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el esc

é

ptico

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anuario 2020

Este fenómeno es idéntico cuando volvemos la vis-

ta atrás. Imaginamos un pasado más atrasado, oscuro, 

tosco... peor. Así, todo fenómeno educativo anterior 

es,  por  definición,  tradicional  en  el  más  peyorativo 

sentido del adjetivo. Tendemos a identificar todo lo 

que nos gusta o coincide con nuestras ideas y visio-

nes sobre la escuela, con lo moderno, lo innovador; 

en tanto que todo lo que nos disgusta (funcione o no) 

o con lo que estamos en desacuerdo, es asimilado a 

«lo de antes».

Sin embargo, ¿cuántas de las cuestiones que hoy 

tomamos por innovación educativa lo son en reali-

dad? Muchas de las afirmaciones de J.A. Comenio en 

su 

Didáctica Magna

 (1632) están tan de actualidad 

que pueden insertarse en cualquier texto educativo 

moderno y suenan totalmente pertinentes. Las cui-

tas de Santiago Ramón y Cajal sobre nuestro sistema 

educativo suenan dolorosamente actuales e incluso el 

NO-DO que publicitaba la «nueva» ley de educación 

de 1970 (la LGE o Ley Villar Palasí, que nos trajo la 

EGB) podría anunciar casi cualquiera de las siguien-

tes reformas educativas en nuestro país hasta la fecha.

Tampoco los recursos educativos y materiales di-

dácticos se libran. Los libros, la radio, las películas, 

la televisión, los vídeos, los ordenadores, internet, los 

videojuegos... han sido, sucesivamente, el recurso que 

va a hacer de la enseñanza un proceso verdaderamen-

te eficiente, incluso a sustituir al profesorado. La rea

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lidad es que su utilidad, aunque innegable, es discreta. 

Por su parte, los y las docentes son el único recurso 

educativo que ha estado presente desde los albores de 

la escuela. La asiriología tiene constancia de docentes 

profesionales en las escuelas sumerias hace 5400 años 

y no parece que su importancia en la educación vaya 

a cambiar en breve. Ya por aquel entonces había es

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pecialización docente, niveles educativos (con todas 

las reservas históricas pertinentes) asimilables en du-

ración y contenidos a los actuales. También las quejas 

y lamentos docentes eran equivalentes a las actuales. 

Una tablilla cuneiforme del primer milenio antes de 

Cristo recoge una carta del equivalente a nuestros ac

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tuales profesores universitarios dirigida al rey para 

protestar por el exceso de trabajo burocrático. Incluso 

los materiales manipulativos (desde bloques de ma-

dera a modelos del cuerpo humano) se mantienen sin 

excesivos cambios. Tal vez la impresión 3D haya sus

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tituido a la talla, pero el fondo didáctico permanece 

inalterable.

Lo cierto es que las ciencias de la educación, como 

todas las demás ciencias, se construyen sobre las só-

lidas bases de la investigación precedente. La educa-

ción actual se eleva o debería elevarse «a hombros de 

gigantes» y permitirnos ver más y más lejos, no por 

la agudeza de nuestra vista y la perspicacia de nues-

tro intelecto moderno sino porque estamos elevados 

por la gran altura de un conocimiento construido a lo 

largo de milenios. La educación, cuando se asienta en 

bases científicas, es una luz que nos permite alumbrar 

un futuro mejor para toda la sociedad.

El papel clave de la memoria de trabajo en el 

aprendizaje

Héctor Ruiz Martín

International Science Teaching Foundation

En psicología cognitiva, se emplean los términos 

memoria de trabajo

 o 

memoria operativa

 para des-

cribir la capacidad que tenemos para mantener y ma-

nipular mentalmente y de forma consciente una can-

tidad limitada de información durante cortos períodos 

de tiempo. Para simplificar, podríamos definirla como 

el espacio mental donde razonamos, donde imagina-

mos y donde podemos conectar nuestros conocimien-

tos previos con la información que nos llega del entor-

no para construir nuevos conocimientos. Es decir, la 

memoria de trabajo es clave para el aprendizaje.

 En consecuencia, tener en cuenta las limitaciones 

de la memoria de trabajo es fundamental cuando se 

trata de promover el aprendizaje, pues esta representa 

un cuello de botella que determina nuestra capacidad 

de aprender. En este sentido, una de las teorías del 

aprendizaje con mayor evidencia empírica y aplica-

ción práctica en el aula es la teoría de la carga cogni-

tiva. Esta teoría se basa en reconocer el papel crucial 

de la memoria de trabajo en el aprendizaje y en asumir 

sus limitaciones para guiar la práctica educativa.

No es de extrañar que los docentes sucumban 

ante determinadas prácticas pseudocientíficas 

que inundan los medios, e incluso las facultades 

de educación o los másteres del profesorado