el esc
é
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Primavera 2020
D
esde hace muchos años hay dos pseu-
dociencias climáticas: los
que-viene-el-
lobo
—que también podríamos llamar
catastrofistas o alarmistas y en el caso de
los más extremos, apocalípticos— y los
negacionistas. Durante el año 2019 ambas pseudocien-
cias se han visto fuertemente potenciadas, probable-
mente por la celebración en Madrid de la 25ª Cumbre
del Clima.
No tengo ninguna constatación científica, pero me
da la sensación de que el ascenso de los catastrofistas
ha producido una gran reacción entre los negacionis-
tas climáticos. Nunca hasta ahora había visto tantos
vídeos en YouTube defendiendo el negacionismo. Lo
que me ha parecido más grave es que en muchos de
esos vídeos desprestigian no solo a algunos científi
-
cos del clima, sino a toda la ciencia. Y eso me parece
tremendamente grave. Incluso me atrevo a establecer
un cierto vínculo entre ese desprecio a la ciencia y los
140
.
000 muertos por sarampión que hubo en 2018 en
todo el mundo (Jano.es, 2020).
Durante varios años estuve colaborando con Radio
Nacional de España (RNE 1, RNE 5 y Radio Exterior),
y para mí fue muy grato cuando en 2005 me hice eco
de la noticia de que el sarampión iba a ser la segunda
enfermedad humana erradicada de la Tierra. La prime-
ra fue la viruela
1
. La segunda enfermedad erradicada
fue estrictamente la peste bovina (Microbio, 2015),
pero no era una enfermedad humana.
Si no recuerdo mal, y estoy hablando de memoria,
en la erradicación del sarampión iba a jugar un papel
esencial esa magnífica emisora que es la BBC. Es
-
tudios sociológicos habían puesto de manifiesto que
tan solo quedaban unas pocas aldeas donde se había
refugiado el sarampión, la mayoría en India. Uno de
los graves problemas detectados fue que en aquellas
aldeas consideraban la enfermedad un castigo divino
por los pecados cometidos en esta o en una vida ante-
rior. Por lo tanto no acudían al médico. Simplemente
lo aceptaban porque ese era el designio de los dioses
(o de Dios). El gobierno de la India y la BBC habían
decidido usar la radio y la televisión para cambiar esa
percepción. Habían contratado a los mejores guionis-
tas de India para hacer series en las que los protagonis-
tas acudían al médico para curarse en vez de aceptar
su designio.
Pseudociencias
climáticas
Félix Ares de Blas
¿Viene el lobo o no pasa nada? Ni una cosa ni otra
La ciencia no es un dogma, y hoy decir una
cosa y mañana otra distinta no demuestra
debilidad sino fortaleza
De oca a oca
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Primavera 2020
Todo iba bien, pero entonces surgió en Occidente la
idiotez de la moda antivacunas. Un artículo erróneo,
un estudio mal hecho, disparó las alarmas. En su in-
vestigación, Andrew Wakefield
relacionaba la vacuna
triple vírica con el autismo. Y ese fue el origen de la
locura antivacuna y de los 140 000 muertos de saram-
pión en 2018. Lo más triste es que se estima —todavía
no tenemos los datos— que en 2019 han sido muchos
más. También es muy triste que no solo haya resurgido
el sarampión: también lo han hecho el tétanos y la dif-
teria (Rojas, 2019). ¡La estupidez mata! Wakefield ha
sido condenado y no puede ejercer de médico, pero el
daño está hecho
2
.
Al examinar vídeos de los negacionistas en YouTu-
be, he visto que muchos de sus argumentos se basan
en no entender que la ciencia cambia, que la ciencia no
es un dogma y que hoy decir una cosa y mañana otra
distinta no demuestra debilidad sino fortaleza: nuevos
datos pueden implicar abandonar algunas hipótesis y
plantear otras nuevas. Einstein corrigió a Newton, el
flogisto fue abandonado y sustituido por la teoría mo
-
derna de la combustión... y nadie se rasga las vestiduras.
Consenso científico
Muchos de esos vídeos empiezan diciendo que en
la década de los setenta el «consenso científico» decía
que la Tierra se iba a enfriar y que hoy «el consenso
científico» es que se calienta. Y así se mofan del «con
-
senso científico».
Por suerte o por desgracia, tuve ocasión de leer
aquellos titulares de los años setenta, en los que se
decía que se aproximaba una glaciación. Hasta donde
recuerdo, era la opinión de algunos científicos, no «el
consenso científico», aunque casi nada cambiaría de
haberlo sido. La clave del enfriamiento, para ellos, es-
taba en los aerosoles, lo que no era descabellado. Los
aerosoles reflejarían parte de la luz procedente del Sol
y enfriarían el planeta. Pero el «consenso científico»
no era tal. De hecho, Peterson (2008) demuestra que,
de 68 estudios científicos en la época del «enfriamien
-
to global», el 62% predecían calentamiento, no enfria-
miento. Por lo tanto, los negacionistas abusan de la
palabra «consenso».
De mención obligada por los negacionistas está Paul
Erlich. Escribió junto con su esposa Anne, aunque no
figuraba como autora, una obra que se hizo muy famo
-
sa, titulada en español
La bomba demográfica
. En ella
se defendía que:
La batalla para alimentar a toda la humanidad se
ha acabado [...] en la década de los 70 y 80, centenares
de millones de personas se morirán de hambre a pesar
de cualquier programa de choque que se emprenda
ahora. A estas alturas nada puede impedir un sus-
tancial incremento en la tasa de mortalidad mundial,
aunque muchas vidas podrían ser salvadas mediante
drásticos programas para ampliar la capacidad de
la tierra incrementando la producción alimentaria y
distribuyendo más equitativamente el alimento dispo-
nible. Pero estos programas solo proporcionarán un
aplazamiento a menos que se acompañen con esfuer-
zos decididos y exitosos de control de la población.
(Erlich, 1968)
Nada de esto ha ocurrido y acusan al «consenso
científico» del error. ¿De verdad había consenso cien
-
tífico? No, no lo había. De hecho a Paul Erlich casi
nadie lo consideraba un experto en ese campo. Sí que
es un científico, es entomólogo, lo que no tiene nada
que ver con demografía o ciencias afines, por lo que
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su opinión sobre estos temas es la de un lego. Desde
que apareció su libro se le acusó de un neomalthusia-
nismo muy alejado de la ciencia, y en los vídeos de
YouTube aparece como uno de los representantes de
los científicos que cada vez que abren la boca se equi
-
vocan. Un ejemplo de ello podemos verlo en la página
de holoceneclimate.com (Van Leeuwen, 2019), donde
literalmente se dice:
Todos ellos son los llamados
«
expertos
»
, todos pre-
dijeron, publicaron sus predicciones y fracasaron. Y
no solo un poquito. En algunos casos ocurrió exac-
tamente lo opuesto de la predicción.
¿
Por qué no se
les hace responsables de sus fracasos? Y la pregunta
más importante es: ¿Cuándo aprenderemos a no es-
cuchar a esos «científicos»? […] Y lo peor de todo,
nuestros gobiernos están basando su política en los
mismos modelos defectuosos que produjeron estas
predicciones
.
Lo más curioso de Erlich es que cada una de sus
predicciones iba fallando e iba retrasando la fecha de
la catástrofe. Esos fracasos continuados no hicieron
mella en sus ventas ni en su fama, y se hizo multimi-
llonario con el catastrofismo.
Que viene el lobo
Verdaderamente Paul Erlich pertenece a los alar-
mistas, a los de «que viene el lobo». Y como el lobo
no ha venido, ha creado legión de negacionistas. Ni
que decir tiene que Paul Erlich no es el único. Otro de
los santones del alarmismo es el ex vicepresidente de
Estados Unidos de América y premio nobel Al Gore.
Por poner una sola de sus profecías catastrofistas, en
2008 decía que en 2013 el Ártico estaría libre de hielo
(Ebell, 2019). Realmente Al Gore no estaba demasia-
do equivocado, pues algunas fuentes consideran que
en 2013 el Ártico estaba «funcionalmente» sin hielo
(Melton, 2013). Pero el hecho es que, como hoy en
día todavía se ve hielo en el Ártico, los negacionistas
han usado las palabras un poco exageradas de Al Gore
para negar el calentamiento global. Lo que me hace
reflexionar que quizá el anunciar permanentemente
«que viene el lobo» a la larga puede ser contraprodu-
cente. Ni Paul Erlich ni Al Gore son los únicos que
han hecho predicciones catastrofistas. Un interesan
-
te resumen de las mismas lo tienen en Ebell (2019).
Y las consecuencias del alarmismo pueden verse en
miles de publicaciones y en vídeos de YouTube. Por
poner un solo ejemplo, véase Llamas (2019).
No todo el que niega es negacionista
No todos los negacionistas se basan en las predic-
ciones fallidas o lo hacen por convencimiento políti-
co, sin basarse en datos. Algunos científicos que dicen
que el calentamiento global no es debido al ser huma-
no lo hacen con razones científicas. Son una minoría,
apenas el 3 % de los especialistas (Cervera, 2015),
pero son científicos competentes.
No niegan el calen-
tamiento, pero lo atribuyen a causas que no tienen que
ver con la actividad humana; por ejemplo, a los ciclos
solares. Algunos dicen que el CO
2
es consecuencia del
calentamiento, y no al revés. O
tros defienden que el
vapor de agua, uno de los más importantes gases de
efecto invernadero (GEI), no se ha tenido en cuenta
en los modelos climáticos, o que no se han tenido en
cuenta las nubes, etc.
Algunas de las ideas expuestas por los científicos
que no están de acuerdo con el origen antropogéni-
co pueden verse en Gómez (2015). También hay un
vídeo en YouTube que expone alguno de esos argu-
mentos. Es un vídeo antiguo, algunos de los argu-
mentos ya han sido superados —por ejemplo, el de
que la energía solar es más cara que la procedente de
combustibles fósiles—; pero como podrá verse, hay
argumentos científicos serios, sobre todo teniendo en
cuenta los conocimientos que había cuando se hizo;
quizá también hay que olvidarse de los aspectos po-
Fig.1
Consumo eléctrico
per cápita en Cali-
fornia, Nueva York
y el conjunto de los
EE.UU. (Lave, 2009)
el esc
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líticos que aparecen en el mismo (La gran estafa del
calentamiento global, 2007).
La paradoja de Jevons y el decrecimiento
William S. Jevons fue un economista y filósofo in
-
glés del siglo XIX, que se dio cuenta de que al au-
mentar la eficiencia de un recurso (en su caso era el
carbón), el consumo aumentaba en vez de disminuir.
Parece contradictorio, pero no lo es. Un ejemplo cla-
ro lo tenemos en las luces de navidad del pasado año.
Casi todos los ayuntamientos han puesto luces led que
consumen mucho menos que las bombillas tradicio-
nales; pero como consumen menos, ponemos muchas
más luces, con el resultado de que el consumo ha au-
mentado. En Vigo dicen que han puesto diez millones
de ledes (Martínez, 2019). En Bilbao, por ejemplo,
han puesto 1,2 millones de ledes, aunque el ayunta-
miento dice que el consumo final es menor que el que
había antes. En Málaga también han puesto la mis-
ma cantidad de ledes. Admitamos que es verdad que
la factura de la electricidad en los ayuntamientos ha
disminuido por las luces navideñas, lo que no llego a
creerme del todo, pero miremos a los balcones. Hace
diez años era muy raro que los particulares pusieran
luces de navidad en ellos; hoy es muy común. Algo
parecido ocurre con muchos escaparates de comercios.
Creo que el resultado final está de acuerdo con Jevons.
Los ledes son mucho más eficientes que las bombillas
incandescentes, y por eso los usamos en todas partes.
El consumo aumenta.
Esta paradoja ha sido usada para decir que, por mu-
cho que aumentemos la eficiencia energética, consu
-
miremos más y el calentamiento global es inevitable a
no ser que cambiemos radicalmente de modo de vida,
una vida más sencilla, más medieval:
decrecimiento
.
Por suerte, la paradoja de Jevons no es siempre cier-
ta. Una refutación extensa la tienen en Semke (2015).
De todos los argumentos que nos da, el más interesan-
te desde mi punto de vista es un gráfico en el que se
compara el consumo de kWh per cápita en todo Esta-
dos Unidos y en California. Se ve claramente que en
California, donde se han establecido estrictas normas
de eficiencia energética, el consumo se ha estabilizado,
mientras que en el resto ha aumentado. Por lo tanto, la
eficiencia energética no siempre sigue la paradoja de
Jevons. En Nueva York ha pasado lo mismo, tal como
puede verse en la figura 1.
Además de que la paradoja de Jevons no siempre se
aplica, hay otro hecho de suma importancia. Se trata
de que el calentamiento es debido, al menos en parte,
a la emisión de GEI (gases de efecto invernadero). Es
obvio que al quemar combustibles fósiles se emiten
dichos gases a la atmósfera; pero nadie nos obliga a
obtener energía de quemarlos. La energía se puede
obtener de otras formas que emiten muchos menos
gases; por ejemplo, nuclear de fisión, nuclear de fu
-
sión —cuando exista—, solar, eólica, maremotriz, un-
dimotriz, geotérmica, aprovechamiento de corrientes
marinas —por ejemplo, en el estrecho de Gibraltar—,
biomasa, biocombustibles… y no deberíamos olvidar
las nuevas formas de producción de energía que pue-
dan surgir y que hoy son impredecibles.
Parece lógico pensar que el crecimiento no puede
progresar infinitamente; lo que ya no es tan claro es
que estemos llegando a sus límites. En toda la historia
de la humanidad, el bienestar ha estado ligado al con-
sumo de energía; pero nadie nos dice que eso deba ser
así en el futuro. Es posible que esa dependencia haya
dejado de ser cierta o esté a punto de serlo, pues ya he-
mos alcanzado un consumo adecuado en los países del
primer mundo
3
. El reto es extenderlo a toda la huma-
nidad. Lograr una mayor eficiencia nos puede permitir
obtener mayor bienestar con el mismo consumo. Por
otro lado, hay formas de obtener energía con menos
emisión de GEI.
El ingenio
A pesar de los negacionistas, lo razonable hoy es
pensar que el cambio climático existe y que en gran
parte es debido a la actividad humana. Y debemos
actuar de acuerdo con ello. No debemos olvidar ese
3 % de científicos que niegan que el calentamiento
Como hoy en día todavía se ve hielo en el Ártico,
los negacionistas han usado las palabras un
poco exageradas de Al Gore para negar el
calentamiento global
el esc
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sea antropogénico, pero debemos actuar de acuerdo
con la inmensa mayoría
4
. A pesar de los alarmistas-
simplistas, el tema es muy complejo. Los fenómenos
climáticos todavía no son conocidos del todo y lo que
es más grave, en el mundo globalizado en el que nos
movemos, cualquier cambio de envergadura tiene im-
portantes repercusiones sociales que tampoco com-
prendemos del todo. Un reciente informe del
Bank of
International Settlements
me ha hecho ver algo en lo
que no había pensado: que incluso el sistema financie
-
ro internacional se puede ver enormemente perturbado
por los llamados «cisnes verdes», es decir, aconteci-
mientos predecibles cuya probabilidad es muy baja,
pero cuyas repercusiones son enormes (Bolton, 2020).
El concepto de
cisne verde
es similar al del de
cisne
negro
(un suceso imprevisible, de gran impacto y que,
una vez pasado, se racionaliza y se explica dando la
impresión de que se esperaba que ocurriera), desarro-
llado por Nassim Nicholas Taleb (2007), con la dife-
rencia de que en el concepto de Taleb no se sabía si el
cisne negro iba a ocurrir o no, y en el el cisne verde
hay la seguridad de que el aumento de temperaturas
algo va a producir, aunque no sepamos qué.
La postura prudente, desde mi punto de vista, es
aprovechar al máximo lo que ya sabemos: hay que
descarbonizar nuestra sociedad
5
, hay que conseguir
una agricultura y ganadería que emita menos GEI. In-
cluso podemos vislumbrar el fin de la ganadería con
-
vencional con las nuevas técnicas de obtener carne
in vitro
(Tuomisto, 2011). De los datos de Tuomisto,
me sorprende que la carne de pollo tenga un consumo
energético incluso inferior a la carne de vaca
in vitro
.
En cuanto a la agricultura, nuevos métodos de culti-
vo vertical en edificios esterilizados (Baraniuk, 2017)
nos hacen pensar que se podría hacer con una notable
disminución tanto de la necesidad de suelo como de
agua, pesticidas y fertilizantes. El agua, dependiendo
del lugar, puede necesitar poco o un gran consumo de
energía. Por ejemplo, si el agua procede de desalación,
el consumo es muy alto. Pesticidas y fertilizantes, ade-
más de otros problemas ecológicos, consumen ener-
gía en su fabricación y transporte. Una gran parte del
consumo energético se realiza dentro de los hogares;
hay que hacer que emitan menos GEI, mejor aislados,
con electrodomésticos más eficientes, incluso que pro
-
duzcan parte de su energía a partir de fuentes como la
solar, eólica o geotérmica.
No estoy hablando de utopías. Pienso que realmente
tenemos soluciones para mejorar el nivel de vida de
toda
la humanidad —subrayo
toda
—, y lograr dismi-
nuir la emisión de GEI.
Lo que ni simplistas ni negacionistas tienen en cuen-
ta es el ingenio humano. Somos capaces de buscar so-
luciones a problemas muy arduos. Podemos preguntar-
nos por qué fallaron los
que-viene-el-lobo
de Erlich, y
una respuesta entre otras muchas es que hubo un señor
llamado Norman E. Borlaug, cuyo ingenio dio inicio
a la
Revolución verde
. Y es más, el número de genios
es proporcional a la población. Por lo tanto, ahora hay
más genios, que buscan y encuentran soluciones, que
cuando Erlich hizo sus predicciones catastrofistas. En
estos momentos tenemos ayudantes informáticos que
potencian nuestra genialidad y estamos muy cerca de
que las inteligencias artificiales también se encarguen
de investigar por su cuenta (OIST, 2020). Con ello, el
número de investigadores, en este caso no humanos,
se multiplicará. Las soluciones también. Quizá lo más
problemático sea plantear bien el problema y saber
qué es lo que queremos solucionar. Si planteamos mal
el problema, las soluciones también serán erróneas.
Pero no debemos paralizarnos tratando de encontrar la
mejor solución, debemos conformarnos con solucio-
nes buenas; buenas no solo en la teoría, sino buenas en
la realidad. Ya sabemos que, tal como dijo Voltaire, lo
mejor es enemigo de lo bueno
6
.
No se trata de cambiar nuestro modo de vida para
retroceder a la Edad Media como quieren los simplis-
tas, ni de no hacer nada pues no pasa nada, como dicen
los negacionistas. Se trata de reconocer los problemas,
saber que nuestro conocimiento es incompleto, y bus-
car soluciones en consecuencia. Por suerte, hay solu-
ciones y tenemos el ingenio para hallarlas. Ni que decir
Al aumentar la eficiencia energética, consumi
-
mos más y el calentamiento global es inevitable
a no ser que cambiemos de modo de vida
el esc
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Primavera 2020
tiene que las investigaciones necesitan dinero. Ese es
uno de los grandes retos de los políticos ante el cambio
climático: buscar financiación para que científicos y
técnicos entiendan bien los problemas. No solo los que
tienen que ver con el clima, sino también los relacio-
nados con las repercusiones sociales y financieras que
puedan acarrear las soluciones. Y ni que decir tiene
que deben extenderse lo más posible a toda la humani-
dad. Tanto para los científicos convencidos del origen
antropogénico como para los otros. No debemos hacer
que la financiación sesgue las investigaciones. Segu
-
ro que no hay una solución simple
7
. Serán cientos de
soluciones parciales. Pedacitos de solución. Y seguro
que cometeremos errores. Pero poco a poco, paso a
paso, solucionaremos el problema. ¡Manos a la obra!
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Notas:
1 En la que España tuvo un papel principal con la Real
Expedición Filantrópica de la vacuna: https://es.wikipedia.
org/wiki/Real_Expedici%C3%B3n_Filantr%C3%B3pica_
de_la_Vacuna
2 https://es.wikipedia.org/wiki/Andrew_Wakefield
3
Cuando la telefonía era sumamente cara, todos ne
-
cesitábamos más minutos. El crecimiento era exponencial.
Pero por mucho que quieras hablar, el día tiene 1440
minutos. No puedes consumir más. Con la energía puede
ocurrir algo parecido. Cuando es escasa, cada vez nece
-
sitamos más, el crecimiento es exponencial; pero nuestra
necesidad energética tiene un límite; por eso es probable
que a partir de un cierto nivel de consumo de energía, el
bienestar y la energía, que hoy van unidos, se separen. O
dicho de otro modo, que, una vez superado un umbral, el
bienestar deje de depender del consumo energético.
4 Lo que me da mucho miedo es que lo razonable se
convierta en dogma, una fe de obligado cumplimiento, y
que los «herejes» sean silenciados, como, de hecho se
empieza a notar en nuestra sociedad.
5
Aunque finalmente los que niegan la influencia huma
-
na llevaran razón, descarbonizar no es malo. Es bueno
para nuestra salud y para no depender de un puñado de
países, algunos de ellos fanáticos religiosos.
6 Voltaire.
La Bégueule: Conte Morale
… (
La mojigata:
cuento moral
…). «Le mieux est l’ennemi du bien».
7 Hay un interesante libro que en español se ha titulado
Lo malo de lo bueno: o las soluciones de Hécate
,
de Paul
Watzlawick y traducido por Xavier Moll, en la que dice
que las soluciones que lo arreglan todo (ultrasoluciones,
en la versión inglesa) son la mejor receta para el fracaso.
Y nos recuerda que «Todo lo que se desarrolla, crece y
florece, procede por “pasos cortos”, los grandes cambios
son catastróficos. Lo que pasa es que los pasos pequeños
difícilmente despiertan entusiasmo, las promesas utópicas,
en cambio, encienden a las masas y las ponen en movi
-
miento». ( Watzlawick, 1987). Los «pasos cortos» también
tienen otra ventaja, si nos equivocamos, hacemos poco
daño y se puede rectificar. Con las ultrasoluciones pode
-
mos causar mucho daño irreversible.