el esc
é
ptico
30
Primavera 2020
Introducción
Hay sentencias que son inapelables. Permanecen
enquistadas en el imaginario popular, sin importar
la base de realidad en la que se fundan. La verdad
histórica, a pesar de sus luchas, queda circunscripta a
un reducido núcleo de historiadores profesionales, en
una batalla que se percibe perdida desde el principio.
Otros copan la escena y se aprovechan del elitismo en
el que se encapsulan algunos académicos para impo-
ner unas versiones que, una vez enraizadas, plantan
fantasías verosímiles, aunque falsas. Alimentada por
pasiones ideológicas e ignorancia, una alta dosis de
sensacionalismo periodístico y teorías conspirativas,
la interpretación histórica, descontextualizada, mani-
pulada, falseada por prejuicios y fantasías, se injerta
en el imaginario colectivo muy a pesar de las pruebas
en su contra.
La historia política argentina está llena de esas
«verdades reveladas». Veredictos que se repiten una y
otra vez como parte de un discurso que no exige prue-
bas de ningún tipo. En este artículo quiero detenerme
en una de esas sentencias, que alimenta a una industria
editorial en crecimiento: el discurso que afirma que la
Argentina fue tras la II Guerra Mundial un «nido de
nazis», refugio para decenas de miles de criminales
de guerra, auxiliados por poderosas organizaciones
secretas (como es el caso de la mítica
Odessa
) y la
anuencia de un gobierno nacional, el de Juan Perón,
calificado como abiertamente nazi-fascista y partíci
-
pe necesario en una conspiración internacional que
pretendía restaurar un
IV Reich
alemán desde nuestro
país.
Basta con recorrer cualquier librería porteña para
advertir cuán arraigada está la idea. Libros que saltan
rápidamente a los programas televisivos, con títulos
como los siguientes:
El escape de Hitler
,
Nazis en el
Sur
,
Los secretos de Hitler
,
Hitler murió en Argenti-
na
,
América nazi
,
Fuga de nazis a la Argentina
,
Ul-
tramar Sur, Guía nazi de Bariloche
y tantos otros más
que no hacen otra cosa que alimentar el cuento y, de
paso, fomentar el histórico
autoescarnio
al que nos
acostumbraron muchos de nuestros mayores. ¿Qué
otra cosa podía esperarse de un
país de cuarta
como
el nuestro?
1. Nazis por doquier
Desde la década de 1950, y a instancias de un zoó-
logo de origen belga, Bernard Heuvelmans, un térmi-
no se impuso exitosamente dentro del mundo de las
pseudociencias:
Criptozoología
. De acuerdo con los
«especialistas
»
, esta disciplina plantea rastrear, loca-
lizar e identificar animales desconocidos e ignorados.
Seres que nunca existieron más allá de la imaginación
o el deseo del investigador, con el Yeti, el monstruo
del lago Ness o el
Chupacabras
como los más famo-
sos.
En este trabajo utilizaremos, irónicamente, el neo-
logismo
criptonazilogía
a efectos de comparar las
persistentes búsquedas de nazis en nuestro país con
la heterodoxa pesquisa de monstruos zoológicos. Las
dos disciplinas no hacen más que buscar y vender
humo, y no creemos ver diferencias entre un Hitler
vagando por la Patagonia, un monstruo peludo de tres
metros de altura secuestrando leñadores o el ratón Pé-
rez dejando dinero debajo de la almohada a cambio
de dientecitos.
Ambas, más allá del parecido gramatical, compar-
ten una serie de características: las dos se alimentan
de especulaciones, exageraciones, fantasías, fraudes,
La delirante búsqueda
de
nazis ocultos
en
Argentina
Fernando Jorge Soto Roland
Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP, Argentina.
Apasionantes novelas de espionaje que algunos se
empeñan en convertir en realidad
Dossier
el esc
é
ptico
31
Primavera 2020
tergiversaciones y un deseo irracional (nunca apoya-
do en evidencias serias) de querer ver indicios por to-
das partes. Pero las intenciones político-ideológicas,
indistinguibles en el caso de los animalitos extraños,
juegan un papel fundamental cuando tratamos sobre
las supuestas legiones de jerarcas de las
SS
escondi-
dos.
Porque hay algo más que obvio: en tanto que la
criptozoología
persigue entidades del todo imagina-
rias, la
criptonazilogía
parte de un sustrato que se
apoya en personajes reales que nadie puede negar
que hayan existido. Esto es lo que la vuelve mucho
más verosímil y susceptible de ser aceptada como una
rama
sui generis
de la «investigación histórica», po-
sible y creíble.
Enumeremos los factores que hacen que ejercicios
intelectuales de este tipo tengan tanta vigencia, y que
la
criptonazilogía
sea aceptada por tanta gente:
y
El siempre presente espíritu romántico, inclina-
do a buscar aquello que está oculto o perdido, y que
despierta asombro o miedo.
y
El gusto por el misterio
y lo extraordinario.
y
La búsqueda de la alteridad.
y
La vocación por ir a contramano del relato «ofi
-
cial» establecido.
y
El espíritu reivindicativo y heroico, que en el
caso de los nazis está más que justificado, dado el
contexto de represión, censura y muerte mientras de-
tentaron el poder.
y
La bibliografía antiperonista, que se empeñó y
se empeña en considerar Argentina como la fantástica
cuna potencial de un
IV Reich
dirigido por Perón.
y
La propaganda norteamericana, empeñada en
catalogar como fascista al gobierno argentino de en-
tonces. Conducta que no ha dejado de repetir a través
de la cultura popular televisiva y cinematográfica.
y
La
autosubestimación
nacional, a partir de la
cual «
en este país todo
(lo peor)
es posible
».
y
El gusto por las conspiraciones internacionales,
en las que secretas organizaciones criminales operan
libremente, sin que nadie lo note.
y
La necesidad de corporizar a los «malos» en una
el esc
é
ptico
32
Primavera 2020
trama histórica caricaturizada e infantiloide.
y
La influencia de los medios de comunicación,
insuflando las noticias con sensacionalismo (muy re
-
dituable, por cierto).
y
Las ficciones de ciertas novelas, películas y se
-
ries de televisión, tomadas como verdades absolutas,
en especial durante la Guerra Fría (véase, como ejem-
plo,
El archivo de Odessa
1
o
Los niños del Brasil
2
).
En la literatura argentina de los últimos años también
encontramos ejemplos significativos
3
.
y
La errada tendencia de considerar infalibles los
testimonios orales, los rumores y los documentos ela-
borados por los servicios de inteligencia, inmersos
siempre en una guerra de mentiras y desinformación
4
.
y
La escasa difusión de las investigaciones histó-
ricas serias
que descartan todo ese alud de tonterías.
Todos y cada uno de estos factores contribuyen a
que un puñado de autores con enorme éxito en las li-
brerías siga desinformando y deformando el pasado.
2. Éxitos y fracasos en la lucha por el imaginario
Guiado por la vocación docente que me inspira
desde hace más de veinticinco años, quisiera identi-
ficar claramente las principales obras y autores que
vienen tergiversando y reescribiendo la historia del
nazismo en Argentina en clave ficticia y alimentando
especulaciones sin sentido. Como he dicho en más de
una oportunidad: los nazis venden bien. Son excelen-
tes protagonistas en los textos de ficción, sin nombrar
los grupos de ultraderecha que sueñan con volver a
imponer esa nefasta ideología.
Desde el oro nazi, los experimentos genéticos de
Mengele en Brasil, pasando por las bases secretas del
III Reich en la Antártida, el
tour turístico
de Hitler por
Córdoba, Bariloche o Mar del Plata, hasta la omni-
presencia de
Odessa
en los gobiernos argentinos, las
expediciones secretas en la zona del cerro Uritorco y
los supuestos submarinos
U-Boot
desembarcando je-
rarcas y tesoros en las costas patagónicas, todo es un
fárrago de delirios muy asentados. Por esto, y como
es probable que muchos nunca se tomen el trabajo
de leer las investigaciones académicas y serias que
existen, considero importante develar quiénes son los
principales responsables de toda esta exitosa locura
editorial.
Cada quien hace con el pasado lo que quiere
Excepto, claro está, los historiadores intelectual-
mente honestos. Pero estas dos últimas premisas po-
drían eximir a muchos de los escritores que critica-
mos, por el sencillo motivo de que ninguno de ellos
es historiador de carrera ni se ha formado como tal,
por más que acepten en público (tácitamente) el tí-
tulo. Que yo sepa, no se ponen colorados cuando, en
los muchos documentales extranjeros que los convo-
can, se los identifica como «historiadores» en el zó
-
calo de la pantalla. Dicen ser (y permiten que digan)
algo que nunca fueron, puesto que, como periodistas,
no tendrían la autoridad suficiente para sentenciar las
tonterías que difunden. Los hay poco serios y muy
poco serios. Están los que mechan sucesos reales con
fantasías y los que escriben sobre hechos completa-
mente ficticios sin ponerse colorados ni anunciar que
lo son. A partir de fuentes mal interpretadas, ignora-
das o cambiadas a propósito, terminan basándose en
elucubraciones personales, sin otro sustento que sus
propios delirios conspirativos. Como los cazadores de
monstruos de la criptozoología,
quieren creer
. Y una
vez puestos a escribir (y publicar), ya no hay camino
de retorno:
deben creer
sus propios inventos. Es parte
del negocio.
Fama y fortuna
Es lo único que, a la postre, interesa. Alguien dijo
una vez que «no hay hechos, sino solo interpretacio-
nes». Es cierto. Pero los grados de las mismas varían.
No puede uno interpretar cualquier cosa a partir de la
nada, excepción hecha a los novelistas. Pero ninguno
de estos autores se define como tal, aunque, última
-
mente, uno se haya lanzado abiertamente al campo de
las letras. No hay reproche en ello, siempre y cuando
no quiera vender como cierto aquello que él mismo
imaginó.
El personaje de esta historia que más ha sido tra-
vestido es, a no dudarlo, el propio fundador del na-
Alimentada por pasiones ideológicas e ignoran-
cia, la interpretación histórica, descontextualizada,
manipulada, se injerta en el imaginario colectivo
muy a pesar de las pruebas en su contra
el esc
é
ptico
33
Primavera 2020
zismo:
Adolf Hitler
. Sobre él se ha dicho de todo; en
especial, respecto de su suerte tras la guerra. Para esta
camarilla de escritores
revisionistas
(como los deno-
mina con cierta ironía el historiador Ignacio Klich),
no hay límites a la hora de ubicarlo en los sitios más
exóticos del planeta.
En fuga, y apoyado por poderosas organizaciones
secretas y gobiernos colaboracionistas (como dicen
que fue el de Perón), el bienamado
Führer
habría es-
tado por medio mundo en pos de un refugio seguro
desde donde refundar su imperio. Por ello hay libros
que lo ubicaron en la Antártida, en el Tíbet, en el sur
argentino, en Córdoba, Colombia, Brasil y Chile, por
nombrar unos pocos «posibles» destinos. Es como si
el líder se negara a morir, reapareciendo, una y otra
vez, como el ave Fénix resucita de sus propias ceni-
zas (dejadas, efectivamente, muy cerca del búnker de
Berlín). Ubicuo, como el dios que pretendió ser.
Todo esto es posible gracias a un acrítico periodis-
mo de investigación que resucitó, a partir de media-
dos de los años ochenta, rumores y alocadas hipótesis
difundidas en viejos diarios y revistas de la posguerra.
Los condimentaron con miles de datos (ciertos, dudo-
sos y falsos) y volvieron a imponerlos con fuerza en
la industria editorial y en el cine. La película
Oro nazi
,
basada en el libro escrito por Jorge Camarasa, es el
mejor ejemplo de ello
5
.
Pero, ¿qué otros heraldos, en la búsqueda de nazis
en Argentina, han desplegado su desbocada imagina-
ción?
Llámame legión, porque somos muchos
Desde hace más de diez años, historiadores de
renombre internacional vienen librando una batalla
contra la imposición mediática de falsedades, cuyos
únicos responsables son un hatajo de escritores ca-
rentes de escrúpulos, pero que tienen la batuta fuera
del ámbito de la historia científica. Y en una sociedad
de consumo, ávida de
bibliografía chatarra
, no es de
extrañar que la difusión de sus ideas tenga un éxito so-
bresaliente. No hay que esforzarse mucho para com-
probar que un altísimo porcentaje de personas sigue
creyendo que Argentina fue el principal país receptor
de criminales nazis después de la guerra, o que de-
cenas de submarinos del III Reich deambularon por
las costas descargando gente y oro, mucho oro, para
financiar un hipotético y futuro partido nacionalsocia
-
lista en América. Ni qué hablar, como hemos señalado
más arriba, de aquellos que aseveran que Hitler an-
duvo por estas latitudes (junto a Eva Braun y Martin
Bormann).
¿En qué hemos fallado los historiadores para que
esto ocurra? ¿Por qué las producciones académicas,
sustentadas en fuentes primarias bajo la supervisión
El cazador de nazis
Simon Wiesenthal,
durante una conferencia.
(Wikimedia)
el esc
é
ptico
34
Primavera 2020
de profesionales de fuste (que las hay), no traspasan
las paredes de las aulas universitarias? ¿Por qué no
llegan al gran público y permiten, en ausencia, la per-
manencia y cíclica reedición de libros y «teorías» que
sabemos descabelladas? ¿Acaso esto se deba a pre
-
juicios con relación a la tarea de divulgación? ¿De
qué sirve, entonces, el esfuerzo de tantos intelectuales
honestos si a la postre sus investigaciones quedan re-
ducidas a muy pocos lectores (y que, cuando llegan
a personas no especializadas, les resultan tediosas y
engorrosas)?
Algo anda mal en el gremio. Tal vez sea una cues-
tión de estilo. Todavía existe la tendencia a decir las
«cosas en difícil», como si así se pudiera escalar más
alto en el escalafón de la Academia; sin advertir que,
de ese modo, la tarea pedagógica queda circunscripta
a un pequeño número de especialistas. Elitismo
ver-
sus
masividad.
En mi modesta opinión, la divulgación sencilla y
clara de temáticas que, analizadas en profundidad
pueden resultar complejas, es una obligación moral; a
menos que deseemos seguir despotricando contra las
barbaridades que se leen o escuchan por televisión.
Hay que copar los espacios que otros han copado con
mayor éxito. Claro que para que eso ocurra tiene que
producirse también un cambio en el mundo de las
editoriales, que aún ven el negocio en la publicación
de una historia de base conspirativa. Cuando seamos
conscientes de que todo es factible de ser transmitido
de manera entretenida y fácil, promoviendo un debate
necesario y serio entre los lectores, empezaremos a
ganar posiciones de relieve en un universo intelectual
acosado por lobos.
Hay que divulgar lo que ya sabemos. Combatir,
como aconsejaba Lucien Febvre, en cuanto frente se
presente. No dejar pasar la discusión. Derribar mitos.
Esa es, según Eric Hobsbawm, la función primera de
la Historia. Solo de ese modo la gente tendrá conoci-
miento sobre qué fue la
Ceana
6
, quiénes la integraron
y a qué resultados llegó. Caso contrario, los
cazadores
de nazis
seguirán alimentando las fantasías morbosas
de millones de lectores.
A día de hoy la batalla parece perdida. Pero la his-
toria tiene sus tiempos. Como proceso en permanen-
te cambio, se reactualiza a la luz no solo de nuevos
documentos, sino a partir de nuevas preguntas, naci-
das de contextos distintos. Claro que los mitos no se
destruyen de un día para otro. Y cuando tienen buena
parte de la industria editorial de su lado, el problema
se complica.
Las nuevas respuestas (aquellas que rebaten las
teorías conspirativas que venimos criticando) son to-
davía jóvenes. Hay que luchar contra setenta años de
ideas instaladas. Pero la semilla de una nueva inter-
pretación, fundada en datos seriamente investigados,
ha empezado a germinar. Vayamos, entonces, a los
bandos en conflicto.
Los unos
El listado de los autores revisionistas es largo. Los
hay famosos y no tanto. Nacionales y extranjeros.
Pero todos coinciden, en gran parte, con las ideas ex-
puestas anteriormente. He aquí un listado de algunos
de ellos: Abel Basti
7
, Alfred Jarschel (pseudónimo de
Werner Brockdorff)
8
, Benjamin Stern y Pelagia Lew-
inska
9
, Carlos De Nápoli
10
, Eric Frattini
11
, Gerrard Wi-
lliams y Simón Dunstan
12
, Jeff Kristenssen (pseudóni-
mo de Manuel Monasterio)
13
, Jorge Camarasa
14
, Juan
Salinas
15
, Ladislao Szabó
16
, Mariano Llano
17
, Miguel
Serrano
18
, Nahuel Coca
19
, Osvaldo Muray
20
, Patrick
Burnside (pseudónimo de Patricio Scaramucci)
21
, Sil-
vano Santander
22
, Uki Goñi
23
, Wilhelm Mattern
24
.
Los otros
Atrincherados desde los repositorios documenta-
les más importantes del mundo, bien entrenados en
el análisis de los mismos, los siguientes historiado-
res y arqueólogos son los principales refutadores de
los argumentos conspirativos. A ellos les debemos la
desmitificación y reconstrucción de un pasado del que
se han venido diciendo muchas tonterías. Son Beatriz
Figallo
25
, Cristian Buchrucker
26
, Heinz Schneppen
27
,
Holger Meding
28
, Ignacio Klich
29
, Mario Goloboff
30
,
Mónica P. Valentini y Javier García Cano
31
o Ronald
Newton
32
.
A día de hoy la batalla parece perdida. Claro que
los mitos no se los destruye de un día para otro. Y
cuando tienen buena parte de la industria editorial
de su lado, el problema se complica
el esc
é
ptico
35
Primavera 2020
3. Verdades que ya no son
Desde finales de la II Guerra Mundial se ha esta
-
do desinformando al público no especializado. Le-
yendas, mentiras y exageraciones de lo más delirante
(como las que dicen que los ovnis eran armas secretas
de los nazis) terminaron tergiversando el pasado, sin
que los historiadores profesionales pudieran explicar
cómo fueron en realidad las cosas. Así pues, los mitos
se acumularon y parte del devenir histórico de Argen-
tina se vio falseado. Pero hay ya vientos renovadores
que alientan nuestro alicaído optimismo.
De a poco, honestos trabajos de investigación em-
pezaron a despejar el panorama. Gracias a un acceso
más fluido a la documentación acumulada y desclasi
-
ficada por los gobiernos, tenemos los elementos para
desacreditar las viejas producciones y desenmascarar
a los «legionarios» arriba consignados. Este artículo
pretende contribuir con ese coro. Difundir algunas de
las fundadas conclusiones a las que han llegado los
miembros de la
Ceana
y otros historiadores que tra-
bajaron honorable y desprejuiciadamente en el tema.
Mitos
Es falso
que los escritores «revisionistas» hayan
consultado los principales archivos. De haberlo he-
cho, sus resultados hubieran sido muy diferentes a los
publicados. Una de sus estrategias discursivas ha sido
la de rendir culto a
fuentes misteriosas y secretas
, ru-
mores y testigos anónimos de los que no consignan
ningún dato. El aparato erudito de sus libros es nulo (a
excepción de Uki Goñi), y se escudan denunciando la
supuesta dificultad de acceder a los repositorios de las
chancillerías y otras instituciones. En muchos casos
sustentan sus ideas conspirativas en documentos que
se saben falsos o en la opinión de otros escritores pre-
vios, repitiendo así sus errores. Por otro lado, tienden
a rellenar las naturales lagunas con especulaciones
descabelladas, propias de obras de ficción.
Es falso
que submarinos (
U-Boote
) del III Reich
hayan llegado en grupo a las costas de la Patagonia,
desembarcando subrepticiamente bienes y personas
tras la guerra. Los únicos de los que se tienen pruebas
efectivas, y que arribaron después de mayo de 1945 a
la ciudad de Mar del Plata, donde se rindieron, fueron
el
U-530
y el
U-977
. Los demás avistamientos, de-
nunciados por vecinos que vivían en el litoral, están
insuficientemente probados. Son meros rumores ge
-
nerados por el interés popular que esos
lobos de mar
despertaban en la gente y por las subsecuentes teo-
rías conspirativas. También es necesario aclarar que
el supuesto par de submarinos que estaría en el fondo
del golfo de San Matías, en la caleta de los Loros, es
una leyenda. Los trabajos de arqueología submarina
llevados a cabo por Mónica Valentini y Javier Gar-
cía Cano
33
así lo han probado, y Ronald Newton ha
llegado a idénticas conclusiones
34
. No hay
U-Boote
hundidos en la zona, aunque convengamos en que
la imagen del submarino desembarcando jerarcas al
atardecer en una playa aislada y solitaria, con un ofi
-
cial realizando el saludo nazi frente a un colaboracio-
nista argentino, impacta. Es la estampa que la película
Oro nazi
(2005) plantó en las retinas de muchos.
Es falso
que Adolf Hitler haya llegado a la Argen-
tina en un
U-Boot
(tras un periplo que, partiendo de
Alemania, pasara por Austria, España y finalmente la
Patagonia). Como también son falsas las aseveracio-
nes que indican que no hay documentos ni dictámenes
que prueben fehacientemente la muerte del
Führer
en
su búnker de Berlín
35
.
Es falso
que Argentina fuera el país que recibiera
el mayor número de criminales de guerra. Nunca fue
la incubadora de un
IV Reich
, a no ser en la imagi-
nación malintencionada de unos pocos autores, que
exacerbaron la importancia que nuestro país tuvo para
los intereses germanos. La nación que más nazis con-
centró después de la guerra fue la propia Alemania.
La mayoría de ellos siguieron viviendo allí, integra-
dos en la sociedad (sin nombrar los que colaboraron
Probable ruta del submarino U-977 en su huida
hacia Argentina, en 1945 (Chrischerf, Wikimedia).
Submarino alemán U-977, tras
su rendición en Mar del Plata.
el esc
é
ptico
36
Primavera 2020
con Estados Unidos, Rusia e, incluso, Israel)
36
. Como
bien ha expresado el historiador Holger Meding: «
…
la supuesta amenaza de una infiltración alemana fue
utilizada por los norteamericanos como medio de
presión para estimular a los gobiernos respectivos
[de Argentina y Sudamérica]
a confiscar propiedades
alemanas, marcas y capitales alemanes. De esta ma-
nera, en muchos estados se eliminó al fuerte compe-
tidor de otros tiempos y se fortaleció la hegemonía
norteamericana sobre el subcontinente
»
37
.
Es falso
que existiera la organización
Odessa
, res-
ponsable de la huida, ayuda económica y colocación
en puestos claves de los criminales nazis en todo el
mundo.
Odessa
fue un invento de Simon Wiesenthal
38
y que el periodista y escritor Frederick Forsyth
39
ex-
plotó convenientemente en su novela homónima de
1972
40
. Claro que su inexistencia no significa que no
haya habido redes de auxilio a diferentes nazis en
fuga, pero ninguna con la capacidad centralista ni el
poder económico atribuido a
Odessa
. Por ejemplo,
sí tuvo un probado accionar la SARE (Sociedad Ar-
gentina de Recuperación de Europeos), que facilitó el
ingreso al país de inmigrantes y desplazados (entre
ellos, criminales de guerra), lo que no implica que
estuviera dedicada a ayudar únicamente a asesinos.
También colaboraron en la huida algunos miembros
influyentes de la Iglesia Católica, la Cruz Roja Inter
-
nacional, los servicios de inteligencia norteamerica-
nos y, por supuesto, familiares y amigos
41
.
Es falso
que solo Perón alentara el ingreso de cien-
tíficos nazis al país. Muchos personajes de la oposi
-
ción de entonces concordaron con los beneficios que
eso podría traer a la industria nacional. Por otra par-
te, otros países hicieron lo mismo,
desnazificando
a
ex miembros de las
SS
e incorporándolos a sus equi-
pos de investigación. El caso de Wernher von Braun,
padre de la astronáutica estadounidense, es un claro
ejemplo de ello en la Operación
Paperclip
42
.
Es falso
que los científicos y técnicos que se em
-
plearon en Argentina hayan sido pocos, en relación
con los asesinos que entraron haciéndose pasar como
tales. Según el análisis realizado sobre un total de casi
1100 técnicos contabilizados en los archivos, solo 180
eran buscados por crímenes de guerra. La creencia
contraria se debió al hecho de que dos de los crimina-
les más famosos, Joseph Mengele y Adolf Eichmann,
ingresaron al país haciéndose pasar por técnicos, lo
que no habilita a generalizar lo mismo para todos los
casos.
Es falso
que todos los científicos y técnicos que en
-
traron al país fueran de descarte. Como bien indican
Klich y Meding
43
, del total que trabajaron en varios
proyectos militares argentinos, cerca del 40 %, «
tras
la caída de Perón en 1955, se mudó a distintos países
centrales, contratados para continuar con su labor
profesional
»
44
. En pocas palabras, tan
de cuarta
no
eran. Es interesante hacer notar cuánto se ha hablado
de Ronald Richter y el Proyecto Atómico de la Isla
Huemul, en Bariloche, practicado durante el gobierno
de Perón. Como es bien sabido, todo resultó un fraude
en el que el presidente argentino fue el primer embau-
cado. Pues bien, este caso se repite hasta la saciedad a
efectos de probar la hipótesis que acá descartamos y,
al mismo tiempo, burlarse de Perón y seguir alimen-
tando la baja autoestima argentina.
Es falso
que los nazis levantaran laboratorios en
zonas aisladas para continuar con sus experimentos
secretos, tal como expone Ira Levi en su novela
Los
niños del Brasil
(en la que se cuenta cómo Mengele
clona a veinte niños a partir de los genes de Hitler con
el fin de instaurar un nuevo Führer). La trama —no
haría falta ni decirlo— es pura ficción, pero no han
sido pocos los que la consideraron plausible. Todavía
circula la leyenda de que fue cierto o «algo hubo».
Por su parte, Camarasa dio un original giro al tema,
proponiendo en uno de sus libros
45
la hipótesis de su-
puestos experimentos genéticos (llevados a cabo por
el
siniestro doctor
) en la localidad brasileña de Cán-
dido Godoi, famosa por tener el más alto porcentaje
de gemelos a nivel mundial
46
. De ahí a ver la mano
de Mengele involucrada en el asunto había solo un
paso; y Camarasa, sin que le temblaran las piernas, lo
dio, obviando que los diarios personales de Mengele,
recuperados tras la identificación de sus restos, nada
hablan de Cándido Godoi o de experimentos realiza-
dos en el exilio. Por otra parte, hacia 1964 (que es
La nación que más nazis concentró después
de la guerra fue la propia Alemania. La mayoría
de ellos siguieron viviendo allí, integrados en la
sociedad
el esc
é
ptico
37
Primavera 2020
cuando Camarasa especula se llevaron a cabo) el cé-
lebre doctor estaba en las cercanías de San Pablo
47
, a
950 de kilómetros del pueblo en cuestión. El
Ángel de
La Muerte
, como lo llamaron, no tuvo nada que ver
con los gemelos de esa localidad brasileña.
48
Es falso
que Mengele haya estado tras la fórmula
de la eterna juventud, que es lo que De Nápoli sos-
tiene en un libro carente de todo fundamento docu-
mental; sin que aparezca ni una sola cita, apoyado en
testimonios de personas anónimas y «archivos secre-
tos».
49
Como escrito de ficción puede resultar entre
-
tenido, pero si con ese trabajo pretendía probar algo
serio, se equivocó.
Partiendo de que Hitler no tuvo hijos, De Nápoli
imagina una misión secreta: la de prolongarle la vida
muchos años y al mismo tiempo aumentar la fertilidad
femenina a fin de engendrar miles de soldados para
el
Reich
. Es así como tres médicos nazis, Mengele,
Karl Brandt (médico personal del
Führer
) y Karl Pe-
ter Vaernet
50
(endocrinólogo de origen dinamarqués y
miembro de las
SS
) emprenden un experimento en la
misteriosa
Barraca 14
de Auschwitz. Allí, sometidas
a un régimen y control estricto, veinte hermosas mu-
jeres judías habrían servido de conejillos de indias.
Las
elegidas de Solahuette
. Con ese nombre se las co-
noció, puesto que
Solahuette
era el
spa
que los nazis
disponían en el mencionado campo de exterminio y
donde las féminas estaban internadas. Lo que se bus-
caba era que las prisioneras, tras un coctel de pasti-
llas, descanso, inyecciones de extractos de hormonas
y dieta balanceada, pudieran engendrar cada una vein-
te hijos. Además, otro de los efectos logrados sería
un rejuvenecimiento de aproximadamente 30 años.
La pregunta lógica es: ¿qué pasó con estas mujeres
después de terminada la guerra? Sencillo:
escaparon
.
Pero eso no es todo. De Nápoli escribe que algunas no
perdonaron jamás lo que les habían hecho y dedicaron
sus vidas a perseguir a los responsables. Tomaron la
justicia por mano propia asesinando a varios de ellos,
y Joseph Mengele había huido de Europa perseguido
por ellas.
Es falso
que Joseph Mengele no haya muerto aho-
gado en una playa del complejo turístico de Bertoi-
ga, el 7 de febrero de 1979, tal como dijeron Simon
Wiesenthal y Jorge Camarasa. El estudio forense de
sus restos
51
y un estudio de ADN realizado en 1991
certificaron sin margen de dudas el deceso del famoso
criminal, desarticulando las teorías conspirativas
52
.
Cartel de la película
Oro nazi en Argentina,
de Rolo Pereyra (2004)
el esc
é
ptico
38
Primavera 2020
Es falso
que todos los datos brindados por el céle-
bre «cazador de nazis» Simon Wiesenthal sean con-
fiables e indiscutibles, como los han considerado la
mayor parte de los revisionistas (y a partir de los cua-
les escribieron buena parte de sus obras). Hoy, gra-
cias a la excelentemente bien documentada biografía
de Wiesenthal, escrita por el historiador Tom Segev,
sabemos que exageró, mintió y se equivocó en mu-
chísimas oportunidades y casos importantes
53
. Eso no
quita que haya sido un gran publicista y haya mante-
nido el tema de la impunidad en los medios, meta de
por sí loable. Pero no pueden tomarse sus opiniones
como verdades eternas. Wiesenthal ha sido caracteri-
zado como un hombre egocéntrico y hambriento de
fama, tendente en ocasiones a la fabulación
54
.
Es falso
que el gobierno argentino haya recibido
obras de arte expoliadas a las víctimas del nazismo
55
.
Es falso
que los nazis hayan tenido una base secre-
ta en la Antártida, y en la que desarrollaron la tecno-
logía necesaria para la construcción de ovnis. No creo
que haga falta abundar en ese delirio esotérico y fan-
tasioso a partir del cual muchos imaginativos autores
reescribieron la historia geopolítica de Argentina y del
mundo entero (para qué achicarse, ¿no?).
Es falso
que el número de criminales nazis ingre-
sados a la Argentina haya sido de 60 000. Es una exa-
geración. Una desproporción sin sentido, más allá del
impacto mediático que tuvo. Esta cifra parte de un
error previo: la supuesta cantidad de afiliados que el
partido nazi tenía en Argentina, según dijo oportuna-
mente Wiesenthal. Pero el famoso
cazador
se equivo-
có. Según los archivos alemanes y austríacos consul-
tados por la
Ceana
y recuperados por los yanquis al
momento de tomar Berlín, el número real de afiliados
en Argentina no era mayor a 2500 (y, obviamente, sin
ser todos ellos criminales de guerra). Lo que sucedió
fue algo sencillo y burdo al mismo tiempo: convir-
tieron el número (errado) de afiliados de Wiesenthal
en asesinos nazis. Una extrapolación que contribuyó
a alimentar el mito de la Argentina nazi.
La
Ceana
confirmó el ingreso de 180 personas
con pedido de captura por crímenes de guerra
56
. No
es poco. Así hubiera sido una sola la lacra ingresada,
el hecho sería moralmente reprobable. Pero tampoco
hay que llevar las cosas a fantasías contra los datos
confirmados por la historia
57
. Además, como explicó
Ignacio Klich, si el aparato nazi directamente implica-
do en la represión fue de 250 000 personas, 180 indi-
viduos no es una cifra proporcionalmente tan grande
como se decía.
Es falso
que solo Argentina «haya dejado entrar a
cualquiera» sin averiguaciones previas. Esa negligen-
cia fue común en todos los países de la posguerra.
58
El
origen de esta creencia, repetida hasta la saciedad aún
hoy en día en charlas informales, creo que se encuen-
tra en dos prejuicios antes nombrados: el virulento an-
tiperonismo de parte de la sociedad y el autoescarnio
al que nos acostumbraron nuestros mayores.
Palabras finales
El listado de los mitos más extendidos en la lite-
ratura no especializada que consignamos arriba no
debería llevarnos a creer que la influencia del nacio
-
nalsocialismo haya sido nula, ni mucho menos, en Ar-
gentina. Lo que pretendí fue, sencillamente, resumir
y consignar aquellos trabajos de investigación que re-
futan muchas de las mentiras y exageraciones que se
siguen creyendo y repitiendo.
Sabemos que el clima ideológico de Argentina du-
rante las décadas de 1930 y 1940 era propicio a la re-
cepción de ideas fascistas y nazis y que Perón, sin ser
el representante del III Reich que pretendió Silvano
Santander, alimentó esa predisposición por cuestio-
nes pragmáticas (necesidad de técnicos) e ideológicas
(anticomunismo); aunque no hay signos de que la au-
toridades argentinas hayan alentado el ingreso masivo
de criminales nazis. De todos modos, los medios, la
oposición y EE.UU. se abrazaron a ello e inventaron
la conspiración del
IV Reich
en Argentina.
59
La temática tratada en este artículo revela algo
que llama la atención: la propensión que tienen las
sociedades de mantener, repetir, sostener y defender
(en especial en «charlas de café») mitos y mentiras ya
refutados. El deseo por llenar los grandes baches que
aún existen en el conocimiento histórico ha permitido
que estos se decoren con exageraciones, ficciones y
Es falso que los nazis levantaran laboratorios
en zonas aisladas para continuar con sus
experimentos secretos, aunque todavía circula la
leyenda de que fue cierto o «algo hubo»
el esc
é
ptico
39
Primavera 2020
delirios de diferente grado.
Convengamos que aún existen miles de personas
que siguen creyendo en el monstruo del Nahuel Hua-
pi o en nazis ocultos en las frías estepas patagónicas
y las húmedas selvas tropicales del norte de nuestro
país, manteniéndose eternamente jóvenes.
La
criptnazilogía
perdura y se mantiene firme en su
incansable búsqueda de quimeras.
Notas:
1
El Archivo de Odessa
: Filme dirigido por Ronald Nea-
me (1974) y protagonizado por John Voight y Maximilian
Schell.
2
Los Niños del Brasil
: filme dirigido por Franklin Schaff
-
ner (1978). Protagonizada por Gregory Peck y Laurence
Olivier.
3 Véase: Aguinis, Marcos,
La Matriz de Infierno
, Sud
-
americana, 2009; Agreste, Alejandro,
Eva Braun de Arro-
yito
, Editorial Planeta, 2010; Fingueret, Manuela,
Hija del
silencio
, Buenos Aires, 1999; Nisco, Jorge y San Honorio,
Ramiro,
El Séptimo Bastón de Dios
, Planeta, 2012; Posse,
Abel,
Viajeros de Agartha,
Buenos Aires, 1989; Puenzo,
Lucía,
Wacolda
, Emecé, 2011
4 Véase: Soto Roland, Fernando Jorge,
Los Soldados
del Viena
(2012). Disponible en Web:
http://letras-uruguay.
espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/los_soldados_del_
viena.htm
5 Jorge Camarasa,
Odessa al Sur
, Editorial Planeta,
Buenos Aires, 1995. El film
Oro nazi en la Argentina
se
realizó bajo la dirección de Rolo Pereyra con guión del
director y del autor del libro, y se estrenó en 2005.
6 CEANA (
Comisión para el Esclarecimiento de las Ac-
tividades Nazis en la Argentina
). Creada en 1997, funcionó
hasta el año 2005. Fue la primera comisión investigadora
de carácter específicamente histórico, integrada por his
-
toriadores profesionales de diversas partes del mundo,
con una meta alejada de cualquier intención ideológica o
partidaria. En sus ocho años, impulsó el avance del estado
del conocimiento sobre distintos aspectos de la temática,
consultando archivos argentinos y extranjeros (Francia, In
-
glaterra, Bélgica, España, Portugal, Austria, Canadá y Es
-
tados Unidos), descubriendo viejos documentos, echando
por tierra antiguas leyendas y, fundamentalmente, estable
-
ciendo correlaciones entre toda la información recabada.
Ha sido el intento más serio por comprender las relaciones
que nuestro país tuvo con la Alemania del nazismo.
7 Basti, Abel,
Bariloche nazi: sitios históricos relacio-
nados al nacionalsocialismo
, edición del autor, Bariloche,
2003. [este libro anuncia explícitamente, en un subtítulo, lo
siguiente: «
Incluye los lugares donde vivieron Adolf Hitler
y Eva Braun cuando escaparon de Berlín.»
]. Otros de sus
libros:
Hitler en Argentina
, Imprenta Minigraf, Bariloche,
2006;
El exilio de Hitler: destino Patagonia
(2010);
El exilio
de Hitler: las pruebas de la fuga del Führer a la Argentina
(2011);
Los
secretos de Hitler: los acuerdos de los nazis
con los Estados Unidos y los sionistas, y los rastros en la
Argentina del jefe del Tercer Reich
(2011);
El Hombre que
venció a la muerte
[novela] (2015). Véase la demoledora
crítica realizada por la profesora Ksenia Klyueva: http://
elexiliodehitler.blogspot.com.ar/
8 Brockdorff, Werner,
La evasión de los dirigentes nazis
(Hitler, Bormann, Eichmann)
, Ed. Luis de Caralt, Madrid,
Documento falso de Adolf Eichmann, con el que pudo vivir, este sí, unos años en
Argentina, como Ricardo Klement, un refugiado de guerra
el esc
é
ptico
40
Primavera 2020
1973. Este autor fue un antiguo líder de las juventudes
hitlerianas que se escudó tras el pseudónimo indicado. Es
uno de los principales responsables del mito de
Odessa
.
9 Stern, Benjamin y Lewinska, Pelagia,
Adolf Eichmann:
su vida, sus víctimas
, 1960.
10 De Nápoli, Carlos,
Ultramar Sur: la fuga en subma-
rinos de más de 50 jerarcas nazis
, Ed. Norma, Buenos
Aires, 2002;
Nazis en el sur: la expansión alemana sobre
el cono sur y la Antártida
, Ed. Norma, Buenos Aires,
2006;
Los científicos nazis en la Argentina
, Edhasa, Buenos Ai
-
res, 2008;
La fórmula de la eterna juventud y otros experi
-
mentos nazis
, Ed. Norma, Buenos Aires, 2009.
11 Frattini, Eric,
¿Murió Hitler en el Bunker?
, Ed. Plane
-
ta, Buenos Aires, 2015.
12 Williams, Gerrard y Dunstan, Simón,
Lobo Gris: la
fuga de Hitler a la Argentina
, Ed. Distal, Buenos Aires,
2012.
13 Kristenssen, Jeff,
Hitler murió en la Argentina: Ope-
ración Patagonia
, Lumiere, Buenos Aires, 1987.
14 Camarasa, Jorge,
Nazis en Argentina
, Legasa, Bue
-
nos Aires, 1992;
Odessa al sur: la Argentina como refugio
de Nazis y criminales de guerra
, Planeta,
1995; guionista
del film
Oro Nazi
(2005);
Puerto seguro: desembarcos
clandestinos en la Patagonia
, Ed. Norma, 2006;
Mengele:
el ángel de la muerte en Sudamérica
, Ed. Norma,
2008;
América Nazi: un puerto seguro para los peores asesinos
del siglo XX
, Aguilar, Buenos Aires. 2014.
15 Salinas, Juan, coautor con De Nápoli del libro
Ultra-
mar Sur...
16 Szabó, Ladislao,
Hitler no murió en el bunker: el
secreto mejor guardado de la historia
, Círculo Latino, Es
-
paña. 2006.
17 Llano, Mariano,
Hitler y las nazis en el Paraguay,
Asunción, Paraguay, 2° edición 2011.
18 Serrano, Miguel,
Los ovnis de Hitler contra el Nuevo
Orden Mundial
, Ed. Solar, 1994. Un delirio sin parangón.
19 Coca, Nahuel, «El misterio de los submarinos nazis
en Argentina».
Todo es Historia
N° 516, (julio 2010).
20 Muray, Osvaldo, «Hitler vivió y murió en Chile»,
Re-
vista Ercilla
, junio 2006.
21 Burnside, Patrick,
El escape de Hitler: su vida invi-
sible en Argentina. Las conexiones con Evita y Perón
, Ed.
Planeta, Buenos Aires, 2000.
22 Santander, Silvano,
Técnica de una Traición: Juan
D. Perón y Eva Duarte agentes del nazismo en la Argenti-
na
, Ed. Antygua, Buenos Aires, 1955.
23 Goñi, Uki,
Perón y los alemanes: la verdad sobre el
espionaje nazi y los fugitivos del Reich
, Paidós, Buenos
Aires, 1998;
La auténtica Odessa: la fuga nazi a la Argenti-
na de Perón
, Paidós, Buenos Aires, 2002.
24 Mattern, Wilhelm,
UFOs Nazi Secret Weapons?
,
DBA, 2012.
25 Figallo, Beatriz, «Reflejos nazis en el espejo na
-
cional. La Argentina, el Cono Sur y la Segunda Guerra
Mundial», en:
Argentina y la Europa del nazismo
, Ed. Siglo
XXI, Buenos Aires, 2009, pp. 51-63.
26 Buchrucker, Cristian y Klich, Ignacio (compiladores),
Argentina y la Europa del nazismo
, Editorial Siglo XXI,
Buenos Aires, 2009. Coautores del capítulo «El fin del ter
-
cer Reich y la Conexión argentina en la bibliografía revisio-
nista», pp. 247-352.
27 Schneppen, Heinz, «De todas las Odessas, aquella
de Perón», en:
Argentina y la Europa del nazismo.
Ed.
Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, pp. 183-247. Y en ale
-
mán:
SS-Standartenführer Walther Rauff: Organisator der
Gaswagenmorde
(2011);
Odessa und das Vierte Reich:
Mythen der Zeitgeschichte
(2007);
Ghettokommandant in
Riga
Eduard Roschmann: Fakten und Fiktionen
(2009).
28 Meding, Holger,
La Ruta de los Nazis en tiempos de
Perón
, Emecé, Buenos Aires, 1992.
29 Klich, Ignacio,
Sobre nazis y nazismo en la cultura
argentina
, Ed. Hispamérica, 2002. Véase también del
mismo autor,
Argentina y la Europa del nazismo. Sus se-
cuelas
, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2009. Coautor con
Cristian Buchrucker del capítulo «El Fin del tercer Reich y
la Conexión argentina en la bibliografía revisionista», pp.
247-352. Esta obra es, sin duda, la mejor compilación de
ensayos y documentos nazis publicada, hasta la fecha, en
nuestro país. Pilar fundamental en la lucha contra el revi-
sionismo periodístico.
30 Goloboff, Mario, «Presencia de submarinos nazis en
la literatura argentina», en:
Argentina y la Europa del na-
zismo
, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, pp. 121-128.
31 Valentini, Mónica y García Cano, Javier, «Arqueolo
-
gía e historia. La búsqueda de los submarinos alemanes
en aguas argentinas», en:
Argentina y la Europa del na-
zismo
, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, pp. 101-119.
Véase también:
Derroteros misteriosos. ¿Submarinos
alemanes en la Patagonia Argentina? Una instancia de
confrontación a través de la arqueología
. http://www.iaa.
fadu.uba.ar/publicaciones/critica/0147.pdf
32 Newton, Ronald,
El cuarto lado del triángulo. La
«amenaza nazi» en la Argentina (1931-1947),
Ed. Sud-
americana, Buenos Aires, 1992. Véase una excelente
síntesis de la obra en: http://eial.tau.ac.il/index.php/eial/
article/view/1231/1259 . Asimismo: «Las actividades clan-
destinas de la marina alemana en aguas argentinas entre
1930 y 1945, con especial referencia a la rendición de
dos submarinos germanos en Mar del Plata en 1945», en:
Argentina y la Europa del nazismo
, Ed. Siglo XXI, Buenos
Aires, 2009, pp. 65-100. Véase también las respuestas a
un reportaje realizado por el diario
La Nación
: http://www.
lanacion.com.ar/209308-habra-un-punto-final-para-los-
nazis-en-la-argentina
33 Valentini, Mónica y García Cano, Javier, «Arqueolo
-
gía e historia. La búsqueda de los submarinos alemanes
en aguas argentinas», en:
Argentina y la Europa del na-
zismo
, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, pp. 101-119.
Véase también:
Derroteros misteriosos. ¿Submarinos
alemanes en la Patagonia Argentina? Una instancia de
confrontación a través de la arqueología
: http://www.iaa.
fadu.uba.ar/publicaciones/critica/0147.pdf
34 Newton, Ronald, «Las actividades clandestinas de la
marina alemana en aguas argentinas entre 1930 y 1945,
con especial referencia a la rendición de dos submarinos
germanos en Mar del Plata en 1945», en:
Argentina y la
Europa del nazismo
, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2009,
pp. 65-100.
35 Véase: Eberle, Henrik y Uhl, Matthias (eds.),
El infor-
me Hitler. Informe secreto del NKVD para Stalin, extraído
de los interrogatorios a Otto Günsche, ayudante perso-
nal de Hitler, y de Heinz Linge, su ayudante de cámara
.
Moscú, 1948-1949, TuQuets Editores, Buenos Aires, abril
2008. Asimismo: Klich, Ignacio y Buchrucher, Cristian,
«Nazis y charlatanes en Argentina. Acerca de mitos e his-
toria tergiversada»,
Estudios Sociales
, 41, segundo bimes
-
tre 2011, pp. 159-200.
36 Véase: Klich,
Nazis y charlatanes…
, pág. 192.
37 Meding, Holger,
La ruta de los nazis en tiempos de
Perón
, Emecé, Buenos Aires, 1999, pág.165.
38 Nota: Holger Meding sostiene en su libro: «El caza-
dor de nazis Simon Wiesenthal extrae algunos elementos
del relato de Jarschel [pseudónimo de Werner Brockdorff]
para su hipótesis sobre Odessa» (p.167)
39 Forsyth, Frederick,
Odessa
, Debolsillo, Buenos Ai
-
res, edición 2006.
40 Klich,
Nazis y Charlatanes
…, pág. 186-187. Asimis
-
mo véase, H. Meding, op.cit. pp. 167-172.
41 La ayuda familiar es clave para entender la fuga de
Joseph Mengele, por ejemplo.
42 La Operación
Paperclip
(originalmente Opera-
ción
Overcast
) fue el nombre en clave de la operación rea-
lizada por el Servicio de Inteligencia Militar de los Estados
Unidos para extraer de Alemania científicos nazis especia
-
el esc
é
ptico
41
Primavera 2020
lizados en las llamadas Armas Maravillosas del III Reich,
como cohetes, armas químicas y experimentación médi
-
ca después del colapso del régimen.
43 Véase: Meding, op.cit, capítulo VII, «Actividades de
los inmigrantes en la Argentina», pp.263-334
44 Klich,
Nazis y charlatanes
…, pág.17.
45 Camarasa, Jorge,
Mengele
.
El Ángel de la Muerte
en Sudamérica
, Ed. Norma, Buenos Aires, 2008.
46 Documentos Gemelos de Mengele,
Nat Geo
: http://
www.teledocumentales.com/los-gemelos-de-mengele/
47 En España es más frecuente utilizar el nombre por-
tugués de la ciudad, Sao Paulo (N. del E.).
48 Véase la refutación a la hipótesis de Camarasa en
el documental de National Geographic
El
llamado efecto
fundador
.
49 Véase: De Nápoli, Carlos,
La fórmula de la eterna
juventud y otros experimentos nazis
, Ed. Norma, Buenos
Aires, 2009.
50 Según De Nápoli, Karl Vearnet huyó de Dinamarca
tras finalizar la guerra (aproximadamente entre 1945 y
1947). Se instaló en Buenos Aires donde siguió ejercien-
do la medicina en barrio de Belgrano. Tras su muerte fue
enterrado en el cementerio británico de Chacarita. Este
personaje es conocido también por haber experimentado
con homosexuales, a los cuales pretendió curar castrán
-
dolos y sometiéndolos a drogas con resultado nefasto
para muchos. A partir de los comentarios de De Nápoli y
una biografía escrita sobre Vearnet, se filmó un documen
-
tal llamado
El triángulo Rosa y la cura nazi ara la homo-
sexualidad
[Argentina, 2014. Dirección: Esteban Jasper y
Nacho Steingber]. Claro que en este film, típico del género
Cacería de Nazis
, nada se dice sobre la eterna juventud y
demás especulaciones señaladas.
51 Véase el excelente librito: Keenan, Thomas y Eyal,
Werzman,
La calavera de Mengele. El advenimiento de
una estética forense
, ed. Sans Soleil, Buenos Ai
res
,
2015.
52 Los estudios forenses llevados a cabo a los restos
óseos de Mengele, exhumados en el cementerio Nossa
Senhora do Rosário, en la localidad de Embú (Brasil) el 6
de junio de 1985, tuvieron una cobertura mediática mun
-
dial. Los expertos convocados, todos ellos de prestigio in
-
ternacional (Clyde Snow, Hohn Fitzpatrick, Daniel Romero
y Leslie Lukash), llevaron a cabo la primera osteobiografía
(biografía de los huesos) que permitió identificar al médico
nazi. Irónicamente, los huesos de un criminal que dedicó
parte de su vida a desaparecer personas sirvieron para
iniciar las investigaciones que han permitido identificar a
miles de desaparecidos por las dictaduras del siglo XX.
53 Segev, Tom,
Simón Wiesenthal: the life and legend
,
Nueva York, Donbleday, 2010.
54 Klich,
Nazis y charlatanes
…, pp. 183-193
55 Navarro, Ángel Miguel, «Posible circulación en la
Argentina de obras de arte robadas por agentes del Tercer
Reich en Europa», en:
Informe final Ceana
.
56 Jackisch, Carlota, «Cuantificación de criminales de
guerra según fuentes argentinas».
Informe final de Ceana
.
57 Véase, Klich,
Nazis y charlatanes
…, pág. 194.
58 Klich,
Nazis y charlatanes
…pág. 198.
59 Véase: Newton, Ronald, «El mito del IV Reich, 1943-
1945», en
El cuarto lado del triángulo. La «amenaza nazi»
en la Argentina (1931-1947),
Ed. Sudamericana, Buenos
Aires, 1992, pp. 431-458.