanoteslas de diferencia,
como es el caso en estos lugares, puede provocar en
ciertas personas sensibles acceder a estados alterados
Fig. 2: Imágenes presentadas en Cuarto Milenio que aluden a la posible relación entre grafías paleolíticas y civilizaciones extraterrestres. A: Composición con
tres antropomorfos paleolíticos grabados en distintas cuevas españolas. Nótese que la posición de la figura de Los Casares ha sido modificada (compárese
con la figura 1). B: Signos claviformes pintados en rojo en la cueva de La Pasiega, comparados con siluetas de supuestos «platillos volantes». Imágenes
recortadas a partir de capturas de pantalla del programa 237 de
Cuarto Milenio
(en la web de Mediaset mitele.es).
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de conciencia y alucinaciones de todo tipo». El proble
-
ma es que no existe ninguna evidencia de nada de esto.
En primer lugar, solo muy recientemente se está
empezando a avanzar en la investigación de la supues-
ta magnetorrecepción de los seres humanos, compro-
bada desde hace tiempo en aves, peces y otros ani-
males, pero para la que en nuestro caso solo existen
evidencias escasas y preliminares (Wang et al., 2019).
Dichas evidencias, que aún son objeto de discusión, de
ninguna manera implicarían una percepción conscien-
te del campo magnético, y mucho menos alucinacio-
nes «de todo tipo» ni ninguno de los clásicos poderes
paranormales reclamados tradicionalmente por los za-
horíes, la radiestesia o la llamada geobiología —que
no es más que lo mismo que lo anterior, pero con nom-
bre (pseudo)científico—. De hecho, una variación de
2000 nanoteslas se produce fácilmente al acercarnos a
muchos de los aparatos electrónicos que tenemos hoy
en nuestras cocinas e, hipocondrías aparte, nadie su-
fre alucinaciones por ello. En segundo lugar, incluso
aceptando que las variaciones en el campo magnético
detectadas en el interior cavernario (que, recordemos,
en ausencia de explicaciones metodológicas no debe-
rían considerarse válidas) hubieran sido percibidas por
los humanos paleolíticos (para lo que, insistimos, no
hay evidencia), el propio mapa presentado por Bala-
guer correspondiente a la cueva de La Pasiega muestra
que existen grafismos asociados tanto a mediciones
altas como a bajas y medias. Es decir, que en reali
-
dad no existe ningún patrón que demuestre o presente
indicios de que se eligieron paneles o lugares con un
campo magnético anormalmente bajo o alto para ser
decorados. Lo que se hace, por tanto, es un ejercicio
falaz de
cherry picking
, según el cual se dice que el
panel objeto de controversia es especial porque está
asociado a un magnetismo determinado. De los que
están supuestamente asociados a un magnetismo in-
cluso más bajo, o de aquellos que lo están a campos
magnéticos altos o normales, poco se dice. Es decir,
se seleccionan aquellos datos que apoyan la hipótesis,
pero se obvian los que no lo hacen (Fig. 3). Y todo
esto suponiendo que, efectivamente, puedan relacio-
narse espacialmente de forma fiable motivos o paneles
concretos con los lugares en los que se tomaron las
mediciones, cosa que es mucho suponer en una cueva
tan profusamente decorada —y con potenciales deco-
raciones poco o nada conservadas— como La Pasiega.
Son demasiadas suposiciones.
Y a partir de ahí, dando por bueno un estudio con
muchas más sombras que luces —algunas de ellas
muy tenebrosas—, se llega al momento cumbre de la
noche. Dicho momento queda inaugurado por Jimé
-
nez, cuando pregunta a Enrique de Vicente (fundador
de la revista
Año/Cero
), hasta entonces muy callado,
por «todas esas teorías que siempre se han mantenido
de que hubo una intervención exógena, que alguien
nos instruyó» en relación a las grafías paleolíticas y
sus dataciones asociadas a neandertales. Es entonces
cuando asistimos a un marasmo de aseveraciones so-
bre alienígenas, la NASA, el SETI y mensajes extrate
-
rrestres en el llamado ADN basura, todo ello mientras
se nos muestra una infografía de un cazador-recolector
paleolítico mirando a las estrellas y con un cráneo cu-
riosamente alargado
4
(Fig. 4). De nuevo la «hipótesis»
de los alienígenas ancestrales, esta vez durante un pro-
grama en el que participan investigadores reconocidos
y en el que se ha discutido una noticia de gran relevan-
cia científica publicada en la revista
Science.
¿Qué aportan los científicos a
Cuarto Milenio
?
Una vez que nos hemos detenido en comentar dos
de los numerosos programas de
Cuarto Milenio
que
en los últimos años han presentado contenidos sobre
grafías rupestres paleolíticas o Prehistoria en general,
y que hemos señalado la pseudociencia explícita e im-
plícita presente en los mismos, nos encontramos en
disposición de abordar el objetivo fundamental de este
artículo: valorar las implicaciones que presenta para
la ciencia y su divulgación la participación de científi
-
cos en este espacio televisivo. ¿Es lícito que personas
que se dedican profesionalmente a conocer el mundo
basándose en la verificación o falsación de hipótesis a
partir de evidencias participen en un programa que se
basa prácticamente en lo contrario? ¿O precisamente
conviene que investigadores serios vayan a este tipo de
programas e intenten que su audiencia habitual tenga
Se dice, realizando un salto verdaderamente irracional, que
es «absolutamente cierto» que «hay lugares sagrados por
naturaleza» o que «la religión tendrá siempre un origen neu-
ropsicológico basado en la geobiología»
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acceso a contenidos y razonamientos científicos que
de otra forma se perdería?
El debate sobre si es oportuno, o incluso necesario,
que científicos debatan o participen en foros pseu
-
docientíficos no es nuevo. Son bien conocidas las
posturas de científicos y divulgadores como Richard
Dawkins o Jerry Coyne sobre lo lesivo que puede re
-
sultar para la biología evolutiva debatir públicamen-
te con creacionistas. En esencia, estos y otros autores
sostienen que con dichos debates se otorga un halo de
cientificidad a los creacionistas que por sí solos nunca
adquirirían. Es decir, defienden que al hacer una pre
-
sentación dicotómica de ambas posturas se incurre en
una equidistancia improcedente que se debería evitar
(véase Carmena, 2006, para una discusión algo más
pormenorizada). En el caso que nos ocupa se podrían
presentar objeciones similares a que prehistoriadores,
arqueólogos o paleoantropólogos acudan a un espacio
en el que se presentan y defienden ideas pseudocien
-
tíficas sobre sus disciplinas. Sin embargo, la cuestión
aquí es ligeramente distinta, pues son pocas las oca-
siones en que estos científicos han sido llamados a
Cuarto Milenio
a confrontar ideas con los defensores
de la «intervención exógena» como catalizadora del
desarrollo cultural de la humanidad prehistórica, o las
fuerzas telúricas como motor de la creatividad de los
humanos paleolíticos. Lo que aportan estos científicos
a
Cuarto Milenio
es otra cosa.
Pero para entender dicha aportación, y antes de
emitir ningún juicio, debemos considerar el valor que
otorga el propio director de
Cuarto Milenio
no solo a
la participación de investigadores reconocidos en este
programa, sino a la introducción en su espacio televisi-
vo de contenidos científicos en general. En los últimos
años, a la vez que se han venido suavizado los con-
tenidos abiertamente paranormales del programa, se
ha comenzado a dar cada vez más cabida a reportajes
o discusiones pretendidamente científicas. De hecho,
si entramos hoy en la web oficial de
Cuarto Milenio
,
«Ciencia» es uno de los encabezamientos que la pre-
siden, situado al mismo nivel que otros clásicos del
«mundo del misterio» como «Ovnis», «Paranormal»
o «Psicofonías», entre otros. El propio Iker Jiménez
se ha vanagloriado en numerosas entrevistas de que la
ciencia constituye uno de los temas clave de su progra-
ma —«que no solo habla de fantasmas», como dice su
colaborador e historiador Nacho Ares
—, apoyándose
para ello en los numerosos científicos que aceptan co
-
laborar con él (de los muchos que se niegan a hacerlo
no dice nada
5
). Tampoco es extraño encontrar en foros
de internet a seguidores y fans del programa que se-
ñalan la participación de investigadores reconocidos
como un elemento que sustenta la seriedad de
Cuarto
Milenio
. Estos científicos son, por tanto, y quizá muy
a su pesar, el arma predilecta de Iker Jiménez para jus
-
tificar su pretendida respetabilidad científica y ética
profesional, tantas veces cuestionada.
Visto desde otra perspectiva, y tal como han seña-
lado varios divulgadores y periodistas (Gámez, 2010,
2013), el hecho de que científicos, la mayoría de ellos
de reconocido prestigio, compartan espacio televisi-
vo con creyentes en fantasmas, resurrecciones, con-
tactos con el más allá, ovnis o psicofonías, así como
con creacionistas, negacionistas del cambio climático,
antivacunas, antiantenas, pseudoterapeutas o defenso-
res de la hipótesis de los alienígenas ancestrales, sirve
para que todos estos contenidos acaben recibiendo la
legitimidad científica y periodística que por sí solos
no son capaces de adquirir. En este sentido,
Cuarto
Milenio
puede considerarse un ejemplo inmejorable, y
cada vez más acuciante, de cómo un espacio pseudo-
científico intenta (y, seguramente, en parte consigue)
legitimar sus contenidos sirviéndose de la participa-
ción de científicos. Como hemos señalado previamen
-
te, es posible que el telespectador que dude sobre la
veracidad de los contenidos clásicos de este programa
tenga en la participación de investigadores reconoci-
dos un argumento que le haga decantarse por otorgar
verosimilitud a lo que de otra forma no creería. No
importa que dichos científicos se limiten a hablar de
sus campos sin entrar en la arena paranormal o eso-
térica: antes o después de su intervención, Jiménez y
sus colaboradores hablarán de psicofonías, apariciones
fantasmagóricas, energías telúricas o enseñanzas alie-
nígenas, contenidos que quedarán así impregnados de
un rigor científico que, hasta la visita de investigadores
que poco o nada tienen que ver con esos temas, había
estado ausente del plató de
Cuarto Milenio
.
En el caso del tema analizado aquí, las grafías pa-
leolíticas, consideramos que el problema es cierta-
mente grave. Ello se debe a que, como hemos visto,
el tema ha sido tratado en varias ocasiones de una ma-
nera abiertamente anticientífica por Jiménez y compa
-
ñía, cuestión que en ningún caso ha sido criticada, ni
Fig. 3: Valores geomagnéticos medidos por Rafa Balaguer en la cueva
de La Pasiega representados sobre la planta de la cavidad y puestos en
relación con algunos de los paneles decorados con grafías paleolíticas
representados por puntos. Obsérvese que el panel en el que se localiza
el motivo datado en cronología neandertal (señalado con una flecha por
nosotros) se encuentra en una zona con un campo magnético bajo (tonos
azules), pero también que existen otros paneles asociados a intensidades
aún más bajas, y otros tanto a intensidades altas (tonos rojos) como
normales (tonos amarillos). Fragmento de una captura de pantalla del
programa 533 de
Cuarto Milenio
(en la web de Mediaset mitele.es).
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siquiera debatida —al menos en público— por los in-
vestigadores que han acudido a su programa o han par-
ticipado en sus reportajes. Una opción (que en ningún
caso pretende aconsejar a nadie lo que tiene que hacer)
podría haber sido decirle a Iker: «podemos hablar de
lo que quieras, pero ese programa que hiciste en 2011
donde decías que los antropomorfos de la cueva de
Los Casares podían ser seres de otro mundo, o que los
claviformes de la Pasiega parecían ovnis, basándote
para ello en medias verdades, aseveraciones ambiguas
y datos falsos, es una práctica pseudocientífica que los
que nos dedicamos a la ciencia no podemos admitir:
nuestra disciplina es algo más serio».
Estoy convencido de que las razones de los inves-
tigadores que han acudido y acuden a
Cuarto Milenio
a hablar de estos temas, todos ellos de gran prestigio
en sus respectivos campos, son respetables. E incluso
puede que consigan convencernos de que la divulga-
ción de la Prehistoria y la ciencia en general puede ex
-
traer algunos beneficios de ello. Sin embargo, algunos
entendemos que el respeto a nuestra profesión debería
conducirnos a no contribuir a que nuestra disciplina se
asocie, aún más, a charlatanerías pseudocientíficas ale
-
jadas del proceder científico real. La investigación del
pasado prehistórico de la humanidad ha tenido siem-
pre un componente especulativo ciertamente elevado,
lo que ha provocado que en algunas ocasiones se nos
considere una disciplina débil, naif y con dificultades
para proponer teorías científicas sólidas. La manipula
-
ción de la Prehistoria por vendedores de humo, trafi
-
cantes del «mundo del misterio» o grupos
new age
no
es nueva, pero
Cuarto Milenio
constituye un ejemplo
inmejorable de una vuelta de tuerca en esta manipu
-
lación que algunos consideramos aún más perniciosa.
En efecto, mientras que los neodruidas que se reúnen
periódicamente en
Stonehenge
nunca han pretendido
disfrazar su creencia como una actividad científica, el
enfoque actual del programa conducido por Iker Ji-
ménez puede considerarse pseudociencia en sentido
estricto, ya que pretende pasar por ciencia lo que en
realidad no lo es. Y para ello, qué mejor que contar con
científicos de verdad.
Por último, quizá el argumento más potente que po
-
dría utilizarse para defender la participación de cientí-
ficos en este tipo de foros sea la necesidad de divulgar
cuanto más mejor, lo cual va asociado a llegar al mayor
número de gente posible.
Cuarto Milenio
es un progra-
ma con una gran audiencia y además cuenta con unos
medios técnicos y económicos envidiables. Se trata,
por tanto, de valorar si lo que se va a conseguir renta
más que el perjuicio que, según defendemos algunos,
puede causarse a la divulgación y la ciencia en general
acudiendo a este espacio. Sobre esto conviene apuntar,
en primer lugar, que existe en la actualidad tal cantidad
y variedad de medios para realizar divulgación cientí-
fica de calidad, que el argumento de que si no se acude
a
Cuarto Milenio
no se llega al gran público resulta
poco convincente. En segundo lugar, y sin entrar a va
-
lorar la predisposición del espectador medio de
Cuar-
to Milenio
para considerar enriquecedores contenidos
exclusivamente científicos (dado que no conozco estu
-
dios sobre ello y aventurar me parece irresponsable),
tampoco creo que resulte convincente argumentar que
acudiendo a este tipo de programas se contribuye a
reconducir a creyentes en pseudociencias hacia una
visión científica del mundo. Más allá de las argumen
-
taciones presentadas en este artículo sobre que lo que
se consigue es precisamente lo contrario, quizá no nos
quede más remedio que asumir que muchas personas
siempre se sentirán más felices
creyendo
en teorías ex-
traordinarias y «cosas raras» (Shermer, 2009), y que
muchas de ellas difícilmente dejarán de hacerlo. Nues
-
tra labor como científicos y divulgadores debería evi
-
tar contribuir a reforzar y extender esas creencias, ale-
jadas del proceder científico y de las evidencias que lo
sustentan, para centrarse, por el contrario, en mostrar
la investigación científica tal y como es. Ejemplos de
esto último realizados de forma accesible, apasionada
y divertida no faltan, pero nunca está de más seguir
contribuyendo a ello y no perder de vista la autocrítica
para seguir mejorando. En este sentido, y más allá del
eterno flagelo sobre la incapacidad de los científicos
para venderse de forma atractiva (refutado ya bastan-
tes veces, aunque solo sea por el puñado de excelen-
tes divulgadores y periodistas científicos que trabajan
desde hace años en nuestro país), debemos admitir que
Iker Jiménez se ha vanagloriado en numerosas entrevis-
tas de que la ciencia constituye uno de los temas clave de
su programa, apoyándose en los numerosos científicos que
aceptan colaborar con él
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la cautela con la que habitualmente trabajamos los in
-
vestigadores es uno de los factores principales que en
ocasiones lleva a algunas personas a dibujar la ciencia
como aburrida y con poco gancho frente a las pseudo-
ciencias. Y ciertamente hay que reconocer que inven
-
tarse o deformar los datos para que apoyen hipótesis
extraordinarias puede dar lugar a relatos divertidos y
vendibles. Sin embargo, lo realmente difícil y admi
-
rable es hacer divulgación atractiva sin renunciar a la
honestidad, al método científico y a lo que debería ser
el objetivo básico de la divulgación científica, que no
es otro que el mismo que el de la ciencia: conocer el
mundo de la forma más fidedigna posible. Y teniendo
esto claro, la pregunta clave que deberíamos hacernos
es si la participación de científicos en
Cuarto Milenio
ha contribuido a propagar un mejor conocimiento del
mundo o, por el contrario, ha contribuido a extender
una visión deformada e interesada del mismo. Mi opi
-
nión, como he tratado de defender en este artículo, es
que se contribuye a lo segundo, por mucho que las
intenciones de los investigadores que participen sean
—no me cabe duda— muy otras.
Agradecimientos
Para preparar y escribir este artículo he conversado
con numerosos colegas, tanto científicos (prehistoria
-
dores y de otras disciplinas) como divulgadoras y es-
cépticos. Como la lista es larga y la mayoría son ami
-
gos, no considero necesario mencionar a nadie aquí.
En todo caso, el análisis y la opinión vertida en el texto
es de exclusiva responsabilidad del autor.
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https://doi.org/10.1523/ENEURO.0483-18.2019
Notas
1. También pueden consultarse en el blog
Magonia
, del
periodista Luis Alfonso Gámez, las numerosas entradas
que denuncian contenidos fraudulentos o pseudocientíficos
presentados en
Cuarto Milenio
: https://magonia.Com/tag/
cuarto-milenio/
2. En la página de Wikipedia sobre la hipótesis de los an-
tiguos astronautas se recoge información detallada: https://
es.Wikipedia.Org/wiki/hip%c3%b3tesis_de_los_antiguos_
astronautas
3. A pesar de que en ocasiones se presente la hipóte-
sis del chamanismo como explicación única del significado
de las grafías paleolíticas (como por ejemplo se hace en el
documental
El Salto Infinito
, dirigido por Iker Jiménez), lo
cierto es que no existe evidencia firme que sustente dicha
hipótesis, que en ningún caso cuenta con el consenso de la
comunidad científica.
4. Esa misma infografía se había utilizado previamente
en
El Salto Infinito
, documental monográfico sobre grafías
paleolíticas dirigido en 2009 por Iker Jiménez. No hemos
considerado necesario comentar este documental aquí,
pero conviene apuntar que, más allá de asumir la hipótesis
del chamanismo como explicación única de las grafías pa-
leolíticas (algo que hacen actualmente muy pocos investi
-
gadores), de presentar numerosas sentencias exageradas y
sensacionalistas, y de proferir ataques infundados al «dog-
matismo» de los científicos, se mantiene en un enfoque no
explícitamente pseudocientífico, exceptuando algunas re
-
ferencias más o menos veladas, como la mostrada en la
infografía comentada.
5. Aunque no es el objetivo de este trabajo, conviene
mencionar que existen numerosos investigadores en el
campo de la ciencia prehistórica que, al igual que en otras
disciplinas, han declinado participar en
Cuarto Milenio
.
Fig. 4: Persona paleolítica mirando a las estrellas. Fragmento de una
captura de pantalla del programa 533 de Cuarto Milenio (en la web de
Mediaset mitele.es)